29 octubre 2019
El mandato de Macri no ha logrado solucionar los problemas económicos de argentina
Elecciones Argentina 2019 – Los kirchneristas vuelven al poder derrotanco a Macri y colocando a Alberto Fernández de Presidente y a Cristina Fdez de Kirchner de vicepresidenta
Hechos
- Alberto Fernández (Frente de Todos) – 12 946 037 votos.
- Mauricio Macri (Juntos por el Cambio) – 10 811 586 votos.
Lecturas
Macri, que llegó al poder en las elecciones de 2015, ahora se ha visto derrotado.
Las siguientes elecciones presidenciales en Argentina serán en 2023.
28 Octubre 2019
Victoria clara y equilibrio político
Alberto Fernández ha ganado en primera vuelta, en gran medida por el triunfo en la provincia de Buenos Aires. Ha sido una buena y nítida victoria pero mucho más estrecha de lo que se imaginó proyectando las contundentes cifras que había logrado en las primarias.
Con la chapa puesta, como diría un futbolero, resalta con nitidez la importancia que tuvo la unidad del peronismo en esta elección que marca su retorno a la Casa Rosada. Sin ese factor clave, Cristina Kirchner habría corrido serios riesgos de ser derrotada, si insistía en el formato que el kirchnerismo duro pretendía. Y en esta hora de victoria, Alberto Fernández, de quien se dijo que llegaba con el 5 % de los votos a esta fórmula del Frente de Todos, pudo articular el reacercamiento de los gobernadores del PJ y gestionar el regreso de Sergio Massa a la coalición peronista-kirchnerista.
El paso hacia atrás de Cristina dejando la principal candidatura a Alberto ha sido una decisión inteligente y su “sacrificio” ha colaborado con esa unidad, a la que colaboró la ineptitud política del macrismo.
Una lectura de los números de la elección demuestra que, excepto el estratégico distrito bonaerense, en los grandes distritos centrales el peronismo ha perdido: Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Ciudad de Buenos Aires. Esas provincias han sido -y por lo visto siguen siendo- el núcleo fundamental de Cambiemos. Todo esto hace brillar más la importancia de la performance de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires.
Mauricio Macri ha hecho una inesperada y muy buena elección, montado en la ola que desató, luego de la trompada de casi knock-out que había recibido en las PASO. Ese esfuerzo que hizo lo llevó a descontar casi siete puntos la ventaja que había sacado Fernández en las primarias.
El telón de fondo de la gravísima crisis económica ha influido de manera notoria en el ánimo del electorado. A pesar de ello, el voto a Macri también expresa, como ya lo ocurrió en otras circunstancias electorales, la existencia de una franja de la sociedad que se opone al peronismo.
Este sorprendente desempeño electoral, que establece un equilibrio político necesario en el país, también sirve para evidenciar las torpezas y errores políticos que el macrismo ha cometido durante su gestión. Errores que fueron producto de una visión banal y descalificadora de la política como arte de construir consensos y gobernanza. A esos errores se agregaron y potenciaron el desmanejo económico que llevó a esta crisis.
El resultado práctico es que la nueva oposición tendrá un bloque numeroso de legisladores en el Congreso, cuyo peso no podrá ser ignorado.
Al ganar en primera vuelta, Alberto Fernández despeja una de las incógnitas de esta elección. Las tareas que le esperan son múltiples. La primera es articular una transición con Macri: el Presidente ha dado un paso responsable invitándolo este lunes a la Casa Rosada. Los días que faltan para la entrega formal del poder son muchos y debieran servir para encontrar acuerdos o facilitar políticas que sirvan para paliar la crisis. No hay tiempo que perder.
La otra gran tarea de Alberto será dedicar su empeño político -y su talento- será prepararse para lo que vendrá, que es un desafío muy serio por la profundidad de la recesión económica. Al mismo tiempo, tendrá que administrar las fuerzas que componen la coalición que ayer lo llevó al triunfo. Otro gran desafío.
