28 septiembre 1998

El nuevo canciller socialdemócrata gobernará en coalición con Los Verdes

Elecciones Alemania 1998 – Schroeder (SPD) gana y acaba con la era de Gobierno de Helmut Kohl (CDU)

Hechos

  • Después de las elecciones federales alemanas de septiembre de 1998 se formó un Gobierno de coalición entre el SPD y Los Verdes con Gerald Schroeder como canciller.

Lecturas

Las anteriores elecciones en Alemania fueron en 1994.

Las siguientes elecciones en Alemania serán en 2002.

SPD – 287 escaños

CDU-CSU – 244 escaños

Los Verdes – 47 escaños

FDP – 43 escaños

PDS – 35 escaños

La decisión del líder de Los Verdes, Fischer, de apoyar a Schröder, le servirá para gobernar con tranquilidad, puesto que los dos partidos juntos suman mayoría.

28 Septiembre 1998

Fin de era en Alemania

Editorial (Director: Jesús Ceberio)

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El canciller federal Helmut Kohl sufrió ayer una durísima derrota. Pocos líderes políticos de su prestigio y su trayectoria son expulsados tan inequívocamente del poder como lo fue él ayer. Con la retirada de Kohl -anunciada ayer por él mismo ante las cámaras de televisión antes de felicitar a su rival, el gran triunfador de la noche, Gerhard Schröder- se acaba una era para Alemania, pero también en muchos sentidos para Europa. Ha sido una época sin duda histórica que hace de Kohl una personalidad clave en este último cuarto de siglo. En el momento de su partida, Kohl merece el respeto de todos los europeos demócratas. Es lamentable que sus reflejos le fallaran y se volviera atrás de su decisión de no presentarse.Pero el futuro en Alemania se llama ya Gerhard Schröder. Este hombre sabe que no era la primera opción, ni siquiera en su partido, el socialdemócrata (SPD). Y también es consciente de que gran parte del apoyo recibido no se debe a la convicción que él haya podido transmitir, sino al hastío y la sensación de parálisis que su veterano contrincante democristiano generaba. Pero ha ganado brillantemente y ha superado con creces las expectativas de voto de cualquier otro candidato socialdemócrata, incluido su rival interno, el presidente del partido, Oskar Lafontaine.

La mayor potencia europea vuelve a tener un líder socialdemócrata 16 años después de que Helmut Schmidt cayera por el cambio de alianza de los liberales del FDP. El Reino Unido, Francia y ahora Alemania han votado de nuevo por la izquierda; una izquierda muy distinta a las que gobernaron estos países hace una o dos décadas, pero una alternativa en todo caso que discute los dogmas de la inevitabilidad de una política económica y social representada por la derecha neoliberal. El peso que dicha alternativa adquiere con el apoyo electoral alemán a la misma lo hace cualitativamente distinto y mucho más relevante.

Está claro ya desde primeras horas de la tarde de ayer que el vencedor es Schröder y el perdedor Kohl. Pero todo lo demás, es decir, la composición del Gobierno alemán, sigue siendo una incógnita. Los liberales del FDP han logrado finalmente entrar en el Bundestag, así como los Verdes, principal aliado potencial del SPD. Pero también ha entrado, y con un resultado sorprendente, el ex comunista PDS. Ayer, Lafontaine se mostró abiertamente partidario por una coalición con los Verdes y, de ser necesario, un acuerdo con el PDS para garantizar la solidez de una mayoría frente a una oposición de CDU, CSU y liberales.

Pero es muy posible que Schröder piense de otra forma, y ayer se negó rotundamente a especular al respecto. La neta opción del empresariado por la gran coalición será un factor de peso. Schröder está en posición de forzar a los Verdes a concesiones y garantías que eviten al canciller tener durante toda la legislatura a un aliado díscolo y tendente a presionarle a favor de opciones aventuradas en materia de energía nuclear, presupuesto militar, iniciativas de política exterior u otras. Los Verdes han hecho un largo recorrido por el realismo de la política y se hallan cada vez más lejos de los postulados fundamentalistas; pero es posible que Schröder contemple la posibilidad de una alianza con la CDU para acometer unas reformas duras y muy poco populares, que son imprescindibles para la economía alemana pero que no han podido realizarse hasta el momento. El apoyo de la patronal alemana a una fórmula de gran coalición se hará notar. La elección por Schröder del empresario Jost Stolman como posible ministro de Economía es una señal de que el nuevo canciller puede estar deseando afrontar el gran reto pendiente de Alemania: quebrar la tupida red de intereses particulares y gremiales que han hecho fracasar toda la modernización fiscal, económica y social.

