1 marzo 2008

Era la máxima autoridad de las FARC después de Manuel Marulanda 'Tirofijo' del que era yerno

El Gobierno colombiano de Uribe vuelan al dirigente de las FARC, Raúl Reyes, número 2 de la guerrilla, en su campamento de Ecuador

Hechos

  • El 1.03.2008 el gobierno de Colombia confirmó el bombardeo por parte de su ejército de un campamento de las FARC situado en territorio de Ecuador, bombardeo en el que murió Luis Edgar Devia Silva, alias «Raúl Reyes».

Lecturas

ENFRENTAMIENTO ENTRE EL GOBIERNO DE COLOMBIA Y LOS DE ECUADOR Y VENEZUELA

RafaelCorrea_Uribe No sólo el gobierno de Ecuador, presidido por Rafael Correa, protestó por la actitud ilegal del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, sino que también el Gobierno de Venezuela, Hugo Chávez, denunció públicamente la actitud de Uribe. El propio Chávez insultó por televisión a Uribe y le amenazó con la guerra.

05 Marzo 2008

Tensión por las FARC

Editorial (Director: José Antich)

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Colombia violó la legalidad internacional al cruzar la frontera con Ecuador el sábado pasado para atacar una base de los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en cuya acción mató al número dos de ese grupo terrorista, Raúl Reyes. Una acción, con el beneplácito de Estados Unidos, que ha provocado graves tensiones diplomáticas y militares y que puede haber afectado a las negociaciones para la liberación de Ingrid Betancourt, la ex candidata presidencial colombiana secuestrada por la guerrilla.

El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha protestado airadamente por el incidente, que ha ocasionado además la desmesurada solidaridad de Venezuela, cuyo presidente Hugo Chávez, ha dicho que se trata de un casus belli y ha ordenado el envío de diez batallones a la frontera colombiana.

Pero Correa debe dar explicaciones por amparar y dar cobijo en su territorio a las FARC, lo que también viola gravemente la legalidad internacional. Y tanto él como Chávez deben responder de las graves acusaciones de financiar las FARC que ha efectuado el gobierno de Colombia, sobre la base de la información incautada a Raúl Reyes. Una cosa es impulsar la revolución bolivariana desde la democracia y otra apoyar y financiar un grupo guerrillero que desestabiliza gravemente a Colombia desde hace cuarenta años.

04 Marzo 2008

Crisis a tres bandas

Editorial (Director: Javier Moreno)

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La muerte del número dos de las FARC y una veintena de insurgentes en un ataque colombiano en territorio ecuatoriano ha desatado una grave crisis diplomática. Venezuela y Ecuador han enviado tropas a sus fronteras con Colombia y han retirado a sus embajadores en Bogotá. El incidente ha puesto al Gobierno de Álvaro Uribe en una situación política y militar delicada.

Resulta evidente que la acción colombiana exigía explicaciones previas a Ecuador, aun tratándose de una lucha legítima contra una organización ilegal en un lugar remoto y en condiciones extremas. Bogotá se ha apresurado a pedir excusas a Quito, que si pareció aceptarlas inicialmente, se ha sumado después a los inflamados puntos de vista de su aliado Hugo Chávez. Porque una vez más la sobreactuación viene del líder venezolano, que ha insultado chulescamente a su homólogo colombiano y utilizado un lenguaje bélico inadmisible en quien no es parte perjudicada. La querencia de Chávez por las FARC -para quien pide sin rebozo el estatuto de ejército combatiente- arrasa la decencia mínima exigible a un jefe de Estado. Pero tan importante como esta grave afinidad es el hecho de que necesita un chivo expiatorio para galvanizar a los suyos tras la derrota en las urnas de diciembre y los estragos del desabastecimiento venezolano.

Uribe ha franqueado el Rubicón con su acción en Ecuador. Si algo queda claro con la muerte de Raúl Reyes es que Bogotá profundiza su acoso contra la insurgencia, convertida con los años en esclerotizada fuerza narcoguerrillera, privada de iniciativa militar y progresivamente vulnerable. Para las FARC, la desaparición del yerno de Marulanda representa el mayor golpe en muchos años. El contundente mensaje debería modificar la estrategia de sus dirigentes hacia una salida política negociada. Es improbable que la crisis abierta entre los tres países andinos con estrechos lazos comerciales llegue a mayores, pero sería insensato achicar los peligros de la tensión que Chávez viene acumulando en la zona. Si es el momento de que Bogotá -que se desmarcaba ayer de esta estrategia al anunciar que no reforzará sus tropas fronterizas- haga los esfuerzos necesarios para recomponer sus relaciones con Ecuador, también lo es de que los mediadores interamericanos se tomen en serio un conflicto que puede acabar desestabilizando la región.

