28 mayo 1996

El Grupo Popular en el Parlamento de Baleares había desautorizado al presidente

Crisis en el PP balear: los hombres de Cañellas derriban a Cristofol Soler y colocan a Jaume Matas como nuevo presidente de Baleares

Hechos

El 28.05.1996 el Presidente de Baleares, D. Cristofol Soler (del PP), presentó su dimisión, siendo reemplazado por D. Jaume Matas (también del PP).

Lecturas

El 28 de mayo de 1996 el presidente de Baleares D. Cristófol Soler Cladera, del Partido Popular, anuncia su dimisión después de un grupo parlamentario de 28 diputados, sólo 4 respaldaba al Sr. Soler frente a 20 que directamente pedían su dimisión y 4 que se abstenían.

A la cabeza de los que pedían su cese estaba el expresidente de Baleares, D. Gabriel Cañellas Fons, su antiguo rical D. Joan Verger Pocovi y D. Joan Huguet Rotger. El Sr. Soler Cladera no ha durado ni un año como presidente balear. Llegó a ese cargo sustituyendo precisamente al Sr. Cañellas, cuando este tuvo que dimitir al ser procesado por corrupción.

El pacto Cañellas-Verger para derribar al Sr. Soler incluye que el Sr. Cañellas Fons respalde al Sr. Verger como presidente del PP balear de septiembre.

El nuevo presidente de Baleares es D. Jaume Matas Palou, que formó parte del Gobierno del Sr. Cañellas Fons como consejero de Economía y en el actúal gobierno era el consejero de Agricultura.

DM_CristofolSoler matas_canellas D. Jaume Matas, el nuevo presidente de Baleares, apareció ante toda la prensa como el hombre a través del cual D. Gabriel Cañellas volvía a dominar la comunidad de Baleares.

 

30 Mayo 1996

Episodios de interinidad

Valentí Puig

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Para la idiosincrasia mallorquina no resulta paradójico que en tierra de poetas horacianos la elegancia no sea condición sine qua non de la política: en realidad, la costumbre viene siendo que la política balear proceda desvelando episódicamente algún trasfondo brutal. Tres presidentes autonómicos en cosa de un año constituye un fenómeno difícilmente homologable con estados de opinión pública muy propensos a la estabilidad conservadora.»No seré un presidente interino» dijo Cristóbal Soler, nombrado presidente de la Comunidad al dimitir Gabriél Cañellas cuando emergió el caso del túnel de Soller. Como bien saben las ordenanzas de los ministerios, todo político es un interino, pero Soler no quiso serlo por partida doble, y esta semana no consultó a nadie para nombrar su nuevo Gobierno; así, el grupo parlamentario autonómico no le invitó a la reunión que iba a descalificarle por notoria mayoría. Soler pisó el acelerador que le distanciaba de su predecesor; pactando por sorpresa con el sector «critico», los cañellistas le juzgaron como cabecilla de un motín ilegitimado por sus nuevos modos, sale el hijo desheredado por una puerta; por la otra entra entre vítores el nuevo heredero, Jaime Matas. Como le dijo Cañellas a Aznar en el congreso crucial del PP: «Recuerda que sólo eres un hombre».

Cañellas a duras penas había vegetado políticamente como hombre de AP en los años hegemónicos de UCD en Baleares, hasta que el copioso trasvase del voto centrista balear a la formación de centro derecha le puso en primera línea: en su día se fue viendo que prefería una tripulación de jóvenes inexpertos pero obedientes a correr el riesgo de bregar intra muros con personalidades políticas de algún peso. La alternativa de una presidencia de Cañellas como reina madre -conjuradora devotos- acompañado por un Gobierno de notables -algo así como populismo más pedigrí- nunca le tentó de forma perceptible.

En la porfía electoral, el populismo cañellista se convirtió en una fórmula casi imbatible, sobre todo más allá de Palma como núcleo urbano. En la ciudad, las clases profesionales y no pocos comentaristas políticos tardaron en calibrar la capacidad electoral de Cañellas, quien les correspondía con desdén y socarronería, amparado por los lobbies más potentes de la isla. Como consecuencia inmediata del quehacer político de Cañellas consta su récord de permanencia en el Consulado de Mar, sede del Gobierno autonómico. Para un balance menos efectista, su forzada dimisión a causa del escándalo del túnel de Sóller hace difícil una perspectiva sosegada, pero lo cierto ahora mismo es que su condición de presidente del grupo parlamentario de PP en la Cámara autonómica le identifica totalmente con la operación de acoso y derribo a su sucesor, Cristóbal Soler.

