26 septiembre 2024

Destrozada la imagen del eurodiputado Alvise Pérez (‘Se Acabó la Fiesta’) al descubrirse que cobró 100.000 euros en negro de un empresario a cambio de promocionar las bitcoins

Hechos

  • El 14.09.2024 ElDiario.es publica que D. Luis Pérez ‘Alvise’ cobró 100.000 euros en metálico de un empresario de criptomonedas durante la campaña electoral.
  • Los días 25, 26 y 27 de septiembre de 2024 los principales programas de información política de España de TVE, la Cadena SER, La Sexta, Mediaset y Atresmedia, informaron de la acusación de Álvaro Romillo Castillo sobre el eurodiputado Luis Pérez

27 Septiembre 2024

A Alvise Pérez parece que se le está acabando su propia fiesta

EL MUNDO (Director: Joaquín Manso)

Leer

TODO apunta a que a Alvise Pérez se le está acabando su fiesta. El agitador que se presentó a las europeas para obtener el aforamiento que corresponde a los eurodiputados, y así tratar de esquivar las causas judiciales que lo perseguían, está en el foco de la Fiscalía del Tribunal Supremo por un posible delito de financiación ilegal de esa campaña electoral. La paradoja se escribe sola.

Tras negarlo varios días, el líder de Se Acabó La Fiesta ha admitido que cobró 100.000 euros en negro del dueño de una plataforma de criptomonedas -en quiebra y denunciada por estafa-. Ayer, en un mensaje de tintes surrealistas, para intentar desligarlo de su campaña se escudó en que fue el cobro por un trabajo como»autónomo», «sin factura», para esconderle el dinero al Estado, no pagar impuestos y así «poder tener más ahorros». Dejando a un lado que la ley antifraude impide a un autónomo recibir más de 1.000 euros en metálico, Alvise fue más allá: «¿Quién no ha hecho pequeños sacrificios de moral para llegar donde está?». Si no estuviésemos ante lo que parece un delito grave de financiación ilegal, sería incluso cómico. Más aún si se leen los mensajes que intercambió con el dueño de la empresa, al que le prometió hacer lobby sobre las criptodivisas. Alvise alardeaba por escrito de que el pago en cash sería «irrastreable» para el Tribunal de Cuentas. Una proeza de este epítome de la antipolítica.

Mediante bulos canónicos y promesas populistas, en buena medida irrealizables, Alvise Pérez canalizó una parte del hartazgo social con la política, especialmente entre los jóvenes, hasta captar 800.000 votos que inquietan a Vox. Pero con los malos impostores suele ocurrir que se desenmascaran solos.

27 Septiembre 2024

La fiesta terminó

ABC (Director: Julián Quirós)

Leer
Alvise Pérez no es el único al que se le ha caído la máscara de líder salvador que lucha contra el sistema. Le han precedido otros que, con mejor suerte que él, empezaron atizando a «la casta» y acabaron siendo un mero ejemplo de ella

Pronto se ha retratado Alvise Pérez ante sus propios seguidores como un oportunista de la política, el típico producto ocasional de los comicios europeos, en los que los electores se dan el gusto, a veces, de votar candidatos grotescos. Lo cierto es que Pérez siempre dijo que quería la inviolabilidad y la inmunidad que le proporcionaría el escaño en Estrasburgo para blindarse frente a futuras querellas. Pérez se victimizaba de forma preventiva porque anunció archivos y audios que demostrarían la corrupción de jueces, empresarios y políticos. Ya tiene el escaño y de estas pruebas de corrupción no se sabe nada. Sí se sabe de este fustigador del sistema que recibió cien mil euros en metálico y sin declarar a Hacienda de un empresario de criptomonedas que es investigado por la Audiencia Nacional y que, avisado él de quién era su interlocutor, grabó conversaciones demoledoras con Alvise. Portavoz del hartazgo de muchos ciudadanos y hábil manipulador en redes sociales, el dirigente de Se Acabó la Fiesta (SALF) ofreció a este empresario cambios legislativos sobre criptomonedas, porque se veía a sí mismo como la pieza clave de una mayoría de cambio con PP y Vox. Peores han sido sus explicaciones, con las que justifica no haber pagado a Hacienda, porque es un autónomo acosado a impuestos, e invita a sus seguidores a hacerlo, como si el ciudadano medio, sujeto a nómina, pudiera o quisiera comportarse con la falta de ética de este estrafalario sujeto.

