15 diciembre 1933

Críticas en ABC o SIGLO FUTURO a la forma de actuar de un periódico - órgano oficial de la CEDA - que ha esperado a que su partido haya ganado las elecciones para hacer tan contundente alegato

Cabio editorial en EL DEBATE: defiende que los católicos ahora acaten la II República (tras el triunfo electoral de la CEDA). «Los católicos y la República»

Hechos

El 15.12.1933 el diario EL DEBATE publicó el editorial ‘Los católicos y la República’.

Lecturas

Después de que la CEDA gane las elecciones legislativas de este noviembre el periódico El Debate que, dirigido por D. Francisco de Luis Díaz es órgano de expresión de la CEDA y que hasta ahora se había negado a acatar el régimen republicano, publica el editorial ‘Los católicos y la República’ en la que recomienda a los católicos acatar el sistema, un cambio editorial causado al parecer por las aspiraciones de la CEDA a ocupar el Gobierno de la República.

Los periódicos ABC, La Nación y Siglo Futuro publican sendos editoriales cuestionando que El Debate esté modificando sus principios y ahora se declare ‘republicano’. El Debate publica un segundo editorial matizando su posición y aclarando que su posición no era una indicación a los católicos españoles.

15 Diciembre 1933

Los católicos y la República

EL DEBATE (Director: Francisco de Luis y Díaz)

Leer

Amigos del actual Gobierno fervorosos defensores de la República que quieran ensanchar su área de sustentación, gentes de izquierda empeñadas, por lo contrario, en cerrar el camino a las derechas, o en invalidar y quitar eficacia y apremios reiterados que la derecha española dañan con claridad su política. Más preicsamente, su posición respecto de la República. Una vez más debemos decir que no comprendemos, no podemos comprender por qué se tacha de equivoca una conducta que es la claridad misma, hoy y ayer, y desde hace por lo menos dos años. Conducta clara, volvemos a decir. Y agregamos estos calitifcativos: leal y patriótica.

Conste, ante todo, que cuando hablamos de ‘política de derechas’ queremos decir política de católicos y en cuanto católicos. A nadie puede extrañar estas palabras … ¡Si la política del anterior bienio ha versado principalísimamente sobre materia religiosa! Los Gobiernos, al dictado de la Masonería, han inferido a la Iglesia todo el daño que pudieron, aunque por tales modos a la vez dañaran al Estado, a la República y a la nación. Los católicos españoles por ello, han tenido que hacer también política religiosa, política de defensa de la Iglesia y de la convicción católica y nacional, subordinando a tan primario deber toda suerte de compromisos y particulares opiniones.

Y al proceder así, han seguido fidelísimamente los principios y normas de la Iglesia, que León XIII precisó y definió en situaciones análogas – por nocir idénticas – a la de España en nuestro tiempo, planteadas en el último tercio del siglo XIX en muchas Naciones europeas y americanas; normas y principios repetidos y recordados, tras el advenimiento de la República, por el Episcopado español y por Su Santidad el Papa. Una vez más repetiremos los textos:

«Con aquella lealtad, pues, que corresponde a un cristiano, los católcios españoles aceptarán el Poder civil en la forma con que de hecho exista».

«Aportarán su leal concurso a la vida civil y pública»

«Aunque no puedan aprobar lo que haya actualmente de censurable en las instituciones políticas, no deben dejar de coadyuvar a que estas mismas instituciones, cuanto sea posible, sirvan para el verdadero y legítimo bien público».

«Sin mengua, pues, ni atenuación del respeto que al Poder constituido se debe, todos los católicos consideran como un deber religioso y civil… cambiar si bien las leyes injustas y nocivas, dadas hasta el presente, seguros de que actuando con rectitud y prudencia, darán con ello prueba de inteligente y esforzado amor a la Patria, sin que nadie pueda con razón acusarlos de sombra de hostilidad hacia los poderes encargados de regir la cosa pública» (De la declaración colectiva del Episcopado español, de diciembre de 1931).

