4 mayo 1977

El andalucista Rojas Marcos y el aragonés Gastón se convierten en los principales aliados del 'viejo profesor'

El PSP de Tierno Galván se presentará en coalición con los andalucistas del PSA con el nombre de ‘Unidad Socialista’

Hechos

El 4.05.1977 se presentó la coalición Unidad Socialista formada por el Partido Socialista Popular y el Partido Socialista de Andalucía (PSA).

Lecturas

El 4.05.1977 se presentó la marca con la que el Partido Socialista Popular (PSP) de D. Enrique Tierno Galbán concurrirá a las elecciones generales de junio de 1977. Para poder tener listas en todas las provincias se ha aliado a partidos socialistas regionales en Aragón y Andalucía. La marca que usará será Unidad Socialista. Por tanto en Madrid el partido se presentará como PSP-Unidad Socialista, en Andalucía como PSA-Unidad Socialista y en Aragón como PSA-Unidad Socialista.

D. Raúl Morodo, elegido secretario general del PSP en el pasado III Congreso (el primero que se celebra de manera pública), será número 2 de las listas del PSP por Madrid.

rojas_marcos_psa  D. Alejandro Rojas Marcos, Secretario General del Partido Socialista Andaluz (PSA).

gaston_sanz  D. Emilio Gastón, líder de un regional Partido Socialista Aragonés, también se unió a la coalición Unidad Socialista.

El juez D. Joaquín Navaro Estevan será el cabeza de lista del PSP por Almería al Senado.

Cabezas de lista de ‘Unidad Socialista’:

  • Madrid – D. Enrique Tierno Galván (PSP), D. Raúl Morodo (PSP), D. Fernando Morán (PSP)
  • Cádiz – D. Antonio Ibañez (PSA), D. Juan Manuel Romero (PSP) y D. Pedro Pacheco (PSA)
  • Málaga- D. Miguel Ángel Arredonda (PSA)
  • Sevilla- D Alejandro Rojas Marcos (PSA) irá de número uno y D. Luis Uruñuela irá de número dos.
  • Zaragoza – D. Emilio Gastón (Partido Socialista de Aragón)
  • Albacete- D. José Bono (PSP)

23 Enero 1977

La unidad de los socialistas

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA PROXIMIDAD de las elecciones y la creciente esperanza de que podrán realizarse dentro de límites tolerables de veracidad y limpieza están trabajando más por la unidad de los socialistas que cualquier otro factor. Se ha revelado como Ilusoria la idea de que podría existir un espacio electoral lo suficiente mente amplio como para que los diversos partidos socialistas pudieran obtener, cada uno por su lado y en mutua competencia, un número satisfactorio de escaños. También parece cada día más evidente que la eventual dispersión (le los sufragios entre los diversos representantes de la familia socialista se distribuiría de forma irregular: salvo en Cataluña y quizá en Aragón y algunas zonas de Andalucía, el PSOE es el más firme candidato a cosechar la gran mayoría de los votos de esta especie.Este es,, seguramente, el principal motivo de los últimos acercamientos de la Federación de Partidos Socialistas y del Partido Socialista Popular, o al menos de sectores importantes de sus direcciones y de sus bases, a la organización que dirige Felipe González. Son muchos los observadores que, -desde fuera, habían pronosticado que el PSOE sería el eje real del movimiento socialista. El incondicional apoyo de la II Internacional (espectacularmente puesto de relieve en el congreso de diciembre), el acierto de un relevo generacional compatible con el mantenimiento de las tradiciones históricas, y la política de distancias respecto al Partido Comunista (ni tan lejos como para romper la unidad de la izquierda, ni tan cerca como para convertirse en su satélite), son algunos de los argumentos que daban fuerza al vaticinio.

Por otra parte, ninguno de los restantes grupos socialistas ha conseguido perfilar nítidamente su imagen. El PSOE (sector histórico) ha hecho del anticomunisino su caballo de batalla, pecó de oportunismo (mal retribuido) al someterse al humillante trámite de la ventanilla, y ha puesto en marcha un plan de alianzas electorales cuando menos poco prestigioso.

El PSP ha dado excesivos bandazos en su estrategia (desde la fundación de la Junta Democrática hasta sus contactos con el Gobierno), ha incurrido en contradicciones al pronunciarse sobre la estructura federal del socialismo y no ha logrado borrar su imagen de partido de élites intelectuales. En cuanto a la FPS, a la inevitable heterogeneidad de su constitución federal, se han unido diversas crisis internas de los grupos, que anulan, al menos parcialmente, el mayor arraigo que tienen en algunas regiones.

En una perspectiva electoral, pocas dudas puede caber sobre la necesidad de la unidad socialista. Si todos esos grupos concurrieran por separado, muchos votos que normalmente irían a un socialismo unido y coherente, se desviarían hacia otras zonas del espectro político, por rechazo y como protesta ante el espectáculo poco edificante de la disgregación. Sobre todo si se piensa que las diferencias de familia, cuyo fondo sólo puede ser perceptible para los iniciados, sólo llegan a la mayoría de los futuros electores en forma de invectivas y personalismos.

