26 noviembre 2021
Elecciones Alemania 2021 – Los socialdemócratas Olaf Scholz llegan al poder derrotando a la heredera de Ángela Merkel
Hechos
El 26 de septiembre de 2021 se celebraron las elecciones federales en Alemania.
Lecturas
Las anteriores elecciones en Alemania fueron en 2017.
El rival de Olaf Scholz (candidato del SPD) fue Armin Laschet por la CDU después de la dimisión de la primera sustituta elegida, Annegret Kramp-Karrenbauer.
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Resultados:
- SPD (Socialdemócrtas con Olaf Scholz) – 206 escaños.
- CDU/CSU (Cristianodemócratas con Armin Laschet,) – 197 escaños.
- B’90/Die Grünen (Verdes con Annalena Baerbock) – 118 escaños.
- FDP (liberales con Christian Lindner) – 92 escaños.
- AfD (Alternativa por Alemania con Alice Weidel y Tino Chrupalla) – 83 escaños.
- Die Linke (La Izquierda con Janine Wissler y Dietmar Bartsch) – 39 escaños.
- Otros – 1 escaño.
25 Septiembre 2021
Adiós a la canciller
Las elecciones federales de este domingo alumbrarán un nuevo liderazgo en el país clave de la Unión Europea. El próximo Gobierno deberá lidiar con tres partidos, y no solo dos, y la misma figura de Angela Merkel es de imposible repetición. Ha sido clave tanto interna como internacionalmente. Durante cuatro mandatos y 16 años ha imprimido al cargo su estilo sobrio, pragmático y a la vez próximo a las cuitas cotidianas de sus compatriotas. Fue la primera mujer en convertirse en canciller en la historia de su país y aunque ha reclamado más presencia de mujeres en distintos foros, solo recientemente, este mismo mes de septiembre, se ha proclamado feminista. Se va queriendo participar del viento de la historia.
Pero también se ha convertido en un referente global por otras razones. Bajo la sombra del gran europeísta Helmut Kohl, al principio fue percibida en clave más nacionalista que europea, pero supo luego corregirlo entre luces y sombras para erigirse en relevante interlocutora de Europa con el resto del mundo.
La mejor baza de la canciller cesante estriba en haber desplegado casi siempre políticas sensatas mediante la continua búsqueda del centro político y lejos de los extremos. Con esa flexibilidad, que en España se tilda para la política interna de inconsistencia y oportunismo, encabezó Gobiernos de coalición con distintos socios: en tres ocasiones socialdemócratas, y en una, liberales. Así trazó también un férreo cordón sanitario contra el populismo de ultraderecha, que acabó capotando bajo su firme defensa de los principios democráticos. Ese viaje suponía también la búsqueda de un centro de gravedad político que aunase valores e intereses, la nación y la Unión, lo doméstico y lo global, la economía y lo social. Ese mismo enfoque lo aplicó a las relaciones continentales e internacionales. En la crisis de Ucrania y la invasión rusa de Crimea fracasó, incluida la construcción de un segundo gasoducto con Rusia que aumenta su dependencia del gas ruso. En la Gran Recesión de 2008, provocó un enorme sufrimiento con erróneas políticas fiscales de austeridad que agravaron la situación y provocaron una terrible crisis social en el sur europeo. Su imagen pública arrastra todavía aquel error.
En otras ocasiones acertó de pleno. Lo hizo en su rápida reacción frente a la explosión nuclear de Fukushima, desdiciéndose de la apuesta nuclear. En la negociación del Brexit supo evitar el propósito de Londres de alcanzar un acuerdo separado y/o disgregador, al socaire de la mayor afectación objetiva de la industria y las exportaciones alemanas. Pese a iniciales conatos de unilateralismo, respaldó también una política sanitaria europea frente a la pandemia, sobre todo en la vacunación, y supo encarnar las mejores virtudes europeas al acoger a los refugiados en 2015, pese al coste político que le supuso. Sin su impulso, tampoco hubiera resultado igual la estrategia de recuperación económica mediante el plan Next Generation y el endeudamiento común.
Su balance concreto es pues muy digno, aunque quepa retraerle la timidez de las inversiones internas (en infraestructuras, en digitalización) o el escaso empeño transformador en las reformas. Pero Merkel, al cabo, ha terminado con la ecuación de Alemania como gigante económico y enano político. Aunque queda margen para avanzar más deprisa, también en esta última dimensión ha logrado hacer de Alemania una locomotora.
27 Septiembre 2021
Alemania fía su estabilidad al multipartidismo
EL GRAN símbolo de la estabilidad política en Europa que ha venido siendo desde hace décadas Alemania ha sucumbido a la gran fragmentación parlamentaria que hoy caracteriza a casi todas las democracias occidentales, lo que hace mucho más compleja la gobernabilidad. Sus ciudadanos hablaron ayer en las urnas. Y el resultado arroja un práctico empate entre socialdemócratas y democristianos; de hecho, tanto el candidato del SPD como el de la CDU reivindicaban anoche su legitimidad para intentar encabezar el próximo Ejecutivo. Pero también la notable novedad política que es el hecho de que la llave de ese Gobierno probablemente esté en manos de Verdes y liberales, a los que están decididos a cortejar los dos grandes partidos sistémicos, que de momento no quieren ni oír ni hablar de la reedición de la coalición que han mantenido las últimas tres legislaturas, aunque el tiempo y las arduas negociaciones por delante dirán si es posible lo que hoy parece imposible.
