18 julio 1979

La dictadura pro-EEUU reemplazada por un régimen con claras simpatías con Cuba y la Unión Soviética

Derribado el dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle, por el izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional

Hechos

El 17.07.1979 fue depuesto el presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle, que abandonó el país.

Lecturas

Cuando en 1978 el gobierno nicaragüense decretó la ley marcial, el clan somocista ya estaba acorralado. A partir de entonces el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) emprendió el camino para ocupar el poder.

El asesinato del periodista opositor D. Pedro Joaquín Chamorro, aceleró el final de la dictadura somocista.

En agosto de 1978 un comando sandinista integrado por 25 hombres ocupó el Palacio Nacional de la capital, Managua, capturó a varios rehenes y exigió un rescate. El dictador Anastasio Somoza Debayle, cuya familia había dominado el país desde hacía generaciones, tuvo que aceptar las condiciones impuestas por los guerrilleros armados y sólo pudo mantenerse en el poder durante un breve período.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) fundado en 1962 supuso el nacimiento de una fuerte oposición al gobierno dictatorial. Sus integrantes se remitían simbólicamente al período en que vivió el legendario líder guerrillero Augusto César Sandino, que había protagonizado una guerra en Nicaragua contra las tropas de Estados Unidos. Cuando en 1933 abandonaron el país los últimos soldados estadounidenses, prosiguieron los enfrentamientos entre los guerrilleros y una guardia nacional formada con la ayuda de Estados Unidos y bajo el mando del general Anastario Somoza García, quien dirigió acciones militares contra los insurrectos. Finalmente, en 1934 Sandino fue asesinado.

22 años después, la oposición al régimen perpetró un atentado mortal contra Somoza y su hijo Luis Somoza Debayle pasó a desempeñar tareas gubernamentales como ‘hombre fuerte’ del país – dictador de facto – hasta su muerte, en que le cedió el puesto a su hermano menor, Anastasio Somoza Debayle. En 1978 la situación volvió a agravarse bajo la presidencia del Anastasio Somoza Debayle. EL asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, editor de LA PRENSA periódico crítico con la dictadura somocista, desencadenó una sangrienta guerra civil entre los rebeldes y los partidarios del gobierno somocista. En mayo de 1979, tras varios meses de enfrentamientos los sandinistas convocaron una huelga general y expulsaron al dictador del país. El balance fue catastrófico: más de 20.000 fallecidos y unas pérdidas económicas de más de 1,6 millones de dólares.

A aprtir de ese momento una junta integrada por miembros de todos los grupos de la oposición se hizo cargo del poder. Violeta Barrios de Chamorro, viuda del periodista asesinado y el empresario Alfonso Robelo Callejas, representaban a la oposición de derechas y Daniel Ortega Saavedra, antiguo líder estudiantil y el profesor Moisés Hassan Morales, a las fuerzas marxistas. Estas últimas fuerzas acabaron acaparando todo el poder convirtiendo a Daniel Ortega en dictador de facto de una Nicaragua controlada por el somocismo. La integración de Nicaragua en la COMECON, la alianza económica de países comunistas dirigida por la Unión Soviética simbolizaba el ingreso de Nicaragua en el ‘bloque de páises del Este’ y el mundo comunista siguiendo los pasos de Cuba.

18 Julio 1979

"Sic semper tiranis"