Ahí también puede darse el caso de que, si la política se hace conflictiva, sea por culpa de la clase política. Al dimitir, Soler dice querer alejar el peligro de «cantabrización»: en el peor de los casos, puede suceder que el concepto turístico de «balearización» -ayer peyorativo y hoy afortunadamente desleído- pase a ser una nueva noción de lo político, para apuro de Génova, 13. Las razias del grupo parlamentario y la fidelidad de los alcaldes a quien mande en su momento prenuncian maniobras entre bastidores antes del próximo congreso del PP balear, pero no es desechable que al final impere la quietud.

Incluso estando en contra de la profesionalización de los políticos es lícito requerir un cierto savoir faire, el know how exigible de alguien que cobra por hacer un trabajo. Nunca es bueno un progresivo abaratamiento del establishment político. Como conclusión, asistimos a rituales de políticas de clan en las que, sin tradición propia, el apego personal y las virtualidades del do ut des marcan en exceso las reglas de juego.

Habituados a lo abrupto, los conservadores mallorquines parecen olvidar que -como decía Cánovas- no existe posibilidad de gobernar sin transacciones justas, honradas e inteligentes. Ahora de poco serviría añorar los viejos tiempos del maurismo hegemónico en Mallorca, por no hacer referencia a la huella de aquella UCD que Cañellas no supo o no quiso integrar en el proceso aznarista de centrar el PP. Como riesgo mayor, ir cambiando de presidentes autonómicos como quien pasa del vestuario de entretiempo al traje de verano puede estar contribuyendo a una deslegitimización, de la política. En estas circunstancias, no es un disparate suponer que se le va acabando la paciencia a algunos sectores del electorado del PP balear.

29 Mayo 1996

La mano de Cañellas

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Tres presidentes en menos de un año es algo que pocas comunidades autónomas se pueden permitir sin que se tambaleen sus estructuras políticas. Baleares, al parecer, puede. Eso sí, siempre que la persona designada se avenga a entenderse, y a someterse, si es preciso, a quien de verdad manda en Baleares: Gabriel Cañellas.Soler había sido investido presidente hace poco menos de un año a raíz del escándalo del túnel de Sóller -por el presunto cobro de comisiones ilegales y la supuesta financiación irregular del Partido Popular (PP)-, que forzó la dimisión de Cañellas al frente del Ejecutivo balear y del partido. En realidad, Cañellas dejó el cargo, pero nunca el poder. Se retiró a la presidencia del Grupo Popular en la Asamblea regional y siguió imponiendo su parecer.

Soler, dentro de sus prerrogativas, planteó el lunes una reforma tanto en la estructura como en la composición de su Gobierno. Pero su propio grupo parlamentario forzó ayer su dimisión al aprobar mayoritariamente una moción contra su gestión. Cañellas dijo que quería evitar una «cantabrización de Baleares», pero golpes de mano como el de ayer indican que puede haber Hormaecheas tras la cortina.

Lo ocurrido demuestra que la crisis de julio pasado se cerró en falso, pese a que el presidente del PP, Jose María Aznar, considerase que la salida era un ejemplo de resolución rápida y enérgica de conflictos internos; de exigencia y aceptación de responsabilidades políticas en casos de corrupción. Hoy no podría decir tanto.

La dimisión de Soler requiere una explicación clara por parte del PP balear, y por parte de la dirección nacional del Partido Popular, que disuelva toda duda respecto a la relación entre el relevo de ayer y los avatares de los casos Sóller y Calviá. Ayer, la plana mayor del PP en Madrid tuvo buen cuidado de escurrir el bulto. Por cierto, que Cañellas fue rápido en anunciar el nombre del sustituto de Soler, proponiendo al hasta ahora consejero de Economía y Hacienda,- Jaume Matas. ¿Realmente importa?

