17 diciembre 1933

Consecuencias políticas del triunfo de la CEDA En las elecciones, que no podrá formar parte del Gobierno

El Jefe del Estado, Alcalá Zamora nombra Lerroux García Presidente del Gobierno evitando nombrar a Gil Robles Quiñones, ganador de las elecciones

Hechos

El 16.12.1933 se formó un nuevo Gobierno presidido por D. Alejandro Lerroux, del Partido Radical.

Lecturas

A pesar de ser la CEDA el partido más votado en las elecciones legislativas de noviembre de 1933, el Jefe de Estado D. Niceto Alcalá Zamora, rechaza nombrar presidente del consejo de ministros al jefe de este partido D. José María Gil Robles Quiñones, dado que su formación política es considerada como ‘no republicana’.

En su lugar nombra el 16 de diciembre de 1933, presidente del consejo de ministros a D. Alejandro Lerroux García, cuyo partido, el Partido Radical, obtuvo buenos resultados quedando en segundo lugar, pero sin diputados suficientes como para gobernar sin apoyos salvo que cuente con el respaldo o bien de la CEDA o bien con los antiguos aliados del Sr. Azaña Díaz.

  • Presidente de la República: D. Niceto Alcalá Zamora
  • Presidente del Gobierno: D. Alejandro Lerroux García (Partido Radical)
  • Ministro de Estado: D. Leandro Pita Romero (Independiente)
  • Ministro de Gobernación: D. Manuel Rico Avello (Independiente)
  • Ministro de Hacienda: D. Antonio Lara Zárate (Partido Radical)
  • Ministro de Justicia: D. Ramón Álvarez Valdés (Partido Liberal Demócrata)
  • Ministro de Guerra: D. Diego Martínez Barrio (Partido Radical)
  • Ministro de Marina: D. Juan José Rocha García (Partido Radical)
  • Ministro de Obras Públicas: D. Rafael Guerra del Río (Partido Radical)
  • Ministro de Agricultura: D. Cirilo del Río Rodríguez (Partido Republicano Progresista)
  • Ministro de Industria y Comercio: D. Ricardo Samper Ibáñez (Partido Radical)
  • Ministro de Trabajo: D. Josep Estadella Arnó (Partido Radical)
  • Ministro de Instrucción Pública: D. José Atanagildo Pareja Yébenes (Partido Radical)
  • Ministro de Comunicaciones: D. José María Cid Ruiz Zorrilla (Partido Agrario)

Este gobierno Lerroux sufre una primera modificación en enero de 1934, otra el 3 de marzo de 1934, otra el 17 de abril de 1934 y finaliza el 28 de abril de 1934, al no obtener el suficiente apoyo parlamentario, dando lugar al Gobierbo Samper.

17 Diciembre 1933

Editorial

LA LIBERTAD (Director: Joaquín Aznar)

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No por prevista y anunciada ha de satisfacernos menos la solución de la crisis ministerial. Ha sido esa solución la que reclamaba la opinión pública, que en una democracia la que señala en cada momento la ruta que han de seguir los dirigentes de la política nacional. Respetuoso, una vez más, el presidente de la República con la voluntad de la mayoría del país, reflejada en las Cortes recientemente reunidas, ha resuelto la crisis con indudable acierto procurando dentro del más puro republicanismo, la formación de un Gobierno parlamentario de amplia base. Encargado como se suponía el Sr. Lerroux de constituirlo, entran en el nuevo Gabinete con significados elementos radicales, un representante de los agrarios, un antiguo progresista, otro procedente de la disuelta Agrupación Al Servicio de la República, otro del Partido Liberal Republicano que acaudilla D. Melquiades Álvarez y un izquierdista, que en el anterior Gobierno representaba a la ORGA. La base, pues del Ministerio que acaba de constituirse es bastante amplia, y la composición de aquel ofrece no pocos matices. Una y otra circunstancia permiten supone en el Gabinete Lerroux asistencias parlamentarias y libertad de movimiento suficiente para desenvolver una provechosa labor gubernativa.

Muchos de los ministros de ayer, aureolados por el éxito son hoy garantía de buen gobierno en el nuevo Gabinete. EL Sr. Martínez Barrio, a quien el aplauso ha acompañado en su gestión felicísima en la presidencia del Consejo, regentaba en momentos muy difíciles, da una prueba de ejemplar modestia encargándose de una cartera, y es un indiscutible acierto que sea la de Guerra la que se encomienda en estas circunstancias a su clara y serena inteligencia. De los ministros que lo son por primera vez hemos de confiar en los antecedentes personales y políticos que tanto los abonan. Y en cuanto a la figura prócer del Sr. Lerroux, todo elogio sobra. Es su historia, su republicanismo exaltado, su recia inteligencia, su corazón generoso, su sentido humano de la política y de la gobernación de los pueblos los que hacen que la España democrática ponga en él sus esperanzas.

