1 abril 1933

Judíos franceses responden en ese país pidiendo que se boicotee a los negocios que sean propiedad de alemanes

El Gobierno de Hitler en Alemania pide a sus ciudadanos que boicotee los negocios propiedad de judíos en Alemania

Hechos

En abril de 1933 se aireó el boicot a los negocios judíos.

Lecturas

DIMISIONES

El consejero Sr. Kastl, miembro del Comité de la Federación Alemana de Industrias, que es de raza judía, ha presentado la dimisión.

El profesor D. Albert Einstein, judío alemán, ha anunciado su dimisión como Director del Instituto de Física Emperador Guillermo y también como Académico Prusiano de Bellas Artes.  El Gobierno nazi ha incautado la cuenta que tenía Einstein en un Banco que se elevaba a 30.000 marcos.

04 Abril 1933

Judaismo y marxismo

César González Ruano

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Mal sábado y lógico sábado este primero del mes en que han de florecer los tilos por la tierra del Reich. Mal sábado para los eternos errantes de la estrella salomónica este sábado de la cruz esvástica. Triste e inevitable sábado que se veía llegar pensando en las verdades alemanas, y curados por la gracia de Dios, de espantos falsamente sentimentales, repetidos en nuestra Patria con sospechosa prodigalidad. Mal sábado, lógico y triste, que venía anunciando para todo aquel que pensara un momento en que Alemania no es un país aislado del mundo, que no pudiera permitirse exteriorizar un sentimiento o reaccionar ante un espectáculo internacional que ha herido esta sensibilidad, desde hace catorce años en carne viva. Pero, con todas las justificaciones que se podrían encontrar y que se encuentran, por supuesto, para esta actitud del Gobierno y del pueblo, es un triste sábado este sábado de abril, nervioso y anormal en las calles; sábado que, bajo arcos de lluvia, pasó encrespado y duro, cargado de pasquines y de banderas. El nacionalismo alemán ha concretado hoy más que nunca el viejo convencimiento de que todos sus males se resumen en los judíos, quienes para ellos, de un modo evidente, han movido fuera de Alemania las últimas campañas antigermanas y el boicot de ciertos países a los productos nacionales. Esta dimensión de las propensiones de los recelos que los alemanes sienten por el judío es lo primero que debería estudiarse serenamente antes de aventurar ningún juicio, no permitiéndose nadie ese afán de puntos de vista, quedándose desnuda y limpiamente la verdad. Con la verdad de un pueblo que tiene comerciantes y burócratas judíos, pero ni un solo obrero judío, síntoma de alguna importancia.

El triunfo hitleriano ha exaltado más apasionadamente que nunca, en reacción contra el internacionalismo marxista al nacionalismo espiritualista. Todas las anécdotas del último mes de marzo lo dicen bien claramente. Asistimos a la restauración del espíritu de Weimar, y hora es ya de volverle su honor a Weimar, más tradicional aún que Potsdam, elegido tan arbitrariamente como lugar de reunión y escenario de la Constitución revolucionaria, lo mismo que un día puede elegirse a Loyola o a El Escorial en España para celebrar una Asamblea de extrema izquierda. En estos momentos, en que ondea nuevamente la antigua bandera de guerra proscrita por el socialismo republicano, el intento nacionalista tenía que recordar que todo lo judío responde al estilo marxista en Alemania, como en casi todo el mundo. Era ingenuo suponer que alguien podía olvidar que la República de los Consejos de Munich era judía; que Liebknecht era judío y judía Rosa Luxemburgo y tantos otros. A la caída del Imperio fueron los judíos marxistas quienes se apoderaron del Poder. Hasta entonces ninguno de ellos podía ser siquiera empleado del Estado. Hoy, un 40 por 100 de los jueces de Berlín son judíos como lo fueron Haase, mministro de Estado, y Landsberg; como lo eran el ministro de Hacienda Hilferding y Preuss, secretario del Interior. Era ingenuo que nadie pudiera olvidar estas relaciones del judaísmo y del marxismo. Ingenuo también que nadie recordara que judío era Trotski y los principale comisarios del pueblo. En Rusia, en la Administración bolchevique, de 545 miembros, 447 eran judíos. A esta experiencia divulgada hasta la saciedad había añadido el germano un sentimiento de hechos diferenciales de raza que son la base de todo nacionalismo. Muchas veces, al estudiar a Hitler, me he encontrado con la sombra precursora del conde Gobinau. Faltaba sólo la anécdota, el pretexto moral, y todo esto ha venido con las campañas anigermánicas, con el boicot a los productos alemanes brotados en varios países extranjeros. Como protesta a todo ello, repito, ha comenzado hoy el boicot alemán al mercado judío, cargado de tristeza y quizá de responsabilidad el día del sábado. A las diez de la mañana patrullas de nazis comenzaron a recorrer la ciudad fijando sobre las puertas y los escaparates de los comercios judíos carteles antisemitas, en los que se advertía al público que dar un marco a un judío era quitárselo a la industria y al comercio nacional. Un público de curiosos, advertidos desde el día anterior, contemplan a las milicias nazis y sus maniobras, pero todo sucedía siempre de un modo alemán, como no acabará nunca de comprender el español. Sin un grito, sin un comentario, con un orden absoluto. Los principales comerciantes no abrieron; otros resistían detrás de los escaparates en una actitud fría e impasible, como si aquello no fuera con ellos. El raro cliente que entraba en una tienda era advertido por los nazis que custodiaban la puerta, y si el cliente insistía, ni que decir tiene que entraba. Coches de propaganda anunciando el boicot contra los judíos recorrían las calles con las banderas nacional y hitleriana, y la Policía, con sus enormes carros, pasaba mostrando su presencia que nadie tuvo que reclamar para nada grave.

Así ha transcurrido el día, nervioso y triste, pese a la tranquilidad mantenida en todo momento, y con una monotonía de detalles que haría insoportable su descripción. EL proyecto del Gobierno consiste en interrumpir el boicot el lunes y el martes prosiguiéndolo el miércoles si noticias del extranjero no anuncia que ha terminado el boicot a los productos alemanes, las amenazas a sus súbditos y las campañas difamatorias. Pero el ejemplo, evidentemente audaz y reconocidamente peligroso, de fuerza y de energía, está ya dado. Es hacer poco honor a la inteligencia bien demostrada del Gobierno creer que no ha pensado en que este sábado puede ser arma brindada a la faz de argumentaciones polémicas, o simplemente injuriadores, de sus enemigos. Un alemán piensa todo lo que hace y aun todo lo que no hará nunca. Hitler, Goering y sus hombres han marcado una vez más, después de la técnica de la conquista del Estado, la estrategia de ciertos perfiles de revolución permanente como medio defensivo del Estado y del Poder. Ahora podrán venir los puntos de vista. A mí en ése un asunto que no me incumbe. No me podía importar sino la divulgación sencilla de la verdad, poniéndole música a los telegramas que envíen las Agencias. Y éstas son, a mi modo de ver, las verdades de fondo y de forma.

César González Ruano