Las negociaciones serán complejas. Está claro que Schröder y Lafontaine discrepan en muchas cuestiones. Especialmente, como se ha visto en el debate dentro del partido e incluso en la campaña, en lo referente a la relación con los sindicatos. Pero el primero necesita de la influencia del otro en el medio laboral para acometer los grandes cambios que necesita la economía germana. Con el fin político de Kohl y la llegada de Schröder y la nueva izquierda al poder, Alemania entra en una fase nueva de su desarrollo una década después de haber reconquistado su integridad nacional. Es de capital importancia para los alemanes y para toda Europa que este gran país salga de la parálisis en la que ha estado en los últimos años. Porque todos somos conscientes de que lo que pasa en Alemania nos pasa un poco a todos los europeos.

28 Septiembre 1998

Alemania cierra una era

Editorial (Director: Francisco Giménez Alemán)

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Los alemanes decidieron ayer un cambio de orientación política – muy limitado por la convergencia entre los programas de los principales contendientes – y eligieron a un socialdemócrata tras dieciséis años de Gobierno democristiano. Las diferencias entre las ofertas electorales no son, en efecto, muy acusadas: la derrotada coalición en el Gobierno presidida por Helmut Kohl – Unión Cristiano Demócrata (CDU), Unión Socialcristiana (CSU) y los liberales – había centrado la atención en cuatro puntos báiscos y otros cuatro complementarios. El problema número uno – el incremento del paro que ha llevado a rebasar la cifra de cuatro millones de desocupados, inconcebible en un país importador de mano de obra se erigió en el centro de todas las propuestas. Desde las filas cristianodemócratas se ofrecía dar prioridad al libre mercado en la creación de empleo, intensificar las medidas de fomento del trabajo, flexibilizar horarios y ofrecer trabajos sociales a los perceptores del seguro de desempleo. Los socialdemócratas proponían una Alianza por el Empleo entre patronos y sindicatos, una política activa en el mercado de trabajo un plan de empleo juvenil e igualmente, flexibilización de los horarios laborales.

En materia fiscal, segunda de las grandes preocupaciones de los alemanes, el centro derecha ofrecían una reducción de los tipos máximos del 53 al 39 por ciento y una rebaja de los tipos mínimos del 25,9 al 15, mientras que el impuesto máximo sobre los beneficios de las empresas se reduciría  desde el 47 al 35 por ciento, a cambio de un incremento en el IVA y la reducción de incentivos fiscales. En cambio, el centro izquierda propone una reducción inferior del tipo máximo en la renta personal – del 53 al 49 por ciento – e igual rebaja en el tiempo mínimo y una disminución de la fiscalidad empresarial semejante compensada con la reintroducción de un impuesto sobre la propiedad para grandes patrimonios privados, un impuesto ecológico y penalizaciones para el consumo de energía contaminante.

Por lo que se refiere a la inmigración – tercero de los problemas que aquejan a la sociedad alemana – ambos programas contienen propuestas muy semejantes, algo más restrictiva la democristiana, con nuevas normas de asilo, reforma del derecho de ciudadanía y expulsión rápida de los delincuentes extranjeros, y ligeramente más tolerante la socialdemócrata que otorga la ciudadanía a los ocho años de residencia y permite la elección de nacionalidad a hijos de padres extranjeros o que tengan padre o madre nacido en Alemania y la ciudadanía a los hijos de los inmigrantes al cumplir los dieciocho años. Los problemas de integración del Este, drogas y Seguridad Social tenían tratamientos muy similares, mientras en la energía nuclear las propuestas están abiertamente enfrentadas.

Artífice de la reunificación alemana y pilar de la Unión Monetario Europea, Kohl deja su partido y la cancillería a las puertas del euro. En manos de su sucesor Schröder queda una mayoría suficiente para gobernar con el apoyo eventual de Los Verdes.

28 Septiembre 1998

Alemania jubila a su elefante

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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«La era Kohl ha terminado». Fueron las primeras palabras del nuevo canciller Gerhard Schröder, que gobernará Alemania durante los próximos cuatro años. La victoria del Partido Socialdemócrata (SPD) en las elecciones de ayer pone fin al largo mandato de Helmut Kohl, que pasará a la historia no sólo como el dirigente que hizo posible la reunificación de las dos Alemanias sino como el principal padre del euro.