Pero no es el deseo de dedicar un elogio al nuevo Gobierno el que nos mueve a escribir estas líneas. Preferimos esperar sus obras para consagrarle si lo merece, nuestro aplauso. Otro es hoy el deber del comentarista, obligado a recoger y destacar un hecho trascendental que nos ha ofrecido a recoger y destacar un hechos trascendental.

La clara visión política del jefe del Estado, la amplitud de su espíritu republicano y su tacto y buen juicio incorporando ayer al régimen de una manera sencilla y natural y al a luz del día núcleos importantísimos de opinión.

El suceso tiene demasiada importancia para que pase inadvertido. Los Sres. Gil Robles y Martínez de Velasco, al acudir ayer al Palacio Nacional y dar su consejo a Su Excelencia, como representantes de amplios partidos nacionales, hicieron ante el país profesión de fe republicana e incorporaron a la República los núcleos que representan.

No coincide nuestra ideología con las de esas agrupaciones, pero hemos de reconocer que la hábil tramitación de la crisis ha proporcionado a la República el bien inmenso de sumarle elementos que se movían al margen de ella. Porque el hecho indiscutible es que ayer quedó constituida en la cámara presidencial la derecha republicana.

La evolución del socialismo francés y las tendencias que siguieron el ejemplo de aquel en marcarse en el español, nos permiten confiar en que no tardaremos en felicitarnos de que, como ayer ocurrió con las derechas en quedar constituida, con la misma fuerza, la izquierda republicana. Y entonces, la República será indestructible, y su vida quedará normalizada sin que tenga que temer el movimiento pendular de la opinión.

17 Diciembre 1933

Editorial

ABC (Director: Juan Ignacio Luca de Tena)

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La crisis quedó ayer declarada oficialmente y resuelta, aunque no del todo resuelta cuando lo parecía, porque después de comunicada la solución hubo incidencias muy curiosas y de gran interés político. La principal novedad en la tramitación de la crisis fue la comparecencia de las derechas agraria y popular agraria a las consultas ¿Habrán cumplido, aunque sin solemnidad, el requisito de previa adhesión a la República que se les exigía para llamarlas a coro?

Acuerdos de estas minorías sobre el particular todavía no los conoce el público. El Sr. Gil Robles, al evacuar su consulta se declaró dispuesto a gobernar dentro de la República con su partido cuando lo aconsejen otras circunstancias más propicias que las actuales. Señalamos el hecho sin comentarlo por ahora. Está, pues resellada la gran agrupación que el Sr. Gil Robles dirige: es desde ahora una derecha republicana. El porvenir de la otra y de su jefe, D. Miguel Maura, es el harakiri. También es interesante la consulta que despachó por escrito el presidente del Gobierno dimisionario. El programa del nuevo Gobierno en que figura el Sr. Martínez Barrio, no podrá diferenciarse mucho del que este señor ha consignado por escrito para la publicidad. Leyéndolo cuidadosamente se ve que es muy estrecho el margen que la política ‘inequívocamente republicana’ del nuevo Gobierno deja para la atracción y la colaboración de las derechas. ¿Pueden entrar los catecúmenos en el templo? Es la pregunta que ha sugerido la nota del Sr. Martínez Barrio

Apareció en la lista ministerial ‘como representante de la minoría agraria’ el señor Cid. Pero en seguida hubo que rectificar detalle de tal importancia. El Sr. Cid no representa más que a su persona. Y se repitió la pregunta. ¿Pueden entrar los catecúmenos en el templo? Para el nombre del nuevo ministro de Estado hubo que hacer igual aclaración, pero a su instancia, que no es el mismo caso del Sr. Cid.

Con la declaración ministerial, que se conocerá el martes, y con las derivaciones que en el conjunto de las derechas tengan los cambios de actitud que se inician en algunas, podremos explorar la situación parlamentaria y formar juicio del porvenir.