La Fiscalía del Tribunal Supremo, órgano al que está aforado Alvise Pérez por ser eurodiputado, está investigando el pago de cien mil euros como un delito electoral. El propio Pérez reconoce en sus conversaciones que quería dinero para su campaña electoral. Sea o no delito, y sea más o menos grave la infracción tributaria cometida por él, lo importante es que este episodio sirva a la opinión pública para no dejarse seducir por personajes sin más discurso que unas soflamas inverosímiles, que alimentan la impotencia visceral de ciudadanos frustrados y con ganas de dar una patada al tablero democrático. Ahí están las consecuencias de su elección: un trilero que, además, animaba el plan del PSOE de mantener dividido el voto de la derecha o, al menos, el voto del cambio político. El canal de Pérez en Telegram se llenó de mensajes de decepción, acusando al líder de SALF de ser uno más del mismo sistema con el que pretendía acabar, un precoz campeón de las peores prácticas de engaño al electorado.

El caso Alvise es paradigmático del resultado que produce el choque entre hastío político y redes sociales, en las manifestaciones más corrosivas de uno y otras. Sin programa político, sustituido por un cúmulo de exabruptos, y con una indisimulada ambición personalista, antes o después tenía que verse la verdadera cara de Pérez, aunque, realmente, todo ha sucedido con una extraordinaria velocidad. Mejor así y que tomen nota tanto sus engañados electores como los que aún esperan un mesías populista, de esos que dicen que lo resuelven todo con mano dura y más cárceles. Pero Alvise Pérez no es el único al que se le ha caído la máscara de líder salvador que lucha contra «el sistema» y que iba a «tomar el cielo al asalto» en nombre de «la gente», para terminar convertido en casta con moqueta y coche oficial. Lo del líder de SALF ha sido tan burdo que se le ha acabado la fiesta al poco de empezarla.

28 Septiembre 2024

Se acabó la fiesta

Santiago González

Leer

Qué poco duran la alegría en casa del pobre, la promesa del candidato tras acceder al escaño o el consabido caramelo en la puerta de un colegio. Uno se pregunta qué sentirán los 800.763 ciudadanos que votaron las listas de Se Acabó La Fiesta el pasado 9 de junio. Seguramente ninguno de ellos llegó a suponer que el nombre de la candidatura que votaron se iba a hacer tan descriptivo y real para las esperanzas que llegaron a albergar mientras estaban con su papeleta en la mano ante la urna.

Pues sí, se acabó la fiesta. Su inopinado líder, Alvise Pérez, ha reconocido haber cobrado 100.000 euros en efectivo y sin factura. Él no alberga duda alguna sobre lo inadecuado de su proceder: «No voy a esperar a ningún juicio porque no necesito ningún juez: soy culpable». Lo único que no ha hecho es emitir una sentencia con la pena que en Derecho pueda corresponderle, aunque no cuesta imaginar que a sus 800.763 votantes se les ha debido de quedar cara de gilipollas.

