16 junio 1957

Matthews reconocerá su error

El periodista Manuel Aznar Zubigaray reivindica el relato épico de la resistencia del Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil frente al relato de Herbert L. Matthews en THE NEW YORK TIMES

Hechos

  • El 16 de junio de 1957 el periódico ABC recogió la investigación de D. Manuel Aznar Zubigaray sobre la resistencia del Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil frente a la investigación de Matthews negando ese episodio.
  • El 19 de marzo de 1961 los periódicos LA VANGUARDIA y ABC recogieron la nota en la que Matthews reconocía su error.

Lecturas

¿ES EL LÍMITE?

Articulado dentro de una campaña general de infamación y descrédito contra nuestra patria ha aparecido en Nueva York un libro del periodista Herbert L. Matthews, libro en el cual encontramos la peregrina, la monstruosa, la inverosímil versión de que el asedio del Alcázar de Toledo, el heroísmo de sus defensores, el fusilamiento del hijo del entonces coronel Moscardó, la fe ciega de los que voluntariamente se habían encerrado en aquella Numancia, el entusiasmo de las mujeres que siguieron a sus esposos, hijos o padres; es decir, todo lo que está perfecta, incuestionablemente comprobado, testificado, documentado hasta la saciedad es una burda intención de los ‘hijos de las tinieblas’. (Los hijos de las tinieblas somos los no comunistas, los no anarquistas, los no republicanos, es decir, los que luchamos contra la anti-España y la anti-Europa del Frente Popular).

El Sr. Matthews desdeña los hechos, menosprecia a los testigos, niega los documentos fehacientes; recusa la pura verdad. El solo contra todos, y su talento de triste invencionero contra todo lo que el mundo conoció, reconoció, verificó y admiró.

Es trágico que la imaginación enfocada a la perversidad alcance límites prohibidos para el que no renuncie a un mínimo de probidad, por mínimo que sea. Y más trágico para un periodista que debe ser el notario de la actualidad. Trágico para el Sr. Matthews haberse dado de bruces al intentar enlodar el magno suceso, con los testigos, los enterados, los documentos, los hechos… ¡que ni los rojos negaron nunca!…

El libro donde encontramos este genial descubrimiento se titula, en inglés. «The Yoke and the Arrows». «El Yugo y las flechas», en español, Herbert L. Matthews empieza, confesando que a su causa personal es la causa de los leales.

Este despampanante descubridor de farsas en las que colabora toda la Humanidad, dejándole a él solo el privilegio de poseer la verdad absoluta, confiesa en su libro que su causa personal es la de ‘los leales’. Que estuvo los años de guerra en España, tomando parte en ella activamente como articulista hincha de los hijos de la luz (los componentes de las Brigadas Internacionales), que la causa de esos hijos depende de una segunda guerra, la que hay que ganar definitivamente, pue lo de ahora es una sosa pausa. Y confiesa otras cosas por el estilo. Se trata, pues, de un agente rojo.

A diario, los que tenemos por oficio estar al tanto de las campañas de los hijos de la luz, leemos o escuchamos inepcias, embustes, tergiversaciones, sandeces, insultos. La gama del despecho y de la impotencia. Le cabe al Sr. Matthews haber llegado al límite, a una marca que sólo puede rebasarse de una manera. Luego le diremos cómo.

La respuesta.

¿Qué se hace cuando se está a plena luz del sol y alguien le dice a uno duramente que es de noche? ¿Se toma por lo grotesco la afirmación? ¿se lleva al manicomio al mendaz? ¿Se le demuestra que está en un error craso y deleznable? ¿Se le desdeña? La contestación, según el temperamento del que recibe en la cara réplica tan incierta y peregrina.

El sujeto de la agresión del atrevido señor Matthews no es para dejar el caso así como así. Se trata de una herejía. Se trata de una blasfemia. Hemos soportado en el terreno de la difamación y la indignidad propagandística fardos de mucho peso. Este no lo aguantamos.

