1 octubre 1996

EL PAÍS publica un reportaje contra los negocios de Greenpeace

Hechos

El 24 de septiembre y el 1 de octubre de 1995 el diario EL PAÍS publicó artículos sobre Greenpeace.

24 Septiembre 1995

Crisis en Greenpeace tras el reto de Mururoa

Enric González

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La tormenta que se abate sobre la mayor organización ecologista del mundo, Greenpeace, se ha cobrado ya su primera víctima: el responsable de la campaña contra las pruebas nucleares francesas en Mururoa, UIrich Jurgens, se ha visto forzado a presentar su dimisión a su regreso del Pacífico. Jurgens rinde cuentas de la desastrosa conducta de los activistas que permitieron la caída en manos de la Armada francesa del buque insignia de los ecologistas, el Rainbow Warrior, y del MV Greenpeace en el mismo día. Greenpeace está en una encrucijada. Tras una década en las nubes, con una imagen impoluta, mimada por los medios de comunicación, la multinacional ecologista se enfrenta a severas críticas, internas y externas.

La dirección de Greenpeace -el alemán Thilo Bode es el nuevo director ejecutivo de la multinacional verde- ha puesto en manos de la presidenta de la Junta de Greenpeace Reino Unido, Elaine Lawrence, la investigación sobre la desastrosa operación de Mururoa, que se ha saldado con cuantiosas pérdidas económicas y ha dañado la imagen triunfal de la organización. Los activistas a bordo del MGreenpeace habían recibido instrucciones estrictas de no enfrentarse con la Armada francesa, precisamente para evitar la catástrofe que se derivaría de su apresamiento. Según el diario británico The Guardian, el súbito cese de Jurgens no está relacionado con el desastre propiamente dicho, sino, al parecer, con sus «excesos verbales» ante los periodistas. Jurgens no tuvo inconveniente en describir los rifirrafes internos de Greenpeace en un momento particularmente delicado. De acuerdo con el mismo periódico, también se encuentra bajo el fuego directo de la cúpula dirigente el coordinador de la campaña en el Pacífico, Thomas Shultz.A la organización se la culpa de tener demasiado dinero, demasiada burocracia, demasiada prepotencia y demasiada afición por una propaganda no siempre basada en datos ciertos. Thilo Bode, ex directivo de una empresa metalúrgica, quiere menos lanchas neumáticas y más diálogo con gobiernos e industrias.

Brent Spar y Mururoa eran dos campañas vitales para frenar el lento declive. El público tiene la memoria corta y todos los servicios prestados -focas, ballenas, vertidos, radiactividad, etcétera- empezaban a olvidarse. El atentado de los servicios secretos franceses contra el Rainbow Warrior, en 1985, que causó la muerte al fotógrafo. Fernando Pereira, proporcionó a la organización una enorme simpatía internacional y un gran volumen de ingresos por la vía de las afiliaciones. Greenpeace creció constantemente hasta 1991, en que llegó a contar con cinco millones de socios. A partir de ahí, las cosas empeoraron.

En 1993, la revista alemana Stern publicó una investigación muy crítica sobre Greenpeace y la calificó de «máquina de hacer dinero». El reportaje hizo daño. A principios de este año, el número de socios rondaba los tres millones. Hacían falta campañas espectaculares para detener la pérdida de afiliados y recuperar imagen, y en Amsterdam, sede de Greenpeace International, se apostó por Brent Spar y Mururoa. Eran dos acciones marítimas, lo que permitía desplegar la cada vez mayor flota verde -ocho buques, dos helicópteros, 20 lanchas neumáticas- y ofrecer bonitas imágenes a las televisiones.

La campaña de la Brent Spar, en mayo, pareció salir redonda. El boicoteo contra la petrolera Shell obtuvo un eco masivo en Alemania. La Shell se rindió y anunció que no hundiría la instalación en el océano. La reunión de una flotilla para la paz en torno a los atolones de Mururoa y Fangataufa (Polinesia francesa) también parecía marchar estupendamente a finales de agosto. Pero entonces se cometió el error de lanzar el helicóptero del MV Greenpeace, el mayor buque de la organización y epicentro de la flotilla, sobre aguas territoriales francesas. La Marina aprovechó la acción para, amparada por la ley, abordar la nave. También cayó el Rainbow Warrior II. Y, de repente, Greenpeace se encontró sin nada.

