15 enero 2003

El grupo propietario de cabezeras históricas como Time, de la productora Warner Bros o de la cadena CNN no ha logrado que Internet les reporte los beneficios que esperaba

El hundimiento bursátil del grupo AOL Time Warner derriba a su presidente Steve Case ‘el genio de Internet’

Hechos

El 15.02.2003 se hizo pública la dimisión de Steve Case como presidente de AOL Time Warner.

Lecturas

CADENA DE DIMISIONES EN AOL TIME WARNER

RichardParson Richard Parson, CEO de Time Warner, confirmado como ‘hombre fuerte’ del grupo.

Los personajes que la hicieron posible la gran fusión AOL Time Warner han ido cayendo, uno a uno. El primero fue el prestigioso gestor judío Gerald Levin, el hombre que entregó Time Warner a los efímeros magnates de AOL, jubilado en mayo del año pasado, que fue reemplazado como CEO por Richard Parson. Bob Pittman y Barry Schuler, dos de los lugartenientes de Case, dimitieron casi al mismo tiempo. Cada dólar que perdía la cotización bursátil de AOL Time Warner, lastrada por la escasez de negocio en Internet, elevaba un poco más la presión sobre Case, el último superviviente y el mejor situado. Case, que abandonará su puesto el próximo mes de mayo, simboliza el estertor final de una época.

RELEVO TAMBIÉN EN LA CNN

jim_walton_cnn Jim Walton, nuevo presidente de la CNN.

Unido a la caída de Steve Case como presidente de AOL Time Warner, también ha habido relevo en la presidencia de una de las principales cadenas de televisión del grupo, la CNN.  El hasta ahora presidente de la CNN, Walter Isaacson, un veterano editor de la revista TIME (también del Grupo Time Warner), anunció ayer su dimisión tras 18 meses en el cargo. Su salida se hará efectiva en primavera. Jim Walton, actual director de explotación del grupo CNN News, le sustituirá como presidente de la CNN. La dimisión de Isaacson -solicitada por él mismo, según indicó ayer la dirección de la cadena- se produce sólo 24 horas después de la de Steve Case, aunque la del primero está más relacionada con la lucha iniciada en la CNN, y que hasta ahora no ha dado grandes resultados, contra las caídas de audiencia.

15 Enero 2003

Internet después de Case

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Hace menos de cuatro años, Steve Case, el entonces todopoderoso presidente de America Online (AOL) – el primer proveedor de servicios de Internet del mundo – publicaba su colección de discursos sobre ese nuevo medio, titulada Ante el siglo de Internet. Si alguien encarnaba el poderío aparentemente universal y ubicuo de la Red y el éxito de las empresas de la nueva economía, ése era este ex gerente de una franquicia e Pizza Hut convertido en magnate de los medios tan omnipotente que se permitió absorbe a Time Warner, que (no lo olvidemos) ya había agrupado la cabecera de Time-Life, la productora de cine Warner Brothers y las cadenas de televisión de Ted Turner, encabezadas por la CNN, casi nada.

Ahora, la dimisión de Case en respuesta a la vertiginosa caída de resultados y cotización bursátil de AOL Time Warner adquiere un claro valor simbólico: aquellas locas aspiraciones han quedado reducidas a su dimensión real, Internet no será el factor definitorio del inicio del siglo XXI y el negocio multimedios deberá encontrar su justa ubicación dentro de una economía que no será ya nueva ni vieja, sino productiva y rentable… o no. En el caso de AOL Time Warner, la lección es dura: los sucesores de Case – muy probablemente, procedentes de Time, no de AOL; es decir, de los medios tradicionales, no de Internet – deberán redimensionar el negocio para que refleje perspectivas de crecimiento paulatino, clásico. Este se basará en el acceso por banda ancha – que multiplicará la capacidad interactiva y de servicios de Internet – y no ya en esa explosión, en ese crecimiento exponencial basado en fabulosas sinergias entre viejos y nuevos medios. Así era el ilusorio paisaje que Case bosquejaba hace tres años ante los dueños de Time Warner… y que éstos se tragaron. Una credulidad que les ha costado muy cara.

Para el resto del mundo empresarial occidental quedará de este episodio la confirmación de la resistencia y capacidad de adaptación de esos medios tradicionales, hoy – de nuevo – dominantes en el escenario de la comunicación, del que Internet será en el futuro un componente más. Importante y revolucionario, sin duda. Pero no tan omnicomprensivo como para engullir a los demás.

