24 septiembre 2002

Derrota del candidato de la CDU-CSU, Stoiber y hundimiento de los comunistas del PDS

Elecciones Alemania 2002 – Schroeder logra una nueva victoria con el SPD, aunque seguirá necesitando el apoyo de Los Verdes

Hechos

Después de las elecciones de septiembre de 2002 se repitió el Gobierno de coalición SPD – Los Verdes.

Lecturas

Las anteriores elecciones en Alemania fueron en 1998.

Las siguientes elecciones en Alemania serán en 2005. 

Los resultados electorales suponen una derrota del líder del CSU y candidato de la coalición CDU-CSU, Stoiber, que esperaba desbancar del poder a la izquierda y un triunfo moral para el líder de Los Verdes, Joschka Fischer, que podrá seguir condicionando el Gobierno de Schröder. Los grandes derrotados son los comunistas del PDS que, sin Gysi, son borrados del mapa.

22 Septiembre 2002

Un bávaro serio y oscuro

Hermann Tertsch

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Si gana hoy las elecciones y logra acceder a la cancillería federal, Edmund Stoiber habrá hecho historia. Se convertirá en el primer bávaro que gobierna Alemania desde la existencia del país. Si pierde, no sólo se verá obligado a volver a la presidencia del Estado Libre de Baviera, con pocos alicientes ya, sino que quedará condenado durante el resto de sus días a recordar los errores que le llevaron a perder unas elecciones que tenía ganadas.

Reflexionará una y otra vez si la causa estuvo en sus interminables ‘eeehhhs’ antes de responder en las entrevistas televisivas en campaña; si estuvo en la falta de reflejos que le llevó a no interrumpir sus vacaciones cuando media Alemania estaba bajo agua en agosto; si fueron los comentarios sarcásticos de poca gracia sobre las parejas homosexuales, sus últimas invectivas contra los inmigrantes, su afirmación rotunda de que su mujer no opina sobre política o, simplemente, el hecho de ser bávaro.

En todo caso, Edmund Stoiber -que cumple 62 años la próxima semana, jurista pero captado muy joven para la política profesional por su mentor Franz Josef Strauss- ha tenido que digerir en este pasado medio año más dosis de humildad que en toda su carrera en una Baviera donde su partido, la Unión Socialcristiana (CSU), tiene abonada desde hace décadas la mayoría absoluta y domina la vida política, social y económica casi como si de un partido único se tratase. Cuenta con un mal precedente: su mentor Strauss también intentó la aventura alemana y se estrelló contra Willy Brandt. Pero Strauss tenía unas conchas que le permitieron volver a Múnich y seguir gobernando como si nada hubiera pasado.

Nacido en Oberaudorf, pequeña localidad de la Baviera profunda, Stoiber procede de lo que los muy católicos bávaros consideran una familia intacta y unida, por mucho que su padre, como tantos otros, tuviera muchas dificultades para arrepentirse de su pasado entusiasmo nacionalsocialista. Nada que ver en todo caso con la dura infancia de su rival Schröder, hijo de una viuda de guerra que tenía que limpiar suelos para llevar algo de comida a casa. Infancia protegida y juventud lineal fueron la base para esta personalidad con tanta vocación por el orden.

Doctor en Derecho por la Universidad de Ratisbona, Strauss lo convierte en 1988 en ministro del Interior, donde se hace un nombre como martillo de izquierdistas y combate todo lo que no sea la forma de vida ‘correcta’ bávara. Su apego a la fe y a las tradiciones no le impide organizar unas campañas en el seno de la CSU bastante impías hacia los hombres fuertes que lo habían apoyado tras la muerte de Strauss.

Baviera es uno de los Estados más prósperos de Alemania y él no duda en atribuirse el mérito. Ha sido un firme adversario del Tratado de Maastricht y del euro. Una parte de la opinión pública alemana, especialmente de la bávara, considera a Stoiber consecuente, riguroso y competente; la otra lo considera oscuro, aburrido y autoritario.

