29 julio 2010

El suceso abrió el debate sobre si los toros en los medios de comunicación y despertó las dudas sobre si se hacía como una maniobra política de las fuerzas nacionalistas contra el españolismo

El Parlamento de Catalunya prohibe las Corridas de Toros en esa comunidad con los votos de CiU, ERC y ICV

Hechos

El 28.07.2010 el Parlamento de Catalunya aprobó la abolicón de las Corridas de Toros en la comunidad catalana a partir del 1.01.2012.

Lecturas

El 28 de julio de 2010 el Parlamento Catalán sometió a votación la permanencia o no de las celebración de corridas de Toros, la fiesta nacional española, en tramitación de una Iniciativa Legislativa Popular que pedía prohibirlas:

  • Votos a favor – 68 diputados (ERC + CiU + ICV)
  • Votos en contra – 55 diputados (PP + PSC + Ciudadanos).
  • Abstenciones – 9 diputados (PSC).

De esta manera los toros quedan prohibidos en Catalunya. El presidente de la Generalitat D. José Montilla Aguilar, primer secretario del PSC, aclaró de que el estaba en contra de la prohibición. La noticia es portada en todos los periódicos. Una de las portadas más destacadas es la de El Mundo de D. Pedro J. Ramírez Codina que, colocando una foto de D. José Montilla Aguilar y D. Josep Lluís Carod Rovira titula ‘triunfaron los animales’.

La prohibición no afecta a la fiesta catalana ‘Correbous’. Para despejar todas las dudas a ese respecto el 22 de septiembre de 2010 el Parlamento Catalán aprueba ‘blindar’ las fiestas de los Correbous con el respaldo del PSC, ERC y CiU y el voto en contra del ICV. Siendo llamativo el cambio de opinión de ERC y CiU, partidarios de prohibir los toros a defender blindar los correbous.

Portadas de EL MUNDO y PÚBLICO al día siguiente de la prohibición de los toros.

29 Julio 2010

De toros e identidades

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

Leer

No habrá corridas de toros en Cataluña. Pero conviene no llevarse a engaño acerca de lo que en términos reales supone la abolición: salvo en la plaza Monumental de Barcelona, tampoco las había desde hace años. De hecho, era una fiesta condenada a su desaparición por la decreciente afición a la misma. Si la iniciativa legislativa popular ha prosperado es porque se hacía eco de una demanda ciudadana que, además, ha contado con una mayoría en el Parlamento catalán después de seguir los procedimientos exigidos por el ordenamiento jurídico e incorporar las conclusiones de un amplio debate canalizado institucionalmente. Si los recursos legales que han anunciado los grupos contrarios a la prohibición no prosperan, el compromiso con el Estado de derecho exige respetar la decisión del Parlamento autónomo. Lo mismo que debería suceder en caso contrario entre los partidarios de la abolición.

Que las corridas de toros remitan a lo que algunos sectores políticos y de opinión consideran parte de la idiosincrasia nacional española, ya sea para defenderla o para combatirla, no obliga a enjuiciar su prohibición en términos nacionalistas. Sería tanto como plegarse a explicar la decisión del Parlamento en términos de victoria de unos nacionalistas sobre otros, todos ellos de acuerdo en un único punto: en que las corridas son, en efecto, una fiesta nacional. Muchos de los ciudadanos que han apoyado su abolición en Cataluña lo han hecho, sin embargo, por razones que nada tienen que ver con sentimientos identitarios, sino con su rechazo a lo que consideran un culto bárbaro al maltrato de los animales. De la misma forma que otros muchos que se han sentido ajenos al debate, y a los que resulta indiferente que se prohíban o no las corridas, están resueltamente en contra de que se consideren como una fiesta nacional. Será, en todo caso, una tradición, que ni es sagrada ni puede convertirse en prueba obligatoria de la españolidad de los ciudadanos.

En perfecta simetría identitaria de distinto signo se han situado el PP y ERC. El anuncio de Mariano Rajoy de que su partido intentará una declaración de la lidia como patrimonio cultural, lo que dificultaría su prohibición en otras comunidades autónomas, es una nueva estrategia electoralista que busca añadir tensión a las relaciones entre el Estado central y las autonomías en un momento particularmente inoportuno. ERC, por su parte, ha esgrimido su rechazo al maltrato animal en una débil argumentación que desenmascara su estrategia, toda vez que no han incluido en la prohibición el correbous, una tradición taurina del sur de Cataluña que rivaliza en crueldad con las clásicas corridas.