20 Enero 2003

La venganza de la vieja economía

Joaquín Estefanía

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Desde hace unos días hay un nuevo mártir en las filas de la nueva economía: Steve Case, presidente de la megaempresa AOL Time Warner, presentó su dimisión. Se une así, en el cementerio de astros caídos, a gente como Messier, el antiguo número uno de Vivendi Universal; o Middelhoff, de Bertelsman; o su antiguo compañero de Time Warner, Gerald Levin. La economía tradicional se está vengando de la arrogancia de quienes creyeron que con la revolución tecnológica asociada a Internet cambiarían las normas de análisis y funcionamiento del capitalismo clásico.

Steve Case, el hombre sin corbata, encarnaba como pocos el poder de la nueva economía. Pero también lo que ésta tenía de humo, que durante unos años se vendió a precio de oro. AOL Time Warner representa como pocas empresas -Microsoft, de Bill Gates, la quebrada WorldCom- la emergencia de la nueva economía. En enero de 2000 se anunciaba la fusión por absorción de las compañías AOL, proveedora de acceso a Internet, y Time Warner, la gran multinacional de medios de comunicación entre cuyos activos se encontraba la cadena de televisión CNN, la revista Time, los estudios cinematógráficos Warner Brothers -que tiene los derechos de esas máquinas de hacer dinero que son las películas Harry Potter o El señor de los anillos– y New Line Cinema, o los canales de televisión HBO y Time Warner Cable.

Esta fusión por absorción llevaba incorporada una paradoja: la empresa pequeña, AOL, absorbía a la grande Time Warner. La capitalización bursátil de la primera, en el momento álgido de la burbuja tecnológica, era muy superior a la de Time Warner. AOL, nacida en 1985, tenía 12.000 empleados en enero de 2000 (la sexta parte de Time Warner), facturaba casi 4.000 millones de dólares (seis veces menos que la otra), pero tenía unos beneficios claramente superiores (600 millones de dólares). Después del anuncio de la fusión, la parte que representaba a Time Warner era responsable del 85% de la facturación y del 80% de los recursos generados por el nuevo grupo. Y sin embargo, en la Bolsa, AOL era la empresa con más poder de las dos. Su presidente, Steve Case, sería el presidente de la fusionada, que parecía haber conseguido aquello a lo que aspiraban multinacionales como la telefónica ATT o la informática Microsoft: la convergencia completa entre contenidos y distribución, para convertirse en lo que en EE UU se denomina one-stopshow, la tienda de una única parada, esa empresa que cobra una sola factura a los clientes a finales de mes por todo tipo de productos (libros, televisión, cine, música…) y servicios (acceso de alta velocidad a Internet en los hogares, software de comercio electrónico para las empresas…), accesibles desde cualquier soporte (teléfono móvil, televisiones, ordenadores…). Lo que se preveía no funcionó por una amalgama de circunstancias. Esta experiencia demuestra una vez más que Internet tiene posibilidades infinitas pero una realidad muy tangible. El valor de la acción se desplomó porque la parte relacionada con Internet no funcionaba. Las acciones de Time Warner se pagaban a 72 dólares en el momento de la fusión; cuando se anuncia la dimisión de Case, las de la compañía fusionada estaban por debajo de los 15 dólares.

Pero en la caída de Case hay otro factor, menos publicitado pero no menos importante: la participación de AOL Time Warner en las redes de la contabilidad creativa y del fraude a los accionistas y a sus empleados. Estos últimos han visto diezmado su plan de pensiones, invertido íntegramente en acciones de su compañía. El Departamento de Justicia del Gobierno americano y la Comisión del Mercado de Valores (la SEC) han abierto investigaciones sobre la contabilidad de la empresa, que recientemente ha tenido que reconocer que había hinchado sus beneficios en al menos 150 millones de dólares.

La crisis de la nueva economía no es sólo un problema de realismo en cuanto a las posibilidades de negocio que todavía genera Internet, sino también la de esa enfermedad moral del capitalismo que se llama fraude, engaño y codicia.

