6 septiembre 1984

El Partido Liberal con Turner pagó por los platos rotos de la gestión de Trudeau

Elecciones Canadá 1984 – Arrolladora victoria de Brian Mulroney (Conservador) frente a John Turner (Liberal)

Hechos

  • Partido Conservador – 211 diputados
  • Partido Liberal – 40 diputados
  • Nuevos Demócratas – 30 diputados

06 Septiembre 1984

Consecuencias de una Tendencia

Lluis Foix

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La victoria de los conservadores en Canadá o, lo que es más significativo todavía, la derrota de los liberales después de prácticamente una generación en el poder, no puede interpretarse solamente como un fenómeno aislado que tendrá consecuencias directas para los 25 millones de canadienses.

El triunfo del conservador Mulroney zanja un periodo histórico, en el que Pierre Trudeau fue la indiscutible estrella política y humana de un Canadá que salía de la sombra tutelar de la Comonwealth, con la simbólica ‘repatriación’ de la Constitución de Gran Bretaña y con la participación soberana en todos los grandes temas internacionales con voz y con voto propios.

Trudeau era un singular portavoz del tercermundismo, de las causas difíciles, de los refugiados en países remotos. Era, además, una figura prestigiosa, única, en el concierto de países industrializados. Su momento acabó, de hecho, con la derrota de Jimmy Carter, que en cierto sentido era un Trudeau de segunda división con residencia en la Casa Blanca.

El fenómeno Reagan ha tenido ya muchas consecuencias en las relaciones internacionales de los últimos años. Pero la más inmediata y directa se ha reflejado en las elecciones del martes en Canadá, donde más que un hombre o un partido ha triunfado un estilo, como señala nuestro enviado especial Rafael Ramos desde Toronto.

Mulroney ha basado su campaña electoral en promover la industria nacional en atraer capital extranjero especialmente norteamericano, en revitalizar la economía canadiense desde la vertiente de crear nuevos puestos de trabajo en el sector privado, ha prometido aumentar los presupuestos de defensa, ha ensalzado un moderado conservadurismo social y ha jugado con un patriotismo sensiblero. Una copia más exacta del programa de Reagan en las elecciones de 1980 y en las que se avecinan casi imposible.

El conservadurismo de corte reaganista ha cruzado la frontera para establecerse sólidamente al norte del río San Lorenzo.

El alineamiento que se pondrá en marcha entre los dos grandes países de América del Norte tendrá consecuencias de muy largo alcance. En lo que se refiere a las relaciones Este-Oeste, los criterios homogéneos de Reagan y Mulroney reforzarán las tesis de un rearme disuasivo que ha asustado a los soviéticos. Respecto a Centroamérica, Washington tendrá un aliado más para impedir que regímenes de corte revolucionario tengan éxito en la región. En cuanto a la ayuda al Tercer Mundo, que Pierre Trudeau repartió con prodigalidad, el nuevo dirigente canadiense ha prometido ya que va a ser más selectiva, sumándose así a los planteamientos restrictivos de la Casa Blanca que tanta repercusión han tenido ya en todos los foros internacionales, en el Banco Mundial y en Fondo Montetario Internacional.

Luis Foix

06 Septiembre 1984

Mulroney, un símbolo del nuevo populismo de la derecha

Carlos Mendo

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Martin Brian Mulroney, primer ministro electo de Canadá, simboliza el nuevo populismo que los partidos conservadores han adoptado en el mundo desde los años setenta y cuyo máximo representante es la primera ministra británica, Margaret Thatcher. Mulroney comparte con la Dama de Hierro unos orígenes humildes y la derrota de los baronestradicionales en el partido conservador.Hijo de un electricista empleado en una compañía papelera de Quebec, Brian Mulroney nació en la pequeña localidad de Baie Comeau, en el distrito electoral de Manicouagan, de la provincia francófona de Quebec, el 20 de marzo de 1939.

En un rasgo de humor, típico en Mulroney, el líder conservador decidió bautizar el avión que ha utilizado en su campaña electoral, un Boeing 737, como Manicouagan One, en una parodia de los Boeing 707 utilizados por los presidentes norteamericanos con el nombre de Air Force One. Bilingüe consumado, con un francés superior al de Trudeau, hasta el punto de que un 44% de la población de Quebec creía que el francés era su primera lengua, Mulroney se licenció en ciencias políticas por la Universidad de San Francisco Javier, en Nueva Escocia, y en Derecho por la Universidad Laval, de la ciudad de Quebec.

Tras una tentativa fallida de hacerse con el liderazgo del Partido Conservador en 1976, cuando lostories eligieron como líder al que luego sería primer ministro en 1979, Joe Clark, Brian Mulroney decidió dedicarse a los negocios y a la lucrativa práctica de abogado de empresa.