O no. En esta Corte de los Milagros, como acertadamente bautizó a España Valle-Inclán en su Ruedo Ibérico, todo es posible y el truhán Alvise Pérez no es el primer golfo en practicar estas mañas. Este verano, exactamente el 25 de julio, se han cumplido diez años de aquella memorable rueda de prensa de Jordi Pujol Soley, un tipo impresionante que se inventó una nación para esquilmarla. Fue la tarde de Santiago y casi por compromiso se apagaron los faroles y se encendieron los grillos, por decirlo con palabras de Lorca. Desde entonces han pasado diez años sin que su confesión de haber defraudado sistemáticamente a Hacienda durante los 23 años que presidió la Generalidad le haya llevado a pernoctar un solo día en la cárcel. Con estos precedentes ya me dirán ustedes qué podíamos esperar de la investigación a que está sometido el hermanísimo David Sánchez Pérez-Castejón o como extrañarse de que Hacienda lo haya exonerado de un presunto delito de fraude fiscal sin haber iniciado siquiera una investigación. Mucho me temo, sin embargo, que Alvise no va a tener tanta suerte como estos predecesores. No podrá decir que no lo había avisado Pedro Sánchez en su investidura en la tribuna del Congreso, lugar en el que tanto y tan bien nos ha mentido: «Los ricos, pues lo siento, tienen que pagar más impuestos y mientras nosotros gobernemos, van a pagar más que el resto».

Ya solo falta definir quienes son los ricos y lo hará él, naturalmente, de análoga manera a la que emplea su infalible taxonomía para clasificar de medios o pseudomedios a estas herramientas de comunicación como la que usted tiene en sus manos. Y el rico va a ser Alvise, no el tipo que arrasó Banca Catalana y protagonizó el mayor latrocinio de una sola familia. Tampoco es rico David Azagra. ¿Que con un sueldo de 50.000 euros ha conseguido ahorrar dos millones bajo la Presidencia de su hermano? Eso es que es mañoso.

No interpreten comprensión hacia Alvise ni hacia sus seguidores, a los que llama a defraudar como «legítima defensa ante el terrorismo fiscal del Estado». Él ha pisado seguramente el Código Penal y quienes le imiten, también.

29 Septiembre 2024

Y la estafa acabó antes que la fiesta

David Medjía

Leer

ESTA semana confirmamos que el problema de Alvise con los negros se limita a las personas y no afecta a los billetes. El líder de Se Acabó La Fiesta ha admitido haber cobrado 100.000 euros en efectivo de un tal Álvaro Romillo, empresario y responsable de Madeira Invest Club (club que hoy está cerrado e investigado por la Audiencia Nacional). Alvise niega que el dinero fuera una donación de campaña e insiste en que se trata de honorarios cobrados por servicios prestados como trabajador autónomo. No sé cuántas estafas piramidales pueden coincidir en un mismo espacio-tiempo, pero ver expuesto a un estafador siempre es un espectáculo reconfortante.

Alvise ha decidido huir hacia adelante con el objetivo de que los miles de ciudadanos que secundaban su fiero discurso contra la corrupción le acompañen en esta nueva aventura. Trata de convencer a su comunidad de que él nunca ha traicionado sus principios. Todo lo contrario, se ha limitado a ponerlos en práctica. Sus cobros en negro serían la demostración de que es un político íntegro y consecuente: denuncia el terrorismo fiscal y lo combate. Habla de «millones de trabajadores esclavizados a impuestos» y se erige en su Espartaco: no es un corrupto, sino el líder de una revolución contra el sistema que comienza por la insumisión fiscal. El discurso culmina explicando que si cobra dineros privados es para cumplir la promesa de no depender de su sueldo de eurodiputado.

No me atrevo a decir que el mensaje no cuajará -nunca hay que subestimar el grado de estupidez de ciertos usuarios de Telegram-, pero no convencerá a todos. Es probable que los más devotos, como los más devotos de cualquier causa o partido, traguen lo que sea que su líder les acerque a la boca. Pero cuando un movimiento político comienza a elevar sus exigencias de credibilidad está en proceso de convertirse en secta. Y toda secta es de natural minoritaria; la gente dispuesta a dejarse engañar siempre es más que la gente dispuesta a dejarse estafar. Sería una buena noticia que el fraude ideológico, moral y económico que representa el fenómeno Alvise decayera como cualquier otra moda siniestra y pasajera. Ojalá sea así, y la estafa acabe antes de que acabe la fiesta.