Un par de días después, otro golpe. Greenpeace reconoció que los elementos contaminantes en la Brent Spar eran muchos menos de los que había pregonado, y pidió disculpas a Shell. Para colmo de desgracias, David McTaggart, el viejo gurú de Greenpeace, muy poco estimado por las actuales jerarquías, tomó el mando de la flotilla para la paz y, desde el Manutea, un velero alquilado por Greenpeace-EE UU, diseñó su propia estrategia de protesta -a la antigua usanza, con lanchas y audacia- y lanzó duras críticas contra la planificación de la campaña. Mientras tanto, los medios de comunicación franceses arremetían, arrebatados de patriotismo, contra la organización.

A Greenpeace se le critica también su mercantilismo y la falta de transparencia y democracia interna. Sobre la primera, centrada en Greenpeace Communications, con base en Londres y dedicada a la comercialización de imágenes y todo tipo de productos con la marca del arco iris, una portavoz señaló a este periódico que «todo el dinero obtenido se reinvierte en equipo técnico y apenas salen las cuentas».

Respecto a las acusaciones de centralismo, opacidad y falta de debate, dirigidas contra las oficinas de Amsterdam (Greenpeace International) y Hamburgo (la poderosa delegación alemana, con 600.000 socios), otro portavoz las rebate: «La cuestión de la democracia interna se ha discutido mucho, tanto en las delegaciones nacionales [32 países, con un total de 45 oficinas] como en Amsterdam. El gran problema es que nuestros planes deben ser secretos, ya que de lo contrario es muy fácil frenarnos, y, eso casa mal con el debate abierto. Es, en cierto modo, una asignatura pendiente», dice el portavoz, «y una de las cuestiones que deberá abordar Thilo Bode».

01 Octubre 1995

¿Ha causado daño EL PAÍS a la imagen de Greenpeace?

Juan Arias

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Este diario publicó el pasado domingo, 24 de septiembre, en la sección de Sociedad un reportaje titulado Crisis en Greenpeace tras el reto de Mururoa, fechado en París y Londres por los corresponsales Enric González y Lola Galán.María Luisa Toribio, directora del departamento de prensa de Greenpeace-España, se ha dirigido al Defensor del Lector, haciendo acusaciones graves a este diario con motivo de dicha crónica. «Consideramos que el artículo», escribe, «basado en fuentes que no se citan y en informaciones erróneas, daña seriamente la imagen de Greenpeace sin ningún fundamento objetivo para ello, tan sólo a base de suposiciones falsas y vaguedades. Por ello le pedimos su intervención para aclarar todo ello en las páginas del periódico». Y añade: «Entendemos la crítica basada en hechos y opiniones contrarias ( … ), pero lo que nos cuesta entender es que la prensa -sobre todo cuando se trata de medios del nivel de EL PAÍS- no actúe con la rigurosidad y profesionalidad que su responsabilidad requiere».

Las afirmaciones vertidas sobre Greenpeace en dicho artículo que más han dolido a Greenpeace-España, además de algunas inexactitudes muy concretas, han sido las siguientes: «A la organización se la culpa de tener demasiado dinero, demasiada burocracia, demasiada prepotencia y demasiada afición por una propaganda no siempre basada en datos ciertos». O bien: «Greenpeace ha llegado a desarrollar una poderosa burocracia que viaja en business class, se hospeda en hoteles de lujo, tiende a castigar a los países donde la organización es menos poderosa (por ejemplo, Francia) y necesita, con urgencia, una puesta al día de su estrategia». El artículo afirmaba también que a Greenpeace «se le critica su mercantilismo y su falta de transparencia», al mismo tiempo que aludía a la intención de Greenpeace de «ofrecer bonitas imágenes a las televisiones». Y, por último, que la operación de Mururoa había resultado «desastrosa».

