30 diciembre 1870

El General Juan Prim, jefe de Gobierno español y artífice de la coronación de Amadeo de Saboya como Rey, es asesinado

Hechos

El 3′.12.1870 el General Juan Prim falleció victima de las heridas de un atentado.

Lecturas

El 31 de diciembre de 1870 la prensa española informa del asesinato del general D. Juan Prim Prats, principal responsable del derrocamiento de la reina Dña. Isabel II el 28 de septiembre de 1968 y también principal responsable de la inminente instauración de una nueva monarquía en España en la persona de D. Amadeo de Saboya.

El atentado ha sido llevado a cabo por un comando de nueve republicanos encabezados por el diputado D. José Paul Angulo. Se especula de que el crimen pudo ser ordenado por D. Antonio de Orleans, duque de Montpensier, que, como hijo menor del rey de Francia, D. Luis Felipe I de Orelans aspiraba a haber sido el rey de España, pretensión que D. Juan Prim Prats frustró al apoyar la candidatura de D. Amadeo I de Saboya.

EL GENERAL PRIM

EL IMPARCIAL (Editor: Eduardo Gasset y Artime)

31-12-1870

Leer

¡Inmenso dolor embarga nuestra alma! Acostumbrado al espectáculo diario de las iniquidades de los hombres y a la vida agitada de la política, donde tan pequeñas parecen las eminencias y tan grandes las pasiones que sirven de resortes a la marcha de los partidos, habíamos llegado a contagiarnos de esa horrible frialdad, de ese excepticismo helador que reina habitualmente en el campo de la política y eran bien pocas las veces en que nuestra razón y nuestra inteligencia solían verse postergadas por la voz del sentimiento, por los impulsos del corazón. Pero ¡ah! Es que perdidas como la que hoy todos deploramos, desgracias tan irreparables para el país y para la libertad como la muerte en los momentos actuales del cien veces ilustre general Prim, caen pocas veces sobre los pueblos. Por eso su muerte lleva la consternación y la amargura a los que estábamos acostumbrados a mirar como una garantía de lo presente y una esperanza para el porvenir al insigne caudillo que levantó primero la bandera de la revolución y ha tenido bastante energía, bastante fuerza de voluntad para llevar su obra hasta el último remate.

¡Maldición sobre los infames asesinos que por premio de tantos esfuerzos han levantado su brazo contra aquella preciosa existencia!

¡Mil veces malditos los que, por satisfacer una venganza cobarde, unos miserables instintos y una feroz saña contra el que ha tenido a raya la demagogia devastadora en medio del cataclismo revolucionario, han segado una vida necesaria para la libertad, una firme columna en nuestras instituciones democráticas, una espada poderosa contra la reacción y contra la anarquía!

No desconocemos ni mucho menos tratamos de rebajar en lo más mínimo la gloriosa participación que cada uno de los caudillos de la revolución ha tenido ántes y después de 1868; todos en su esfera y desde el puesto que las circunstancias le ha colocado, han hecho por la patria y por la libertad lo que la patria no olvidará jamás. Pero no por eso es menos cierto que la poderosa iniciativa del general Prim y sus cualidades personales han entrado por mucho en el desarrollo del drama revolucionario, y bien claro lo demuestran las iras que habían concitado contra él, no sólo la feroz demagogia encadenada por su potente brazo, sino también las esperanzas que habían hallado siempre en el general Prim una resistencia patriótica e inevitable.

Colocado el general Prim desde junio de 1869 a la cabeza del Gobierno responsable del Regente, él ha sido el espíritu que vivificaba al Gabinete y la voluntad enérgica en las situaciones difíciles. Antes de esta época su popularidad, sus antecedentes y la confianza que a todos los partidos liberales inspiraba, contribuyeron poderosamente a salvar la monarquía dura y violentamente combatida por la democracia republicana. Como ministro de la guerra cuando el orden público y el ejercicio majestuoso de las libertades vióse perturbado por el fanatismo de las masas, el general Prim se mostró tan enérgico en la represión como magnánimo después del combate, y hay bien pocos hombres en la historia de nuestras luchas intestinas tan dispuestos al perdón por lo mismo que aquella alma era todo generosidad y abnegación.

¿Qué más podía pedirle la revolución y la patria? ¿Quién, en tan poco tiempo, en circunstancias tan difíciles y teniendo enfrente enemigos tan poderosos ha hecho otro tanto?

Ah… Sí, eran ecesario más, era necesario que hiciera el sacrificio de su vida: que diera hasta el último aliento por la grande obra a que había unido su nombre, y como Lincoln, el inmortal Lincoln, que readmitió con su martirio a los esclavos, el general Prim ha redimido a la monarquía sucumbiendo bajo los golpes de infames asesinos.

Sic Semper tiranis, exclamó el feroz Booth al hundir en el cráneo de Lincoln la bala que le privó de la vida. Esta misma idea habrá posiblemente inspirado a los asesinos de la calle del Turco al arrojarse furiosos sobre el carruaje del general Prim; y, sin embargo, el tirano de los Estados Unidos legaba a la humanidad la libertad de cuatro millones de esclavos, como el general Prim lega a su patria las instituciones más libres de Europa, una monarquía que se creía imposible después de la revolución, y el desarrollo fecundo de todas las instituciones y de todos los intereses.

La muerte del general Prim arrancará hoy una lágrima de dolor a todos los españoles que por encima de la pasión política ven al iniciador del período revolución; pero su nombre ocupará en la historia uno de los primeros puestos en el martirologio de nuestros liberales.