1 abril 2001

Josep Antoni Durán Lleida (líder de Unió) se tendrá que conformar con el cargo de 'secretario general' de la federación CiU

Convergencia i Unió se constituye como ‘federación’, designando a Artur Más como sucesor de Jordi Pujol

Hechos

  • El 30.03.2001 se presentó oficialmente la federación entre Convergencia Democrática de Catalunya y Unió Democrática de Catalunya presidida por D. Jordi Pujol (CDC) y con D. Josép Antoni Durán Lleida (UDC) de secretario general.

Lecturas

La alianza política entre el partido político Convergencia y el partido político Unió existe desde principios de 1979, pero estos dos partidos nunca habían tenido una dirección común, y funcionaban con dos direcciones paralelas, compartiendo únicamente a sus candidatos.

Ahora, por primera vez habrá cargos comunes: «Presidente de CiU», que será D. Jordi Pujol, y «Secretario General de CiU», que será D. Josep Antoni Duran Lleida.

La alianza política se romperá en junio de 2015.

01 Abril 2001

Pujol se va

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El líder de Convergència i Unió (CiU) y presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, anunció ayer solemnemente que renuncia a presentarse a una nueva contienda electoral. No por previsible la decisión deja de ser relevante. Y acertada. Lo es para Cataluña, porque abre la posibilidad de desbloquear una vida política autonómica espesa, en la que el peso de su carisma y de su pulsión intervencionista ha acabado provocando muchos estrangulamientos. Y lo es para CiU, porque en el arreglo ordenado de su reemplazo -algo complejo, dado el difícil equilibrio entre los segundos Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida, establecido también ayer- estriba la única posibilidad de afrontar dignamente y sin excesivos desgarros el pulso con el líder de la oposición, Pasqual Maragall, que desborda en las encuestas, y de permanecer en el futuro como formación política con arraigo.

Al fijar la fecha de su jubilación -lo que supone de hecho el traspaso inmediato de autoridad hacia sus delfines-, Pujol hace gala de que la edad y el desgaste de dos décadas en el poder no han destruido su realista olfato político. El veterano líder ha sabido constatar el propio declive público, algo obligado, pero siempre difícil. Hay sobrados ejemplos de políticos que no han sabido medir el efecto demoledor del tiempo.

Pujol ha procesado los signos del agotamiento de ciclo histórico que aparecen en el corazón de su propio territorio sentimental: las comarcas periféricas y la Cataluña interior y rural, como se ha puesto dramáticamente de manifiesto en la rebelión de las Tierras del Ebro con motivo del Plan Hidrológico. Signos que mellan también la propia identidad de su coalición nacionalista, convertida, por obra de la aritmética, en sucursal de hecho del nacionalismo rival, el reverdecido españolismo centralista de genealogía casticista.

No es hora todavía para un exhaustivo balance en la trayectoria de Jordi Pujol. Porque se prejubila como líder electoral, pero no como dirigente. Este atípico, poliédrico y zigzagueante personaje, uno de los pocos decisivos supervivientes de la transición, podría aún hallar un puesto donde se aprovechasen sus experiencias y erigirse así en una excepción a la regla por la que esta democracia deglute, cruel, a sus fundadores.

Pero sí conviene destacar, sobre todo ante sus jóvenes turcossoberanistas, y como contraste ante los malos ejemplos procedentes del País Vasco, las mejores constantes del líder que empieza a irse: su impecable trayectoria democrática y su implicación en la tarea común. Antiguo resistente a la dictadura -actividad que pagó con prisión-, ningún español demócrata olvidará su sosegada intervención en la noche del golpe de Estado del 23-F, aquel ‘tranquil, Jordi, tranquil’ que le transmitió el Rey y que repercutió de inmediato a la ciudadanía. Si una bella muerte toda una vida honra, ese momento vale por todos los errores del pujolismo. Pese al cansino doble lenguaje, el mediocre regateo mercantilista y la consiguiente imagen antipática que de lo catalán ha difundido, la actuación de la CiU pujolista ha sido leal a la Constitución y a la España democrática.

Es cierto que a esos grandes activos en la escena española les acompañan demasiados pasivos en la catalana. El autoritarismo paternalista, la confusión del país y el líder, la erección de una Administración clientelar, los brotes excluyentes de un nacionalismo generalmente dialogante, la minusvaloración del parlamentarismo, el desprecio a Barcelona, el caos financiero, la retahíla de irregularidades y nepotismos en la gestión, la visión endogámica y ombliguista de Cataluña… no son pocos baldones. Pero ni lo cortés quita lo valiente ni los errores asfixian los aciertos.

01 Abril 2001

Pujol pone fecha al final del pujolismo

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Tras más de veinte años como presidente de la Generalitat, Jordi Pujol confirmó ayer lo que era un secreto a voces: que no volverá a presentarse como candidato de CiU en las elecciones previstas para otoño del 2003.

Pujol se había negado hasta ahora a decir en público lo que muchas veces había confesado en privado. Ayer oficializó el final del pujolismo, que ha sido tanto una forma de gobernar Cataluña como una filosofía de ejercer el poder, con marcado carácter personalista. Pujol es el único gobernante en activo que ha sobrevivido desde la Transición y sus aciertos son tan notables como sus errores. No es el momento, sin embargo, de hacer balance de su gestión, que se prolongará previsiblemente dos años y medio más, aunque sí de subrayar que pasará a la historia como el líder nacionalista catalán más importante tras el final de la Guerra Civil.

Pujol esperó a realizar este anuncio hasta la conclusión de la negociación entre CDC y UDC, las dos formaciones que integran la coalición nacionalista. Ayer cerraron un complejo y laborioso acuerdo de principio para poner fin a sus diferencias. Ambos partidos se fusionarán en el año 2004 y, hasta entonces, operarán como una federación. La nueva organización estará presidida por Pujol, su secretario general será Duran Lleida y el candidato electoral, Artur Mas.

¿Funcionará este nuevo equilibrio de poderes? ¿Servirá la presidencia de Pujol para limar el antagonismo entre Mas y Duran? El tiempo lo dirá. Pero el acuerdo pone término a las fuertes tensiones entre los dos partidos, surgidas por el recelo de UDC a aceptar la promoción de Artur Mas como delfín de Pujol.

El pacto resulta aceptable para los tres, que, de momento, consiguen lo que pretendían. Artur Mas logra el aval para ser designado candidato a la Generalitat en los próximos meses. Duran Lleida se convierte de facto en el número dos de la coalición al asumir el cargo de secretario general de la federación. Si Mas fracasa en las próximas elecciones frente a Maragall, Duran tendría todas las papeletas para coger el timón del nacionalismo catalán y convertirse en el siguiente candidato. Y Pujol, obsesionado por pasar a la historia como un estadista, se asegura una retirada por la puerta grande, con una coalición pacificada y su liderazgo fortalecido ante las bases de CiU.

Hay que reconocerle la habilidad de dejar todo atado y bien atado en CiU, aunque luego el tiempo acabe por romper la costura pacientemente y hábilmente hilada por el president.