23 Septiembre 2002

Fischer salva a Schröder

Editorial (Director: Jesús Ceberio)

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El inesperado buen resultado, el mejor de su historia, de los verdes parece haber salvado a la coalición rojiverde en el poder en los últimos cuatro años en Alemania, bajo la dirección del socialdemócrata Gerhard Schöder. Según las últimas proyecciones, el resultado de las elecciones de ayer, tras un recuento no apto para cardiacos, detiene la hemorragia de la izquierda (Suecia aparte), y lo hace en el país más importante de la Unión Europea. Aunque por poco, los sondeos señalan que ha ganado un discurso de defensa del Estado social y del medio ambiente, frente a la reducción de impuestos que proponía el centro derecha, el CDU-CSU de Edmund Stoiber.

Joshka Fischer no sólo ha salvado a Schröder, sino que se convierte en una de las más interesantes figuras de la política alemana y de la europea, pues seguirá al frente de la cartera de Exteriores, si finalmente se cumple el triunfo rojiverde. Es una reivindicación de su valor, tras la sucia campaña llevada a cabo sobre su juventud en el izquierdismosesentayochista. Los que quisieron sacar ventaja de dudosas revelaciones tienen motivos para sentirse defraudados.

El resultado no resta mérito a la capacidad política de Schröder, pero de su importante retroceso debe sacar las lecciones pertinentes. Partía de tan atrás que la recuperación del terreno perdido puede considerarse una proeza, cuando la economía está estancada y el paro por encima de los cuatro millones. Su intuición política le ha sacado del apuro, al reaccionar rápidamente a las inundaciones del verano, para dar prioridad a la reconstrucción de las zonas damnificadas sobre las cuentas estatales. Y, posteriormente, al declarar que Alemania en ningún caso apoyaría un ataque de EE UU contra Irak no avalado por el Consejo de Seguridad de la ONU, ni enviaría soldados alemanes en tal misión, algo que, por cierto, se corresponde con la Constitución de un país que se ha vuelto reticente a las aventuras armadas, pero que en la actualidad tiene 10.000 soldados en misiones de paz en el mundo, más que ningún otro de la UE. Esta actitud puede haberle dado los escaños directos decisivos en el antiguo Este. Pero una de las tareas de Schröder y Fischer será recomponer las relaciones con EE UU, maltrechas por estos y otros episodios. Aunque también pueden ahora llevar la voz de los europeos que se resisten a un puro seguidismo de la política de Bush.

Es la dimensión europea de estas elecciones la que más ha de interesarnos. Es sabido que las relaciones de Schröder con Chirac chirriaban, y con ellas el necesario buen funcionamiento del eje franco-alemán. Con cuatro años cruciales por delante, deben reinventar la relación. En todo caso, al conjunto de esta Europa del euro -moneda plenamente aceptada por los alemanes, que casi han olvidado su sacrosanto marco- le interesa que Alemania se recupere. ¿Lo logrará un nuevo Gobierno de Schröder? El saliente ha mostrado un impulso reformista en materia de impuestos, y de naturalización de inmigrantes (lo que ha supuesto 350.000 nuevos votantes), pero necesita ir mucho más allá para romper los moldes corporativistas y los anclajes de los intereses especiales.

La apuesta de los democristianos por el bávaro Stoiber no iba descaminada, pues la victoria de la coalición saliente parece haber sido realmente apurada, frente al notable ascenso de la CDU-CSU. El gran fracaso de los liberales no ha favorecido a Stoiber. Se han quedado por debajo de la mitad del 18% que le daban los sondeos al comienzo de la campaña, y no han logrado convertirse en la tercera y decisiva fuerza política. Se confirmaría así una pauta que ha regido gran parte de la vida política de esta Alemania: las coaliciones de Gobierno se deshacen a mitad de mandato, no en las urnas. La gran excepción fue la de las elecciones de 1998 que llevaron a Schröder a la Cancillería.

