EL MUNDO y LA RAZÓN acusan a la SER de hacer campaña contra el PP durante la jornada del 11-M, Daniel Anido replica a Pedro J. Ramírez

En política no basta con ser. Hay que parecer. Como mujer del César. La portada que este periódico publico ayer demostrando la transparencia con que actuó el Gobierno el 11, el 12 y el 13 de este mes. Pero eso no bastó. Al PP le faltaron medios de comunicación y, sobre todo, periodistas con pegada para contrarrestar la operación orquestada por el Grupo PRISA desde su televisión informativa 24 horas, puente de mando que orientaba a la SER, a TELECINCO, a los canales locales, a los periódicos simpatizantes, arropados todos por la contundencia de EL PAÍS. No se puede hacer mejor una operación mediática. El Gobierno actuó con escrupulosa transparencia. Pero pareció lo contrario, zarandeado por el vendaval mediático.

Aznar ganó por mayoría absoluta las elecciones hace cuatro años con la misma tormenta desencadenada contra él. Eso le llevó a creer que no son imprescindibles los medios de comunicación para la victoria electoral. En circunstancias normales es posible que así sea. Pero cuando se produce un acontecimiento inesperado de envergadura, entonces o se dispone de aparato mediático bien dirigido para encauzar a la opinión pública o se sucumbe frente a los que sí lo tienen y lo saben manejar.

La verdad se abre siempre paso. El Gobierno de Aznar demostrará su honradez, la transparencia de su información durante la gran crisis y la ausencia de manipulación. Un poco tarde, la verdad.

Luis María Anson

Aunque José Luis Rodríguez Zapatero concedió entrevistas a todas las principales emisoras, lo cual le honra, desde el inicio de la campaña dejó claras sus preferencias. Su periódico es El País; su cadena de radio, la Ser. Es bueno que se sepa porque, además, es una inclinación justa, pues de bien nacido es ser agradecido. Aznar había cometido graves errores en relación a la guerra de Irak, tuvo la enorme desdicha de que se consumara una masacre en vísperas de las elecciones y volvió a equivocarse al atribuir falsamente el atentado a ETA. Puede que en todo caso el PSOE hubiera ganado unas elecciones que tenía perdidas la víspera del 11-M. Pero sin la descarada campaña de agitación y propaganda movilizando a la opinión contra el PP que desarrollaron los medios de Polanco, y en especial la Ser, Zapatero no habría logrado el margen que le permitirá gobernar en solitario.

El resumen de las transcripciones de los programas de la Ser en esas horas decisivas ofrece la constatación empírica de que, más que como un medio de comunicación, la principal cadena privada de radio se comportó como una máquina de guerra que pedía serenidad -«ojalá nadie cambie su voto»- cuando ella misma creía que la autoría era de ETA e incitaba a la histeria hasta en el Carrusel Deportivo cuando se abría paso la tesis del terrorismo islámico.

Esto no es óbice para que algunos de sus redactores realizaran un trabajo informativo notable, aunque sus errores -el falso descubrimiento de los restos de uno o varios kamikazes- se volvieran contumaces cuando manejaban datos perjudiciales para el Gobierno.También hubo comentaristas que trataron de aportar equilibrio y ponderación, pero el tono abrumadoramente dominante fue el que desembocó en la advertencia de uno de ellos, al filo de la medianoche de la jornada de reflexión, de que podía decretarse un «estado de excepcionalidad».

Todo esto será repudiable pero es perfectamente lícito en un país con libertad de expresión. Hay que preguntarse, claro está, por la política estúpida y suicida que ha permitido el flagrante desequilibrio actual en el mapa de las ondas, siendo la radio un medio sometido, por desgracia, a concesión administrativa.Habría bastado con que el Gobierno hubiera ejecutado la sentencia de la Sala Tercera del Supremo sobre la ilegal absorción de Antena 3, para que la Ser hubiera perdido una parte significativa de su apabullante fuerza de choque.

Por otra parte, el tono chusco y abiertamente insultante de algunas de las tertulias de la Ser, marcado en buena medida por su propio equipo directivo, constituye la antítesis del estilo con que Zapatero ha prometido gobernar. Veremos si esta vez la radio de sus amores no termina siendo también el verdadero espejo del alma del partido que lidera quien con tanto fervor la escucha.