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

DESPUES DE la del sha y la de Idi Amin, la de Somoza es la tercera de las grandes tiranías que caen en este año. No es quizá suficiente para recordar el sic semper tiranis más que como expresión de deseo, pero sí para imaginar que no es una coincidencia, sino que se trata de un determinado ciclo histórico no casual que tiene su base en los grandes centros de decisión políticos. Podría considerarse que el ciclo que hace unos años dejó caer las dictaduras de Portugal y de Grecia y no aconsejó la continuación de la dictadura en España a la muerte de Franco pertenece a esa misma determinación general. Todo ello, sin quitarle el protagonismo al pueblo que derriba a los tiranos. De todas formas, aún quedan suficientes Gobiernos no democráticos en el mundo -la mayor parte de los representados en las Naciones Unidas-, algunos de ellos de gran crueldad, como para pensar que estamos en un fin de etapa. Y se sabe también que no es una decisión limpia y concreta, sino consecuencia de una serie de factores. Por eso el resultado no es siempre el deseable, como ha sucedido y está sucediendo en Irán.Las posibilidades de que en Nicaragua, tras la fuga de Somoza, pueda suceder ahora lo que en la antigua Rusia han intentado ser atajadas por la negociación previa, por la amenaza de la continuación de la guerra civil y hasta de la internacionalización del conflicto. Las negociaciones simultáneas de los dos embajadores de Estados Unidos -en Managua, con Somoza; en Costa Rica, con el Gobierno provisional revolucionario- y el conclave de países del Pacto Andino en Caracas han conducido a una especie de pacto. Por otra parte, la dirección de la revolución nicaragüense no tiene el ardor fanático de la jomeinista. A pesar de todo, la herencia del régimen, agudizada por la crueldad de la represión en los últimos años y de la guerra civil en los últimos meses, puede hacer sospechar que no va a ser fácil un asentamiento tranquilo e inmediato de la democracia en Nicaragua. Puede costar todavía mucho esfuerzo, muchos avatares, posibles alternativas y alguna sangre. Sospecha que no tiene que empañar la satisfacción por el final de una de las dinastías más sanguinarias del mundo.

Entre las sospechas de futuro difícil están también las circunstancias de los países que rodean a Nicaragua: las dictaduras de América Central, y especialmente de El Salvador, Guatemala y Honduras. El hecho de que estos regímenes no hayan ayudado más a Somoza de lo que lo han hecho y no se hayan decidido a emplear los recursos militares del Condeca (Consejo de Defensa de Centroamérica) indica que no querían comprometerse demasiado en el apoyo a un condenado y de que han sido seriamente advertidos desde fuera. Prudencia que probablemente no les salvará, a la larga, de un final parecido. El ejemplo de Nicaragua y la influencia de países como Venezuela o Costa Rica puede hacer que se tomen otras iniciativas en el área. La lección de Nicaragua, si vale, podría conducir a que la sustitución de los regímenes no deseados fuera incruenta.

22 Julio 1979

Nicaragua y Centroamérica

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

Leer

«SI EL sandino-comunismo se apodera de Nicaragua, podrá dominar toda América Central. » Anastasio Somoza repetía durante los últimos meses, una y otra vez, esa frase, mientras las dictaduras paralelas -Honduras, Guatemala, El Salvador- levantaban el espectro de una «segunda Cuba». Cada uno usa de los espectros como puede y para lo que puede. En España, la consigna de la «segunda Cuba» se alza como un reproche y una acusación contra el Gobierno, al que se ataca por su supuesta rapidez en reconocer el nuevo régimen. Lo cual no existe. España, como Estados Unidos, ha aplicado la «doctrina Estrada», que implica la continuidad en las relaciones diplomáticas con un país sea cual sea su cambio de régimen.No hay indicaciones reales por el momento de que Nicaragua, ni ningún otro país de América Central, vaya a convertirse en «segunda Cuba», ni dar paso al comunismo. Toda la acción de Estados Unidos, toda la mediación de las democracias del Pacto Andino y de otros países de la OEA, se ha basado en la creencia de que el riesgo era mínimo; el cordón umbilical por el que se ha sostenido a Somoza hasta el momento en que ha convenido abandonarle tenía, entre otras cosas, la misión de ganar el tiempo preciso para asegurarse de que no iba a ser así. Hay también interpretaciones en el sentido de que la prolongación de la guerra civil ha servido para producir unos destrozos tales en Nicaragua que hagan imprescindible la ayuda de países ricos; incluso para forzar a los nuevos poderes a aceptar los planes para construir un canal sustitutivo -o complementario- del de Panamá, que no sería ya sólo obra de Estados Unidos, sino de otros países latinoamericano. Ellago central -Lago de Nicaragua- comunica con el Caribe por el río San Juan; un canal de treinta kilómetros le uniría con el Pacífico. Toda la vida política y económica de Nicaragua ha estado dominada por esa posibilidad.