Si socialdemócratas y verdes pueden, previsiblemente, repetir gobierno es porque también han logrado avanzar en el Este, una zona electoralmente volátil en la que, por primera vez desde la unificación de 1990, han pinchado los neocomunistas del PDS. A la vez, el fantasma de la extrema derecha se ha esfumado del paisaje alemán. La Alemania que ayer salió de las urnas está más centrada. La oposición, tras estos estrechos resultados, ha de cooperar. No queda otra salida, en especial porque el control por los democristianos del Bundesrat, la Cámara territorial, lleva a una gran coalición de hecho. De otro modo, Alemania se paralizaría, cuando tiene ante sí la gran oportunidad de volver a convertirse en la locomotora de la economía y la integración europeas.

23 Septiembre 2002

Schröder, canciller cuestionado

Editorial (Director: José Antonio Zarzalejos)

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Como preveían los sondeos desde hace semanas, las elecciones generales en Alemania arrojaron anoche unos resultados muy ajustados entre el bloque «rojiverde» en el poder (socialdemócratas y ecologistas) frente a los democristianos (CDU-CSU) y liberales (FPD), aliados teóricos para formar una coalición de Gobierno alternativa. Escrutado el 99,7 por ciento de los votos, los «rojiverdes» que apoyan a Schröder obtenían un 47,1 por ciento de los sufragios, con 305 escaños sobre un total de 601, frente a un 45,9 por ciento (294 diputados) para los «demoliberales» de Stoiber, que se recuperan de la derrota de hace cuatro años y experimentan una sensible subida. Los alemanes han castigado, no obstante, al canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, que pierde votos y autoridad moral, ya que, aunque podrá reeditar la coalición gubernamental con sus aliados ecologistas, Stoiber le ha recortado mucho terreno.
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El comportamiento de los partidos minoritarios, piezas absolutamente fundamentales para determinar el color del Gobierno, ha sido desigual e incluso desconcertante. Sin duda uno de los vencedores de la jornada ha sido Joshcka Fischer, ministro de Exteriores y líder de Los Verdes, que experimenta un ascenso muy significativo para un partido que ya ha dejado definitivamente de ser marginal y que confirma su influencia creciente en la política germana. Hasta tal punto es esencial su concurso que Fischer puede dar la Cancillería a Schröder, ya que la suma del SPD y Los Verdes supera en algo más de un punto porcentual a la de la CDU-FPD. Y es que los liberales no han redondeado sus expectativas. Además, el panorama pierde emoción al quedarse fuera del Parlamento los ex comunistas del PDS, que no podrá formar grupo parlamentario en la Cámara.
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Esta madrugada, y pese a la ausencia de datos definitivos, se daba por hecho que el debilitado Schröder permanecerá en la Cancillería sólo gracias al regalo de su ministro Fischer, el político mejor valorado de Alemania. Dadas las circunstancias y siendo consciente del grave traspié, el líder del SPD podría plantearse formar una gran coalición nacional con la CDU de Stoiber. O bien atraer a los liberales hacia un tripartito, pese al desprecio mutuo que estos se profesan con los ecologistas. No obstante, no ha salido bien librado un canciller que ha logrado remontar posiciones in extremis gracias a su instinto político, que afloró a raíz de las inundaciones de agosto, y de los mensajes populistas antinorteamericanos en torno a la crisis de Irak. Se avecinan, por tanto, días de negociaciones a varias bandas para atar aliados antes de que los diputados del Bundestag elegidos ayer voten al próximo canciller.

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En cualquier caso, el próximo jefe de Gobierno tendrá ante sí una legislatura crucial para el futuro de Alemania, de la UE y de las relaciones con Washington. Y todo ello en una posición de debilidad por el respaldo social tan poco contundente. Alemania ha entregado un mandato envenenado, apto para políticos de altura y con decisión, porque los retos son preocupantes. Schröder no ha dado la talla estos cuatro años, y Stoiber no termina de convencer porque no ha logrado superar a un canciller con una hoja de servicios casi en blanco. ¿Tendrá el próximo jefe de Gobierno fuerza suficiente para acometer las reformas económicas, laborales y estructurales imprescindibles y urgentes antes de que Alemania llegue al colapso?