4 marzo 1978

Nicaragua rumbo a la Guerra Civil: Los sandinistas se levantan en armas contra el Dictador Anastasio Somoza Debayle

Hechos

En 1978 se recrudecieron los enfrentamientos armados en Nicaragua entre tropas afines al Gobierno de Anastasio Somoza Debayle y las tropas del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

04 Marzo 1978

Nicaragua, a la sombra de Sandino

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LOS GRAVES sucesos que están trastornando al pueblo nicaragüense afectan al equilibrio político de Centroamérica y ponen de relieve el anacronismo moral de situaciones políticas dignas de ser relatadas por Graham Green y el baldón que su permanencia supone para la política americana de Estados Unidos.Desde que Teodoro Roosevelt mandara a Nicaragua tropas de intervención, en 19 10, Managua devino literalmente en la capital de una finca explotada agrícolamente por la United Brand (antes United Fruit Co.) y en el seguro estratégico de Centroamérica y su canal interoceánico. Tras el asesinato de César Augusto Sandino, hace ahora 44 años, el país ha sido administrado por una sola familia -los Somoza-, bien en forma directa, bien por intermedio de meros empleados, elevados a la categoría presidencial.

Toda sombra de verdadera institucionalización política del país quedó borrada bajo la fachada de una caricatura constitucional. El «caso» político nicaragüense carece del exotismo y la publicidad de dictaduras suramericanas, como la de la familia Doc, reinante en Port au Prince, pero en arbitrariedad y dependencia del exterior supera la situación de la Cuba batistiana. Nicaragua hoy no pasa de ser un Haití sin vudú. Que el comercio exterior del país esté en manos de una compañía estadounidense y que la economía marginal sea manipulada por la familia Somoza; que las cuentas de la generosa ayuda internacional llovida sobre Nicaragua tras el terremoto de 1972, que asoló el 40% de la riqueza nacional, aún no hayan podido cuadrarse, son la trastienda explicativa de asesinatos de Estado como el de Joaquín Chamorro, que han deparado la actual violencia popular.

Joaquín, Chamorro, director de La Prensa y líder político conservador, representaba la alternativa patrocinada por Washington a la política impresentable de los Somoza. Chamorro, con el apoyo del empresariado y la Iglesia nicaragüense, hubiera aportado alguna credibilidad a la política estadounidense en Centroaménica que el presidente Carter podría culminar con la aprobación por el Senado del tratado con Panamá sobre el canal.

Tacho Somoza, ante la pérdida de puntos de apoyo en la Iglesia, la patronal y Estados Unidos, no ha hecho otra cosa que aplicar el criterio último de que cuanto peor, mejor. El asesinato de Chamorro ha desplazado el centro de gravedad de la protesta desde el altar y la burguesía a las masas agrarias, los estudiantes y el Frente Sandinista de Liberación. Ante el avance del cambio democrático, de las libertades formales, Somoza ha destapado la revolución, haciendo dudar a la Iglesia, obligando a los empresarios a revocar su huelga y obligando a Washington a repensarse un cambio de régimen cuando el país pisa la raya de la guerra civil. Y ahora, a menos que la Guardia Nacional, capitaneada precisamente por un hijo de Tacho Somoza, opte por la dudosa posibilidad de un golpe de Estado, la situación nicaragüense puede continuar pudriéndose indefinidamente entre el Scila y Caridbis de la revolución o el cambio democrático. Y ello con el telón de fondo de la artificial división centroamericana, heredada de la independencia y de las secuelas interesadas de la doctrina Monroe.

25 Julio 1978

Se debilita la dictadura en Nicaragua

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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EN NICARAGUA se agita de nuevo el clima insureccional contra el presidente Anastasio Somoza, siguiendo una tendencia que, con distintas vicisitudes, no ha dejado de manifestarse desde el pasado mes de enero. El asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro, que al frente del diario La Prensa se había distinguido en sus críticas al régimen, supuso una convocatoria que ha encontrado ecos cada vez más profundos en la opinión pública. Con la segunda huelga general de este año se registra una ampliación en la protesta contra la dinastía de los Somoza, que ha rebasado los sectores tradicionales del descontento de la izquierda para llegar a los partidos legales y al parecer, también a la Guardia Nacional, cuerpo pretoriano de la familia Somoza. Incluso sectores de la alta burguesía, favorecidos por el régimen, empiezan a cambiar de campo. La posición de la dictadura es cada vez más insostenible y comienza a parecer viable lo que muy poco tiempo antes era impensable: que el dictador abandone de una vez el Poder, y que lo haga antes de que el año concluya.La posibilidad de esta dimisión cobra fuerza por la corrupción declarada de un régimen familiar que posee Nicaragua desde hace más de 40 años como si de una finca particular se tratara. El primer general Somoza se apoderó del Gobierno en el año 1936 y permaneció al frente de la nación hasta su asesinato, en 1956. Su hijo, Luis Somoza le sucedió como presidente, cargo que ocuparía hasta 1963, para ser, a su vez, sustituido por su hermano Anastasio, el actual presidente una y otra vez reelegido. El término legal de su mandato expira en el año 1981, aunque se duda que pueda agotarlo. Esta lista de padres e hijos se alargaría mucho más por la enumeración de otros familiares que, situados siempre en puestos clave controlan el 85% de los sectores productivos de la nación.