Kohl demostró su talla política al presentar su dimisión como presidente de la Unión Cristiano-Demócrata (CDU) minutos después de cerrarse los colegios y momentos antes de comparecer ante sus seguidores en la sede de su formación. A sus 68 años, y tras 16 años al frente de la cancillería, el líder democristiano se jubilará dentro de pocos días, habiendo superado a Adenauer pero no a Bismarck en tiempo de permanencia en el poder.

El 36% de los votos logrado por la CDU es el peor resultado cosechado desde su fundación. Kohl, al que se suele caricaturizar como un elefante, había alcanzado el 49% en 1983. En sus tres victorias posteriores, nunca había bajado del 41%. La fuerte derrota sufrida es el precio que ha tenido que pagar por los cuatro millones de parados que tiene Alemania y el creciente descontento social. Los diez millones de votantes del antiguo Este han infligido un severo castigo a los democristianos, a los que culpan de la postración económica en la que está sumida la zona.

Schröder es el primer gobernante de la República Federal que no ha vivido la traumática experiencia de la Segunda Guerra Mundial. Ha ganado con un programa moderado, en el que, por ejemplo, se propugna una bajada del tipo máximo del IRPF del actual 53% al 49%. Su ministro de Economía será el empresario ultraliberal Jost Stollmann, que se ha pronunciado a favor de un fuerte recorte del gasto social.

El propio Schröder subrayó ayer que no habrá cambios en la política exterior, un mensaje destinado a tranquilizar a sus socios europeos y a su aliado norteamericano. Las mayores diferencias respecto a los planteamientos de la CDU se sitúan en terrenos como la ecología y la inmigración, en los que el SPD mantiene su histórica línea progresista.

La gran incógnita que se abre ahora es con quién gobernarán los socialdemócratas, que no han logrado mayoría absoluta. Teóricamente hay dos posibilidades: una alianza con Los Verdes, que obtuvieron un 6,5% de los votos, o una gran coalición con la CDU, formando un Gobierno de unidad nacional.

La segunda de las posibilidades fue anoche tajantemente rechazada por Theo Waigel, ministro de Finanzas y presidente de la CSU, los socios bávaros de Kohl. No parece demasiado probable, ya que buena parte de la dirección de la CDU se inclina por pasar a la oposición. Schröder eludió ayer pronunciarse, pero todo indica que prefiere la primera alternativa. Los más de 40 escaños obtenidos por los ecologistas permitirían al SPD gobernar con mayoría absoluta, sin depender del molesto apoyo de los ex comunistas ni de los liberales, dos formaciones que también han logrado entrar en el Bundestag.

La coalición con Los Verdes no será, sin embargo, cómoda ni fácil, ya que el partido liderado por Joshka Fischer defiende el desmantelamiento de las centrales nucleares, está en contra de la participación alemana en las misiones de la ONU o la OTAN y propugna un nuevo impuesto sobre los carburantes. Evidentemente, tales propuestas chocan frontalmente con las ideas de Stollmann y del propio Schröder, que son ardientes defensores del libre mercado y de las grandes corporaciones industriales alemanas.

Schröder ha dejado claro también su compromiso con el euro y con el proceso de construcción europea. Pero, al igual que Kohl, defiende una renegociación de las cargas presupuestarias de la UE y una menor contribución alemana, lo que choca con los intereses españoles. Hace pocos días, en una entrevista publicada por EL MUNDO, abogaba por la supresión de los fondos de cohesión, argumentado que no es de recibo que los países que cumplen los criterios de convergencia se beneficien de una financiación adicional.

El triunfo socialdemócrata acentúa el giro de Europa a la izquierda, tras los éxitos electorales de Blair, Prodi y Jospin. España e Irlanda son los dos únicos Gobiernos de centro-derecha de la UE, mientras que los 13 restantes están integrados por socialistas o coaliciones de centro-izquierda. El mapa político europeo ha variado radicalmente en los últimos cinco años, con la desaparición de líderes como Mitterrand, González, Andreotti, Major y ahora… Kohl.

En la hora de su adiós, no hay que olvidar que el canciller germano apoyó, primero, la entrada de España en la UE y, luego, se rascó el bolsillo para financiar una política de cohesión. Kohl ha sido un socio leal para nuestro país. Y, sobre todo, no sería justo ignorar que el canciller ha tenido la visión histórica de construir una gran Alemania en el seno de una Europa unida. Lástima que haya tenido que abandonar el poder a tres meses del objetivo por el que tanto había luchado: el nacimiento del euro. El futuro de Alemania depende hoy de Europa y el de Europa, de Alemania. Es el legado de este gran político, que ayer entró a formar parte de la historia.