Este tema, aunque concierna fundamentalmente a los socialistas, interesa a los demócratas de todo signo. La consolidación de las instituciones representativas en España precisa la creación de grandes bloques electorales, entre otras cosas para privar a los enemigos de la democracia de argumentos sobre su presunta ineficacia.

¿Cuáles pueden ser las formas concretas en que se instrumente ese anhelo y esa necesidad unitaria? La «rendición incondicional» de los demás grupos ante el PSOE no sólo sería una solución desagradablemente prepotente, sino que, además, resultaría a la larga perjudicial tanto para la organización que la impusiera como para la causa del socialismo. Los partidos son una compleja realidad que no puede reducirse al esquema simplista de que los dirigentes son elegidos por las bases. Las direcciones de los partidos tienden a controlar a la organización que un día les eligió para sus puestos y a mantenerse indefinidamente en ellos. La unidad socialista no puede pasar por la receta de que los afiliados de los demás grupos socialistas ingresen en la base del PSOE.

Los procedimientos para llevar adelante la unidad socialista pueden encontrarse si de verdad se buscan. El PSP y la FPS, dentro de lo que el amor propio de toda organización permite, han dado claras muestras de desearla. Al PSOE le corresponde ahora tomar la iniciativa. Si la celebración de un congreso extraordinario de unificación resulta técnicamente imposible antes de las elecciones, Y si la cooptación de los líderes de otros grupos es estatutariamente inviable pueden encontrarse otras fórmulas. El PSOE acordó en su último congreso acudir en solitario a las elecciones. Nada le impide -pensamos- presentar en sus listas a personalidades socialistas independientes, procedentes de los grupos autodisueltos e iniciar así el camino de la unificación.

26 Enero 1977

Acerca de la unidad socialista

Enrique Tierno Galván

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El tema de la unidad del socialismo preocupa a todos o casi todos los españoles. No es un tema académico ni, en estas circunstancias, puede pretenderse resolverlo académicamente. Es un tema que se refiere a intereses concretos de partido, a ideologías muy definidas y, a veces, muy encontradas, y que atañe también a personalidades políticas que militan en uno o en otro de los grupos socialistas. Tal y como ha hecho EL PAIS, en su editorial del pasado domingo, el tema requiere un tratamiento directo sobre los hechos y con mención concreta de los nombres de los partidos a quienes la cuestión atañe. Pues bien, aplicando este mismo criterio directo e inmediato, hay una cuestión principal que se sobrepone a cualquier otra; ¿cómo lograr la unidad de los socialistas españoles? En principio, se podría resolver la cuestión por un procedimiento excluyente, de manera que nos preguntásemos cuál es el partido más fuerte, y, averiguado esto, se postulase la desaparición de los demás, por propia resolución, del escenario político. Este es, a mi juicio, un criterio que no tiene valor ninguno en la práctica y que, en cierto modo, equivale a un planteamiento académico e idealista. No se sabe con rigor cuál es, el partido más fuerte, en algunos casos el número de militantes es sensiblemente igual y los vacíos en cuanto se refiere a la implantación de los partidos en el territorio del Estado suele ser parecido. Quiero advertir, antes de continuar, que no me guía ninguna parcialidad, ambición o resentimiento. Escribo este artículo con buena voluntad y poniendo entre paréntesis cualquier elemento subjetivo que pudiera enturbiar el análisis.Siguiendo el hilo del razonamiento, después de la advertencia anterior, cabe admitir que la idea de partido más fuerte proceda no del número de militantes o de la implantación de la organizacíón, sino del poder económico y de las estrechas relaciones con partidos socialistas o socialdemócratas de otros países. También, en la editorial de EL PAIS antes mencionada, se alude a este hecho y, efectivamente, el PSOE, ajuzgar por la información que facilitan los periódicos, es un partido con grandes recursos económicos, que goza de la protección de la Internacional Socialista y, muy concretamente, del Partido Social Demócrata Alemán.

Si es rechazable el criterio del más fuerte o más débil y, por rece el punto de vista del comportamiento histórico como diagnóstico para definir el partido que tiene mayor crédito ante la opinión. A mi juicio, todos los partidos, yo diríaque de izquierdas o de derechas, han dejado una línea muy definida de evolución hacia el compromiso y la negociación. Por un camino u otro, los partidos, sobre todo los de izquierdas, han tenido hasta ahora la sensatez de aceptar unas negociaciones que eviten la violencia en continuo crecimiento, hasta llegar al desorden casi absoluto. Unos lo han hecho, como el PSP, por ejemplo, manteniendo firme su permanente testimonio democrático durante el franquismo, sus puntos de vista ideológicos y sus criterios estratégicos como Partido Socialista de Izquierdas. Otros, como la Federación de Partidos Socialistas, han mantenido un criterio riguroso, de modo quesin ceder, han procurado no obstaculizar el proceso hacia el compromiso para iniciar la democracia y la paz ciudadana. En resumen, que la aplicación del criterio histórico apenas define nada en particular cuando se refiere a partidos que han aparecido hace poco a la luz pública.