28 Octubre 2019
Los factores que lo hicieron presidente
Cuando, en diciembre de 2017, poco después de que Mauricio Macri ganara las elecciones legislativas de mitad de mandato, Alberto Fernández aceptó una invitación de Cristina Kirchner para conversar después de 10 años de críticas distancias, no imaginó que ese paso insignificante en la vida de una persona lo terminaría convirtiendo anoche en Presidente electo de su país. Luego elaboró un teorema simple, pero de difícil aceptación para buena parte del peronismo: «Sin Cristina no llegamos, con Cristina no es suficiente».
235La aceptación posterior del peronismo sucedió cuando, en el segundo semestre de 2018, la economía de Macri encalló. Astuta, Cristina Kirchner decidió que el autor del teorema merecía la candidatura presidencial, porque antes percibió que si ella encabezaba la fórmula podría atraer a muchos y espantar a otros tantos. La victoria de Alberto Fernández es el fruto del retroceso de la economía de Macri. El comienzo de la crisis económica abroqueló al peronismo en torno de la estrategia de Alberto Fernández; la no resolución de esa crisis durante un año y medio lo llevó anoche al poder real. En el otro extremo del arco político, Macri se convirtió, a pesar de la derrota, en el líder de una oposición importante y probablemente articulada del futuro gobierno peronista. Macri (un ingeniero sin experiencia política, según sus detractores) demostró desde las primarias del 11 de agosto que es un animal político. Recorrió el país al frente de movilizaciones multitudinarias en un esfuerzo físico propio de los políticos con alma de políticos. Colocó dosis de heterodoxia a su plan económico, cambió al ministro de Hacienda por el más eficiente Hernán Lacunza y enhebró una alianza más sólida con sus socios de Cambiemos. Tragó sapos, olvidó rencores, miró más el futuro que el pasado. Esa clase media que Macri sacó a la calle, y el significativo aumento de votos que cosechó el Presidente en medio de una larga recesión económica y de un inflación alta, modifican claramente la experiencia kirchnerista anterior. El kirchnerismo fue kirchnerismo tal como se lo conoció también porque su oposición estaba fragmentada y carente de liderazgo. De presidente a jefe opositor En adelante, el no peronismo (o el antiperonismo o el antikirchnerismo) tendrá un líder y un proyecto al frente de un sustancial porcentaje de la sociedad argentina. Macri le dijo ayer a un amigo mucho antes de que cerraran los comicios: «Pase lo que pase, esto recién comienza». ¿Significa que ya pensaba en intentar el regreso en 2023 si perdía? ¿O, acaso, solo quiso decir que se pondría al frente de la oposición al peronismo si la derrota se abatía sobre él? Sea como fuere, los casi cuatro últimos años no han pasado en vano para una parte no menor de la sociedad, para la coalición Cambiemos ni para el peronismo. Otros valores políticos, morales e institucionales unieron a casi la mitad de los argentinos. Lo que vendrá no será lo que pasó, simplemente porque las condiciones políticas y sociales no son las mismas. El Congreso quedó con una conformación equilibrada. No será una escribanía de las decisiones del Ejecutivo. «Es preciso conocer el pasado, pero no es necesario quedar atrapado en sus redes. Hoy no es ayer», decía Santos Juliá, un notable historiador español que murió prematuramente hace pocos días.
El Presidente actual y el que viene tienen algo personal entre ellos, que va más allá de la política y de las diferencias ideológicas. Hicieron un enorme esfuerzo para juntarse hoy civilizadamente, como debe ser. Si se los escucha a los dos, pueden establecerse puntos de vista distintos en algunas cosas, pero no lo suficientemente distintos como para llevarse tan mal. ¿Será ese encono lo que llevó a noche a Fernández a hablar de un Macri «muerto» políticamente, cuando la sorpresa fue la supervivencia política del Presidente?. Es cierto que Alberto Fernández es extremadamente crítico de Macri en el manejo de la economía. No concibe que el Presidente (y suele agregar al extitular del Banco Central Federico Sturzenegger) tenga una visión tan monetarista de la inflación. «¿Quién le dijo que con solo secar de pesos el país, y matando por lo tanto a la actividad económica, se resolvería la inflación?», se pregunta. La obsesión de Alberto es volver a poner en funcionamiento la economía. «Todo está parado, y así ningún problema económico se resolverá», dice mientras se lamenta porque el consumo cayó el 18% en el último año.
