6 agosto 1979

España no oculta su satisfacción por la caída del tirano, aunque el país seguirá en la órbita francesa

El dictador de Guinea Ecuatorial, Francisco Macías, derrocado por su ministro de Defensa, Obiang, que será el nuevo dictador

Hechos

El 5.08.1979 el presidente vitalicia de Guinea Ecuatorial, Francisco Macías, fue depuesto por un golpe de Estado que lo reemplazó por el coronel Teodoro Nguema Obiang.

Lecturas

El presidente Francisco Macías Nguema ha sido derrocado y arrestado por el viceministro de Defensa, coronel Teodoro Nguema Mbasogo.

La noticia ha sido difundida por radio Bata y por los guineos refugiados en Yaundé, capital de Camerún.

Según estas mismas fuentes, Teodoro Nguema encabeza un Consejo Supremo Militar, que, a partir de estos momentos, asume todos los poderes del país.

Es un claro síntoma de conciliación con el exterior, el nuevo poder se compromete a respetar todos los compromisos internacionales asumidos por el país, bajo el mandato de Macías.

El gobierno español ha expresado su satisfacción por el propósito de las nuevas autoridades guineanas de reconstruir la democracia y de restaurar los tradicionales lazos de amistad entre ambos países.

Amistad necesaria para paliar once años de despotismo y terror, que han sumergido a la ex colonia española en la mayor de las pobrezas. España ya ha tendido su mano.

07 Agosto 1979

Guinea, Liberada

Editorial (Director: Guillermo Luca de Tena)

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No una dictadura, sino una tiranía menos. Las dictaduras pueden ser tiránicas o no tiránicas. Cabe en hipótesis, incluso, una tiránica dictadura de las mayorías democráticas. Alexis de Tocqueville lo apuntó y nosotros lo recordamos hoy, a propósito del confirmado derrocamiento de la decisión de una mayoría, de ese tirano sombrío y sanguinario que, en una década, ha hecho de la independencia de los guineanos – los de Fernando Poo, los de Río Muni, los anobones y los corisqueños – la más atroz de las servidumbres, el más sostenido terror y el más insufrible de los espantos.

Accedió Macías Nguema al poder en las primeras elecciones celebradas después del referéndum constitucional para la independencia de lo que hasta entonces había sido la Guinea española. En cierto modo la toma democrática del poder por parte de Macías tuvo componentes sobrados de racionalidad y de lógica. Formalizaba e instrumentalizaba los mitos y emociones de ruptura que presiden toda ocasión de independencia descolonizadora. Sirvió también de coartada la postulación de Macías para maniobras y conspiraciones de nuestra interna oposición de entonces, si asistida de razón en tantas cosas, con un concreto sentido antinacional en la concreta circunstancia aquella. Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores, había previsto alternativas y candidaturas que más podían compadecerse con el sentido moral de la doctrina de nuestros internacionalistas. La hipótesis de trabajo de aquel ejemplar director de la diplomacia española podía resumirse en la idea de preservar, sin desdoro para la independencia otorgada, puntos de entendimiento que habrían de servir al cabo más para beneficio y ayuda de la nueva nación, que para mantener situaciones de hecho susceptibles de malinterpretarse como neocolonialismo de hecho.

Macías Nguema, por la pericia de sus valedores, accedió democráticamente al Poder para daño de las intenciones descolonizadoras de España – de rigurosa responsabilidad – y para daño también de los propios guineanos (algún día quizá habrá que hacer la crónica de cómo anobones y corisqueños, la más hermosas gentes del ecuador africano, se quisieron resistir por modo pacífico a perder la condición de españoles que tenían.) De inmediato le cupo demostrar cuáles eran las claves, rigurosa y clínicamente patológicas, de su espíritu. Sin cultura y sin piedad, consolidadno al calor de las expectativas que creaba para la entonces incipiente estrategia soviética en África, Macías Nguema se aplicó a la tarea de eliminar físicamente a los más sobresalientes cabezas de su entorno político. Chapeando (en Guinea, abrirse paso por el bosque a golpe de machete), chapeando, Macías fue deforestando su entorno de antagonistas cada vez más remotamente potenciales. Llevó así hasta sus últimas consecuencias la dinámica de la tiranía. Sus únicos oponentes vivos en el momento de producirse el derrocamiento han sido y son, aparte de los valerosos conspiradores, aquellos miles de guineanos que lograron escapar de su patria.