17 Diciembre 1933

Gil Robles en palacio

AHORA (Director: Luis Montiel)

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Se planteó y se resolvió la crisis tal y como se esperaba. Un Gobierno a base de radicales presidido por el Sr. Lerroux, con un ministro agrario, otro progresista, otro melquiadista y dos independientes. Es decir, un Gobierno minoritario que vivirá en el Parlamento a merced de las derechas que no han querido entrar a formar parte de él. Quedan fuera y podían – y acaso debían – haber entrado los republicanos conservadores de don Miguel Maura, los de la Lliga y los de Acción Popular. Este hubiera sido el Gobierno que en estos momentos requería España. No se ha conseguido formarlo y vamos a padecer las consecuencias de una interinidad. Esto no obstante queremos hacernos la ilusión de que este Gobierno podrá afrontar la situación política planteada como consecuencia del resultado electoral y sabrá suplir con el acierto personal la falta de fuerza parlamentaria. Allá veremos.

Lo más importante de la crisis no ha sido, pues su planteamiento normal y archiprevisto ni su resolución puramente circunstancial y limitadísima. Lo más importante ha sido la efectiva incorporación al régimen de los elementos de la derecha que hasta este momento estaban fuera de toda responsabilidad gubernamental. Lo más importante, Gil Robles en Palacio. Su consulta a Su Excelencia, favorable a la formación de un Gobierno Lerroux, y su promesa formal de que en el momento preciso las fuerzas que acaudilla pondrán mano a la gobernación de la República zanjan definitivamente el pleito que en el seno de las derechas mantenían los monárquicos irreductibles, obstinados en amputar a la República todo el sector derechista con la esperanza de provocar una situación catastrófica que diera al traste con el régimen, no sabemos todavía con qué finalidad, pues la de restaurar la monarquía puede ser acaso una romántica ilusión que acredite la lealtad de quienes la alimenten, pero nunca una aspiración razonable que tenga la menor importancia en el cuadro de las realidades políticas de la nación.

Las derechas españolas, que hasta hace unos días corrían el albur de convertirse en elementos peligrosísimo de perturbación, son desde ayer derechas de la República. Es lo que incansablemente, con verdadera machaconería, hemos venido predicando desde hace dos años. En este terreno las teníamos emplazadas y a él han tenido que venir, aunque al vez más tarde de los que para la prosperidad de España hubiese sido conveniente. Pero han venido, al fin. Queda sólo por liquidar el pleito interno en el seno de las derechas planteó la coalición electoral que desde el primer momento nosotros denunciamos por arbitraria y carente de sentido. Si las derechas triunfantes en las elecciones tenían fatalmente que incorporarse a la gobernación del Estado, era incongruente que fuesen a la lucha electoral ligadas con elementos que se consideran defraudados por el solo hecho de que ahora vayan a prestar una leal colaboración al régimen. Los que querían, por medio del triunfo electoral de la derecha, hacer el vacío a la República para que ésta pereciese por asfixia, con la esperanza de que la vuelta de la monarquía fuese así posible, han de considerarse en estos momentos lamentablemente fracasados. Y arguyen ahora que los votos que han dado el triunfo a esas fuerzas de la derecha que se disponen a gobernar con el régimen republicano eran votos monárquicos, sin pararse a pensar que han sido precisamente los candidatos puramente monárquicos de la coalición electoral los que han sido derrotados o han obtenido las más exiguas votaciones. Una y mil veces lo dijimos y volvemos a decirlo ahora. Se quiso con una hábil maniobra convertir el sentimiento conservador del país en irreflexiva aspiración monárquica. No se ha conseguido. Se quiso provocar una ruptura de los católicos con el Estado. Tampoco se ha logrado. En el régimen republicano, los conservadores se aprestan a la defensa de sus convicciones y los católicos al mantenimiento de su fe. Estamos de enhorabuena.

Aun seguirán discutiéndolo tozudamente los derrotados. Enzarzarán terribles polémicas en las que esgrimirán arbitrarias exégesis e interpretaciones capciosas de los textos de los Pontífices y de las altas dignidades de la Iglesia; pero poco a poco irán siendo desplazados de la vida nacional para quedarse al margen de los acontecimientos como una de esas minorías estimables, depositarias de virtudes merecedoras de todo encomio, pero sin contacto alguno con la realidad, que en todos los tiempos y en todos los países han sido el contrapeso obligado de los hombres y de los regímenes imperantes.

Esto es lo más destacado de la crisis de ayer. Lo otro – la constitución del nuevo Gabinete, la filiación de los ministros  -tiene una importancia secundaria. Si lo hacen bien, subsistirán; si lo hacen mal, tendrán que ceder fácilmente el paso a quienes con más firme apoyo en el Parlamento y la opinión continúen esta penosa tarea de consolidar el régimen y dar un cauce normal a la profunda evolución que desde hace unos años se está operando en España a costa de muchas marchas y contramarchas que tal ez pudieran haberse evitado.