11 mayo 1931

El Gobierno republicano cierra los periódicos ABC y EL DEBATE que no podrán informar de lo sucedido

11 de Mayo: Quema masiva de Iglesias en toda España a menos de un mes de haberse proclamado al II República

Hechos

El 11.05.1931 se produjo una quema de conventos en ciudades de toda España, entre ellas Madrid, Alicante, Córdoba, Sevilla, Málaga y Murcia.

Lecturas

La primera entrevista concedida por el Rey exiliado Alfonso XIII al periódico ABC causó pronto reacciones por parte de las milicias de algunos de los grupos que formaban parte del Gobierno provisional de la II República.

Aunque el Rey mostrara su respeto a la República, la entrevista no debió hacer demasiada gracia al gobierno provisional de la República, puesto que volvió a hacer protagonista de actualidad a un personaje que querían olvidar. Otros republicanos juzgaron aquello como auténtica provocación monárquica.

El 10 de mayo se produjo una reunión de monárquicos, el llamado Círculo Monárquico, en el centro de Madrid a la que asistía don Juan Ignacio Luca de Tena como observador y en la que se acordaba la presentación de una candidatura electoral monárquica para las inminentes elecciones legislativas.. Un grupo de republicanos asaltaron el lugar, igualmente fue asaltada la sede del diario ABC. También fue quemado el quiosco de la Puerta del Sol, un puesto que pertenecía a EL DEBATE, el diario católico de D. Ángel Herrera Oria. Las fuerzas de seguridad procedieron a detener y encarcelar al marqués Luca de Tena acusándole de elemento perturbador. Al día siguiente se produjo la quema masiva de conventos, en Madrid ardieron la Compañía Jesús, el Convento de las Maravillas, el de las monjas Bernardas, el Instituto Católico de Artes e Industrias, el convento de las Salesianas, la parroquia del barrio de Bellas Vistas, convento de Carmelitas, el colegio del Sagrado Corazón y el colegio de las Mercenarias de San Fernardo. También se produjeron la quemas en Alicante, Cordoba, Sevilla, Málaga, Cádiz y Murcia. Nadie murió aquel día, pero para media España, en aquel 11-M se había atacado a lo más sagrado de su vida, la Iglesia. Ni ABC ni EL DEBATE pudieron hablar de lo ocurrido porque el gobierno los acababa de suspender.

EL GOBIERNO AZAÑA CIERRA LOS DIARIOS ABC Y EL DEBATE TRAS CONOCER LA QUEMA DE INCENDIOS

 El diario EL LIBERAL publica unos artículos que no tienen desperdicio, con la foto del convento de las Carmelitas ardiendo su titular es: “El pueblo de Madrid contestó en forma adecuada a la provocación monárquica” (12-5-1931)

¡¿Respuesta adecuada?! ¿Cuál? ¿Asaltar la redacción de un periódico? ¿Quemar los coches de los asistentes al Círculo Monárquico? ¿Quemar conventos y templos sagrados? Y eso viniendo de un diario que se consideraba independiente. En portada tenía el siguiente artículo sin firmar:

¿Es usted religioso? Pues apoye a la República, porque la República establecerá la libertad religiosa y nadie será molestado en territorio español por sus creencias. ¿Es usted jesuita o fraile de esos que olvidan su misión de paz y predican la guerra civil? Pues márchese cuanto antes, porque la voluntad nacional le ha declarado INDESEABLE y el Gobierno de la República es mandatario de la voluntad nacional. Los peores enemigos de la religión son los que se sirven de ella para sus menesteres políticos. (EL LIBERAL, 12-5-1931)

La Iglesia debía hacerse un examen de conciencia para entender porque había provocado tanto resentimiento a la media España que representa EL LIBERAL. Digno es de examinar también este venenoso artículo publicado ese mismo día en el mismo periódico en el que acusa de los incendios ni más ni menos que a los propios curas.