Reivindicar una aproximación a la decisión del Parlamento en los términos que establece el Estado de derecho, y no en los de las entelequias identitarias, no significa cerrar los ojos a los intentos de instrumentalizarla por parte de los partidos que se reclaman abiertamente de un credo nacionalista o de los que lo hacen de manera encubierta. Son estos partidos los que se enfrentan a una contradicción, no los que se limitan a exigir el cumplimiento de las leyes y a respetar las decisiones que se adopten dentro de ellas. Combatir la silueta del toro sustituyéndola por la de un burro era hasta ahora una gracieta. Si la abolición de las corridas de toros se interpreta como un medio para convertir la gracieta en prueba obligatoria de la catalanidad de los ciudadanos, todo lo que los catalanes habrán ganado en simbolismo lo habrán perdido en libertad. Porque de lo que se trata es de que los ciudadanos puedan sentirse catalanes, españoles o ambas cosas a la vez con independencia de lo que piensen de las corridas o de su abolición. De la silueta de un toro o de la de un burro.

29 Julio 2010

Un bello día

Pilar Rahola

Leer

Hoy me siento orgullosa de este trocito de mundo. No porque seamos mejores que nadie, sino porque hemos hecho lo correcto. En un día como hoy, nuestro Parlament ha abierto la sesión, ha dado la palabra y el voto, y el voto ha reflejado una mayoría de diputados a favor de prohibir la tortura de los toros en las corridas. Por supuesto, no hemos conseguido la panacea para los animales, ni podemos dar ejemplo de nada, ni hemos eliminado el salvajismo contra los animales. Pero hemos dado un pasito hacia delante, uno de esos pasitos que se convierten en el paso de un gigante. Y así, gracias a los diputados que han dado su apoyo a favor de la dignidad de los animales, Catalunya es, en un día como hoy, mucho más bella y mucho más digna. Gracias a todos, mil gracias. Gracias a los diputados de IC y de ERC, que han sido consecuentes con sus promesas. Gracias a esos tres solitarios socialistas, que han demostrado muchas más agallas que todos esos otros –los Nadal y las Manuelas– que en las esquinas de las confidencias nos aseguran que son antitaurinos con la boca pequeña, pero votan a favor de las corridas con la mano grande. Gracias a Antoni Comín y a Josep Maria Balcells y a Núria Carreras, que han otorgado algo de dignidad a su grupo parlamentario. Gracias a la mayoría de CiU que, salvo siete tristes excepciones –¿qué les pasa a los de la Catalunya “nova”?– , han hecho posible este momento histórico. Gracias a Artur Mas, que no ha fallado en este tema tan sensible. Y gracias a todos los que, desde la sociedad civil, han arrimado el hombro durante años, luchando por una sociedad más caritativa y más decente. Gracias a la ILP y a cada una de las voces que se han alzado pidiendo acabar con esta barbarie. Y gracias a los amigos de más allá de Catalunya, que hoy brindan con nosotros.

Hoy es un día bello, porque sin ser mejores que nadie, somos algo mejores que nosotros mismos, quizás nos amamos más, quizás nos sentimos algo más presentables. En este día feliz, los ruidos se alzan desde las montañas de la estupidez. Que si Catalunya se rebela, que si España se rompe –¡por Dios, Mariano, deja de hacer el ridículo!–, que si la libertad… Ni esto tiene nada que ver con Catalunya-España, aunque se empeñen en ello los nacionalistas españoles más recalcitrantes, ni puede tener nada que ver con la libertad. ¿La libertad de torturar y matar para divertirse un rato? ¿Qué tipo de sociedad crearíamos si consideráramos que eso es la libertad? Pero hoy nada de ello es importante, porque el Parlament ha votado, y ha dignificado su sentido. Catalunya sigue igual, con sus crisis, sus decepciones, sus anhelos. Y sin embargo, algo ha cambiado definitivamente. Porque en un día como hoy, miles de catalanes hemos vuelto a creer en los sueños. Gracias, pues, por todos, y sobre todo gracias por ellos, que no votan, ni hablan, ni debaten, pero sufren tanto…

Pilar Rahola

30 Julio 2010

'Freedom for Catalunya'

Fernando Sánchez Dragó

Leer

Y ciento setenta y seis años después resucitó… ¿Quién? La Inquisición, que fue abolida en 1834. ¡Música de réquiem, maestro! En la Generalidad de Cataluña se ha perpetrado un parricidio, pues parricida es quien asesina a su padre o a su madre, y madre y padre de un país es la cultura forjada a lo largo de los siglos por el pueblo que en él habita.