¿Cómo llegar a la unidad, cuando un análisis subjetiva y objetivamente limpio rechaza el criterio de la mayor fuerza? Desde mi punto de vista, la unidad sólo se puede conseguir adaptándose al imperio de las circunstancias. No era lo mismoavanzar hacia la unidad cuando no se sabía si habría elecciones, que, cuando se sabe que las va a haber. Que se vaya o no se vaya a ellas es, hasta cierto punto, secundario, pues la unidad de los socialistas es tan importante si se decide ir a las elecciones como si se decide no ir a ellas. Una vez que las elecciones están al alcance de la mano, la cuestión fundamental para que el análisis conserve rectitud y profundidad es la siguiente: ¿En qué términos influyen las elecciones de diputados y senadores para las próxímas Cortes Constituyentes en la unidad de los socialistas? Las elecciones son un hecho nuevo respecto del cual cualquier decisión política importante puede cambiar de alcance y de sentido. Pues bien, las próximas elecciones, por una parte, deben apresurar la unidad de los socialistas; por otra, la harán más fácil. La apresurarán en cuanto no sólo la opinión pública, sino los propios intereses nacionales, reclamen que el socialismo español sea lo más fuerte y coherente posible. Para conseguir la fuerza y la coherencia, nada mejor que lograr un gran número de diputados en las elecciones o dejar un vacío en la futura Cámara que la descalifique en caso de no ir a ellas. Sin unidad no existirá la prueba de que el socialismo es firme y vigoroso, y tal prueba ha de conseguirse con relación a la piedra de toque de las próximas elecciones. De aquí que me parezca injustificado que un partido socialista afirme que va a ir solo a las elecciones y, por consiguiente, reduzca las posibilidades de la unidad a una política, en el orden de los hechos inverosímil, de sumisión por parte de los otros partidos a la táctica electoral del que se presenta solo. Y repito que la unidad es inexcusable. La explicación de por qué es inexcusable alargaría demasiado este artículo, pero en la mente de todos, está que sin la unidad del socialismo, la relación de las fuerzas políticas nacionales sería sumamente quebradiza o desequilibrada.

En cuanto a las elecciones como facilitadoras de la unidad, que es la cuestión que esencialmente debatimos, parece incuestionable que habrán de ser una gran ayuda. De ir a ellas, porque la campaña electoral obligará al entendimiento y fraternidad frente a adversarios comunes, aumentará la recíproca información y consumirá con rapidez el tiempo previo necesario para llegar a vencer las dificultades ideológicas y esclarecer qué compromisos son aceptables y cuáles no lo son. De no ir a ellas, parece indudable que la cohesión y buen entendimiento habrían de ser mucho mayores y profundos.

De este modo lo que parece difícil se tornaría fácil o relativamente fácil, y en la propia campaña, socialistas de izquierdas como el PSP y otros sectores socialistas se constituirían en tendencias en un gran partido unitario. Es difícil resignarse ante la idea de que la decisión de un partido de comparecer solo a las elecciones pueda destruir la unidad que todos deseamos. Más que en la inverosímil solución que EL PAIS formula en la editorial aludida, yo me inclino, sacrificando todo cuanto sea posible sacrificar, por el progreso real hacia una unidad del socialismo, aprovechando la ocasión de las elecciones. En estas circunstancias, que proporcionarán las. mayores posibilidades de acción y de cooperación, se definirán por la propia fuerza de los hechos cuáles son los límites reales de lo que llamamos socialismo, cuestión que siempre quedará negulosa si es un solo partido, que tiene estrechas vinculaciones con la socialdemocracia europea, el que pretende constituirse en eje y definición del socialismo en España.

El Análisis

DIVIDIRSE CON ESTILO

JF Lamata

En el rincón rojo, Juan Luis Cebrián, director de EL PAÍS, agitaba la pluma como si fuera un estoque, clamando por la unidad socialista a golpe de editorial. En el rincón contrario, Enrique Tierno Galván, líder del PSP y maestro de la réplica, devolvía el guante con la elegancia de quien ha leído más tratados que panfletos. Cebrián dibujó un panorama electoral donde Felipe González y su PSOE parecían el toro bravo aclamado por la plaza, mientras los demás partidos socialistas se debatían entre parecer potrillos desbocados o caballerías en retirada. Pero Tierno, cual Quijote de la dialéctica, desmontó el argumento del “más fuerte” y reivindicó una unidad socialista sin rendiciones ni banderas blancas.

La polémica, más académica que bélica, dejó en el aire preguntas dignas de seminario: ¿la unidad socialista debía forjarse con abrazos o con absorbos? Mientras Cebrián apelaba a la realpolitik de sumar votos bajo una única marca, Tierno insistía en que la democracia no se construye con fórmulas mágicas ni imposiciones disfrazadas de sentido común. Al final, la contienda dejó un reguero de tinta y argumentos para todos los gustos, pero una cosa quedó clara: si los socialistas no lograban unirse en las urnas, al menos habían demostrado que sabían dividirse con estilo. Las urnas demostrarían que el PSP era inviable.