19 julio 2022

Dimite Dolores Delgado García como Fiscal General del Estado alegando ‘razones de salud’: la sustituye Álvaro García Ortiz

Hechos

El 19 de julio de 2022 se hizo pública la renuncia de la Fiscal General del Estado Dña. Dolores Delgado García.

20 Julio 2022

Otro fiscal no idóneo para el cargo

EL MUNDO (Director: Joaquin Manso)

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ES INGENUO creer que la dimisión de Dolores Delgado como fiscal general del Estado «por razones de salud» justo ahora no guarda relación con el duro tirón de orejas la semana pasada de la Comisión Europea a nuestros poderes públicos por la politización judicial. Además de la exigencia para la renovación y el cambio de sistema de elección del CGPJ, Bruselas volvía a instar a España a desligar la Fiscalía General del control del Gobierno con el reforzamiento de un estatuto que salvaguarde su imprescindible independencia. Delgado ha estado cuestionada por su polémica trayectoria en un cargo al que fue aupada por Sánchez desde el Ministerio de Justicia, sin solución de continuidad, lo que representó una grave anomalía para nuestro Estado de derecho. Al vicio de origen sobre su nombramiento le ha seguido todo un rosario de decisiones en las que ha prevalecido el sectarismo sobre cualesquiera otros criterios.

El Ministerio Público sufre desde hace meses una crisis sin precedentes causada por el ejercicio de su titular. La situación se antojaba a todas luces insostenible. Injerencias al servicio de la estrategia política de Moncloa, maniobras para obstruir o avivar, según los casos, investigaciones a conveniencia del Gobierno, y una política de nombramientos contaminada por su manifiesto partidismo habían minado todo el crédito de la fiscal general. Escandaloso ha sido que su asociación, la UPF -que apenas cuenta con 238 asociados de los 2.500 fiscales que hay en España-, tenga hoy una cuota de representación en la Junta de Fiscales de Sala nunca antes alcanzada como consecuencia de que Delgado, lejos de primar el mérito y la capacidad de los aspirantes, se haya dedicado a premiar la afinidad ideológica y la afiliación, pasando del margen razonable de discrecionalidad a la burda arbitrariedad. Y escandalosos también resultaban los choques institucionales que la ex ministra sanchista ha protagonizado sin ir más lejos con sus desafíos al Supremo en asuntos como la promoción del fiscal coordinador de Menores pese a la anulación del nombramiento en dos sentencias del Alto Tribunal.

Dolores Delgado debía haber dimitido mucho antes por el bien de una institución medular a la que tanto ha dañado. Y para devolverle el necesario crédito no tiene el perfil idóneo quien se anuncia por el Gobierno como su sustituto, Álvaro García Ortiz, mano derecha de la misma Delgado. El jefe de la Secretaría Técnica de la Fiscalía General no cuenta con un currículum brillante. Y se ha caracterizado por ser el ejecutor de las instrucciones de su todavía jefa en intervenciones irregulares como la del fiscal Stampa, el investigador del caso Villarejo que no consiguió una plaza en Anticorrupción por las maniobras de Delgado. Por si fuera poco, García Ortiz no ha dudado como fiscal en participar en actos partidistas del PSOE, lo que arruina la imagen de escrupulosa imparcialidad y neutralidad que exigen este cargo. Mal hará Sánchez en repetir la misma cacicada esgrimiendo su impúdica frase «¿de quién depende la Fiscalía?», cuando lo que urge es la modificación del estatuto del Ministerio Público para garantizar su autonomía real y que pueda como dicta la Constitución defender el interés público y la independencia judicial.

