26 enero 1907

Sustituye al marqués Vega Armijo y pone fin a un año de inestabilidades a cargo de los Gobiernos del Partido Liberal

El Rey Alfonso XIII devuelve el poder al Partido Conservador y nombra presidente a Antonio Maura para lograr la estabilidad

Hechos

El 25.01.1907 se presentó un nuevo Consejo de Ministros presdido por D. Antonio Maura.

Lecturas

El 25 de enero de 1907 renuncia el Gobierno de D. Antonio Aguilar Correa, márqués de la Vega y Armijo, presidente desde el 5 de diciembre  pasado tras apenas un mes en el cargo.

Tras dos años de sucesivos gabinetes inestables del Partido Liberal (con D. Eugenio Montero Ríos, D. Segismundo Moret Prendergast, D. José López Domínguez y D. Antonio Aguilar Correa, marqués de la Vega y Armijo), el rey D. Alfonso XIII opta el 25 de enero de 1907 por nombrar presidente del consejo de ministros a D. Antonio Maura Montaner, líder del Partido Conservador, con la esperanza de que él logre la deseada estabilidad.

  • Presidente – D. Antonio Maura Montaner.
  • Ministro de Estado – D. Manuel Allendesalazar Muñoz.
  • Ministro de Gracia y Justicia – D. Juan Armada Losada, Marqués de Figueroa.
  • Ministro de la Guerra – D. Francisco de Paula Loño y Pérez
  • Ministro de Hacienda – D. Guillermo de Osma y Scull
  • Ministro de Marina – D. José Ferrándiz y Niño
  • Ministro de la Gobernación – D. Juan de la Cierva y Peñafiel
  • Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes – D. Faustino Rodríguez San Pedro
  • Ministro de Fomento – D. Augusto González Besada

Uno de los grandes ausentes de este gobierno es D. Álvaro de Figueroa Torres, conde de Romanones.

El Gobierno Maura dura hasta el 21 de octubre de 1909.

LAS CARAS DE LOS MINISTROS DEL GOBIERNO MAURA:

Allendesalazar D. Manuel Allendesalazar – Ministro de Estado

JuanDeLaCierva D. Juan de la Cierva – Ministro de Gobernación

MarquesFigueroa Marqués de Figueroa – Ministro de Gracia y Justicia

FranciscoLoño D. Francisco de Loño – Ministro de la Guerra

GuillermoOsma D. Guillermo Osma – Ministro de Hacienda

RodriguezSampedro D. Faustino Rodríguez Sampedro – Ministro de Instrucción Pública

Ferrandiz D. José Ferrandiz – Ministro de Marina

EL CONDE DE ROMANONES APARTADO DEL GOBIERNO:

Romanones_viejo

El Conde de Romanones contó con el sorprendente mérito de aguantar como ministro en los sucesivos gobiernos del periodo 1905-1906 ya fuera con el General López Domínguez, el Sr. Moret o el marqués Vega Armijo. No sucedió lo mismo con el Sr. Maura y el líder conservador no contó con él para su gobierno.

La nueva situación

Luis López Ballesterow

26-01-1907

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Al recoger los pensamientos que nos inspira la actualidad política, nos sentimos poseídos de profunda tristeza. Grave dolor nos causa el fracaso del liberalismo y el hundimiento del Partido Liberal, en cuya defensa venimos combatiendo incesantemente y con el más elevado prpósito. Y esa amargura no nace sólo de ver abandonadas, Dios sabe por cuanto tiempo, la obra reformista que sinceramente consideramos necesaria a la mejora del país, sino de que es absolutamente indispensable a su servicio la existencia de un organismo  político en el que se condensen las aspiraciones de expansión que en gran parte dominan el espíritu público. No hay que engañarse, lo que acaba de ocurrir, no es ya la sustitución de un partido pr otro en los consejos de la corona, es la desaparición de los liberales como núcleo de acción concertada influyente en el régimen nacional.

Resolviendo la corona entregar el poder a los conservadores, no solo ha procedido como correspondía, sino que ha tenido que hacerlo así por no haber otra salida posible ante el conflicto creado. Ni cabe siquiera discutir el acierto de un fallo que falsamente se imponía. El Sr. Maura ocupa la presidencia del Consejo de ministros por imposiciones de la lógica. Le han llevado a ejercer de nuevo el mando los errores y las pasiones de sus adversarios. Resignense estos a sufrir con paciencia la situación en que ellos mismos se han puesto y sufran la sentencia que contra ellos ha eliminado la opinión.

