13 septiembre 1998

PP y PSOE rechazan la propuesta, por incluir en ella al brazo político de los asesinos

Declaración de Lizarra (Pacto de Estella): El PNV, EA e Izquierda Unida – Ezker Batua suscriben un pacto con Herri Batasuna en Lizarra para defender la negociación con ETA

Hechos

El 12.09.1998 se anunció oficialmente la ‘Declaración de Lizarra’

Lecturas

El 12 de septiembre de 1998 se suscribe ‘La Declaración de Lizarra’ firmada por entidades vascas para favorecer un proceso de negociación con la banda terrorista ETA para favorecer el final pactado de la violencia siguiendo el modelo de Irlanda. El acuerdo cuenta con la oposición del PP y PSOE, contrarios a cualquier negociación o pacto con ETA para que deje de asesinar.

Firman el acuerdo por PNV, Eusko Alkartasuna, Izquierda Unida-Ezker Batua, Herri Batasuna (Euskal Herritarrok, EH), Abertzalleen Batasuna (Iparralde), Batzarre, ZUtik, ELA, LAB, EHNE, ESK-CUIS, STEE-EILAS, Ezker Sindikala, Hiru, Foro Gogoa, Senideak, Bakea Orain, Elkarri, Egizan, Herria 2000 Eliza, Gernika Batzordea y Autodeterminazioren Biltzarrak.

La Declaración de Lizarra (Pacto de Estella) es una herramienta electoral para PNV, EA y, en especial, para EH, para presentarse como buscadores de paz.

98_Otegi_Lizarra Arnaldo Otegi, portavoz de Herri Batasuna (ahora Euskal Herritarrok) fue la principal cara visible del ‘Foro de Lizarra’ o ‘Pacto de Estella’ junto al dirigente del PNV, D. Joseba Eguibar. El pacto, teóricamente, defendía fomentar un proceso de negociación entre el Estado Español y los asesinos de ETA, para conseguir que los terroristas dejaran de matar a cambio de que el Estado concediera la ‘autodeterminación’ al País Vasco. Pero analistas señalaban que de verdad pretendía que los partidos firmantes formaran una coalición de gobierno nacionalista sin el PSOE y el PP (pese a que los nacionalistas vascos son uno de los partidos que sostienen al Gobierno Aznar en el Gobierno central).

Pacto_Lizarra El periódico del PNV, DEIA, definió que el pacto entre PNV, EH, EA y Ezker Batua (IU) representaba a ‘la mayoría política vasca’ a pesar de que no figuraban ni el Partido Popular vasco ni el PSE-EE-PSOE, que también eran formaciones vascas.

15 Septiembre 1998

Media propuesta

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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LA LLAMADA Declaración de Lizarra, firmada este pasado fin de semana por partidos que representan a algo más de la mitad del electorado vasco -y a algo menos si se incluye Navarra-, se plantea como una nueva propuesta para la pacificación de Euskadi inspirada en el proceso irlandés. Su contenido se sitúa a medio camino entre la del lehendakari Ardanza y el planteamiento tradicional de Herri Batasuna. De ahí la dificultad de que sea asumida por el resto de los partidos, que representan a la otra mitad del electorado del País Vasco y Navarra y que rechazaron la propuesta del lehendakari por considerarla demasiado nacionalista. La nueva oferta lo es en mayor grado, tanto en el diagnóstico como en la salida propuesta.Para los firmantes, el problema no es, por ejemplo, que ETA haya asesinado a cinco concejales de otro partido en el último año, hecho que ni se menciona, sino la existencia de un «conflicto histórico de naturaleza política». El texto reconoce que existen diversas concepciones sobre el origen y permanencia de dicho conflicto, pero lo que plantea como solución consiste sustancialmente en que los demás acepten el punto de vista nacionalista sobre esas y otras cuestiones. Por ejemplo, la de que todos los problemas deben resolverse en el ámbito vasco de decisión, limitándose la función de los Estados español y francés al reconocimiento de lo decidido en ese ámbito.