Manuel Aznar, maestro en la argumentación y también en la calma, se nos ha adelantado en la empresa de establecer sobre cimientos inconmovibles la exactitud de lo ocurrido en 1936 en el Alcázar de Toledo, uno de los hitos de la Humanidad con honor. Uno de los aborrecimientos para quien no lo tenga. En su folleto ‘El Alcázar no se rinde’ agota Manuel Aznar el tema. Pocas páginas ha necesitado tan ilustre compañero para planchar al autor de la plancha. La verdad es indivisible, y ella sola, con presentarse, se defiende. Aznar no hace sino, minuto a minuto, dato a dato, establecer la sucesión exacta y comprobada de los hechos. Es la primera (y única) manera de convencer a que antes hemos aludido: el caso de que quien argumenta posea la verdad, que no precisa de retórica ni de adornos. El folleto-respuesta de Aznar parece una demostración de matemáticas. No hay nada que añadir ni quitar.

Afirmaciones calumniosas

No se irrite demasiado el lector por lo que inventa el distinguido jaleador de las matanzas de las cárceles, las checas, los Torrejones de toda España, los incendios, los martirios y los robos del tesoro nacional y de los bienes particulares (Incluso en su libro intenta justificar el de los cuadros del Prado diciendo que se los llevaban para que no lo estropease la guerra). Adelante.

Dice, y no siente remordimiento: «El hijo de Moscardó, soldado entonces de 19 años de edad, y no de 16, fué uno de los que se refugiaron en el Cuartel de la Montaña, de Madrid, durante los primeros días de la guerra. El cuartel fue tomado al asalto, y la mayoría de los soldados y de los oficiales que había dentro – excepción hecha de los que se volvieron contra sus oficiales y se unieron a los republicanos – y Luis Moscardó no fué uno de ellos – resultaron muertos en el combate o fueron fusilados después. Esto sucedía el 19 de julio de 1936, cuatro días antes de la fecha en que cuentan que se produjo el episodio del Alcázar. Por razones obvas nadie se preocupó de intentificar el cadáver de Luis. Su padre no era entonces una persona conocida y, de hecho, el coronel Moscardó fué el verdadero jefe militar del Alcázar. El jefe era un tal coronel José Abeilhé, director en el Alcázar, de la Academia de Infantería. El coronel Moscardó no pasaba de ser director de la Escuela Central de Gimnasia de Toledo, pero tenía una graduación más alta que Abeilhé y, como consecuencia de ello, fue el jefe nominal durante el sitio. Hay probabilidades abrumadoras de que Luis Moscardó estuviera ya muerto cuando su padre se refugió en el Alcázar, y todo induce a creer que el coronel Moscardó no se enteró de la muerte de su hijo, sino después de la liberación de la fortaleza».

Como se vé, la intención perfectamente clara del lanzador de lodo es destruir una de las legítimas glorias, no sólo del Ejército español, sino del alma del mundo que no cae del lado del infierno. Si Moscardó no es el Guzmán el Bueno moderno, el heroísmo de los defensores del Alcázar, como el hombre ínclitamente ejemplar de Moscardó, carecen de interés pierden su aureola, son episodios corrientes, se le resta a la Cruzada uno de sus episodios trascendentales. Es labor de carcoma, de insidioso roer la base moral de la Victoria. Esa es la intención.

Manuel Aznar establece el siguiente cuadro demostrativo de dos cosas: demostrativo de la verdad, y demostrativo de la mentira. La mentira es cuanto queda copiado. La verdad es la que hace resplandecer Aznar. Esta_

Luis Moscardó no tenía 19 años, sino 24.

No era soldado, había cumplido su servicio. (Reemplazo el suyo, de 1932)

El coronel Moscardó no fue jefe ‘nominar’ de los defensores del Alcázar. Lo fue efectivo con arreglo a las Ordenanzas.

El coronel Abeilhe no estaba en Toledo. El coronel Abeilhe estaba en Madrid donde fue detenido y después fusilado en Torrejón.

Luis Moscardó no pudo refugiarse en el Cuartel de la Montaña, de Madrid, porque ese día y sucesivos estaba en Toledo, como Aznar demuestra con toda clase de testificaciones y documentos.

Añadimos por nuestra parte otros dos datos: los heroicos defensores del Cuartel de la Montaña, n ose refugiaron en el Cuartel. Lo que hicieron fue entrar en el cuartel voluntariamente (sin que nadie ni nada les obligara a refugiarse) para salir con las tropas, en caso posible, a salvar Madrid del dominio de los rojos; en caso desgraciado para inmolarse y perecer, como perecieron casi todos, inmortalmente, en la sublime empresa. Y el ataque de los rojos al Cuartel de la Montaña, y matanza de los inermes (sin cartuchos), defensores, no fue el 19 de julio, sino el 20. La matanza terminó a las 12 y 10 de la mañana. Podemos puntualizar… porque podemos.