16 Enero 2003

Una interesante lección de humildad

Robert Samuelson

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La dimisión de Case de su cargo de presidente de AOL Time Warner el otro día se ha considerado, muy acertadamente, como un momento simbólico: la caída del poder de una persona que declaró a Internet fuente de casi todo poder. Los historiadores y los arqueólogos sociales del futuro encontrarán a buen seguro en su retórica sobradas pruebas de los excesos de nuestra época. No cabe duda de que tacharan de enormemente ridículas varias de sus disparatadas predicciones y, más concretamente, verán en ellas el exceso de confianza y las expectativas injustificadas que explican el frenesí de la Bolsa en estos tiempos y las inversiones exageradamente desproporcionadas en nuevas tecnologías (redes de fibra óptica, por ejemplo).

Nadie tiene la facultad de predecir el futuro, detalle que, como es natural, no disuade a nadie de intentarlo. Case se equivocó, pero, por lo que a eso se refiere, el hombre no se ha diferenciado en nada de ninguna otra persona. Es más, su fervoroso optimismo y su limitado entusiasmo definen las características de incontables norteamericanos que, a lo largo de muchas décadas, han abierto el camino a nuevos productos y nuevas tecnologías. Si no fueran unos sabelotodo ¿quién les prestaría atención en su continuo afán por abrir nuevos caminos=

He aquí, desgraciadamente, la verdadera causa del fracaso de Case y, por extensión, el fracaso aún mayor de los fundadores de Internet. Llegó un momento en que dejaron de abrir nuevos caminos y de innovar.

La verdad más incontestable de Internet (aunque casi nadie esté dispuesto a reconocerlo) es que no es un invento que tenga una especial importancia. Nadie niega que haya crecido de manera espectacular: nos intercambiamos correos electrónicos, compramos en subastas, hacemos nuestros deberes con la Red, tenemos acceso a insondables volúmenes de información… Ahora bien, si mañana se hundiera Internet, la inmensa mayoría de los ciudadanos seguiría viviendo igual que hasta ahora, cosa que no ocurriría si, pongamos por caso, ya no pudieran seguir conduciendo su coche nunca más (lo cual tampoco podría decirse de otras actividades empresariales).

En primer lugar, no se crearon productos específicos de Internet con el valor suficiente para que los consumidores los compraran. La gente estaba dispuesta a pagar por la conexión, pero no mucho más. En consecuencia, Internet se ha convertido en un gigantesco elefante blanco. Sus posibilidades tecnológicas son deslumbrantes; su realidad comercial, deprimente. Existe un enorme exceso de capacidad; muchos servicios de Internet pierden dinero. La solución ideal, y la más anhelada del conglomerado de Internet – es decir, de todas las empresas que dependen de que la Red tenga éxito – sería que se autorizase a todo el mundo a descargarse gratis música, películas, libros y prácticamente todo lo que pueda imaginarse. Esa posibilidad induciría a la población a comprar ordenadores más rápidos y conexiones más rápidas. Ahora bien, eso no es innovación; eso es salvar a un sector empresarial a base de estafar a muchos otros.

El fracaso de Case no ha sido el de un visionario sino el de un empresario, y su ruina se refleja por todo el espectro del conglomerado Internet, sin excepción. Lo que en estos momentos está ocasionando que Internet no progrese es la falta de suficiente innovación. Nadie va a comprar algo que no le interesa o que no necesita. La falta de innovación ha producido un vacío que es una de las causas de este prolongado letargo económico. Lo cual no debería sorprendernos. La innovación nunca ha sido cosa fácil y llegará el día en que volverá a ser la savia de Internet. Entretanto, lo que le ha ocurrido a Case constituye toda una utilísima lección de humildad.

Robert Samuleson.

El Análisis

¡QUE LE DEN AL NUEVO RICO!

JF Lamata

Resulta curioso ver con la alegría y el regocijo con el que los medios de comunicación españoles (como EL PAÍS o EL MUNDO) siguieron la caída de Steve Case y con ellos gran parte de los medios tradicionales. Steve Case se convirtió en la imagen del ‘nuevo rico’, el hombre que gracias a su operador de internet, American Online se había vuelto millonario y hasta había pensado que su AOL sería capaz de abosrver a Time Warner. En 2000 AOL tenía en ese momento mucha más facturación que Warner Brothers o la CNN por poner dos ejemplos. Pero en apenas unos años Warner Brothers y la CNN mantenían una facturación estable, la de AOL se desplomaba. La burbuja de Internet había reventado y el mito se había acabado. Tocaba soltar amarras.

El intento de aquel ‘nuevo rico’ de dominar la comunicación mundial había fracasado.

J. F. Lamata