Su apuesta es un gran acuerdo social y económico con empresarios, sindicatos y partidos políticos. Acuerdo durante un semestre, anticipa, para establecer las futuras reglas del juego. La caída de reservas lo preocupa sobremanera. Despotrica aún más contra Macri: «Que libere totalmente el precio del dólar o que ponga un cepo casi total a la venta de dólares mientras haya incertidumbre. ¡Está perdiendo reservas todos los días con una política que no es ni una cosa ni la otra!», se ofusca. Lo martiriza la poca cantidad de reservas que podría recibir el 10 de diciembre. De eso hablarán hoy, seguramente. No sabe por qué la gente se preocupa tanto por el dólar. Ahora los depósitos en dólares están en el Banco Central y no son de libre disponibilidad. «Los dólares de la gente están. ¿Quién duda de eso?», enfatiza. En la crisis de 2001, los dólares estaban en manos de los bancos. Con todo, lo que menos le preocupa es la deuda pública. Considera que los vencimientos del próximo año no son tan acuciantes y que tendrá margen de tiempo para reestructurar la deuda. ¿Con quita o sin quita? Fernández siempre propuso que fuera sin quita, pero al parecer (a él no le consta) el Fondo Monetario está reclamando que sea con quita de capital. Le llegó una noticia imprecisa de que un grupo de bonistas privados de la Argentina presentaría una demanda judicial contra el Fondo por esa posición en los tribunales de los Estados Unidos. Una fuente de recursos Vaca Muerta, una de las mayores reservas del mundo de petróleo y gas no convencionales, es una prioridad para él tan importante como lo fue para Macri. Fernández nunca anticipa cuál será su política precisa para ese sector energético, aunque es obvio que el yacimiento está entre sus planes. Intuye que algo no funciona bien entre el sistema laboral argentino y las empresas industriales. De hecho, debió mediar entre la automotriz Toyota, la única que mantiene sus exportaciones, y el sindicato de los mecánicos (Smata). La automotriz planificaba construir en la Argentina los asientos de sus automóviles para todo el mundo, pero no lo haría bajo las reglas de Smata. Eran 800 puestos de trabajo. El Smata aceptó las condiciones de la empresa y esos asientos se construirán en la Argentina.
Sabe que con el país fragmentado como está (hundido en la famosa «grieta») no se puede gobernar. ¿Cómo dejar atrás la grieta? «Yo creía que con hablar con Radio Mitre y con Clarín y con ir a TN empezaba a suturar la grieta. Pero evidentemente no fue suficiente», cuenta. ¿Qué otro hecho simbólico puede hacer para ir cerrando la grieta? No lo sabe, pero no descarta hasta una reunión pública con Macri cuando él sea el presidente formal del país. Alberto Fernández dijo en los últimos días que él y Cristina son lo mismo. ¿Es verdad?. En un reciente encuentro con el Presidente boliviano, Evo Morales, explayó su teoría según la cual los gobiernos progresistas de América Latina deben respetar las reglas de la democracia, la alternancia en el poder y buscar la formas de renovación en el liderazgo de sus espacios. Se engolosinó con su teoría hasta que se dio cuenta de con quién estaba hablando, un líder que lleva 14 años en el poder. Entonces calló. «Progresismo sin autoritarismo. Y tampoco la continuidad eterna en el poder», sintetiza. La política exterior le gusta. Eso es evidente cuando se lo escucha hablar. Estados Unidos y Trump. ¿Se llevará mal con ellos? «¿Por qué me voy a llevar mal con los Estados Unidos? No soy un necio ni un estúpido. Solo pido respeto en la relación y nos llevaremos bien». Alberto Fernández cultivó siempre una buena relación con Washington. En tiempos de Barack Obama, tuvo un diálogo frecuente con altos funcionarios de su administración cuando él ya se había ido del gobierno.