Los católicos españoles han seguido las normas de actuación señaladas en los párrafos pretendentes. Y para honor de ellos ha escrito Pio XI estas clarísimas palabras:

– «La gran mayoría del pueblo español – no obstante las provocaciones y regímenes de los enemigos de la Iglesia, ha estado lejos de actos de violencia y represalia, manteniéndose en la tranquila sujeción al Poder constituido».

«Todos saben – dice el Papa actual en la Encíclica ‘Dilectísima Nobia – que la Iglesia católica, no estando bajo ningún aspecto ligada a una forma de gobierno más que a otra, con tal que queden a salvo los derechos de Dios y de la conciencia cristiana, no encuentra dificultad su avenirse con las diversas intituciones civiles, sean monárquicas o republicanas…»

Los católicos, por tanto, tampoco pueden encontrar dificultad en avinerise con las instituciones republicanas, y como ciudadanos y como creyentes, están obligados a prestar a la vida civil un leal concurso. Sin duda, puede haber

Pero surge una cuestión práctica. Aunque la Iglesia no sea incompatible con la República – tampoco, por consiguiente, con la República española – ¿no será, precisamente, esta Segunda República de España la que se haga y declare incompatible con la Iglesia católica? ¡Ah! Hasta ahora la Constitución, la leyes fundamentales y el espíritu de la obra de gobierno han estado inspirados oir un anticatolicismo casi frenético; de suerte, que hay derecho – dice Pio XII en el documento citado antes – a atribuir la persecución movida contra la Iglesia católica… al odio que contra el Señor y contra un Cristo fomentan sectores subversivos de todo orden religioso y social…

Pero faltariamos a la verdad si dijeramos que son esos los sentimientos de todos los republicanos españoles o desconociéramos que no pocos de ellos – y algunos de los de mayor relieve – quieren rectificar la política sectaria; unos porque sus convicciones religiosas les hacen desear la paz con la Iglesia; otros, porque patrióticamente anhelan una concordia nacional. Urge, pues, la demostración, con palabras y actos de Gobierno de que dentro de la República española puede la Iglesia vivir vida digna, respetada en sus derechos y en el ejercicio de su misión divina. Si así se restaura la justicia, y los católicos españoles pueden eficazmente ‘trabajar por el honor de Dios, por los derechos de la conciencia y por la santidad de la familia y de la escuela’ – palabras dichas anteayer por Su Santidad a unos peregrinos españoles – seguramente harán renuncia generosa – sigue hablando el Papa – de sus ideas propias y particulares en favor del bien común y del bien de España.

Y a tales palabras no queremos añadir sino estas otras.

En resumen, y por emplear las mismas palabras del Papa en la Dilectiásima  Nobia, siempre que queden a salvo los derechos de Dios y de la conciencia cristiana, los católicos españoles, en cuanto tales, no pueden encontrar dificultad puesto que el Papa no la encuentra, en avenirse con las instituciones republicanas.

16 Diciembre 1933

Los católicos y la república

ABC (Director: Juan Ignacio Luca de Tena)