¿No le extraña a usted que hayan ardido por dentro sin que los incendiarios hayan encontrado ninguna resistencia para el asalto por parte de los religiosos? Los conventos han ardido como si el incendio de ellos fuera un número de programa al que no eran ajenos los mismos religiosos. Al que ardió en Cuatro Caminos le prendieron fuego los últimos frailes que lo abandonaron (…) Se explica que la quema de algunos conventos formara parte del complot monárquico para cargar en la cuenta de la República estos desmanes, si les prometieron edificarles otros de planta cuando restaurara la Monarquía… (EL LIBERAL, 12-5-1931)

De acuerdo con esta teoría conspirativa, los religiosos se convertían en el principal elemento conspirador contra la República como cómplices de los monárquicos, a los que EL LIBERAL acusará frecuentemente de todos los males que padezca el país. Lo cierto es que, al margen de las teorías, tras aquel 11-M, en apenas un mes de la República, el sector religioso ya le era hostil.

Seria precisamente la cuestión religiosa la que causaría la primera crisis de Gobierno.

12 Mayo 1931

Revolución sí, pero republicana

EL SOL (Director: Manuel Aznar Zubigaray)

Leer

Vivamente reprobamos los disturbios de anteayer y de ayer. Sin ira acaso, pero no sin turbación, cuando menos sin examen de conciencia. La templanza en el juicio no excluye esta vez el sobresalto ni la amargura.

Esta es para el régimen la hora del rigor y de la equidad inmediata. Condescender un momento más sería delinquir ante la nación entera. El orden es para ella el bien sumo, del que vive y para el que vive.

¡Orden!; ésta era ayer nuestra consigna, éste es nuestro grito angustioso.

Piden los ingleses al estadista gentileza y firmeza, guante de raso, pero puño de acero. No hay poder si la arrogancia y la distancia no forman, cuando conviene, parte de sus atributos. Severidad bajo la llaneza del todo perdimos a los gobernantes de la República; severidad que ante los desafueros de anteayer y de ayer, no puede ser diferida.

En una frase de Bela Kun compendian su táctica los extremistas que reciben el santo y seña de Moscú: Buscar la chispa a la que ir echando la pólvora; o sea: atizar la revuelta y favorecer el cataclismo.

Fue el celo intempestivo de un grupo de realistas por su señor el que hizo saltar la chispa, que el extremismo ha aprovechado para incendiar, en las circunstancias que referimos, hogares de fe y de santo recogimiento. Que el Gobierno sea implacable con la conspiración legitimista que se trama, según todos los indicios, y que lo sea no menos con las sectas desmandadas por el comunismo internacional, que moviliza dondequiera sus elementos de disolución y sus agentes provocadores.

‘Hemos traído la República; hagamos ahora la revolución”. El comandante Franco lo decía certeramente, y un ministro lo repitió ante los representantes de la Prensa.

Hagamos la revolución, en efecto; pero que ella, lejos de poner en peligro el orden republicano, lo consolide y reafirme. La República la está sin duda haciendo con la derogación de unas leyes y la implantación de otras que renuevan por la raíz el sentido de la vida española.

Esa es la revolución que hemos aceptado y exaltado con lealtad nosotros. La otra, la que se complace en la conmoción cruenta o en el desmán, nos tendrá siempre enfrente. ‘Prefiero – decía Goethe – la injusticia al desorden’. Todo es preferible, ciertamente, a la confusión que es el infierno de la mente, y a la rotura brutal de las jerarquías del saber y de las artes de la convivencia. El honor de la República es nuestro honor, y por él combatimos y nos desvelamos. Con ella estaremos a ciegas en el instante de la represión y del restablecimiento del orden.

¡Orden a toda costa! He aquí nuestra consigna y nuestro grito.

¡Orden! He aquí el primer mandamiento de la civilización y la primera exigencia del decoro.

12 Mayo 1931

Al lado de la República y frente a los perturbadores

AHORA (Director: Luis Montiel)

Leer

Sin la más leve vacilación. Lo ocurrido ayer es francamente censurable. No hay nada que pueda disculparlo. Sólo es posible reconocer que las extemporáneas manifestaciones de entusiasmo monárquico han servido de pretexto para que las masas sin control, sin dirección, sin ninguna orientación política ni social, guiadas sólo por un instinto de subversión, se lanzasen a tomarse por su mano lo que ellas llamaban su justicia.

