4 agosto 2020

Pese a no estar imputado ni procesado: las 'informaciones' de que podría haber regalado 65 millones de euros de procedencia desconocida a su ex amante Corina ha terminado de destrozar la imagen pública del ex Jefe de Estado

El Rey emérito Juan Carlos I abandona España para que el deterioro de su imagen no perjudique a su hijo, el Rey Felipe VI

Hechos

  • El 3 de agosto de 2020 la Casa del Rey notificó que el Rey Emérito Don Juan Carlos I trasladaba su residencia a fuera de España.
  • El 17 de agosto la Casa del Rey confirmó que se había trasladado a vivir a los Emiratos Árabes Unidos.

Lecturas

El 3 de agosto de 2020 El Rey emérito D. Juan Carlos I anunció por carta que abandonaba España para que las investigaciones sobre su patrimonio no dañaran más la imagen de su hijo, el actual Rey Felipe VI. El Rey emérito se trasladará a Abu Dabi en Emiratos Árabes Unidos.

Tras su marcha la mayoría de medios de comunicación se posicionarán editorialmente con el Rey emérito con excepciones contadas como el locutor estrella de la COPE D. Carlos Herrera, que le mantiene su respaldo.

La posición más sorprendente es la del periódico ABC que tras años de respaldo a D. Juan Carlos de Borbón y Borbón publica el 18 de agosto de 2020 un artículo contra él firmado por D. Agustín Pery Riera, en el que tras criticar al monarca explica que seguirán siendo monárquicos “a pesar de Don Juan Carlos”. Artículo que causa la indignación de la presidenta del periódico Dña. Catalina Luca de Tena García-Conde, que el 3 de septiembre de 2020 oficializará su marcha del periódico.

04 Agosto 2020

¡Viva el Rey!

Bieito Rubido

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Después de Juan Carlos I: la Institución, ocupada en este momento por su hijo Felipe VI. Así que no lancemos las campanas fúnebres al vuelo, ya que no ha ocurrido nada que no hayamos visto en otros países. Por ejemplo, en Francia, donde Chirac y Sarkozy, ambos jefes de Estado, comparecieron ante los tribunales por irregularidades fiscales. Por no citar el caso Watergate.

En ninguno de estos acontecimientos se vieron afectadas las instituciones. Al contrario, en el caso de España se puede presumir de un control exhaustivo que desde distintos contrapesos se ejerce sobre el poder, partiendo de que a día de hoy todavía no hay nada concreto contra Don Juan Carlos. Ni siquiera es necesario aplicar la presunción de inocencia, ya que todavía no se ha sustanciado contra él ningún tipo de imputación.

Es de justicia, al menos desde mi particular punto de vista, reconocer que Juan Carlos I es uno de los grandes Reyes de la Historia de España. Será esa misma Historia la que le haga justicia, tal vez la que ahora mismo se le está negando. Él fue el artífice de tránsito de un Régimen autoritario a otro de libertades.

De pocos personajes en nuestra crónica se puede decir algo semejante. Durante su reinado nuestro país fue protagonista de una de las historias de éxito más llamativas del globo terráqueo. A ello contribuyó como pocos. Fue además un embajador de excepcionales virtudes y habilidades de las que sin duda se benefició el conjunto de España.

Cuando ahora y con el paso de los años hagamos el enjuiciamiento del desempeño de Juan Carlos I en su cargo de Jefe de Estado, no podemos hacer otra cosa que concluir que fue un excelente Monarca, distinta valoración tal vez tengan sus actuaciones personales y privadas, que no pueden alterar el juicio que sobre él tengamos, dado su papel protagónico y providencial en estos años y sin los que no podríamos entender la España actual.

La Institución, por tanto, está por encima de coyunturas y peripecias de las personas. La Corona debe seguir su camino, de la mano del actual Rey, ya que ahora mismo se ha convertido en la piedra angular de la España actual. Sin ella seríamos cualquier otra cosa, pero no seríamos la nación y el país que ahora mismo somos y disfrutamos.

