6 septiembre 1970

La Democracia Cristiana parlamentaria tiene en sus manos el Gobierno del país

Elecciones Chile 1970 – El marxista Salvador Allende por la mínima por lo que el parlamento deberá votar en octubre si ratificarlo a él u optar por Alessandri

Hechos

El 4.09.1970 se celebraron elecciones presidenciales en Chile que dieron el triunfo a Salvador Allende.

Lecturas

Las anteriores elecciones fueron en 1964.

RESULTADOS:

– Salvador Allende (izquierda marxista) – 1.075.616 votos

– Jorge Alessandri (conservador) – 1.036.278 votos

– Radomiro Tomic  (demócrata-cristiano)  – 824.849 votos

Al no lograr ningún candidato mayoría absoluta le corresponde al parlamento decidir quién será el nuevo presidente. Ahí son los democristianos los que tienen el voto decisivo. La votación quedará marcada por un crimen político: el asesinato de Schneider.


 

Mad1970Al La prensa española hizo un amplio seguimiento de aquellas elecciones chilenas, enviando a destacados corresponsales como D. Cecilio Benitez de Castro (Diario MADRID) o D. Luis María Anson (Diario ABC).

06 Septiembre 1970

Lección a la derecha

Luis María Anson

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En 1964 la actual derecha chilena (conservadores, liberales y radicales) se agrupó en un llamado Frente Democrático para luchar con el Frente Popular (socialistas y comunistas) de Salvador Allende. EL tercero en discordia era la Democracia-Cristiana de Frei, que vendría a sumar, en el mejor de los casos, la mitad de simpatizantes que los otros dos grandes partidos. Así planteadas las cosas, se produjo, en el mes de abril, una elección parcial, que es, en mi opinión una de las claves de la política chilena en la última década. A pequeñas causas, grandes efectos. Había muerto Óscar Naranjo, diputado socialista por Curicó. La derecha organizó su campaña para cubrir aquel puesto, planteándola como un plebiscito. La coalición socialista-marxista presentó al hijo del fallecido Oscar Naranjo (que fue médico de profesión, hombre humano y entrañable, con una estela profunda de favores y simpatías). Aquella elección fue ganada por el Frente Popular. La derecha se asustó entonces. Temió lo peor para seis meses después en las elecciones presidenciales del 4 de septiembre y, como existían además ciertas dificultades para encontrar abanderado, decidió romper el Frente Democrático y apoyar a la Democracia-Cristiana de Frei para asegurarse que las elecciones presidenciales no concluirían en favor de la coalición social-marxista (el partido radical presentó al candidato Julio Durán sólo para restar a os sociaistas os votos de algunos intransigentes radicales que nunca hubieran votado a Frei).

Total, que los freistas a la fuerza ganaron las elecciones con más de un millón cuatrocientos mil votos (de los que sólo medio millón, en el mejor de los casos, correspondían a la Democracia-Cristiana) mientras que Allende no alcanza el millón. Pero el robustecimiento de la Democracia- Cristiana, lógico e inevitable con us ascenso al poder, había dividido a la derecha chilena en dos. Seis años después se ha podido comprobar. En efecto, Allende acaba de obtener poco más de un millón de votos (Teniendo en cuenta las circunstancias demográficas, los mismos aproximadamente que en 1964). Los anticomunistas han alcanzado cerca de un millón novecientos mil votos que, al dividirse entre conservadores y democristianos, han proporcionado el triunfo a Allende. La coalición social-comunista acaba de dar a la derecha chilena la vieja lección del ‘divide y vencerás’. El general De Gaulle, buen conocedor de las dificultades que existen para que las derechas se entiendan, estableció un sistema electoral que las uniera a la fuerza. Fue la obra maestra de la V República. Con un sistema de dobles vuelta, la victoria socialista-marxista de Allende sería la semana que viene una abultada derrota pues los demo-cristianos, aun rasgándose las vestiduras hubieran votado a Alessandri para cerrar el paso al Frente Popular. En 1964, la unión de las derechas se produjo, aunque torpemente, porque la mayoría decidió apoyar a la minoría democristiana, cuando debió ser al revés. En 1970, la Democracia-Cristiana no tuvo la generosidad de reconocer la verdadera situación y sumar sus votos minoritarios a los de Alessandri, con lo cual la coalición socialista-marxista habría sufrido hoy una aplastante derrota en lugar de ceñir sobre las sienes del viejo luchador que es Allende los laureles del triunfo.