Los nacionalistas tienen derecho a defender esa concepción, pero también los demás a sostener que es consustancial al pluralismo vasco la existencia de ámbitos diversos de decisión: local, autonómico, español, europeo. Plantear que no debe haber límites en el diálogo, ni siquiera los de la Constitución y el Estatuto que garantizan ese pluralismo, es coherente con la alternativa KAS y demás formulaciones de ETA e incoherente con el marco autonómico con que se identifica la mayoría de los ciudadanos vascos. Cuestionar ese marco para integrar a la minoría violenta es demasiado arriesgado, al menos mientras no existan garantías de que ETA renuncia definitivamente a la violencia.

Es cierto que, con tal de acabar con esta pesadilla, muchos ciudadanos darían por buenas algunas concesiones, aunque les parecieran injustas -indultos a los activistas presos, por ejemplo-; pero el problema es que las concesiones son evidentes, mientras que no hay ninguna exigencia a ETA. La lectura del proceso irlandés realizada por la propuesta de Ardanza implicaba al menos la exigencia de un tregua indefinida de ETA como condición para que HB fuera admitida en las conversaciones. Esa condición ha desaparecido del texto que han aceptado firmar los nacionalistas (e IU) junto a HB y sólo aparece una mención a que la «fase resolutoria» de las conversaciones se «realizaría» -en condicional- «en unas condiciones de ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto». Frase que o bien se refiere a las acciones vandálicas de Jarrai o resulta absurda: no hay en Euskadi otra expresión de violencia que la de ETA y sus auxiliares.

Y mientras ETA no se comprometa a dejar definitivamente las armas no habrá posibilidad de una salida dialogada. Por eso, la de Lizarra no es todavía una propuesta de paz, sino un intento de reagrupar a la comunidad nacionalista sobre la base de un programa que pueda ser aceptado por ETA.

15 Septiembre 1998

ETA y el escenario vasco

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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No ha habido ni la más mínima fractura entre PSOE y PP en el rechazo tajante del documento de Estella, suscrito el pasado sábado por las tres formaciones nacionalistas vascas (PNV, EA y HB), por IU, por los sindicatos ELA y LAB, por Elkarri y por diversas organizaciones abertzales en el marco del llamado Foro de Irlanda.

Mayor Oreja y Borrell coincidieron ayer en calificar el documento como «una traición» al Pacto de Ajuria Enea, lo mismo que había dicho 24 horas antes Almunia, que, por cierto, hace pocos días propuso una oferta de diálogo del Gobierno a ETA. Aznar tachó desde Colombia de «poco serio» e «inaceptable» el planteamiento del Foro.

Tras establecer un paralelismo con el proceso del Ulster, el documento propugna el inicio de una negociación política entre los partidos vascos «sin agendas limitadas» y ofrece a cambio una tregua de ETA, que queda condicionada a la «fase resolutoria» del diálogo. Dicho en otros términos, los nacionalistas no sólo no condenan el uso de la violencia sino que ni siquiera se atreven a pedir a la banda terrorista el cese inmediato de la lucha armada.

No hay, por tanto -ni podía haberlo al figurar HB entre los firmantes- un cambio apreciable respecto a anteriores planteamientos nacionalistas. Se podría considerar incluso que las conclusiones del Foro suponen un retroceso respecto al plan Ardanza, que, por lo menos, tenía la valentía de condenar sin ambigüedad la violencia y establecer como condición sine qua non de la negociación el abandono definitivo de ETA de las armas.

El documento de Estella, por sí solo, es un globo pinchado, que no merece mayor debate. Pero hay otra hipótesis que sí merece la pena considerar: que el giro que se detecta en HB y esta oferta del Foro sean la antesala de una tregua de ETA.

Que la banda renunciara a seguir matando durante un tiempo lo suficientemente largo como para crear un clima distinto, sí supondría un cambio importante en el escenario vasco y sí permitiría sentar las bases de una solución negociada al conflicto, como ha sucedido en Irlanda del Norte.

Este y no otro es el quid de la cuestión. Si ETA deja de matar, el Gobierno y el PSOE se verán obligados a mover ficha y a entablar ese diálogo del que habla el Foro. Pero si siguen los asesinatos, el papel de Estella se habrá convertido en un ejercicio de futilidad.