El problema es Venezuela, aunque él considera que el primer problema para Washington en América Latina es el desembarco de China en la región. «De todos modos, asegura, yo soy crítico de Venezuela», agrega. El conflicto está en la descripción de lo que es el Gobierno venezolano. Fernández lo define como un Gobierno autoritario, cuando es realmente una dictadura. «¿Esa diferencia es todo el problema?», se pregunta socarronamente. Su primer viaje como presidente lo hará a México. Por dos razones. Una: cree que el Presidente Andrés Manuel López Obrador expresa un progresismo democrático, que no aspira a modificar la Constitución y que sabe que se irá cuando se cumpla su mandato. La otra: aspira a que México, la segunda economía más importante de América Latina, ponga más atención en la relación con los países latinoamericanos y se aleje de la relación comercial casi exclusiva con los Estados Unidos. Está hablando de las relaciones comerciales. Le cambiará el nombre al Ministerio de Relaciones Exteriores. Será Ministerio de Relaciones Comerciales, Política Exterior y Culto. Lo primero es lo primero, dice. ¿Por qué no irá primero a Chile? «Con Piñera no tengo problemas. Puedo llevarme muy bien con él. La elección de México responde a otras razones, no a la presencia de Piñera en Chile. Nunca haré una evaluación ideológica para llevarme bien o mal con los gobiernos de otros países. Ni siquiera con Bolsonaro. Además, ¿por qué me voy a llevar mal con Piñera? Es un buen presidente comparado con Macri». La bronca contra Macri surge hasta cuando no habla de Macri. Son los dos que liderarán el Gobierno y la oposición en los próximos cuatro años. Haya o no una cuestión personal entre ellos.
29 Octubre 2019
El peronismo, otra vez de vuelta
EL RESULTADO electoral en Argentina es una mala noticia. Pareciera que los argentinos se han cansado de buscar un lugar en el mundo, como subrayó en una magistral cinta Aristarain, y han hecho del desencanto su patria. El apabullante triunfo del peronismo en las elecciones presidenciales tiene mucho más de voto de castigo al saliente Macri que de confianza en las promesas de su sucesor, Alberto Fernández. Y contribuirá a desestabilizar todavía más una Latinoamérica ya bastante inflamada por incendios populistas. A Fernández lo escogió la ex mandataria Cristina Fernández para dar una imagen más moderada y presentable del kirchnerismo, que dejó al país en un estado comatoso y con un sinfín de casos de corrupción que también la acorralan a ella.
Tras cuatro años de mandato, la herencia de Macri deja las cosas peor aún que como se las encontró. Los duros ajustes y las recetas que ha impuesto, espoleado por el FMI, no han servido ni para que el país revierta la inflación desbocada ni para corregir el déficit y la deuda insostenibles. El paro crece, los índices de pobreza severa se han disparado y la política de devaluaciones se ha probado ineficaz. Lo tenía fácil el peronismo para agitar las aguas del populismo y recuperar la presidencia, y su remedio va a ser peor que la enfermedad.
La irrespirable polarización que sufre Argentina no deja espacio por desgracia para terceras vías que podrían dar un nuevo impulso a un país de tal potencial y con tantos recursos. No merecen los argentinos, como si de una maldición bíblica se tratara, una condena eterna de corralitos, embargos internacionales y una economía en punto muerto desde hace dos décadas. Inversores y mercados tienen motivos serios de preocupación ante el retorno del peronismo, cuyas recetas han causado en el pasado tanto daño como ruina, máxime en un momento de desaceleración global en el que la crisis nacional va a acentuarse. España está especialmente concernida, porque el nuestro es el segundo país extranjero con más inversiones allí, solo por detrás de EEUU. Más de 300 empresas tienen una fuerte presencia en energía, comunicaciones o banca, entre otros sectores. De hecho, nuestros bancos son los que mayor exposición a Argentina acumulan en sus balances.
Así las cosas, resulta hasta ofensivo que José Luis Rodríguez Zapatero festejara el domingo en Buenos Aires el triunfo del peronismo con los alardes de una victoria propia. Debería comprender el ex presidente que su proximidad a todos los populismos de la región, empezando por el chavista, perjudican la imagen de nuestro país. Tampoco era necesaria la efusividad con que Sánchez ha saludado el triunfo kirchnerista. Nuestras empresas tiemblan aún al recordar episodios tan recientes como la expropiación a Repsol de su filial argentina por parte de Cristina Fernández. Poco hay que celebrar en Argentina.