El caso de Macías, como el de las tiranías todas, pertenece menos al mundo político que al de las realidades clínicas. Hay que ser un lombrosiano, un monstruo de base cromosomática, para hacer todo el daño y toda la sangre  que contiene su palmarés en la hora del justiciero golpe de Estado. Y si, por enfermo, por inimputable, la responsabilidad no es suya, habrá que atribuirla, aunque sólo sea por vía objetiva a quienes hicieron posible que secuestrara y aherrojase tan aberrante y sanguinariamente la independencia de su pueblo.

Nosotros, que tenemos muy directo y cumplido testimonio del amor que el pueblo guineano tenía y tuvo por España, aplaudimos sin ningún género de reservas y con el más expreso de nuestro apoyo la iniciativa del Gobierno de ofrecer cuanta ayuda sea necesaria para reconstruir la economía, la hacienda, la paz y la alegría de su patria.

La que fue nuestra Guinea ha sido liberada once años después que descolonizada.

08 Agosto 1979

Un supuesto complot, en 1969, sirvió al dictador para iniciar el exterminio de la oposición

Juan Goytisolo

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La fase de gobierno constitucional de Macías fue de breve duración. A primeros de 1969, a raíz de su enfrentamiento con los representantes de la Administración franquista, sus partidarios emprenden una campaña de agresión indiscriminada contra los españoles. El Gobierno de Madrid decide el envío de más de doscientos guardias civiles para proteger sus vidas y asegurar su evacuación. A su regreso de Addis Abeba, en donde han asistido, en febrero, a la asamblea de la OUA, el ministro de Asuntos Exteriores, Atanasio Ndongo, y el representante ecuatoguineano en la ONU, Saturnino lbongo, hacen una breve escala en Madrid. De vuelta a Fernando Poo tratan de resolver el contencioso entre los dos países por la vía de la negociación, pero son convocados inmediatamente a Bata por el presidente. Simultáneamente, éste anuncia la existencia de un complot para derrocarle, encabezado por Ndongo. Según la versión oficial del «complot», el líder del Monalige, al verse descubierto, trató de resistir y se arrojó por una ventana de palacio. Testimonios posteriores indican que fue precipitado por ella por la guardia de Macías y falleció poco después en la cárcel.Este presunto «golpe fallido» desencadenó una primera oleada de terror, un terror que desde entonces no ha cesado nunca. Todos los funcionarios cercanos a Ndongo fueron detenidos y la mayor parte de ellos murieron torturados antes de ser juzgados: Saturnino Ibongo «se suicidó» oficialmente en prisión; la mujer de Ndongo -una pariente del líder revolucionario camerunés Félix Moumie- fue torturada y rematada públicamente en el centro de Santa Isabel. Entre las personalidades encarceladas se hallaba Enrique Gori, vicepresidente del Consejo Provincial de Fernando Poo, y Armando Balboa, secretario general de la Asamblea Nacional.

Los supervivientes de esta primera hornada fueron juzgados en diciembre de 1970 por un tribunal militar, sin que tuvieran la menor posibilidad de defenderse, e incluso aquellos que sacaron la cabeza en el proceso fueron asesinados posteriormente en la cárcel: el más conocido de ellos, Enrique Gori, pereció en manos de un guardián a golpes de machete, en junio de 1972. Detalle particularmente macabro: según el Financial Times del 17-II- 1970, las víctimas del complot «fueron ahorcadas a los compases de Mary Hopkins cantando Those Were the days, transmitidos por los altavoces».

Crea el Partido Unico

El «golpe fallido» de 1969 permitió desembarazarse a Macías de las últimas trabas constitucionales. El sistema pluripartidista, declaró, era contrario a la idiosincrasia y tradiciones del país, y anunció su sustitución por el PUN (Partido Unico Nacional), bautizado más tarde PUNT (Partido Unico Nacional de Trabajadores), para congraciarse con los países del campo «socialista». Paralelamente, el movimiento oficial Juventud en Marcha con Macías se convirtió en su principal instrumento de control. A partir de entonces, todos los ecuatoguineanos deben formar parte obligatoriamente de los mismos. Aunque la Constitución de 1968 permaneció en vigor hasta 1973, era desde 1969 letra muerta.