07 Septiembre 1970

El triunfo de Allende

José Luis Alcocer

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Salvador Allende ha triunfado por una mayoría ciertamente relativa, de tal forma que su triunfo ha de ser ratificado por el Congreso de su país. Ante la victoria de Allende se nos ocurre, cuando menso, formular las siguientes observaciones.

En primer lugar, ¿Por qué pensábamos que el triunfo de Allende era difícil? Sencillamente porque calculábamos que la intervención de países interesados en la política conservadora, a escala continental, iba a ser decisiva. No ha sido así. Chile y los chilenos, a través de los más irreprochables mecanismos de sufragio universal, han resuelto el signo de su política futura. Esperamos, ciertamente, que esta muestra de ordenada y clara democracia sufragista sea respetada en todos sus aspectos; queremos decir que esperamos que la política de Allende no se dedique a ofender a la minoría vencida. Uno de los rasgos de toda democracia verdadera es el de no suponer que la victoria de una mayoría equivale a la anulación de todos los demás. El presidente puede ser de izquierdas o ser de derechas, puede ser marxista o puede ser demócrata cristiano; pero, en cualquier caso, sea lo que fuere, no puede pretender anular a los que no son de su grupo o de su equipo. Salvador Allende es de izquierdas, pero no puede pretender (ni probablemente pretende) anular la vida política de los grupos que no le son análogos o simpatizantes.

De igual forma los grupos de la minoría vencida no tienen por qué calcular que la vida política de su nación concluye (con signo positivo) en el punto y hora de su derrota. Sería muy lamentable observar un futuro gobierno de Allende realizando persecuciones o vejaciones. No lo sería menos advertir más o menos tarde, más o menos pronto, un golpe de fuerza que concluyese con su mandato. Hispanoamérica, atraviesa por un difícil trance de afirmación, de voluntad de desarrollo y de deseo de transformación, sobre todo, en lo económico y social. En este sentido hay que respetar la peculiaridad de cada país y las condiciones sociales y posicionales de cada nación. En unos lugares acaso sea la izquierda quien más posibilidad: en otros, otras posiciones no tan radicales. Según los países y según las sociedades. El respeto a la voluntad soberana de cada pueblo nos parece premisa indispensable para empezar a recorrer el camino de la autoafirmación americana. Por eso decimos que sería igualmente triste advertir en Chile a una izquierda triunfante, con presupuestos rencorosos o a una derecha vencida, no dispuesta a aceptar la necesidad de admitir una situación nueva y transformadora. Por eso también nos asombran las informaciones de que, al parecer algunas familias en Chile empiezan a planificar la evasión de capitales y el boicot al futuro nuevo régimen de Allende. Nosp arecería, de ser cierto, un delito de lesa patria. Un delito antisocial e injustificado (como todos los delitos) desde los más simples y rigurosos principios jurídicos y políticos.

Sin duda, cada afirmación nacional hispanoamericana, venga del lado que venga (y casi siempre suelen venir del mismo lado), equivale a una renovada forma de conciencia del continente frente a su futuro. Así, el triunfo de Allende viene a ser como una síntesis no violenta y, por tanto, fecunda del sentir americano. Hay aquí de alguna forma a presentada la conciencia social de los pueblos de Hispanoamérica. Nada puede decirse todavía acerca del acierto o desventura de su gestión. Lo que sí puede hacerse, con toda claridad, es desear que la victoria izquierdista de Chile no tenga que verse enturbiado por violencia alguna. Acaso se brinde aquí, en el caso de Chile, la primera ocasión de presentar una serie de reformas sociales sin recurrir a la violencia o a la guerrilla. Y ello equivale a tanto como a poner en la balanza la sensibilidad política de Chile y de Hispanoamerica toda. Y a demostrar si la democracia, en sus formas populares y genuinas, se ha anotado a un triunfo irreversible en sus principios, sus planteamientos y sus esperanzas.

José Luis Alcocer