Estamos ciertos de que el Sr. Maura viene a gobernar a destiempo, antes de lo que a la nación ya él convenía. Creemos igualmente que el estado del país, las circunstancias históricas, los ideales que predominan en todo el mundo, aconsejaban el empleo de doctrinas y procedimientos liberales. Pero al mismo tiempo hemos de reconocer que el Sr. Maura no ha intentado forzar los acontecimientos, ni ha mostrado impaciencias de mando, ni ha estorbado la acción de los gobiernos liberales a pesar de que es jefe de una falange parlamentaria de influjo decisivo en debates y votaciones.

La lealtad nos obliga a declarar que pocas veces un hombre de Estado ha ido a gobernar como el Sr. Maura en la ocasión presente: sin haberlo querido y sin haberlo solicitado. Estaba vacante el gobierno y era preciso proveerle: tal ha sido el acto del rey, por virtud del que los conservadores gozan de nuevo la confianza de la corona.

El nuevo gabinete se compone de hombres de centro y de la izquierda del Partido Conservador. Ha querido el Sr. Maura, sin duda, que no se destaquen en la bandera matices que puedan alarmar a la opinión liberal; y aún da mayor relieve a este propósito el que se le atribuye de que presida el nuevo Congreso el Sr. Dato innovador que inspiró el inolvidable D. Francisco Silvela.

No hallarán en nosotros el Sr. Maura y sus ministros prejuicios hostiles, sino antes al contrario, los más vivos deseos de acierto y de ventura. No vivimos para servir a ningún nombre público ni a ningún grupo político. La nación,, que es a quien queremos servir, no tolera ya que los partidos vivan en guerra perpetua anulando la oposición los impulsos de los gobernantes. Necesario es que, reprimidas las codicias sojuzgados los apetitos ambiciosos encunetro la acción oficial facilidades y benévolas. Sólo así habrá derecho a exigir responsabilidad en el día del error.

Si el Sr. Maura prescinde en sus actos de estadista de las vehemencias que suelen caldear sus discursos, si mantiene al Partido Conservador libre de las influencias de la extrema derecha, si dedica todo el empeño de su gran voluntad a promover la cultura patria a mejorar los medios del trabajo de los españoles, a vigorizar el anhelo que todos sienten de que avancemos rápidamente en el camino de la riqueza, hará obra sana, hará obra buena No habrá de faltarle en ella nuestro aplauso tan humilde como desinteresado. Libres en nuestro juicio, independientes de todo vínculo, ni tenemos para que abdicar de doctrinas incompatibles con los conservadores ni arrepentirnos de las campañas que, manteniéndolas, sostuvimos. Nuestra conducta y nuestra crítica serán acomodadas a los actos del gobierno.

El problema esencial de la vida española, el de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, queda pendiente y exacerbado por la imprudencia e inhabilidad de los que debieron resolverlo. Oportunamente advertimos a estos que, dejando las cosas como parecía que iban a quedar – y han quedado mucho peor de como parecía – iban a perder el derecho de reclamar a los conservadores por las deplorables tendencias que a éstos vienen dominando. Nuestra advertencia fue inútil para evitar el fracaso, pero no ha de serlo para justificar nuestra actitud que nos autoriza a pedir calma, sensatez y responso a los que acaso pretendan alborotar en las calles. Si lo intentaran, se verían desprovistos del apoyo público. Lo que no han sabido ni podido convertir en leyes sus ideales habiéndoseles dad medios. De hacerlo, están incapacitados para otras campañas que no sean las del razonamiento y la persuasión.

Sobre todos los bienes necesarios del país, ninguno lo es tanto como el de la paz. Hay que conservar ésta para que, bajo su egida, trabajen los que no cuentan con otro medio de existencia que el esfuerzo de sus entendimientos y de sus manos. Y esa es la principal misión del Sr. Maura para realizarla, habrá de evitar todo reto a los sentimientos públicos y todo desafuero de las exaltaciones negra por roja.