Con la victoria -exigua- del SPD, tras su larga travesía del desierto, según los datos al cierre de esta edición, renacería la socialdemocracia dada tantas veces por muerta en el centro del Viejo Continente. Este triunfo en las elecciones federales tiene, de hecho, tintes épicos porque hace unos meses nadie apostaba por su candidato a la Cancillería, Olaf Scholz, con fama de eficaz pero sin carisma, y que se ha beneficiado del gran desgaste de los conservadores y de los errores de la aspirante de Los Verdes, quien inició la carrera como favorita. En realidad, el triunfo por la mínima del SPD difícilmente puede interpretarse como la apuesta por el cambio de los alemanes. Porque Scholz ha hecho campaña proclamándose el guardián de las esencias merkelianas, lo que ha llevado a muchos ciudadanos a verle como la mejor apuesta para que, con visión lampedusiana, todo cambie para que nada cambie, esto es, para que continúe el legado de quien ha sido canciller 16 años, Angela Merkel. Ante eso poco ha podido hacer su delfín y candidato de la CDU/CSU, Armin Laschet. El bloque conservador cosechó ayer su peor resultado histórico.
Se abre un escenario incierto y convulso. Pero, por más complejas que resulten las negociaciones, alcanzar un acuerdo sólido, pragmático y que no dé cabida a veleidades populistas se antoja imprescindible para que el país pueda afrontar los desafíos de una difícil coyuntura marcada por la pospandemia. Los Verdes se han quedado muy lejos de las expectativas, pero son quienes más suben en las urnas y se erigen en un actor clave. Ya han conseguido de momento haber situado en el debate público como una de las prioridades el cambio climático, asunto que ha estado muy presente en la campaña.
Estos comicios tienen una resonancia enorme en toda la UE. Los Veintisiete necesitan que su locomotora mantenga la estabilidad política. Pero también que su próximo canciller sea capaz de asumir el liderazgo del que el bloque comunitario se queda huérfano con la marcha de Merkel. Sea quien sea su sustituto, no tendrá fácil llenar el hueco que ésta deja.
28 Septiembre 2021
La dama de Europa
Elecciones en Alemania después de 16 años de Merkel en el poder defendiendo la democracia y la prosperidad de su país y enfrentándose a gravísimas crisis: la financiera, la del euro, la de los emigrantes, la del Brexit, la del coronavirus. Como Churchill en plena gloria, perdió las elecciones; no ella sino su partido. Para unos ha sido la madrina de Europa; para otros, la madrastra de los recortes. Deja Alemania limpia y próspera, con menos populismo y menos ultraderecha, y confirma la idea de que si las mujeres gobernaran, el mundo sería más habitable. Hasta el pasado siglo no votaban y sólo podían llegar al poder si eran reinas. Hoy su presencia en parlamentos y gobiernos aporta más sensibilidad para la salud, la educación, la economía real y la paz.
Cuando en Europa retrocede la socialdemocracia, las elecciones las ha ganado por la mínima el SPD con Scholz, ex ministro de Finanzas. El regreso del partido más viejo de Europa -158 años- coincide con el desvanecimiento en la irresistible ascensión del populismo y la ultraderecha. Ha perdido el recomendado por Merkel, Laschet. La CDU se ha pegado un gran coscorrón. En Berlín han vencido Los Verdes de Annalena Baerbock, que soñaba con ser canciller. Pero los ecologistas están de moda y han subido casi seis puntos. Seguirán las coaliciones, con verdes y liberales, nunca con neonazis. Alternativa para Alemania -quinta fuerza- se ha quedado en los huesos.
Merkel se va en plena gloria, sin desgaste. Para la mayoría ha sido una política discreta, humilde, honesta, pragmática. La primera mujer en la cancillería, que hacía cola en el súper, es de familia de pastores luteranos y fue izquierdista en su juventud. Nos obligó a apretarnos los cinturones cuando la crisis y la quiebra de Grecia. Pero se salvó el euro. Para Ortega, Alemania era la máquina intelectual de Europa. Lo escribió antes de que llegara el nazismo. Después del genocidio y la derrota, Alemania fue más Europa que nadie. Con la UE dejamos de ser comparsas del dólar y se acabaron las guerras entre naciones como en el desdichado pasado. Los bárbaros se romanizaron. «Roma -escribe Cicerón- merece con más razón ser llamada protectora que dueña del mundo». Después de muchos siglos explotando a las colonias, la Europa y la Alemania de Merkel recuerdan los valores de las democracias griega y romana: las leyes, los comicios, las libertades.
26 Noviembre 2001