El Departamento de Estado ha llegado a la conclusión de que ni Cuba ni la Unión Soviética tienen, por ahora, el menor deseo de estar presentes en Nicaragua. Para que hubiera una «primera Cuba» tuvieron que darse unas circunstancias difícilmente repetibles. En primer lugar una actitud cerrada de Estados Unidos, en los primeros tiempos, que radicalizó el régimen de Castro; en segundo lugar, un apoyo prácticamente sin límites de la Unión Soviética (y de otros países comunistas) en razón de una determinada geoestrategia mundial, que sin duda le produjo un gran rendimiento pero que parece irrepetible. Cuba por sí sola no busca la «cubanización» de Nicaragua. Sus intervenciones en el continente han tenido dos disuasiones directas, el fracaso de las guerrillas de Guevara en Bolivia y la situación ruinosa que le produjo la ayuda económica al Chile de Allende; más otra indirecta, que es la actitud soviética actual.

La misma formación, ahora todavía confusa, de las nuevas autoridades provisionales nicaragüenses indica otro camino. La doctrina está todavía suministrada por el antiguo «Grupo de los doce»; la burguesía antisomocista -esquilmada por la aceleración continua de la rapiña del dictador- intenta un régimen plural y busca ayuda económica para la reconstrucción del país. Los planes generales consisten en implantar una forma de democracia que pretenden que sea avanzada, sobre la base de grandes inversiones exteriores que mitiguen la pobreza endémica. El paro no debe existir si se lleva a cabo la tarea de la reconstrucción nacional. La base del pacto para que Somoza fuese desamparado por sus eternos valedores es la de la implantación de algo que se denomina socialdemocracia que, desde otros países, ha contribuido fuertemente a la causa de la rebelión. Probablemente no va a ser demasiado fácil. Es posible que lo que se prepare para el futuro sea una trayectoria parecida a la de Portugal: una revolución encendida y triunfante que va deslizándose poco a poco por el camino del deterioro. Puede surgir el desencanto, más o menos a la larga, en los grupos más radicales o más desesperados. Sobre todo, cuando se vea que un cierto poder continúa en unas ciertas manos. Somoza había dicho: «Incluso si yo abandonase mi título y mis actividades políticas, seguiría siendo el hombre más fuerte de este país», se refería a su riqueza y al entramado de sus gentes de confianza.

Uno de los problemas que pueden surgir es el de la hostilidad de los tres países duros de América Central. Ayudaron a Somoza, pero no se comprometieron demasiado cuando vieron que su sentencia estaba dictada. Durante los últimos tiempos y, sobre todo, en la desban dada final de los somocistas, estos países han acogido a gran cantidad de figuras del régimen hundido. Desde generales hasta soldados pasando por capitales, políticos, gente de influencia. Y armas, Se puede suponer que el propio Somoza había preparado esta operación logística como un último recurso: como una base para la reconquista. Ningún gran exiliado abandona nunca la idea de su regreso triunfante: el correoso Somoza, menos que ninguno.

La actitud de Estados Unidos con respecto a El Salvador, Guatemala y Honduras puede tener una doble vertiente. Por una parte, pueden tratar ahora de sostener los regímenes dictatoriales, como expectativa de lo que suceda en Nicaragua; por otra, les despeñarán como despeñaron a Somoza en cuanto vean, si lo ven, que son posibles las democracias. La política de Estados Unidos respecto a lo que llamó, con un desdén sajón, «repúblicas bananeras», ha oscilado siempre entre el bastón -el big stick del primer Roosevelt- y el dólar -como ejemplo, la Alianza por el Progreso, de Kennedy- La intención de Carter, que es un kennediano sin talento, es la de continuar esa última doctrina: la contención del revolucionarismo mediante reformas democráticas. Es una doctrina sometida a fuertes ataques por parte de los elementos duros del poder de Estados Unidos, pero apoyada por muchos medios de negocios, que ven una seguridad mayor para sus inversiones y una ampliación del mercado. Si todo ello prevalece, los regímenes tiránicos de América Central desaparecerán.