Tal vez a Don Juan Carlos le faltó ejemplaridad. Algo que debe ser consustancial con la propia Institución. Sobre todo en una sociedad tan transparente y exigente como en la que ahora vivimos.

Ahora bien, que nadie dude que está siendo víctima de una conjura de necios, donde se mezcla un policía corrupto, una supuesta princesa caracterizada por su venalidad, unos medios de comunicación que caminan al suicidio y una crisis de valores, donde se ha perdido el principio del rito y de la comunidad en favor de una comunicación compulsiva y ansiosa, que derriba honores y famas, sin construir absolutamente nada.

En medio de esa crisis de referencias y paradigmas, ocurre todo esto con un Gobierno de dudoso credo democrático, cuyo sustento parlamentario son minorías empeñadas en terminar con el actual statu quo de nuestra nación.

Por eso debe ser consciente Felipe VI, que tras la generosidad de su padre, es él quien pasa a estar en primera línea a todos los efectos en la defensa de la Institución de la Corona. Todo el affaire del Rey padre ha servido de cortina de humo para tapar la calamitosa gestión de un Ejecutivo elefantiásico, en cuyo seno habitan ministros que sueñan con una república plurinacional comunista.

De ello tiene que ser consciente el actual Rey. Ellos quieren terminar con el rito democrático y constitucional que la actual Monarquía representa para todos los españoles.

Me imagino que para Felipe VI no ha debido ser fácil animar a su padre a tomar una decisión semejante. Hay una parte emocional en todo este proceso que entraña un sufrimiento muy humano que seguro es desgarrador entre un padre y un hijo

Parece como si el destino guardase siempre un hecho similar a cada generación de esta Familia Real. Inevitablemente, nos viene a todos el recuerdo de la durísima decisión de Don Juan Carlos frente a la legítima ambición de su padre Don Juan de ser Rey de España. Ojalá no se haya equivocado en esta ocasión Felipe VI.

Siendo triste la noticia de esta marcha de Don Juan Carlos, no se la debe considerar mala. Felipe VI ha recibido de nuevo el apoyo generoso de su padre, que una vez más, como en tantas otras ocasiones de su vida, se sacrifica por la Corona y por España.

Nuestro país funciona, aunque como toda obra de hombre es susceptible de ser perfeccionado.

Lo verdaderamente relevante en este momento es que la comunidad que representa la suma de 47 millones de españoles, en un día como hoy, sabiendo superar la barbarie de la anomia, deberá buscar el lado positivo y al grito de ¡ Viva el Rey !, nos estamos poniendo del lado del Estado de Derecho, de la Corona, de la democracia y de España, una nación con más de quinientos años de vida.

Bieito Rubido

04 Agosto 2020

El último servicio de un gran Rey

Francisco Marhuenda

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Don Juan Carlos ha sido una de las grandes figuras de la Historia. Con gran visión llevó a término el tránsito de la dictadura a la democracia. Felipe González señaló, acertadamente, que fue constitucionalista antes de que se aprobara la Constitución. Es difícil encontrar una definición más precisa y justa para quien fue un extraordinario jefe del Estado. Desde que asumió la Corona, con los enormes poderes que le otorgaban las leyes franquistas y a los que voluntariamente renunció, hasta su abdicación estuvo movido por el servicio a su patria. No es perfecto, ningún humano lo es, pero en lo que respecta al ejercicio de su alta magistratura fue, simplemente, ejemplar. No es ocioso el respeto que le profesaron los exiliados, los que participaron en la Transición y la inmensa mayoría de políticos, la admiración internacional y el cariño que recibió siempre del pueblo español. Ha sido, sin lugar a dudas, el mejor embajador de nuestro país y su papel en la Historia es incuestionable. Con respecto a los ataques de los comunistas que no hicieron la Transición y que son antifranquistas de salón es mejor ignorarlos. Lo mismo sucede con los independentistas y los antisistema que quieren destruir España. El tiempo sitúa a todos en su lugar.