En 1971 un decreto presidencial castiga con penas de seis a doce años el delito de «insultos al presidente». La «conspiración» contra el mismo recibe la pena de muerte. Dada la gran imprecisión de ambas figuras delictivas, su ámbito afectaba o podía afectar a la totalidad de la población ecuatoguineana: el simple hecho de no agasajar a las personalidades oficiales o no comparecer a las manifestaciones organizadas por éstas equivale a mostrarse «descontento». Y, por orden expresa de Macías, los descontentos tienen que ser implacablemente eliminados.

En 1972, Macías fue nombrado «presidente vitalicio de la República de Guinea Ecuatorial», «general mayor de los ejércitos nacionales», «gran maestro de educación, hacienda y cultura», etcétera. La lista completa de sus títulos (46) llenaría una holandesa a doble espacio. Su denominación oficial pasa a ser la de «único milagro», y la de su progenitor, «su santo padre».

Coincidiendo con su enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica, el Partido Unico divulgó masivamente el eslogan «No hay más dios que Macías». El catecismo del PUNT le compara al Mesías, jugando con la similitud de las dos palabras. La frase «Dios creó Guinea Ecuatorial gracias a Macías. Sin Macías, Guinea Ecuatorial no existiría» pasó a formar parte de los servicios religiosos católicos, so pena de expulsión o encarcelamiento de los sacerdotes recalcitrantes. El tercer congreso anual del PUNT aprobó en 1973 la nueva Constitución, redactada por García Trevijano, que -como la estaliniana de 1936- garantiza «la libertad y dignidad plenas del hombre», los derechos de reunión y asociación, las libertades de religión, prensa, conciencia, etcétera. En realidad, los poderes omnímodos de Macías salen reforzados y el artículo 63 le confiere el poder de nombrar y destituir jueces.

Inventaba «golpes»

El supuesto complot de 1969 es el primero de una larga serie de «golpes fallidos», en su mayor parte fraguados por el propio Macías o inventados por él a raíz de alguna de sus visiones sobrenaturales (fruto, probablemente, de su consumo habitual de las drogas locales denominadas ibonga y bhang). Dichas «tentativas de subversión» abortadas presentan una doble ventaja: por un lado, le permiten desembarazarse de sus enemigos reales o imaginarios; por otro, y ello es sumamente importante si tomamos en consideración los factores étnico -culturales del pueblo ecuatoguineano, le aureolan de un nimbo de invulnerabilidad. Como señala Klinteberg en su obra Ecuatorial Guinea: Macías country, el emblema del PUNT es el tigre, «un animal que no existe en Africa, letal, místico, inmortal, que se alimenta de carne y sangre ». Según la superstición popular, «si un grupo de personas quisiera agredirle, Macías no tendría más que hablar con la voz del tigre, para que éste apareciera instantáneamente en su defensa».

La represión anterior a 1972 afectó principalmente a los seguidores o simpatizantes de Ndongo y Ondo Edu. Varios centenares de personas fueron detenidas y asesinadas por el simple hecho de haber participado en la campaña electoral de aquéllos o haber votado por su candidatura.

01 Septiembre 1979

Espejo de demócratas

Antonio García-Trevijano

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En los últimos días he leído sucesivamente en su periódico cinco referencias a mi persona, con motivo del derrocamiento de Francisco Macías, en Guinea Ecuatorial. A diferencia de la actitud de EL PAIS, en octubre de 1976, no sumándose a la campaña de difamación que sufrí en parte de la prensa, en esta ocasión su periódico se hace eco de la vieja difamación, sin un solo dato, documento o testimonio de solvencia, al afirmar, en su editorial de 7 de agosto, que «el socio y amigo del tirano, el abogado español García-Trevijano, pudo así presumir de liberal en los salones de la corte, mientras el presidente ahora derrocado asesinaba en masa».Sólo el encono pasional, unido a un mal gusto irremediable, pueden aparentemente explicar que un periódico que se llama independiente se exprese en semejantes términos. ¿«Socio» de Macías? ¿En qué? La parcialidad y mala fe de su editorial son tan obvias que no merecerían de mi parte una réplica si no fuera por la intencionalidad política que encierra. Jamás presumí de liberal, porque, en el sentido político del término, nunca lo he sido. Si ustedes desconocen la diferencia ideológica entre un liberal y un demócrata, no soy yo quien vaya a ilustrarles. Tampoco he podido presumir en los salones de la corte, porque, a diferencia del responsable de ese editorial, no los frecuento. Salvo que llame salones de la corte a los lugares donde me he reunido con quienes compartían, bajo la dictadura, el ideal de la democracia: cuartelillos de policía, cárcel de Carabanchel, Juzgados de Orden Público, reuniones clandestinas, Colegios de Abogados…

Por otra parte, su habitual colaborador, don Juan Goytisolo, me ha distinguido en cuatro ocasiones con tres falsedades, que rechazo, y una conclusión subjetiva, que respeto, pero no comparto.