Por lo que se refiere a los presuntos gastos de Greenpeace en viajes y hoteles de lujo, la oficina de prensa de Madrid ha enviado, para nuestra información, una nota interna de la organización en la que se les exige a los socios rigor en dichos gastos, pidiéndoles, entre otras cosas, que se hospeden, donde sea posible, en casas de amigos para ahorrar hoteles o que aprovechen viajes aéreos de fin de semana para aprovecharse de las tarifas reducidas.

El Defensor del Lector ha pedido a Enric González y a Lola Galán que respondan a estas acusaciones de la oficina de prensa de Greenpeace-España contra su información. Enric González -que fue uno de los periodistas detenidos por la policía francesa en Mururoa y que deleitó a los lectores con sus, exclusivas-, tras haber conocido la carta de queja enviada por Greenpeace a este departamento, ha respondido así: «¿Datos de Greenpeace no siempre ciertos? Precisamente la campaña del Brent Spar. ¿Vocación televisiva? No hay más que leer hoy mismo, 28 de septiembre, las declaraciones del propio Xavier Pastor a este diario cuándo dice, a propósito del M V Greenpeace: ‘Valía la pena arriesgar este buque para garantizar que el abordaje del Rainbow Warrior II por los comandos franceses ( … ) serían documentados gráficamente y transmitidos al mundo’. ¿Gastos de Greenpeace? No hay más que repasar la relación de ingenios de todo tipo: helicópteros, parapentes ascendentes, motos acuáticas, minilanchas y demás, incautados por la Marina francesa a bordo del M V Greenpeace antes de que llegaran a utilizarse». Y añade Enric: «Sé que las mejores iniciativas -y creo que Greenpeace puede figurar entre ellas- están por encima de sus promotores».

Y por lo que se refiere a los temas más puntuales, el corresponsal de París afirma: «El artículo publicado el 24 de septiembre se refería, como señalaba el titular, al debate interno en Greenpeace y a las críticas internas y externas que han venido formulándose sobre algunos aspectos del funcionamiento de la organización. No se trataba de recordar los muchos méritos de Greeripeace, cosa que este periódico ha hecho con cierta frecuencia, sino de hacer un resumen del mencionado debate, centrado, obviamente, en los posibles aspectos nerativos». Y continúa: «Una de las quejas se refiere a las ‘opiniones en reflexivo sin citar fuente’, como la referida a las críticas sobre hipotéticos excesos de gasto, burocracia o arrogancia. La redacción puede ser, efectivamente, desafortunada. Sucede a veces cuando hay que cortar un texto para adaptarlo a un espacio limitado, y cuando se abarca la evolución de una institución a lo largo de 20 años (no los cinco o seis últimos, como interpreta el servicio de prensa de Greeripeace). Pero esas críticas han sido formuladas por personas citadas en la información: el fundador y ex director David McTaggart -aunque lamentara haberlas hecho una vez publicadas-, el ex jefe de campaña Ulrich Jürgens -forzado a dimitir por su locuacidad- y otros. Se habló con diferentes personas de Greenpeace (no de Greepeace- España, sobre la que se hizo una información adjunta) y se procuró resumirlo todo».

Críticas fundadas

Por lo que se refiere a algunas quejas más concretas, no de fondo, Enric no tiene inconveniente en aceptarlas: «De las distintas quejas expresadas por Greenpeace-España, dos son completamente fundadas. Es cierto que Greenpeace dispone en propiedad de cinco barcos, y no ocho, como se decía en el texto. Los de alquiler fueron erróneamente considerados como propios. También es cierto que no fue la revista alemana Stern, sino la mucho más seria Der Spiegel, la que publicó el duro reportaje sobre la ‘máquina de hacer dinero’ de Greenpeace. Otras quejas, aunque legítimas, son, sin embargo, rebatibles».¿Y qué decir de la afirmación «la burocracia que viaja en business class y se hospeda en hoteles de lujo», y de la otra, «las inevitables tentaciones de nuevo rico «, que tanto han. dolido a Greenpeace? Enric González responde así: «Es muy comprensible que en Greenpeace, que vive de las cotizaciones de sus afiliados y del sacrificio y entusiasmo de sus activistas, duela leer la frase ‘nuevo rico’ y las referencias a vuelos en business class, de los que este corresponsal ha sido testigo. Pero ahí se señalaba a una pequeña e influyente burocracia, cuyos gastos no pueden suponer más que una ínfima parte de los presupuestos. De los esfuerzos y éxitos de cientos de activistas de Greenpeace se ha dado y se dará cuenta en muchos otros artículos».