05 Marzo 2008

La 'guerra' de Chávez

Miguel Ángel Bastenier

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El presidente Álvaro Uribe se ha apuntado un gran éxito político con la operación en la que el Ejército colombiano ha dado muerte a Raúl Reyes, ministro de Exteriores virtual de las FARC, aunque para ello los militares hayan tenido que violar la soberanía ecuatoriana, adentrándose en el país vecino. Éxito porque merece la aprobación de gran parte de la opinión colombiana, con la excepción de familiares de secuestrados que temen que provoque un mayor endurecimiento de las condiciones de vida de sus seres queridos, junto a elementos de la izquierda radical que promueven con la fe del carbonero unas conversaciones de paz que al Gobierno de Bogotá nunca le han apetecido, pero que también desplacen a los insurrectos.

El operativo ha sido de tal precisión quirúrgica y optimetría satelital que Bogotá no esperaba la furiosa reacción del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, aunque difícilmente podía extrañarle que Hugo Chávez montara en cólera mediática. El presidente venezolano ha cerrado su embajada en Bogotá, desierta desde noviembre cuando Uribe le retiró el plácet para negociar con las FARC, y otro tanto ha hecho el ecuatoriano, lo que puede deberse a la polvareda levantada por las acusaciones basadas en la información hallada en el ordenador de Reyes. Documentos presentados por el respetadísimo general Oscar Naranjo retratan a Chávez como financiero y proveedor de armas de las FARC, y a Venezuela como el mejor santuario para la guerrilla; Correa, mucho menos implicado, parece, sin embargo, cautelosamente comprensivo con la guerrilla. El ex teniente coronel, inveterado partidario de matar las mariposas a cañonazos, amenazaba, en cambio, con la guerra si se producía una violación similar de la divisoria venezolana, error y menosprecio del derecho internacional que jamás debería cometer Bogotá. Pero las razones de Chávez pueden conectarse con la gravedad de las revelaciones colombianas. Lo que haya de verdad sobre el compadreo de Caracas con las FARC, aunque debe verificarse por medio de una investigación independiente, ha podido incitar al mandatario venezolano a una acción preventiva, un bosque de imprecaciones, donde ocultar con tambores de guerra si no al mundo, sí a su parroquia, los aspectos más clandestinos del bolivarianismo.

La operación es todo un puñetazo de Uribe sobre la mesa, con el que recupera una iniciativa política que había perdido cuando Chávez y las FARC, haciendo caso omiso de que hubiera retirado la venia para mediar, seguían liberando secuestrados, aunque con cuentagotas, siempre a la mayor gloria del líder venezolano. Y, al mismo tiempo, ese golpe de efecto puede tener notables consecuencias a medio y largo plazo. El presidente colombiano no cesa de afirmar que lo importante no es el hombre sino la causa; no tanto su persona como la perdurabilidad de su obra, pero recientemente se han reavivado los esfuerzos de sus partidarios más lambiscones para plantear que, con los apaños constitucionales necesarios -en Colombia, coser y cantar- Uribe opte a un tercer mandato. Y nada puede propulsar su candidatura tanto como un éxito así, con la única salvedad de que faltan más de dos años para las presidenciales, y la muerte de Reyes quizá no dé para tanto. Nada más fácil, si se presentara la chance a semanas o meses de los comicios, que decirle al electorado que, ya medio descabezadas las FARC, sería necedad e imprudencia confiar el timón del Estado a otras manos.

Si el partido de la izquierda, el Polo Alternativo Democrático aprovecha la oportunidad para condenar a Uribe con demasiado énfasis, por mucho que haya sólidas bases jurídicas para ello, la opinión lo interpretará como una nueva concupiscencia con las FARC, y ello confortará en extremo a Uribe o sus sucesores en la contienda del verano de 2010. El Polo hace bien, con todo, en organizar una gran marcha para mañana jueves contra los paramilitares, secuestradores y asesinos que por defender, supuestamente, al Estado contra la subversión lo que han hecho es envilecerlo. El error de una parte de la izquierda fue boicotear la gran protesta de febrero contra la guerrilla; en la que, tácitamente, lo que el pueblo colombiano estaba pidiendo era, precisamente, lo que acaba de ocurrir: un golpe al corazón de la banda terrorista.

09 Marzo 2008

Falso ruido de tambores

Carlos Nadal

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En los primeros seis días del mes iba en aumento un alarmante clima de tensión entre Ecuador y Venezuela por una parte y Colombia por otra. De pronto, el viernes, en la reunión hispanoamericana del grupo de Ríos, en la República Dominicana, todo ha acabado en abrazos y estrechamiento de manos. ¿Aquí no ha pasado nada? Sería ingenuo creerlo.