Falsedades que rechazo: que aconsejé a Macías el pacto con Atanasio Ndongo; que redacté la constitución guineana de 1973; y que realicé una impresión de sellos de Guinea en Liechtenstein. Desafio al autor de estas falsas informaciones, y a usted como responsable del periódico que las acoge, a que las pruebe. Si no son capaces de ello, ninguno de ustedes merece la consideración de persona responsable.

La conclusión de considerar triste mi papel, y hundidas para siempre mis aspiraciones de liderazgo político, es sólo una cuestión de opinión. Es más triste la suerte de los que han renunciado a lo que fueron para devenir lo que son, que la de aquellos que no hemos abdicado de lo que fuimos, aun al precio que ustedes nos hacen pagar, para ser lo que se debe ser: personas de conciencia histórica, y no simples oportunistas. Además, no habiendo tenido aspiraciones personales de liderazgo, puedo seguir manteniendo la ambición de que un día triunfe en España la idea moderna del Estado democrático.

Cada cual tiene derecho a instalar su vida en el modus vivendi de su elección. No discuto, por tanto, la legitimidad de un escritor ex antifranquista para instalarse ahora, a través de EL PAIS, y desde una pretendida pureza intelectual, en la fobia de la coherencia democrática.

Al vivir en y de la negación de los que siguen creyendo en lo que antes fue la condición del escritor independiente, éste ya no afirma nada, salvo su propia renegación. Tiene que destruir todo lo que, a su pesar, admitir para hacerse la ilusión de que aún conserva una conciencia; pero nunca podrá evitar que esa nueva conciencia sea ya, indefectiblemente, una mala conciencia, es decir, una conciencia de mala fe. Al referirse a esta clase de conciencia decía Sartre que no se miente sobre lo que se ignora, ni cuando se propaga un error, ni cuando uno mismo se engaña. Pues bien, el señor Goytisolo, cuando escribe sobre Guinea, ignora, propaga errores, se engaña, y además, respecto al golpe de Estado de Atanasio Ndongo y a los sellos de Liechtenstein, miente.

Para que usted, señor director, lo sepa de una vez, y aunque esta verdad pueda desagradarle, afirmo que no he realizado un solo acto de apoyo a la dictadura de Macías y que no he recibido en concepto de honorarios profesionales, ni en cualquier otro concepto, beneficio económico alguno de ese pequeño país, que merecería mejor suerte y que, en todo caso, a tenor de lo publicado en su periódico, ustedes ni siquiera han intentado conocer.