¿Qué será del Partido Liberal? Su descomposición y su muerte se han originado en haber dado albergue a radicalismos incompatibles con su naturaleza y con su historia. Téngalo presente cuantos de un modo o de otro puedan contribuir a que se reorganice ese indispensable elemento de gobierno, y piensen en ello profundamente los que han caído en el descrédito por no haber tenido fuerza para imponerse ni abnegación para sacrificarse.

Pan y Vino

HERALDO DE MADRID (Director: José Francos Rodríguez)

26-01-1907

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Pan y vino

Del primer Consejo de ministros celebrado por el gobierno conservador se saca en substancia, a creer las referencias más autorizadas que han propalado los íntimos y allegados del Gabinete que el Sr. Maura teme, con buen acuerdo, despertar las iras y las protestas de la fuerte opinión anticlerical de España restableciendo en seguida las negociaciones con Roma sobre la base del último proyecto de Concordato, el que se firmó en Madrid el 19 de junio de 1904 y el que se aprobó en la Alta Cámara el 30 de Noviembre del mismo año, con la connivencia de ciertos liberales que se prestaron a votar en contra para que hubiese número suficiente en la aprobación.

Algo es algo, y bien estará que el señor Maura persista en su propósito, resistiendo los avances ultramontanos, que pesarán enérgicamente sobre él, dadas las prendas del neismo que soltó en sus últimos discursos en aquellos en que amenazaba con la guerra civil si se aprobaba la ley de Asociaciones, discutiendo, no con el Gobierno, sino con los Sres. Azcárate y Salmerón. Y se necesitará que resista esas sugestiones, tanto más cuanto que ya surgen por ahí los apremios clericales en forma de nueva pastoral del muy desatinado obispo de Tuy.

Nosotros, que creemos firmemente que el Partido Liberal cayó en la sima de su descrédito por sus flaquezas y desmayos por su falta de convencimientos anticlericales, y nunca, nunca por exceso de radicalismos, tenemos el derecho a persistir en nuestro criterio, a considerar, hoy como ayer, la primera cuestión de España la cuestión político-religiosa, exigiendo, incluso de los enemigos, de los conservadores, el respeto, la sumisión a las opiniones liberales de la gran masa del país. Como el problema sigue en pie, y como al pueblo español le importa un ardite que sean estos o los otros los encargados de ponerle remedio, no hemos de ceder en nuestra batalla ni hemos de plegar nuestra bandera. Seguiremos dando vivas al a ley de Asociaciones, contra la cual no se expuso, ni por los conservadores ni por radio, un argumento de fuste digno de somarse en cuenta.

Y mientras llega la hora de suscitar en las nuevas Cortes la cuestión, en los mismos términos en que estaba planteada, porque no se ha quitado la mecha a la bomba por el solo hecho de cambiar de políticos y de partido, bueno es que nos ocupamos de otros problemas que están al orden del día, tales como los Consumos, la ley de alcoholes, el precio del pan, el servicio militar obligatorio, la amortización de las capitanías generales… etc.

Los panaderos, que parecían vencidos por la protesta popular, vuelven a levantar cabeza y a poner el pan a 48 céntimos, después de haberse obligado a regañadientes a rebajarlo a 40 céntimos. El Gobierno conservador está en el mismo estricto deber que el Gobierno liberal, si hubiera subsistido, de resolver ese problema teniendo como el primero de todos los derechos el derecho a la vida. Deber que tiene como antecedente el decreto del Sr. González Besada, como ministro de la Gobernación, estableciendo las tahonas reguladoras en los Municipios. Deber que concuerda con las tendencias intervencionistas del Estado, que forman el credo de la parte más sana y más moderna del Partido Conservador.

Si el Sr. Maura se atreve a solucionar de una manera definitiva la cuestión del pan realizará una obra buena e inaugura este su segundo periodo de mando con una medida que le valdrá el aplauso público y que será de bastante más transcendencia que todos los proyectos que lleva en su cabeza sobre administración local, suplicatorios, etc., en que jamás lograría esa unanimidad de sufragios favorables. Además, que si él ha dicho, y sus correligionarios los neos han dicho, que interesaba más la vida económica y material tan difícil en las sociedades modernas, que las cuestiones de orden político y religioso constituiría ahora una enorme contradicción no abordar el problema del pan.