Los cambios de política hacia una nueva izquierda que supusieron las subidas a la presidencia en Venezuela de Hugo Chávez, en Ecuador de Rafael Correa y de Evo Morales en Bolivia dejaban al presidente Uribe en Colombia en una situación doblemente incómoda en su lucha de muchos años contra la guerrilla de las FARC y la presencia norteamericana para contribuir a combatirla. Se hacia patente la incompatibilidad con unos regímenes implantados precisamente basándose en los principios del nacionalismo de signo socializante y antiestadounidense. Pero la tensión de estos primeros seis días de marzo y la reconciliación final en la reunión de Río son una muestra de lo que hay de fondo y de aparente en la conflictividad que vive la Latinoamérica que Chávez llama bolivariana.

La crisis de estos días pasados tuvo un origen de alarmante impacto. Aviones y tropas colombianas atacaron un santuario de las FARC en territorios ecuatoriano, ocasionaron la muerte de 17 guerrilleros y, lo más importante, de Raúl Reyes, segundo jefe de la fuerza rebelde colombiana. Claramente, la acción militar era ilegal. Violaba la soberanía de Ecuador. De ahí la protesta del Gobierno de Quito, que abría un periodo de peligroso enfrentamiento. Y el presidente venezolano, con una de sus habituales vulgaridades cuarteleras, dijo públicamente a su ministro de Defensa aquellos de “mándeme diez batallones a la frontera” colombiana. Amén de dedicar al presidente Álvaro Uribe lindezas tales como la de llamarle mafioso y criminal.

¿Ahora, después de tanto ruido de tambores, qué queda de este incidente? En primer lugar, que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha obtenido excusas de su homólogo colombiano. Pero se ha apresurado a aceptar porque sabía que estaba en falso al haber salido claramente al conocimiento internacional que si era cierto que tropas colombianas habían violado territorio ecuatoriano, no lo era menos que en este obtenían refugio y lugar desde donde actuar en Colombia los guerrilleros de las FARC, que están en la lista europea y estadounidenses de organizaciones terroristas. Las informaciones relativas a posibles documentos sobre ayuda todavía más precisa y delictiva del Gobierno ecuatoriano a las FARC suman razones para que Correa haya aprovechado la reunión de Ríos para dar por zanjada la cuestión, satisfecho con las excusas presentadas por Uribe.

Otras cosas se han puesto de manifiesto en Río. Una, que Uribe ha salido en realidad reforzado, precisamente cuando ha logrado en los últimos años que las FARC se hayan retirado de variar de las zonas que ocupaban y la reducción de sus gentes armadas de 16.000 a poco más de 9.000. En cuanto a Chávez, su oratoria populachera lo ha colocado una vez más en falso. Quiso aprovechar el incidente entre Colombia y Ecuador para compensar con su desafiante actitud en el exterior la creciente desafección que recoge entre los venezolanos. Prometió ser el remedio mágico a los muchos males sociales del país y lo que gran parte de este comprueba es el crecimiento abusivo de un sistema de clientelismo burocratizado y corrupto mientras escasean productos elementales de consumo y se hace insoportable el aumento de la delincuencia. Ante esta realidad, es difícil que le beneficie regresar de la reunión de Río habiendo aceptado el apretón de manos que le ofrecía Uribe, el ‘mafioso’ y ‘criminal’.

Razones no le faltan al bolivariano Chávez para bajar el tono. Ya el 26 de enero cultivó vanamente su teoría del ‘enemigo exterior’ al hablar de posible confrontación bélica con Colombia, de lo que informó puntual y acertadamente Joaquim Ibarz para LA VANGUARDIA. Y no existía entonces ni asomo de motivación para evocar un posible casus belli. Pero esto sí: el 3 de diciembre anterior, Chávez había sufrido uno de los contratiempos más vejatorios para un presidente que basa su política en un desbordante populismo. Con más del 50 por ciento de los votos y con una abstención del 44 por ciento, el pueblo venezolano rechazó una reforma constitucional que permitía al presidente ser reelegido indefinidamente. Era una bofetada. Y la respuesta de Chávez a los venezolanos que acababan de rechazarle el caudillismo fue doble: por un lado, el aviso de que “no se le vaya a ocurrir a Colombia una provocación contra Venezuela”. Por otro, la oferta como líder con autoridad que mediaba en la liberación de rehenes retenidos en condiciones infrahumanas por las FARC a las que había reconocido recientemente como ‘fuerza beligerante’.

Terminan, pues, unos días críticos. Lo cual no garantiza que todo vaya a entrar en un periodo de tranquila convivencia. La situación creada en Venezuela, Ecuador y Bolivia no contribuyeron a creerlo. Y la Colombia de Uribe no se desembarazará fácilmente del desagarramiento de la guerrilla y del narcotráfico ni de las artes de sus vecinos para fomentar la desestabilización.