07 Agosto 1979

Guinea Ecuatorial y las posibilidades de España

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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MAL AÑO para los tiranos: el presidente Macías viene a unirse a la lista en la que ya están Reza Pahlevi, Idi Amin, Somoza. Macías no era el más benévolo de ellos: las hazañas del que fue llamado «presidente loco» van desde los decretos para su glorificación en vida -entronizado en el palacio y en los templos- hasta la matanza a palos de los ministros con opiniones diferentes a las suyas. Y la ruina de un país. Desgraciadamente, no siempre las tiranías se sustituyen con libertades, sino que, a veces, no son más que relevos. Esperemos que Teodoro Nguema, cuyo primer acto ha sido abrir las puertas de las cárceles, lleve adelante este misterioso toque de gracia que ha cambiado radicalmente su biografía: de ayudante de campo, hombre de confianza y viceministro de Defensa del tirano, a liberador del pueblo oprimido. Aparte de una rectificación de conciencia, siempre posible, puede tener detrás la influencia de los nuevos modos occidentales, a los que preocupaba la inclinación de Macías hacia la URSS y hacia Cuba, en las que no había encontrado toda la reciprocidad que esperaba porque esos países -como antes China- estaban despavoridos ante el caos irreversible -social, económico, político- en que Macías tenía sumido el país. La posibilidad de que Nguema pudiera seguir inclinándose hacia ese grupo, ofreciéndoles el orden previo que deseaban encontrar, se ha estudiado también; pero no hay, en estos primeros momentos, información suficiente. La prudencia con que se ha movido la delegación española enviada con urgencia al Camerún para seguir desde esa distancia (en la embajada de Camerún se llevan los asuntos de Guinea a partir de la ruptura de relaciones en 1977) se aceleró después con el viaje oficial a Guinea y el reconocimiento del nuevo régimen. Parece que España tiene confianza en el nuevo «hombre fuerte» del país, antiguo cadete de la Academia Militar de Zaragoza, donde obtuvo su primer título, y ya le ha declarado su apoyo,Toda la paranoia de Macías se basaba en la «cuestión española»: su elección a la presidencia fue ya desafiada por dos candidatos rivales apoyados por intereses españoles (cada uno de ellos, eso sí, por un sector rival dentro del poder español de la época), y en todos los golpes de Estado, reales o imaginarios -a veces le sirvieron únicamente para las grandes purgas-, vio la mano de España, cuya guarnición expulsó -estaba prevista en los estatutos de independencia la continuación de unidades militares españolas- al mismo tiempo que a técnicos y peritos, sin importarle nada que al no tener sustitutos para ellos el tratamiento de las riquezas del país -café, cacao, maderas- sufriera hasta llegar a la ruina en que se encuentra. España respondió a los ataques de Macías con una decisión insólita, que fue la de implantar una fuerte censura en la prensa española sobre el tema: para que aquí nadie se enterase de la tosquedad, la ignorancia y la probable corrupción con que se habían llevado los asuntos de la descolonización, y la lucha de intereses de personajes y grupos en que se había desarrollado. Prestó, como es tradicional en nuestra política exterior-interior, poca ayuda y protección a los españoles que salían de Guinea o a los que se mantenían en ella en condiciones de apuro, y menos a los guineanos que se habían comprometido con España. El almirante Carrero y luego Carlos Arias no supieron evitar los crímenes de Macías, pero supieron, en cambio, ocultarlos a los españoles. El socio y amigo del tirano, el abogado español García Trevijano, pudo así presumir de liberal en los salones de la Corte mientras el presidente, ahora derrocado, asesinaba en masa. Esta es la historia de nuestra penúltima descolonización (la última fue el Sahara): pillaje y violencia en la antigua colonia; ignorancia, pillaje, impotencia, en la antigua metrópoli.

Los intereses de súbditos españoles, y de España en general, en Guinea, siguen siendo, no obstante, importantes. Si no han tenido ya ayuda española, los nuevos dirigentes guineanos podrán tenerla ahora en el caso de que piensen, realmente, hacer girar toda su política. Hay otros muchos países interesados en la penetración en Guinea; desde las grandes naciones negras que la rodean, para las cuales la riqueza natural y la debilidad terrible del país son verdaderos alicientes, hasta la pugna URSS-Estados Unidos, para los cuales un centro como la isla de Fernando Poo -hasta ayer, isla del Presidente Macías- y su extensión continental son de verdadera importancia en un momento en que la situación de Africa es inestable. Una competencia demasiado fuerte, pero que en ningún caso debe impedir que España, sin intenciones hegemónicas ni sueños imperiales, ofrezca su ayuda a la instalación de una posible democracia que tiene en su suelo una base económica suficiente para sustentarse y reciba a cambio de esa ayuda la defensa de sus intereses. Todo ello será posible si no sólo los guineanos, sino también los españoles, son capaces de olvidar su antigua relación colonial y las dañinas torpezas de la descolonización. Y si se evita la voracidad de algunos intereses privados en beneficio de los intereses públicos de los dos países.

Para todo ello habrá que esperar que se Clarifique la situación, que se sepa verdaderamente cuál es la intención de Nguema, quiénes las personas de que se rodea, cuáles las fuerzas que le han podido mover, y hasta dónde llegará la resistencia que pueda encontrarse.

El Ministerio español de Asuntos Exteriores ha tomado ya partido: parece que el camino no le ofrece ninguna duda. Guinea es, en cualquier caso, el único país del Africa negra castellanoparlante. Impulsar y promover la presencia de España allí, de su lengua, de su cultura, de su política y de su amistad es una obligación de Estado, como lo era apoyar al exilio bubi -raza aniquilada por Macías-, ante el cual la indiferencia e insolidaridad españolas fueron, una vez más, lacerantes. Ojalá todas estas cosas sirvan para aprender alguna lección