En 1977 fue nombrado presidente de la compañía de mineral de hierro más grande del país y en ese cargo se vio obligado a llevar a cabo unos cortes sustanciales de personal en las plantas no productivas. Esta decisión le ha provocado el único incidente registrado en su campaña electoral. El pasado domingo, un grupo de antiguos obreros despedidos por su compañía le recibió en Terranova a los gritos de «Brian, go home» («Brian, márchate a casa») y «queremos trabajo». Casado con una yugoslava nacionalizada canadiense, Mila Pivnicki, los Mulroney tienen dos hijos, Benedict y Mark, y una hija, Carolina.

La popularidad de Mila Mulroney, la perfecta ama de casa a los ojos de muchos canadienses, que todavía recuerdan las dificultades del matrimonio Trudeau, es inmensa en todo el país, hasta tal punto que uno de los colaboradores del nuevo primer ministro electo afirmaba ayer que una de las claves del éxito de Mulroney había sido su mujer. «Quizá haya conseguido más votos que él», comentó.

06 Septiembre 1984

Cambio en Canadá

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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LA VICTORIA de los conservadores en las elecciones canadienses no ha sido una sorpresa. En marzo pasado, el primer ministro liberal, Trudeau, anunció que se iba a retirar de la vida política, y una de las razones de tal decisión fue que ya entonces los sondeos indicaban un serio avance conservador y una derrota probable de los liberales en caso de elecciones. Pero sí ha sido una sorpresa la magnitud de la victoria: 211 diputados sobre un total de 282; unos resultados prácticamente sin precedentes en la política canadiense. Ello indica que una serie de factores de diversa índole ha coincidido para provocar el desfondamiento del Partido Liberal, que venía gobernando, con escasas interrupciones, desde hace más de dos décadas. Sin duda, el factor decisivo es la voluntad de cambio de la población, en función sobre todo de una situación económica muy grave: con un déficit enorme y con un desempleo que alcanza el 11 % de la población activa, sobre todo en un país relativamente poco poblado, con gigantescas riquezas naturales y acostumbrado a ser un país de fuerte inmigración con un gran potencial de desarrollo por delante. En este aspecto, como en otros, el impacto del ejemplo del vecino del Sur ha sido considerable: concretamente la reprise económica y sobre todo el descenso del paro en EE UU. Frente a la tendencia del Gobierno liberal, y en particular del anterior premier, Trudeau, de confiar excesivamente en el sector público, los conservadores han prometido cambiar de política, dando las máximas facilidades a la empresa privada y a las inversiones extranjeras; es decir, sobre todo a las norteamericanas. Curiosamente, resulta que el cambio representado por los conservadores frente a un Gobierno liberal deberá significar el máximo liberalismo en política económica.

En ese marco conviene dar su sitio, que no ha sido pequeño, al factor personal: John Turner, el sucesor de Trudeau al frente de los liberales (y que quedará como el jefe de Gobierno más corto de la historia de Canadá) no supo frenar el vacío dejado por el carisma de Trudeau. Además cometió el error de convocar elecciones anticipadas, sin que la Constitución le obligase a ello, cuando estaba dando los primeros pasos en la vida política. Al mismo tiempo quiso presentarse ante los electores como el hombre del cambio, compitiendo en ese terreno con el jefe conservador, Brian Mulroney. Se quedó así en mitad del río: ni defendió la herencia de las realizaciones de la etapa liberal ni logró convencer de su voluntad renovadora. El ejemplo quizá más característico de esta impotencia es el de Quebec, con su particularismo nacionalista, que precisamente Trudeau había logrado integrar venciendo las tendencias separatistas. En Quebec los conservadores han pasado de un diputado en el Parlamento anterior a 58 en el que acaba de ser elegido. Parece indiscutible que la inexperiencia de Turner ha contribuido a aumentar las proporciones de la derrota liberal.

Lo ocurrido en Canadá tiene algún significado fuera de sus propias fronteras. Sin duda el binomio republicano-demócrata en EE UU no es idéntico al conservador-liberal en Canadá, pero en todo caso el triunfo de Mulroney es una buena noticia para Ronald Reagan, cuando está iniciando su campaña electoral. En el plano internacional es un nuevo factor que considerar. Trudeau, sin poner nunca en duda un atlantismo inscrito en la geografía, había sabido dotar a Canadá de posiciones más bien flexibles, con cierta autonomía, en algunos aspectos esenciales; con ello pudo facilitar en momentos difíciles las relaciones con el Tercer Mundo. Mantuvo, por ejemplo, abiertos canales con Cuba cuando el bloqueo dictado por Washington era muy estricto. En el problema de los misiles nucleares Trudeau se esforzó -comprometiendo en ello su prestigio personal- por lograr soluciones intermedias susceptibles de frenar la carrera de armamentos. Hoy todo indica que la tendencia del futuro Gobierno canadiense será diferente; de mayor apoyo a la política militar y exterior de Reagan. No es una perspectiva favorable para Europa ante la necesidad de lograr una situación más equilibrada en la OTAN y una mayor pluralidad en la vida internacional.