El rey Juan Carlos no se ha exiliado, sino que se traslada fuera de España. Esto significa que regresará cuando lo considere conveniente y se aleja de la injusta e injustificable cacería que se ha desatado. Ha tomado una decisión acertada y conociéndole es fruto de una profunda reflexión sin ningún tipo de interferencia buscando «lo mejor para España y la Corona». Esto facilita la tranquilidad y sosiego que necesita Felipe VI para seguir con su excelente labor como jefe del Estado. La repercusión pública de «ciertos acontecimientos de mi vida privada» había alcanzado un nivel insoportable y, al menos, no tendrá que leer rumores convertidos en noticias, las filtraciones interesadas y sufrir la estrategia de defensa de unos investigados. Es una decisión buena, efectivamente, para España y la Corona. Es no conocerle pensar que no antepondría esto a sus intereses personales. El profundo amor y admiración que siente por su hijo, que ha mostrado y dicho en numerosas ocasiones, se concreta en una decisión personalmente difícil pero muy acertada. Don Felipe VI es el rey que necesita la compleja España de nuestro tiempo. Ha actuado siempre con eficacia, responsabilidad y transparencia.

04 Agosto 2020

Se va el primer humorista de España

Antonio Maestre

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"El emérito Juan Carlos I se va de su país después de haberse dedicado a utilizar España como una empresa con la que lucrarse de manera indecorosa..."

Cuando los niños tienen miedo se suelen tapar los ojos para hacerse invisibles y que el peligro pase por delante. No viendo lo que tienen frente a ellos tienen la falsa sensación de estar protegidos. Otra variable de este comportamiento y esa sensación ilusoria de salvaguarda suele darse cuando después de limpiar se mete la mierda debajo de la alfombra y así se gana tiempo para que la estancia aparente pulcritud. La Casa Real actúa de esa manera pero proyectando, considera a la sociedad infantilizada y por lo tanto cree que ocultando al emérito en la República Dominicana, Estoril, una dictadura árabe o algún paraíso tropical la institución estará a salvo. Tiene razones fundadas para reírse del vasallaje y pensar que colará.

El vodevil de la fuga borbónica parece escrito para un público poco exigente y de risa fácil con chanzas grotescas, caídas a destiempo y chistes verdes. Una obra mala de humor zafio y simplón que, consciente de que el espectador se traga cualquier chascarrillo con carcajada cortesana, le ofrece un entremés con poca chicha y mucho nervio para que la engulla con nula conciencia crítica. Les ha funcionado durante cuarenta años, hay que seguir intentándolo. Para Dorio de Gadex, uno de los personajes que esbozó Valle Inclán en Luces de Bohemia, el primer humorista de este país era Alfonso XIII por nombrar presidente a Manuel García Prieto. Su interlocutor, Don Filiberto, más institucional, le decía: “Tiene la viveza madrileña borbónica”, intentando mitigar la afrenta del de Gadex. El monarca ya no hace política como en tiempos de Valle Inclán, ahora solo hace dinero.

A ese lucro constante acumulado en Suiza lo llama el Emérito en su comunicado “acontecimientos pasados de su vida privada”. Hay que ejercer mucho la campechanía para decir que es algo del pasado mantener una fortuna ingente en el extranjero sin declarar al fisco a día de hoy. Una muestra más de comicidad es considerar que la vida privada de quien ostenta un cargo por razón filial no está ligada de forma troncal a la institución. El rey no lo es sin su familia, su familia es la corona y sin familia no hay monarquía. La monarquía subrogada creada por Juan Carlos I en la que la reina Sofía es solo una paridora que perpetúa su legado y la pervivencia de la corona es solo una muestra más de lo anacrónico de esta forma de Estado.