La alternativa política para el país parece deslizarse de la lucha guerrillera, patrocinada en un principio por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, hacia fórmulas más amplias de participación, que incluirían sectores burgueses y liberales y, por supuesto, elementos conectados con la oligarquía somozista. Estos sienten ya necesaria una solución de recambio que, incluso, pudiese recibir las bendiciones de Washington. En la evolución de la situación de Nicaragua son siempre esenciales los designios de Estados Unidos, que ocuparon militarmente el país desde 1912 a 1933 y que, de un modo u otro, han estado presentes en la política nicaragüense (incluido el apoyo a la dinastía Somoza). Nicaragua todavía no ha sido beneficiaria de la política de derechos humanos del presidente Carter, quien jamás permitiría que su aplicación hiciese que Nicaragua se le escapase de las manos.

Nicaragua recuerda Cuba a los Estados Unidos y Somoza al Batista de 1958. Si Washington ha respaldado a la familia Somoza es porque consideraba a su dictadura como un bastión de su estrategia contra la Cuba de Castro. No hay que olvidar que precisamente desde allí fue lanzada la expedición de Bahía de Cochinos en el año 1961.

El presidente Somoza continúa negándose a dimitir. Su sustitución, por mucho que responda a los deseos de la opinión nacional, no será fácil. debido al dominio que ejerce la gran familia en toda la vida nacional. La solución para Nicaragua no sólo será política, también social. Requerirá tanto la eliminación de poderes personalizados como de concentraciones monopolistas abusivas y de inmoralidades abundantes. Y no será posible sin una voluntad decidida por parte de Estados Unidos.

24 Agosto 1978

Nuevo régimen para Nicaragua

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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EL PRESIDENTE de Nicaragua, general Anastasio Somoza, podría con su dimisión facilitar el cambio de régimen que el país necesita y, al mismo tiempo, encontrar una salida al embrollo formado por el asalto del comando sandinista al Palacio Nacional de Managua. Este año se han acelerado notablemente las convulsiones en el país y, por el grave cariz que éstas adquieren, no es probable que acabe 1978 sin un cambio político por golpe de Estado o retirada de Somoza, o sin una guerra civil más o menos declarada.Desde el primero de enero pasado hasta hoy, con el asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro, la convocatoria de dos huelgas generales, el retorno de líderes exiliados y, por fin, la ocupación armada del Congreso, la protesta se ha manifestado constantemente y se ha ampliado a nuevos sectores de la población. Igualmente, la oposición se ha enriquecido con nuevas simpatías y adhesiones que han confirmado su transformación desde las primeras organizaciones guerrilleras a una especie de gran unión contra la dictadura que incluye sectores de la burguesía liberal, algunos elementos conectados con la oligarquía somocista e, incluso, de la Guardia Nacional, cuerpo pretoriano de la gran familia.

La dimisión de Somoza registra tal grado de acuerdos tal cantidad de radicalismos también, que no es fácil encontrar una normalidad para el país que no pase a través de aquélla. Para los nicaragüenses, queremos decir para los nicaragüenses progresistas, la remoción del presidente y el alejamiento de su familia, los propietarios de buena parte de Nicaragua, es no sólo un objetivo político o una trayectoria social. Más aún, todo ello pertenece también a los dominios de la liberación psicológica ante una opresión eterna y una dictadura que no cesa desde los años treinta. En Nicaragua, como diría Armand Gatti, la dictadura se ha convertido en una mala costumbre. Y es que los Somoza son uno de los últimos ejemplos de las figuras recreadas por Miguel Angel Asturias, del mismo modo que Nicaragua, en virtud de esta familia y de Estados Unidos, ha sido un secular y paternal feudo norteamericano, así como un campo de operaciones para los marines; la ocuparon de 1922 a 1933, y de un modo u otro siempre han estado presentes los soldados y los financieros de Washington en la dirección de la política nicaragüense.

Por ello no es extraño que los guerrilleros se reclamen del general Sandino -luchador contra los soldados norteamericanos- y que, hoy como ayer, el desenlace de la cuestión corresponda en buena medida a los designios de la Casa Blanca. Del mismo modo que las pasadas elecciones en la República Dominicana supusieron una prueba afirmativa de la buena voluntad del presidente Carter, Nicaragua evaluará la extensión y la firmeza de su política de derechos humanos. Pero Estados Unidos no puede considerar ya que la única forma de sujetar a Nicaragua en sus manos consiste en mantener o renovar una dictadura que nadie desea.