La mañana de ayer en Madrid tenía un aire trágico y doloroso. Unas horas la ciudad vio absorta cómo unos grupos de extremistas irresponsables pretendían arrastrar a la gran masa republicana a un movimiento que, en definitiva, no iba a ir más que en daño del régimen republicano.

Porque desde el primer momento del cambio del régimen nos pusimos franca y lealmente al lado de la República, convencidos de que ésta es la única salvación de España en el trance a que unas tristes circunstancias la han llevado, podemos hoy sin ningún temor condenar el movimiento de ayer, sin tener que hacer distingo de ninguna clase y sin que podamos despertar el recelo de que es ir contra la República esta condenación terminante que hacemos de lo ocurrido.

En este trance queremos dejar bien sentada nuestra posición. Con el gobierno y frente a los perturbadores.

Que éstos no son ninguna fuerza organizada y consciente nos lo demuestra ese mismo tipo de movimiento histérico que tenían los hechos de ayer.

La declaración del estado de guerra, a las cinco de la tarde, terminó aquel amenazador espectáculo. El Gobierno estaba dispuesto a hacerse respetar. Un poco tarde venía, quizás, la resolución. Cabe aceptar que los miembros del Gobierno quisieran cargarse de razón antes de intervenir. Objetivamente la explicación no es satisfactoria. La disculpa de que los elementos defensores del régimen caído habían sido los provocadores de los sucesos, para llevar a la impopularidad a los ministros, comprometiéndoles en una represión sangrienta, no es del todo válida. Un Gobierno debe actuar como tal Gobierno, sean cuales fueren las circunstancias.

Lo importante y, en medio de todo, satisfactorio, es que, al fin se dio la sensación de que en España se gobierna. Porque creemos esto imprescindible para la vida de la nación es por lo que reiteramos en este momento nuestro lema: al lado de la República; frente a los perturbadores.

12 Mayo 1931

Al servicio de la Patria

LA NACIÓN (Director: Manuel Delgado Berrato)

Leer

Limitamos ayer nuestra actuación, como era lógico, a relatar los sucesos y a pedir a todos los españoles, sin distinción de ideales, se esforzaran en contribuir al mantenimiento del principio de autoridad para restablecer el orden y que el Poder público pudiera imponer a todos el imperio de la ley. Un periódico, de los que más han envenenado a las multitudes, con quebrando para el nuevo régimen, supone que nosotros cambiamos anoche de actitud.

No; tal suposición es una insidia, de intención poco piadosa ante estas circunstancias. La noche del 14 de abril en nuestro artículo ‘Ante todo, España’, trazamos diáfanamente nuestra línea de conducta: cada cual con sus ideas, pero acatando todos al Poder constituido y procurando, por encima de las más encontradas tendencias, que España se salve y que, en un ambiente de paz y orden, la legalidad se debate cuando haya que debatir.

En tal sentido veníamos aconsejando pública y privadamente a los propios monárquicos, pues precisamente por profesar esos ideales, cosa que no constituye delito, ni ante la ley ni ante la opinión, creíamos que el mejor servicio que podía prestárseles era no dar el más leve pretexto para ninguna actuación contraria de carácter violento.

No hemos sido actores en los sucesos ni nos cabe la más remota responsabilidad derivada en ellos en ningún sentido. Si la tuviéramos por excitación, por acción o por omisión, no la eludiríamos; pero precisamente nos venimos esforzando, desde la noche misma del cambio de régimen, en recordar a los españoles todos que su misión más alta a la hora presente consiste en impedir que el orden se altere, siquiera con pretextos fútiles porque es ese el único camino para que en el terreno legal, el país exteriorice sus deseos. Y no vamos ahora, al rugir el primer tropiezo, a pensar en cosa que no sea pedir el restablecimiento de la paz pública y apoyar al Poder que intente y logre imponerla.

Por encima de las tristezas, contrariedades, angustias y sentimientos refugiados en el fondo del espíritu, ponen la vista en la Patria.

Salvémosla. Al lado de este anhelo, todo lo que haya de pasión y de error en las conductas es tan nimio que no vale la pena examinarlo.