Nada nuevo bajo el sol que calienta la pell de brau. Carlos III prohibió las corridas de toros. Nadie le hizo caso. Carlos IV volvió a prohibirlas tres años antes de huir a Francia con el rabo que no tenía entre las piernas. No sirvió de nada. El pueblo y Goya siguieron en los tendidos. El Marqués de San Carlos, en 1877, propuso en las Cortes lo que ahora han propuesto otros émulos de Torquemada en la Generalidad, pero sus señorías votaron a favor de Lagartijo y Frascuelo. En contra de José Tomás (Dionisos) y Enrique Ponce (Apolo) han votado 68 culturicidas catalanes. ¿Enésimo episodio de la secular Querella de los Castizos y los Ilustrados? En modo alguno, porque ilustrada es la afición al sacramento, arte y paideia de la Tauromaquia, en la que estética y ética corren parejas, y cerril la actitud de quienes, con palabras de Machado, desprecian cuanto ignoran.

¿Exagero si digo que la decisión tomada por esos déspotas es el mayor atentado a la inteligencia, la sensibilidad y las Bellas Artes de cuantos a lo largo de la historia de la barbarie se han sucedido? Pues lo digo, porque libertad -la que ellos pisotean- es decir lo que se piensa. Otra vez han metido en la cárcel a Fray Luis. Otra vez han llevado los libros a la hoguera en la Bebelplatz de Berlín. Otra vez han matado a Federico, que ahora habría prorrumpido en llanto: el que dedicó a Ignacio Sánchez Mejías, mecenas, escritor, torero y héroe.

Otra vez, como Fernando VII, se han cargado la Constitución, porque anticonstitucional es impedir que los catalanes vean algo que cualquier otro español puede ver. Concédase unilateralmente la independencia a esa hermosa región de España que ya no quiere llevar eñe. ¿Por qué, de momento, no expulsan de la liga nacional de fútbol a los equipos catalanes? ¡Eso sí que sería un buen gol metido por la escuadra de los nuevos escuadristas y un balonazo en las partes pudendas de Laporta!

¡Toque de silencio, maestro! Delenda est Cathalonia. Y del noble pueblo catalán, que no se merece este trato, digo lo que dijo del Cid un burgalés: ¡Dios, qué buen vasallo, si tuviera buen señor!

Fernando Sánchez Dragó

29 Julio 2010

Hacia el totalitarismo

Jorge de Esteban

Leer

Hace años, durante la horrorosa postguerra franquista, cuando ampliaba estudios en el extranjero, hastiado de un país totalitario del que me evadí -porque casi todo estaba prohibido- tuve que responder muchas veces a las preguntas que me hacían los extranjeros sobre la tradición taurina en España.

Muchos de mis interlocutores sostenían la tesis de que las corridas de toros, con tanto auge entonces, eran producto del subdesarrollo económico y que, a medida que España conociese la modernización, acabarían desapareciendo. Nadie, -sostenían- querría jugarse la vida si era posible dedicarse a una ocupación menos peligrosa.

España es uno de los 10 países más desarrollados del mundo y los toros continúan atrayendo el fervor de muchos españoles y también de extranjeros. ¿Qué significa entonces esta supervivencia de la Fiesta? Pues simplemente, que forma parte del patrimonio cultural -guste a unos y a otros no- de nuestro país. Tierno Galván llegó a escribir, tal vez exageradamente, que «los toros son el acontecimiento que más ha educado social, e incluso políticamente, al pueblo español». Sea lo que fuere, el hecho es que la afición a los toros ha marcado profundamente la literatura, la poesía, la escultura o la pintura españolas, confiriendo así un rasgo característico a nuestra cultura que la hace especialmente atractiva para los ciudadanos de muchos países.

Por consiguiente, al margen de la posible crueldad para unos del espectáculo taurino, el arte que comporta su práctica, que hizo inspirarse a poetas como Lorca, forma parte del patrimonio histórico, cultural y artístico que el artículo 46 de la Constitución obliga a que los poderes públicos garanticen radicalmente. Y, más adelante, el artículo 149.1.28, insiste en la misma idea, señalando como competencia exclusiva del Estado la «defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español»; dejando, en su caso, únicamente a las comunidades la gestión de ese patrimonio pero, en ningún caso, la legislación y, menos aún, la prohibición de cualquiera de sus facetas. En consecuencia, el Parlamento catalán, que, tras la entrada en vigor del desdichado Estatut, se halla borracho de soberanismo, se ha excedido en una competencia que no le corresponde, pero de la que se ha apropiado en su artículo 127. Al mismo tiempo, la Generalitat no deja de dar pasos hacia el alejamiento de España y de acercamiento al totalitarismo.

Los aficionados catalanes pueden sortear esta prohibición acudiendo a las plazas de toros del sur de Francia, de igual modo que hace 50 años se iba a ver a Perpiñán las películas prohibidas por el franquismo o, en todo caso, les cabe esperar a que se apruebe una ley estatal que garantice lo expuesto en el artículo 46 de la Constitución.