Leer

Nuestro querido colega EL DEBATE reproduce en su editorial de ayer una tesis y una documentación que adujo ya, no pocas veces, acerca de la actitud de los católicos ante la República: de cuándo la actitud ha de ser una misma para todos, impuesta por el deber, y cuándo puede ser diferente, porque no roza el deber común. Cosas conocidísimas de todos y sin la menor novedad en EL DEBATE. No debe ser muy grato para el colega el efecto produciro por su artículo, los comentarios y las interpretaciones que sugiere. Sin duda la oportunidad elegida por el gran diario es la que da un alacande desmedido a esta reiteración en que se ha empezado a ver la incorporación de algunas derechas al régimen. Las normas de la Santa Sede y del Episcopado español, reproducidas en el artículo de EL DEBATE, sirven para justificar una hipótesis  eventual, excluida en absoluto del actual momento político de España. No sólo pueden los católicos en cualquiera circunstancia profesar las doctrina republicana, sno también prestar su adhesión activa a la República en condiciones que ni existen hoy ni tienen siquiera perspectiva de cumplimiento: «Cuando queden a salvo los derechos de Dios y del a conciencia cristiana», según la palabra de Su Santidad Pío XI. EL DEBATE reconoce que no tal o cual partido, ni este o aquel Gobierno, sino la República, todo el régimen, sus instituciones, su Parlamento constituyente, su Constitución, sus leyes fundamentales y el espíritu de su obra de gobierno, se han hecho incompatibles con la Iglesia católica y se han inspirado en un anticatlocismo casi frenético. Sobre todo eso – ‘persecución movida por el odio contra el Señor y contra su Cristo’, dice que encíclica Dilectíssima Nobis – ha fulminado el Pontífice dura y terminable condenación que está viva mientras lo esté la obra nefanda. De modo que las normas ineludibles de la Iglesia, las que se refieren al poder y no a la acción potestativa, son precisamente las que impiden las incorporaciones de los católicos a la República. ¿Por cuánto tiempo? ¿Hay alguna posibilidad perceptible de que se vaya a revocar lo que tan severamente ha condenado incluso con sanciones canónicas, la sentencia del Pontífice? ¿Hay en el régimen algún partido que haya negado su voto a lo fundamental de la legislación anticatólica? ¿Hay alguno de quien se esperen rectificaciones de fondo ni que pase de afirmar meras discrepancias de forma y procedimiento?

Pero todavía cuando los católicos estén, como tales católicos, en condiciones de avenencia con el régimen, podrán rehusarla lícitamente por otro título y otras consideraciones. El acatamiento del Poder constituído en un deber católico, y nosotros aún le añadimos  otra categoría de moral y derecho natural que lo exige también de los no católicos; pero la norma que permite la indiferencia por la forma de gobierno no la impone, y nos deja libres en la opción planteada hoy a los epsañoles para que, con Monarquía o con República, con la forma preferida, prestemos concurso a la defensa de la religión y de la sociedad. Y esto – recuerde bien EL DEBATE la primera pastoral del primado y de los obispos – recomendándonos la especial atención con que todo católico debe considerar, en este punto de la opción, ‘las circunstancias de lugar y tiempo, el contraste de la teoría y la experiencia, el caso y la necesidad de cada país’. Quisiéramos saber, en la necesidad y en el caso de que España, qué razones alegan y qué ventajas o provechos de la nación se prometen los que hablan de incorporarse a la República; y qué novedad ha ocurrido para que modifiquen su actitud.

A la Acción Popular [CEDA] y a su representación parlamentaria se refieren los augurios de evolución republicana, más acentuados desde ayer, por el artículo de EL DEBATE. Nutrida por monárquicos que han contribuido espléndidamente a sus propagandas esta organización conservadora nació al proclamarse la República, llamando a rebato a las fuerzas vitales del país. ¿Por qué, siendo tan accidental entonces como ahora para sus caudillos la forma de gobienro? Porque la República era un terrible peligro y el manifiesto de formación lo decía. ¿Y cuando el peligro se ha hecho realidad aterradora y subsiste sin enmienda ni vislumbre de atenuación, el bloque derechista que nació para combatir la República va a incorporarse a ellaespontáneamente, sin garantías, no sabemos a cuenta de qué esperanzas…?

Tenemos otro motivo de duda, que sería de reproche si se confirmaran los auguruios de evolución. Esta reciente la victoria electoral en que esta organización ha sacado la mejor parte. ¿La hubiera obtenido presentándose a las urnas con el propósito de republicanizarse? Insistimos en que esto sería una deslealtad con los electores. a la victoria, que no ha tenido mucho apoyo de republicanos, nadie le ha sacado consecuencias monárquicas; pero menos podía tener el inesperado destino que por parte de la Acción Popular le adjudica el rumor público.