12 Mayo 1931

Los dos extremismos y el Gobierno

LA VOZ (Director: Enrique Fajardo 'Fabián Vidal')

Leer

Los monárquicos imprudentes que ponen su pasión por encima de los intereses fundamentales de España dicen ‘No nos importa que venga el comunismo’. Creen que una vez triunfantes podrán aplastarlo con otra dictadura. En Rusia, los zaristas que ayudaban a Lenin por odio al constitucionalismo de Lwoff, Radzlanko y Miliukoff y al republicanismo de Kerensky abrigaban la misma ilusión. La realidad iba a desengañarlos pronto.

Los comunistas odian a la República. Para ellos la República es el régimen que mejor puede impedir que triunfen sus planes demagógicos. Afirman categóricamente que la Monarquía antiliberal les prepara el terreno. Sostienen que la total subversión que anhelan sólo puede venir después de un periodo de opresión y de terror, de sangre y de lágrimas.

La esperanza criminal en la catástrofe… Los monárquicos quieren casar el desorden para que la República se hunda y vuelva la Monarquía. Los comunistas procuran organizar disturbios para que la República sea destruida y venga el Soviet. Son dos extremismos que se solidarizan, dos fanatismos que se encuentran unidos por un mismo aborrecimiento, dos demagogias, la negra y la roja, que no vacilan en pactar una alianza turbia contra el régimen moral y legal, nacido sin perturbaciones, puro y blanco, noble e inmaculado, que el pueblo se ha dado majestuosamente.

Pues bien: este hecho monstruoso de la alianza monárquicosovievista debe trazar su camino al Gobierno provisional de la República. Cierre, en defensa del depósito sagrado que le confió el pueblo, contra los unos, y los otros. Anule por igual, sin crueldades, pero sin blanduras suicidas, a los que pretenden que vuelvan los Borbones y a los que trabajan para traernos el Bolchevismo. Manténgase equidistante, firme y enérgico. Ejerza, ahora más que nunca, la justicia distributiva. Y sepa que los republicanos, los socialistas y la inmensa masa de españoles que votó por la República el 12 de abril han visto con alarma cómo levantaban la cabeza determinados elementos que siguiera por instinto de conservación debían haber permanecido mudos y apartados, para que se olvidase en culpabilidad y se le perdonaran sus muchas ofensas a la libertad y a la patria.

El Gobierno había creído que España era una arcadia. Y estaba equivocado. La nación, considerada en su conjunto, quería evolucionar pacífica y legalmente hacía superiores estructuras políticas. Pero audaces minorías de extrema derecha y de extrema izquierda habían resuelto impedirla.

Energía serena y vigilancia atenta pedimos a los hombres del Gobierno provisional. Lo más numeroso, inteligente y moralmente limpio de la nación estará a su lado para que lleven a feliz puerto la nave de la República, que el 14 de abril comenzó, velas desplegadas, a navegar con viento de esperanza por el mar agitado de los acontecimientos nacionales.

12 Mayo 1931

Ni restauración monárquica, ni dictadura revolucionaria

INFORMACIONES (Director: Juan Sarradell)

Leer

La víspera de las elecciones municipales INFORMACIONES se congratuló de que por fin se hubiera conseguido dar un cauce legal a los anhelos del país y expuso claramente sin eufemismos ni ambigüedades cual era su criterio ante el gran plebiscito al que íbamos a asistir. ‘Al cabo de ocho años – escribíamos – los españoles pueden practicar de nuevo un derecho que les concede la Constitución. Vuelven a gobernarse a sí mismos’. Y, apenas los ciudadanos expresaron en las urnas su propósito firme y resuelto de regirse por el sistema republicano, nosotros el día 13 de abril en un artículo que fue comentadísimo y sin  aguardar a posteriores acontecimientos, pedimos que se cumpliera la voluntad nacional, expuesta en los comicios de manera espléndida y admirable.