Corre parejas con este el problema del vino, íntimamente relacionado con la ley de alcoholes. Grave tropiezo para el Gobierno conservador, error muy grande motivo de justas desconfianzas y alarmas implica la presencia del Sr. Osma en el ministerio de Hacienda del nuevo Gabinete. El Sr. Osma, ya lo decíamos ayer, es el autor de la malhadada infausta ley de alcoholes, que tan unánimes protestas provocó en el país. Como los liberales, cual en tantas cosas, se olvidaron de sus compromisos y obligaciones, dejando sin resolver lo de la ley de alcoholes, justifica por más de un motivo la zozobra de la opinión.

La cosecha del vino, que fue mediana; el precio de venta, que es pésimo, porque cada día está en mayor depresión; careciendo casi en absoluto de mercados, porque el Tratado de Suiza jamás podrá compensar la falta de Tratado con Francia; todas esas circunstancias, unidas al estado general de la agricultura, a la subsistencia del monstruoso, inmoral y antieconómico impuesto de Consumos, colocan a la producción vinícola en trance de ruina y de muerte. Y ahora más que nunca es necesaria una nueva ley de alcoholes con las bases que aconsejas el estado de la más importante de las riquezas españolas.

Pero lo que no puede ser, lo que constituiría un grave daño, en que el Sr. Osma persistiera en sus antiguos y conocidos criterios acerca de esta cuestión, causando sistemáticamente  la ruina de la profesión vinícola. Es preciso que el Sr. Osma rectifique, estudie, cuando menos, el problema, no tenga su ley como intangible y cambie de opinión, porque si no cambiara levantaría protestas universales en toda España, que ya comienzan a iniciarse en los puntos productores, y ese que, excepto nosotros, los periódicos no han señalado el gravísimo mal que representa la presencia del Sr. Osma en el Gobierno.

La cuestión del pan y la cuestión del vino son las primeras que se ofrecen al Gobierno para que las solucione en armonía con los grandes intereses del país, que suman los derechos de los productores a los derechos de los consumidores para pedir un poco de justicia y de protección. El Sr. Maura no puede satisfacer sus ansias de gobernante con nombrar ministros y gobernante con nombrar ministros y gobernadores en veinticuatro horas. En pocos días, y aun en pocas horas habrá de demostrar sus aciertos de estadista en cuanto al pan y en cuanto al vino, para que el país no carezca de alimento del alma en sus anhelos radicales.

El Análisis

NO SE OS PUEDE DEJAR SÓLOS

JF Lamata

El 25 de enero de 1907 marca una fecha que pretendía ser el comienzo de una era de estabilidad para España. Tras una serie de gobiernos fugaces y desastrosamente inestables, el rey Alfonso XIII ha decidido que ya es suficiente y ha llamado nuevamente a D. Antonio Maura Montaner del Partido Conservador (el mismo al que había cesado en 1904) para que tome, nuevamente, las riendas del Gobierno. Adiós al breve y turbulento mandato de D. Antonio Aguilar Correa (como fueron breve los anteriores de Moret o Montero Ríos, y bienvenido sea Maura, el hombre del momento que ha prometido traer orden a este caos político.

Desde El Imparcial (del Trust), la triste melodía del fracaso liberal resuena con fuerza. Después de dos años de gobiernos cambiantes y una débil defensa de sus reformas, no es sorprendente que el liberalismo se haya derrumbado como un castillo de naipes. No obstante, reconocemos que la lógica y la necesidad de estabilidad han llevado a Maura al poder. Esperamos que el nuevo líder se mantenga al margen de las pasiones extremas y se concentre en el bienestar del país, promoviendo la cultura y el trabajo.

Mientras tanto, en El Heraldo de Madrid (también del Trust), la preocupación principal es que Maura no se deje llevar por las presiones clericales y mantenga firme su postura en la cuestión político-religiosa. Además, los problemas del pan y el vino deben ser solucionados con urgencia. La cuestión del precio del pan, que ha causado tanto alboroto, y la desastrosa ley de alcoholes, que amenaza la producción vinícola, necesitan respuestas inmediatas. Si Maura aborda estos temas con éxito, podría obtener el apoyo popular que tanto necesita.

En resumen, mientras unos lamentan la caída del liberalismo y otros mantienen la guardia alta ante los posibles excesos conservadores, todos coinciden en algo: necesitamos estabilidad. Maura tenía una oportunidad. Aguantaría un poco más que los liberales. Pero sólo un poco más.

J. F. Lamata