El general Somoza concluiría su mandato normal en el año 1981 y frente a las repetidas peticiones de dimisión ha afirmado su voluntad de concluir el nuevo período, una y otra vez prolongado desde 1963. Es difícil que así sea y que la paciencia del pueblo nicaragüense, que milagrosamente se ha alargado tanto como el poder de los Somoza, pueda renovarse más. En cualquier caso, también para Estados Unidos el problema de Nicaragua tiene connotaciones psicológicas o, quizá, pertenecientes a la psicopatología. A los norteamericanos Nicaragua les recuerda mucho la Cuba precastrista y Somoza al Batista de 1958. Si durante tanto tiempo han apoyado a los Somoza es porque veían en su dictadura un firme bastión contra la Cuba de Castro. Fue allí desde donde fue lanzada la trágica expedición contra bahía de Cochinos, en el año 1961.

16 Septiembre 1978

Guerra civil en Nicaragua

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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TRES SALIDAS se abren ante el futuro político de Nicaragua, atravesado ahora por una guerra civil destructora. Para Anastasio Somoza, la alternativa de futuro no puede ser más que él mismo, y para cristalizarla ha de hacer frente, por aniquilación, a la insurrección popular que se opone a lo largo del país a su dictadura personal. Convencido de que se trata de lograr una solución militar, cabe decir que el señor Somoza no ofrece salida política alguna a la actual situación del país. Sin embargo, parece desconocer la importancia de los movimientos políticos que, por la derecha y por la izquierda, experimenta la Guardia Nacional nicaragüense, especie de híbrido de ejército y policía de este país centroamericano, hasta ahora leal a Somoza.De un lado, se ha sabido ya de la existencia de un complot, abortado por el propio Tacho Somoza, para derrocarle por la derecha -valga la expresión-, cuyas cabezas visibles fueron el coronel Larios y el teniente coronel Melvyn Hodson. Ochenta jefes y oficiales, se encuentran detenidos por este motivo, y la muerte en accidente aéreo del brazo derecho del señor Somoza, José Iván Allegret, ha sido el precio que han tenido que pagar a los conspiradores.

Por la izquierda, se sabe de la existencia de contactos militares con el Frente de Liberación Sandinista, al cual deserta progresivamente un significativo número de soldados y, aunque más reducido, de oficiales de la Guardia Nacional. Por lo demás, es preciso destacar que parte del Ejércilo busca una salida no antipopular al somocismo, cuya corrupción alcanza a los más elevados rangos castrenses y causa malestar entre los mandos intermedios y la tropa nicaragüense, embarcados en una guerra represiva contra la población.

Así, pues, en el seno de la Guardia Nacional nicaragüense se gestan alternativas políticas a Somoza. De un lado, los partidarios de un continuismo de la dictadura, sin el dictador. De otro, los militares proclives a una instauración democrática que saque al país del atolladero.

Por su parte, la burguesía nicaragüense ofrece sus modelos de salida política desvinculada del dictador. Conexos ambos sectores sociales con Estados Unidos y con la fracción más avanzada del Ejército, estudían conjuntamente la construcción de una salida política coherente con sus propios intereses y con el deseo mayoritario del país para acabarcar la dictadura del señor Somoza, y, se presentan adheridos al denominado Frente Amplio Opositor, pero carecen de un dirigente definido desde que el periodista Pedro Joaquín Chamorro cayera asesinado.

Entre estos sectores sociales y el Frente Sandinista existe un espectro nutrido por intelectuales y personalidades progresistas que configuran el denominado grupo de los doce. Mal visto, aún, por los norteamericanos, tampoco cuenta con todos los plácemes de la poderosa oligarquía no somocista.

En cuanto al Frente Sandinista, sus tres tendencias otrora surcadas por profundas diferencias ideológicas parecen haber olvidado hoy estas distinciones para conjugar esfuerzos y ganar la guerra civil.

Común denominador de estas opciones es, sin duda, un Gobierno provisional para cuya formación se cuente con todas las fuerzas interesadas realmente en el derrocamiento del señor Somoza, con todas sus consecuencias. Sin embargo, esta fórmula, cuyo contenido deberá estar marcado por la instauración de las libertades democráticas en el país, tendrá que desbrozar el camino difícil de una guerra civil, sin lugar a dudas sangrienta, donde el dictador Somoza, que carece de apoyo popular, posee aún la llave militar en su mano. De la neutralización política de la Guardia Nacional, de su desomocización consciente o de su depuración apresurada, depende el perfil que adquiera el futuro político de Nicaragua. Washington todavía calla.