Queremos recordar esto porque ello nos autoriza a decir que acatamos sin vacilar, desde el primer momento, la República, toda vez que la República había llegado a España por caminos de legalidad y de orden, y este orden y esta legalidad constituyen nuestro único programa político. Fieles a él, y en presencia de los dolorosos acontecimientos de estos días, nosotros tenemos que dirigirnos a los hombres que tienen en sus manos los destinos de la Patria para pedirles que persistan en su decisión de no apartarse de las vías que señala la ley. El nuestro no es un país ingobernable. En los mismos penosísimos actos de ayer, en medio de la turbulencia y el disturbio, pudo advertirse como las masas se producían con respeto para las personas y evitaban en todo momento que se derramara la sangre y que el asesinato les hiciera caer en el envilecimiento definitivo. Hay en el fondo del alma popular un sentimiento innato de bondad, un instinto generoso y romántico que permite confiar siempre en ella. Bastará dirigir al pueblo con serenidad y con buen juicio para que él responda y se aparte de quienes pretenden envenenarle y conducirle por caminos peligrosos.

Y, siendo así, el Gobierno puede y debe persistir en su actitud y mantener con firmeza su primitivo deseo de no abandonar los cauces legales y de llegar por ellos a la organización del Parlamento que ha de dar a España el régimen que desea, establecido sobre bases sólidas e indestructibles. Huya el Gobierno de las sugerencias que acaso le acucian en estas horas de inquietud, y rechace toda insinuación encaminada a la especie de dictadura revolucionaria que algunos preconizan. Nada sería más peligroso que esto para el futuro. Nada haría tanto daño a la paz y a la seguridad de la República, que todos estamos obligados a procurar y defender.

Todos, en absoluto. Una vez más queremos señalar la insensatez y la cerrazón de ciertos sectores de las derechas españolas que sueñan lo imposible y se empeñan en construir sobre movediza arena el edificio de sus fanáticos anhelos. Pensar que en nuestro país es posible una restauración monárquica es algo absurdo y monstruoso. Pretender llevar a cabo esa restauración, que el pueblo rechaza y que hiere en lo más hondo las fibras sentimentales de los buenos patriotas, es, no ya una locura, sino un proyecto criminal. Lo decimos de manera rotunda, para que no se nos acuse por nadie de indecisos ni vacilantes en estas horas de inquietud. Y lo decimos con la autoridad que nos conceden los hechos que, relacionados con nosotros, se han producido en las últimas semanas.

Las derechas españolas, por instinto de conservación y por amor a España, no pueden seguir más que un cansino, que tienen muy claramente marcado. El de acatar con honradez y sin reservas intolerables el régimen político que el país eligió legalmente, en las urnas y por imperio de su voluntad, y, dentro de ese eligió atender a la defensa de los principios fundamentales de su ideología: el orden, la ley, la religión, la integridad de la Patria, el respeto a la propiedad, la libertad de trabajo y la mutua comprensión entre los humildes y los poderosos. Todo lo demás es circunstancial y pasajero.

Queda, pues, franca y limpiamente expuesta nuestra actitud. Apoyo leal y resuelto a la República, porque la República significa la salvación de España. Adhesión al Gobierno, siempre que el Gobierno huya de las sugerencias apasionadas que pueden empujarle hacia una peligrosa dictadura. Excitación a las derechas para que desistan de empeños imposibles y se unan al concierto de voluntades del cual ha de salir, con la natural polémica, indispensable en todos los sistemas democráticos, la mejor y más amplia forma de dirigir los destinos de la Patria y de resolver los grandes problemas planteados. Y súplica a todos los españoles para que olviden rencores y enconos y redoblen sus esfuerzos y afiancen su resolución de impedir que nuestro país se hunda en el abismo a que quieren llevarle los extremistas de la izquierda. Conste así para que en adelante nadie pueda con razón preguntarnos cuál es nuestro criterio respecto del nuevo régimen, al que acatamos desde el primer día y al que defenderemos con sinceridad exenta de codicias y con nobleza libre de subterfugios.

12 Mayo 1931

Editorial

EL IMPARCIAL

Leer

Pueden sentirse satisfechos los provocadores de la perturbación reciente, pueden vanagloriarse de haber producido la explosión violenta del pueblo aprovecharla por los que acechan cualquier ocasión de presentarse en escena para malograr la naciente República.