Se ha deshecho el tejido de mentiras (Aznar aduce infinitas pruebas más. No vamos a reproducir su folleto. Recomendamos su lectura y comprobación). Pero queda un cabo suelto del tejido: dice el Sr. Matthews que no es posible que el coronel Moscardó hablara con su hijo, pues el teléfono del Alcázar con Madrid estaba cortado. Deja bien claro con demostración irrefutable Aznar, que el Alcázar habló con Toledo, naturalmente, donde estaba la central, pues directamente todavía no se puede comunicar el teléfono del abonado de otra; ha de pasar por la central interurbana. Lo que saben hasta los niños lo deja en el aire el Sr. Matthews ‘por si cuela’. Ha demostrado Aznar que Luis Moscardó habló desde Toledo, donde estaba con su padre, y que la comunicación la puso el jefe de la patrulla que detuvo al hijo. Ese jefe lo confesó. Se llamaba – ahí va su triste nombre – Cándido Cabello. Lo presenciaron testigos a uno y otro lado, y los rojos siempre han dado esta versión, la misma de los no rojos. Hasta que llega en 1957 el señor Matthews y dice que el teléfono, el agua y el gas del Alcázar estaban cortados. Hay que decir, dep aso, que jamás ha tenido gas Toledo. Así es todo su libro.

Preguntas.

¿Importan algo las afirmaciones de los actores de un hecho?

¿Importa la publicación en los periódicos simultáneos o inmediatamente siguientes al hecho de detalles que corroboran los hechos?

¿Importa la comprobación de que en los dos bandos se afirma lo mismo, en el momento en que ocurre, corroborándose así rojos con azules, pudiendo deducirse de esa confrontación que puesto que a nadie la niega hay una verdad aceptada comúnmente?

¿Tienen algún valor probatorio las afirmaciones y relatos de los interesados y de quienes le rodean?

¿Y las de los que, entonces y después han escrito refiriendo las cosas también como las refieren los interesados?

¿Y la falta de un error, la falta absoluta de una manifestación contraria en un asunto en que fueron actores, testigos o contemporáneos bien informados, todos los habitantes de un país y todos los del mundo?

Nada de eso le importa al señor Matthews. A los 20 años lanza su ‘Ahí va eso’… ya esperar otra ocasión.

Otras ocasiones.

Nosotros vamos a proporcionarle no una ocasión de seguir luciendo sus despreocupaciones y su afición a los ‘hijos de la luz’, sino varias. Anote:

Puede desmentir que en el cuartel de Simancas (Gijón) después de defenderse como se defienden los españoles, a la vista de un barco de guerra, el mando del cuartel (ya entraban los rojos), avisó al barco: «Tirad sobre nosotros, que el enemigo está dentro».

También puede decir que no es verdad lo ocurrido en el asedio y liberación de Oviedo. Alguien puede informarle de que allí lo que hubo fue una verbena.

Y no digamos si en Belchite, Alcubierre y la línea de Zaragoza, en Teruel y en Huesca, puede encontrar ‘falsedades’ como la del Alcázar.

Le recomendamos especialmente que se ocupe invesigar sobre lo del santuario de Nuestra Señora de la Cabeza (Jaén). El episodio del capitán Cortés espera una aclaración. El autor de esperpentos puede lanzar uno contra el héroe.

Y también sobre lo del Cuartel de la Montaña donde ‘se refugian’. Y sobre lo que en los cuarteles del Pacífico y de Carabanchel hicieron los que sabían que perdían en Madrid, pero se levantaron contra la ignominia de la llamada República, aunque les costase todo, entre ese todo, la vida.

Y si relata la batalla de Brunete, no deje de desmentir lo de los defensores de Quijorna, que prefieren, cerrando el paso a las huestes del insigne general ‘hijo de la luz’, «El Campesino», sucumbir a rendirse.

Episodios como esos hubo tantos, que ocuparíamos páginas y páginas con la lista. Sólo una pequeña muestra ofrecemos a la mirada de águila, a la perspicacia, y al ‘través de los cuerpos opacos’ del señor Matthews, para que emplee sus dotes. Y conste que sentimos que el asunto no se preste al sarcasmo.