4 julio 1957

Kruschev les acusa de faccionistas que habían formado un grupo 'anti-partido'

Kruschev ‘purga’ a a la vieja guardia stalinista en la URSS: Malenkov, Kaganovich y Molotov expulsados del PCUS acusados de planear un golpe de Estado

Hechos

El 4 de julio de 1957 la prensa occidental se hizo eco del anuncio del PCUS por el cual quedaban expulsados de su presidium los ‘camaradas’ Malenkov, Molotov y Kaganovich

04 Julio 1957

Victoria de Nikita Kruschev

LA VANGUARDIA (Director: Luis de Galinsoga)

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Después del artículo de la ‘Pravda’ en el que se atacaba, sin nombrarlos pero transparentemente, a Malenkov y Molotov, se ha producido el hecho sensacional que el escrito del órgano oficial del PCUS venía a preanunciar entre líneas. Malenkov, Molotov y Kaganovich han sido destituidos de sus puestos en el Presidium del Comité Central del PCUS y Chepilov lo ha sido de la Secretaría del Comité Central, todos ellos por ‘actividades que no guardan relación con los principios leninistas’.

Para entender en lo posible y con todas las reservas del caso, lo que acaba de suceder en Moscú hay que remontarse a noviembre de 1956, cuando se produjeron los sucesos de Polonia y Hungría. Estos acontecimientos, considerados como consecuencia directa de la política de desestalinización propugnada por Kruschev a raíz del XX Congreso del PCUS en febrero, produjeron un gran movimiento de protesta en el seno de la oligarquía gobernante en Moscú. En aquella ocasión se unieron contra Kruschev el ala derecha del Comité Central, es decir Malenkov y los grandes tecnócratas, con el ala izquierda, a saber: los estalinistas más conspicuos, Molotov y Kaganovich en cabeza. Ambos grupos culparon a Kruschev de haber sido el responsable de los acontecimientos producidos en el interior del telón de acero y pidieron una remoción de los principales cargos ostentados por el primer secretario y sus amigos.

Ante la doble ofensiva, Kruschev reaccionó hábilmente. De un lado, trató de ganar tiempo. Y pidió que la cuestión de remoción de cargos, que debía plantearse en aquel mismo otoño, fuera aplazada hasta febrero próximo. Sus adversarios, no descontentos de que fuera Kruschev y sus amigos quienes tuvieran que hacer frente a la grave situación creada por su política, accedieron al aplazamiento. Kruschev no perdió el tiempo que así ganaba. Se trasladó a Pekín, parece ser que por dos veces en el curso del mismo mes de noviembre, tratando de convencer a Mao Tse Tung de que sus puntos de vista sobre la desestalinización y, en general, la política soviética eran los adecuados. Mao Tse Tung le dio la razón e intervino decisivamente: en Varsovia, para apoyar a Gomulka y aconsejarle que permaneciera fiel a la alianza con la Unión Soviética, evitando llegar hasta el punto catastrófico de Hungría; en Moscú, mostrando su conformidad con las tesis de Kruschev. Esto y el apoyo que también tan grave para su carrera. La desastrosa actuación de los occidentales en toda la crisis de Hungria y la paralela de Egipto completaron la consolidación del primer secretario del Comité Central.

Con la sensacional decisión de ayer, pues, la situación política parece quedar bastante despejada en favor de Kruschev. Este, de toda evidencia, después de haber logrado contener la ofensiva que, por ambos flancos, le dirigían sus adversarios se ha consolidado en su puesto y, una vez esto logrado, ha pasado enérgicamente, a la ofensiva. Esto significa el triunfo del equipo de la desestalinización y de la coexistencia pacífica y, por lo tanto, las consecuencias que cabe esperar de estos hechos pueden ser importantes. Por el momento, no se puede hacer más que destacar el interés extraordinario que tiene una situación que, de toda evidencia sigue en estado fluido. La lucha por el poder, en el seno de la oligarquía gobernante en el Kremlin, continúa. Y la destitución de los grandes personajes ayer apartados es uno de sus actos más curiosos. Notemos, finalmente, que la destitución se ha hecho en términos muy duros, incluso amenazadores para los destituidos, como si quisiera abandonar de nuevo los procedimientos de política ‘normal’ que se venían siguiendo hasta ahora en los casos de destituciones y dimisiones.