En vano hemos nosotros venido predicando que había que ayudar a este gobierno en las difíciles circunstancias de un cambio radical de régimen, inútilmente hemos proclamado que nunca los vencidos tienen igual derecho que los vencedores, y más aún cuando estos han sido generosos en la represalia; pensaban más, sin duda, los insensatos, los consejeros mal intencionados o los locos.

El advenimiento de la República habíase realizado siendo admiración del mundo entero; alguien imaginó que esta cordura era debilidad y que una reacción entraba en la esfera de lo posible.

Hoy reafirmamos una vez más nuestra opinión: Hay que ayudar al gobierno de la República con todas las ponencias y sentidos, lo exige la patria, lo demanda el orden, lo requiere la libertad.

12 Mayo 1931

Después de los sucesos

LA ÉPOCA (Director: Alfredo Escobar, marqués Valdeiglesias)

Leer

Honradamente, con el corazón en alto como requiere los momentos que vive España queremos enjuiciar las jornadas del domingo y del lunes.

El domingo pudo haber, como han dicho personalidades del Gobierno, alguna imprudencia monárquica. Vaya por delante nuestra condenación. Nosotros que fuimos el primer periódico que suspendió l Dictadura, cuando hubo actos de violencia contra esta los condenamos, incluso cuando participaba en ellos persona para nosotros queridísima, respetada y admirada. Ahora condenamos del mismo modo todo lo que pueda ser subversivo.

Pero hay que decir que si hubo provocaciones, intemperancias, se esclarecerá que partieron de muchachos jóvenes y bien pudiera ser de elementos provocadores que en la precipitación con que se admitieron socios pudieron filtrarse en el Círculo Monárquico. Son muchos, sin embargo, los monárquicos y desde luego los directivos del Círculo, que se congregaron allí exclusivamente con fines de una organización electoral lícita y a la luz del día; una propaganda que conviene a la propia República, porque no hay forma de gobierno ni situación política que no necesite de oposición. Nosotros estamos seguros de que se esclarecerán los hechos por el Poder Judicial y quedará comprobada esta afirmación, así como que servirá lo sucedido de enseñanza en las filas monárquicas para extremar las precauciones en propagandas futuras.

Reconózcase sin embargo, que no había paridad ni proporción entre lo ocurrido el domingo y lo que pasó el lunes. La jornada del lunes fue tristísima, y nosotros no tenemos que aplicarle ningún calificativo enjuiciador. Está en la conciencia de todos, y está en la palabra de los señores Alcalá Zamora, Maura y Prieto. Está en el discurso del señor Lerroux en San Sebastián, hablando del orden por encima de toda necesidad social y como fundamente inexcusable de todo edificio jurídico. La primera que necesita el orden para su consolidación es la República y por eso nos explicamos la preocupación que sentirán los ministros.

Nosotros no somos derrotistas ni catastróficos. Queremos para nuestra España por encima de todo la paz. La paz es el trabajo que fecunda, es el prestigio, es todo. Luchen las ideas cuanto quieran, pero con arreglo a una ley y con la sanción de una autoridad. Pero siempre optimistas y siempre alentados hacia el bien público, confiamos en la jornada de ayer la deducción lógica.

Fue una jornada de tipo claramente comunista, que contrarió a los republicanos y a los socialistas. Se forcejeó durante el día con blandura del Poder público y con organización perfecta por las turbas, para hacerse con la masa. El Gobierno ha concluido por hacerse con ella, devolviendo a Madrid su vida habitual. Ahora es preciso que no vuelvan a repetirse ni esos sucesos ni ninguno análogo bajo ningún concepto, por ningún pretexto. Hay que imponer el orden permanentemente, y créanos el Gobierno: cuanta más decisión y fortaleza muestra para ello en el porvenir más asegurará su propia situación.

España necesita ineludiblemente, rápidamente, unas Cortes Constituyentes. Para tenerlas hay que afirmar el orden ministerial y jurídico. Y en ese camino hallará el Gobierno asistencia, no sólo de los suyos, sino de los adversarios.