El espectáculo dado, sin embargo, no supera al de su palmerada. Llevan años ejerciendo el noble arte de la genuflexión exagerada y no saben parar ni cuando el monarca se va de su país después de haberse dedicado a utilizar España como una empresa con la que lucrarse de manera indecorosa. La claqué de Juan Carlos I considera que pertenece al ámbito privado el hecho de que el monarca utilizara los viajes de Estado y su condición de rey para recibir millones de euros de dictaduras árabes a cambio de blanquear sus crímenes y atentados contra los derechos humanos. Sí es cierto que hay que poner en valor la visión empresarial del que fuera durante cuarenta años rey de España. Montó una start up de abrazos y fotografías con sátrapas en apuros de imagen que le reportaba cifras de 100 millones de euros.

El campechano se va con sus chistes y chanzas a otro país. La monarquía está herida. Queda sustentada por unos pilares temblorosos que mantendrán la choza zarzuelina bunkerizada en una reforma constitucional imposible. Conseguirán sostenerla mientras se va degradando poco a poco hasta que caiga por su propia decadencia. La monarquía ha pervivido durante años por un falsario relato de ejemplaridad histórica y comportamiento intachable. La imagen del hombre que quisieron construir engañando a todos los españoles se ha desmoronado, el retrato de monarca heroico que trajo la democracia a España y que se enfrentó a los golpistas en el 23F, padre de familia ejemplar y el primer embajador de nuestro país ya no lo pueden sostener ni sus propios constructores. El rey ideal era solo un hombre corrupto que usaba la patria y sus instituciones como instrumento para enriquecerse y entregarse a la vida contemplativa y canalla lejos de su familia. El ciudadano Borbón ha destruido la obra que otros construyeron y huye de España, como es tradición en su familia, cuando su comportamiento indigno ya no se puede esconder a la corte. Enroquen a Felipe VI, que la partida ya la han perdido.

04 Agosto 2020

Penúltimo servicio a España

Luis María Anson

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Por España se enfrentó con su padre y por España se aparta ahora de su hijo, tras un reinado admirable

HACE ya un mes que el entorno del Rey padre conocía la decisión de Don Juan Carlos de instalarse durante algún tiempo fuera de España, con el fin de que Felipe VI pueda mantener la estabilidad institucional sin los acosos de escándalos familiares. En Moncloa sabían también la posición de Don Juan Carlos y tal vez demostraron escasa prudencia al filtrarla a medios afines.

El pasado 20 de noviembre, hace ya ocho meses, anticipé en este periódico lo que iba a ocurrir: «Como el Rey es el eje del sistema de la Transición, un sector de la izquierda española está almacenando datos para generar un gran escándalo económico en torno a Juan Carlos I, con el fin de fragilizar la estabilidad de Felipe VI. Nada más torpe ni más injusto. La libertad de que hoy goza España se debe sustancialmente a Don Juan Carlos y a la madurez del pueblo español». Padre e hijo se pusieron de acuerdo para establecer un cortafuegos ante el actual Rey que evitara el desgaste de la Institución monárquica y la fragilización de la Corona. Don Felipe renunció a cualquier posible herencia de su padre y le suspendió de la asignación pública que recibía. Era una medida acertada, aunque tal vez una ingenuidad creer que eso iba a paralizar a los que pugnan por destrozar el sistema.

Con el espíritu que siempre le ha caracterizado, Don Juan Carlos ha decidido hacer el gran sacrificio con su penúltimo servicio al pueblo español y a España, retirándose durante algún tiempo fuera de su patria. A nadie puede sorprenderle la decisión del Rey padre. Siendo Príncipe de Asturias, declaró: «No hay sacrificio que no esté dispuesto a hacer por España». Por España se enfrentó con su padre, al que adoraba, y por España se aparta ahora de su hijo, tras un reinado admirable que los historiadores más rigurosos han instalado entre los cuatro grandes de la Historia de España, junto a los de Carlos I, Felipe II y Carlos III.