Lola Galán, corresponsal de EL PAÍS en Londres, precisa, por su parte: «En cuanto al uso del término ‘desastrosa’ para calificar su campaña en Mururoa -única alegación de Greenpeace en lo que a mi participación en el reportaje se refiere-, debo decir que fue usado por vez primera por algunos de los máximos responsables de la campaña contra las pruebas nucleares francesas en Mururoa; reproducido por los más importantes periódicos del mundo, y compartido por una parte de la organización, que en un anunciado debate interno establecerá el definitivo veredicto oficial sobre lo ocurrido».

01 Octubre 1995

Empresa Greenpeace

EL PAÍS (Jesús Ceberio)

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LA PODEROSA multinacional de la ecología en que se ha Convertido Greenpeace acaba de cometer algunos errores graves cuya corrección, en algunos casos, es difícil que sea plenamente satisfactoria. Ahí está el equivocado dictamen sobre los pozos marítimos de la Shell, que levantó una campaña muy onerosa para la compañía petrolera, de imposible resarcimiento, o el reciente desastre naval en Mururoa, en el que un error táctico propició la incautación definitiva del buque insignia de la organización. Una pérdida que desbarató el avituallamiento de la flotilla antinuclear y que, a más largo plazo, supondrá un importante coste económico para la organización. El mismo crecimiento de la empresa Greenpeace la ha puesto en apuros, obligándola a una gestión más rigurosa de sus recursos: 150 millones de dólares de presupuesto y mil asalariados.Esos errores, que la propia Greenpeace no oculta, han propiciado algunas críticas externas, animadas, más que por la voluntad de que sean corregidos, por el ánimo de entonar su funeral. Escandaliza, por ejemplo, el poderío económico y organizativo de Greenpeace, y escandaliza su carácter multinacional. Contar con recursos no debería ser un crimen si su utilización se considera adecuada, y su extensión planetaria es consustancial a sus fines. Nadie se atreve a propugnar la desaparición de Greenpeace, pero sí se difunde la nostalgia de una Greenpeace diminuta, llena de muchachitos y muchachitas voluntariosos que van los fines de semana a llorar por las ballenas a orillas de cualquier mar. Greenpeace es tan necesaria como molesta y seguramente en muchos despachos, públicos y privados, se desea su desprestigio.

Es indudable que Greenpeace debe sacar lecciones de sus errores pronta y contundentemente. Se equivocó al diagnosticar la nocividad de los pozos de la Shell, pero este error no clausura el debate sobre el perjuicio a largo plazo de la basura marítima. La campaña del Pacífico no ha impedido la primera prueba nuclear francesa y algunos expertos hablan de unas pérdidas para Greenpeace de diez millones de libras, pero la batalla mediática que ha supuesto la operación de Mururoa obligará sin duda al presidente francés, Jacques Chirac, a reconsiderar su política nuclear. Al menos, a tener en cuenta la oposición de millones de personas a esa política.

El ideal de una paz verde sigue haciendo necesaria la existencia de Greenpeace y de muchas organizaciones orientadas a los informes científicos sobre lo que se avecina o dedicadas a atender a los desastres locales. Sería perjudicial que Greenpeace tuviera en exclusiva la bandera del ecologismo, pero el trabajo de esta organización, en muchos aspectos inasumible por otras -por razones de dimensión, entre otras-, sigue siendo necesario. Greenpeace es una ONG (organización no gubernamental) transparente, que a diferencia de otras asociaciones no tiene más ingresos que los donativos de sus simpatizantes, cuyo apoyo condiciona democráticamente el tamaño y la propia supervivencia de la organización. Indudablemente la ecología cómo discurso científico está ganando terreno a la lírica, cuyos arcádicos postulados criminalizan cualquier chimenea. Greenpeace debe entonar algún mea culpa, pero no sería ni realista ni legítimo pedir que la penitencia fuera su liquidación.