29 Mayo 1996

Baleares: Cañellas impone su ley

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Aznar forzó hace un año que Gabriel Cañellas dejara la Presidencia del Gobierno autónomo balear. Fue elegido en su lugar Cristòfol Soler. Cañellas quedó como jefe del grupo parlamentario, y desde ese puesto ha tratado -con notable éxito- de seguir teniendo un peso decisivo en la política local. Soler se propuso la modernización de la gestión del Gobierno de las islas. Tomó dos líneas de actuación particularmente divergentes del estilo de Cañellas: contuvo el desorden urbanístico y abrió las puertas a la normalización lingüística. Anteayer emprendió una remodelación de su Gobierno, heredado de Cañellas. Este movilizó en su contra al grupo parlamentario. Soler se encontró en franca minoría y dimitió ayer. La rebelión del grupo parlamentario -hecha sin consulta alguna al partido: ni a la base militante ni a los órganos de dirección- es francamente atípica. Como atípico es que Cañellas, que acaba de ser formalmente inculpado en un caso de soborno, siga al frente del grupo parlamentario. Soler ha actuado con notable ingenuidad y ha puesto en un brete a Aznar, que corre el riesgo de encontrar en Cañellas a otro Hormaechea. El sucesor de Soler será Jaume Matas, que ha sido designado por el grupo parlamentario -es decir, por Cañellas- sin contar con el PP como tal. Feo asunto.

29 Mayo 1996

Gana Cañellas, pierde Baleares

DIARIO DE MALLORCA (Director: Pedro Pablo Alonso)

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Gabriel Cañellas provocó ayer la crisis del Partido Popular que tramaba desde que José María Aznar le obligó a dimitir por sus responsabilidades políticas en la financiación irregular del PP.

Durante diez meses, Cañellas se limitó a lanzar exabruptos dado que sus hombres de confianza seguían en los puestos que él les había asignado. No soportaba a Soler a quien, como ayer a Jaume Matas, apoyó en el primer momento, pero tampoco rompía la baraja al controlar en la sombra los entresijos del poder. Sin embargo, lo que Cañellas denominó ‘vacaciones políticas’ se acabó en el instante en que Soler y Huguet hicieron los primeros movimientos para controlar el esperado congreso del PP balear. Desde ese momento la maquinaria cañellista se puso en marcha para dejar claro que no estaba dispuesta a permitir la destrucción de la telaraña de intereses y prebendas creadas por el presidente destituido.

La temida mancha se ha convertido en un chafarrinón imborrable, escandaloso. Si Cañellas se puso nervioso ante las maniobras precongresuales, su excitación llegó el lunes al borde del colapso cuando se enteró de que Soler remodelaba el Govern y colocaba en áreas decisivas a gente de confianza mientras desplazaba a los cañellistas.

De inmediato se preparó un golpe palaciego que supone un auténtico desafío a José María Aznar y proyecta sobre Baleares la sombra de la cantabrización, es decir, de una situación similar a la provocada por Hormaechea cuando se levantó contra la disciplina estatal del partido para defender su poderío caciquil.

El golpe de mano lo ha dado Cañellas amparándose en un grupo parlamentario cuyos diputados fueron designados por él, y a quienes a la vista de lo ocurrido, les preocupa más mantener sus prebendillas que ser incluidos por la dirección nacional en una lista de apestados. Sólo cuatro de los 28 parlamentarios votaron a favor de Soler y éste optó pr dimitir ante la imposibilidad de sacar adelante su programa de gobierno.

Cristofol Soler se empeñó durante su breve mandato en dignificar la actividad política y en el mensaje de despedida dejó claro que quienes pedían su marcha rechazaban las propuestas de aplicar incompatibilidades políticas, avanzar en la protección del territorio, racionalizar las empresas públicas o consolidar la normalización lingüística.

Su sucesor, Jaume Matas, tiene una trayectoria de eficacia como gestor político y económico, pero a nadie se le escapa el enorme lastre que supone su acceso al cargo como consecuencia del afán de poder de Cañellas. La duda que debería despejar cuanto antes, por el bien de Baleares, es si será capaz de identificar su gestión con la alternativa de centro que propugna el actual presidente del Gobierno, o si tendrá que actuar maniatado por los oscuros intereses de quien sigue moviendo los hilos del partido pese al duro correctivo que Aznar le impus hace un año.

Diario de Mallorca