Algunos analistas consideraron en su día que fue la ambición la que condujo a Don Juan Carlos a dar un hachazo en la Dinastía, aceptando el ofrecimiento del taimado caudillo Franco, el dictador amigo del duce Mussolini y del führer Hitler. Laureano López Rodó y Gregorio López Bravo fueron los que convencieron al entonces Príncipe de Asturias de que, si no aceptaba la propuesta de Franco, el sucesor sería Alfonso de Borbón Dampierre, lo que significaba la liquidación de la Monarquía histórica. A Don Juan le costó considerable esfuerzo digerir la decisión de su hijo, pero finalmente entendió el alcance de la situación y durante seis años se ocupó, a través de entrevistas personales, de encauzar a la oposición democrática en favor de su hijo, con la sola condición de que convocaría elecciones libres. Ni Don Juan, su padre, ni Doña María, su madre, ni sus hermanas Doña Pilar y Doña Margarita, asistieron a la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. Cuando convocó elecciones libres para el 15 de junio de 1977, Don Juan, un mes antes, abdicó sus derechos en su hijo, trasvasándole la legitimidad dinástica en un emocionante acto en el Palacio de la Zarzuela que nunca olvidaré. Año y medio después, Don Juan Carlos se robusteció con la legitimidad popular, tras la aprobación de la Constitución votada por la voluntad general del pueblo español libremente expresada. Poco después, decidió que su padre fuera enterrado en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial, bajo este lema en su sarcófago: «Ioannes III, comes Barcinonae».

En su discurso de abdicación, Don Juan recordó a su primogénito cómo su padre el Rey Alfonso XIII decidió retirarse de España para impedir que los españoles se enzarzaran en una guerra fratricida, cosa que la II República no supo evitar. Tomó Alfonso XIII el camino del exilio, conservando unos derechos que no consideraba suyos sino «un depósito acumulado por la Historia», de cuya custodia debería rendir cuenta algún día. Y en el lecho de muerte, Alfonso XIII le dijo a su hijo Don Juan la frase que presidió toda su vida: «Majestad, sobre todo España».

En su discurso de abdicación, Don Juan expuso ante su hijo el Rey que, como Monarca, debía «ejercer un poder arbitral por encima de los partidos políticos y clases sociales sin distinciones», que la Monarquía tenía que ser un Estado de derecho en el que gobernantes y gobernados han de estar sometidos a las leyes dictadas por los organismos legislativos constituidos por una auténtica representación popular; que aun siendo la Religión Católica la profesada por la mayoría del pueblo español, había que respetar el ejercicio y la práctica de las otras religiones, dentro de un régimen de libertad de cultos como estableció el Concilio Vaticano II; y, finalmente, que España por su Historia y por su presente tiene derecho a participar destacadamente en el concierto de las naciones del mundo civilizado.

El Rey, visiblemente emocionado, lo recuerdo muy bien, intercambió una mirada con Doña Sofía, y contestó a su padre: «Quiero cumplir como Rey los compromisos de este momento histórico. Quiero escuchar y comprender lo que sea mejor para España. Respetaré la voluntad popular, defendiendo los valores tradicionales y pensando sobre todo que la libertad, la justicia y el orden deben inspirar mi reinado. De esta forma la Monarquía será elemento decisivo para la estabilidad necesaria de la nación. En estos momentos de indudable trascendencia para España y para nuestra familia, y al recibir de tus manos el legado histórico que me entregas, quiero rendirte el emocionado tributo de mi cariño filial, unido al respeto profundo que siempre te he profesado, al comprender desde niño que sobre todo y por encima de todo tú no has tenido nunca otro ideal que la entrega absoluta al servicio del pueblo español».