El sustituto de Delgado ha sido el brazo ejecutor de sus instrucciones

20 Julio 2022

Lola, «progresista», esposa de Garzón

Luis Ventoso

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Dos ilustres cabezas cobradas en solo dos días, una tardía operación de blanqueamiento que no evitará el ocaso del sanchismo
Si usted acabase ante los tribunales, ¿quién preferiría que lo enjuiciase: un magistrado que lleva en la frente la pegatina de un partido, o uno que destaca más por su profesionalidad que por sus simpatías ideológicas?
Siempre me ha parecido pernicioso que en España tengamos tantos jueces y fiscales que aceptan identificarse como servidores ardorosos de unas siglas partidistas. Más que la propia ley, lo que parece importarles es la interpretación que conviene a su partido. Dolores Delgado, de 59 años, la hasta ahora fiscal general del Estado, suponía un paradigma de esa decantación partidaria, que mediatizaba todas sus decisiones. Lola, como se la conoce en el gremio, era desde siempre miembro de la Unión Progresista de Fiscales, cuyo nombre lo dice todo, y amiga especial de Baltasar Garzón (Balta para el gremio). Unas credenciales perfectas para que Sánchez la hiciese ministra de Justicia nada más llegar al poder. Cuando la relevó de esa cartera, en enero de 2020, al mes siguiente la promovió a fiscal general del Estado. El ocupante de ese puesto siempre ha sido próximo al poder de turno, ciertamente. Pero nunca se había llevado a cabo una maniobra tan zafia para colocar a un peón servil del presidente.
Lola nunca debió haber sido nombrada fiscal general. Al margen de que acababa de ser ministra del PSOE, la desacreditaba su sonada comilona de tres horas con el comisario-caco Villarejo y con Balta en el restaurante Rianxo en octubre de 2009. Allí, Villarejo alardeó de haber montado una red de prostitutas para sonsacar a políticos y empresarios, lo que con su chabacanería habitual denominó «información vaginal». A Lola, por entonces fiscal en la Audiencia Nacional, el relato de ese delito la hizo reír: «Éxito garantizado», secundó jocosa. En la misma comida, la fiscal contó que varios jueces y fiscales españoles mantuvieron relaciones con menores en un viaje oficial a Cartagena de Indias en el que ella participó. De nuevo a Lola no se le ocurrió reparar en el detalle de que eso constituye un delito. Excelentes antecedentes para promoverla a la cúspide de la Fiscalía.
Por si todo eso no bastase, también la hacía inadecuada para el cargo el hecho de ser primero pareja y luego esposa de Baltasar Garzón (expulsado por unanimidad de la carrera judicial, condenado a once años de inhabilitación y ahora dueño de un importante bufete de abogados). La fiscal superior y el abogado VIP del «progresismo» durmiendo juntos. Un conflicto de intereses evidente. Por último, Lola se ha distinguido por su favoritismo arbitrario en los nombramientos de la Fiscalía y por su hooliganismo progubernamental, que le valieron el reproche hasta de algunos fiscales de su cuerda ideológica.
Todo este desparrame lo montó Sánchez para convertir a la Fiscalía en una oficina más del PSOE. Ahora, tras dos años y medio en el cargo, Lola dimite invocando motivos de salud. Un día antes hizo lo propio Adriana Lastra y con idéntico pretexto: cuidarse. El crepúsculo del sanchismo empieza a evocar las súbitas caídas en desgracia en la URSS de Lavrenti Beria.
Sánchez, para quien todos los que lo rodean son solo palancas de usar y tirar, comienza a dejar caer los fardos más cantosos de su equipaje. La situación demoscópica está muy achuchada. Hasta el infatigable pseoísta Tezanos coloca a Feijóo por delante. Urge blanquear la fachada para tratar de remontar. Toca elegir a gente más capaz, o al menos menos choni y menos burda, que sepa manipular con más finura. Es un esfuerzo baladí. Imposible maquillar el sanchismo para llegar más guapo a las elecciones cuando el problema es el propio Sánchez. Con el historial que lleva a cuestas, y con la losa de la inflación, no remontaría ni aunque pusiese a Edward Coke en lugar de la imposible Lola y a Pericles donde estaba la flojísima Adriana.