HAN TRANSCURRIDO cuarenta años y, tras un reinado fecundo y próspero en libertad, la embestida frentepopulista en las redes sociales y en varios canales de televisión ha conseguido que Don Juan Carlos se aparte para dejar a su hijo el Rey libre de un desgaste que podía hacerse insoportable.

Nació Don Juan Carlos en el exilio. En el exilio vivió su infancia. Y, sin eufemismos ni veladuras, vuelve ahora a un exilio voluntario como penúltimo servicio, en primer lugar, al pueblo español; después, a su hijo Felipe VI y, finalmente, a la Corona. Tal vez esté haciendo Don Juan Carlos lo que debe hacer, pero a mí se me quiebran de tristeza los puntos de la pluma. Desde el pasado 20 de noviembre de 2019, en que publiqué en este periódico mi artículo Juan Carlos I en la Historia, estaba claro que iba a ocurrir lo que ha ocurrido. Y ojalá que se despejen los horizontes, emborrascados por aquellos que están dispuestos a terminar con lo que significó la Transición, con la España de la concordia y la conciliación, que superó la realidad cainita de la turbulenta Historia española en los dos últimos siglos.

Y no está de más concluir este artículo con la frase de Quevedo que tantas veces he recordado: «Que el reinar es tarea, que los cetros piden más sudor que los arados, y sudor teñido de las venas, que la corona es el peso molesto que fatiga los hombros del alma primero que las fuerzas del cuerpo; que los pala-cios para el príncipe ocioso son sepulcros de una vida muerta, y para el que atiende son patíbulos de una muerte viva, lo afirman las gloriosas memorias de aquellos esclarecidos príncipes que no mancharon sus recordaciones contando entre su edad coronada alguna hora sin trabajo».

Luis María Anson

18 Agosto 2020

El peor destino posible

Agustín Pery

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De todos los lugares posibles para exiliarse, Juan Carlos I ha escogido el peor. Los republicanos acérrimos hablarán de una jaula de oro para el Borbón. Quienes somos monárquicos por formación y convicción preferimos denominarlo torre de marfil, esa que con la que una satrapía blinda la estancia del «afectado» y le protege de fotos incómodas. Sin duda recibirá allí todas las atenciones pero se arriesga a perder aquí todas las devociones.

Ocurre que uno empieza a pensar que le da igual. Hacer lo que le venga en gana es cosa de billeteras repletas pero en ningún caso de un miembro de la Familia Real, obligada por el plus de la ejemplaridad. En Abu Dabi podrá evitar una foto hamaquera, mucho más fácil de obtener si hubiera encontrado cobijo en Dominicana, pero para un Rey que está siendo mediática y socialmente juzgado por el dinero recibido y escamoteado a Hacienda desde esas latitudes es un despropósito que sea el destino escogido. Quizá es que no tenga ni siquiera intención de defenderse porque, ay, considera que no debe explicaciones por sus actos pasados, presentes y futuros.

Los tiempos judiciales dictaminarán si se equivoca pero hoy ya es una certeza que su comportamiento de estos últimos años ha tenido el peor de los colofones. Debió salir de La Zarzuela, no del país, pero una vez cometido el error, perseverar en él tiene mucho de provocación. ¿Nadie le aconseja? Peor, ¿no atiende a recomendaciones? Parece que no. Tremendo error de quien tantos y tan valiosos servicios ha rendido al país. Él es uno de los pilares básicos de nuestra democracia. Cabe exigirle que no sea ahora el principal aliado de quienes se empecinan en derruirla, con esta tardía comunicación real de lo que ABC desveló el pasado 7 de agosto. Don Juan Carlos con su magnífico desempeño logró que muchos republicanos se sintieran cómodos entrecomillando eso de «no soy monárquico pero sí juancarlista». Que su hijo reine en España de manera tan brillante nos da esperanza. Al menos de que podamos seguir afirmando que somos monárquicos a pesar de Don Juan Carlos.