20 diciembre 2021

Kast había dado la campanada ganando en primera vuelta

Elecciones Chile 2021 – El izquierdista Gabriel Boric logra la presidencia de Chile ganando en segunda vuelta al antiguo pinochetista José Antonio Kast

Hechos

El 20.12.2021 se conocieron los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile.

Lecturas

El 21 de noviembre de 2021, la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Chile, dieron el triunfo al candidato de la derecha D. José Antonio Kast, pero al no llegar al 50%, se celebra una segunda vuelta entre él y el candidato que quedó en segundo lugar, Gabriel Boric.

El 19 de diciembre de 2021 El candidato izquierdista Gabriel Boric, del Frente Amplio, gana la segunda vuelta con el 55% de los votos, lo que supone un cambio generacional en Chile, antiguo líder estudiantil. Boric ha derrotado a Kast, el candidato de la derecha al que los medios de comunicación occidentales tachaban de ‘ultraderechista’ por haber apoyado en su juventud al general Augusto Pinochet, de cuya dictadura su hermano era ministro.

25 Noviembre 2021

Un nuevo Chile

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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La primera vuelta de las elecciones chilenas propició una sacudida que ha dejado a un ultraderechista, nostálgico de Augusto Pinochet, a un paso de ser el próximo inquilino de La Moneda. José Antonio Kast, con un discurso basado en el orden, la seguridad y el liberalismo económico, obtuvo el 28% de los votos, frente al 25,5% del izquierdista Gabriel Boric, a la cabeza de Apruebo Dignidad, una alianza de agrupaciones de reciente creación surgidas de las revueltas sociales de 2019, y de otras tradicionales, como el Partido Comunista. La fractura es evidente. Y también sorprendente. Hace solo seis meses, los chilenos votaron por una Convención Constituyente de mayoría progresista, con candidatos independientes que recogieron el guante de las demandas callejeras. Los legisladores prometieron fundar un nuevo Chile, con el texto de una Constitución que entierre la heredada de Pinochet. La izquierda sintió entonces que tenía la presidencia al alcance de la mano.

La jornada electoral del domingo fue la primera desde el regreso a la democracia en que los votos sumados de todas las opciones de izquierda o centroizquierda no alcanzaron el 50%. La derecha, desde la extrema que representa Kast hasta el resto de las agrupaciones conservadoras, sumaron el 53%. No es posible asegurar que esos mismos votos se trasladen sin fisuras al candidato ultraderechista en la segunda vuelta, pero el mapa evidencia la miopía del liderazgo progresista, que no vio las señales del desastre.

La realidad irrumpió en las urnas chilenas y atropelló a quienes se establecieron en una burbuja de confort ideológico. El país sabe ahora que el votante de a pie fue refractario a la incertidumbre de los cambios radicales representados por Boric. Sus promesas de prosperidad chocaron de frente con el discurso simple, llano y populista de Kast: ante el miedo a lo imprevisible, contrapuso seguridad, orden y paz. No importó si Kast rechaza el aborto, ataca a los inmigrantes o desprecia a las minorías, exactamente el mismo combinado que se ha visto en otros lugares del mundo, como en Brasil con Jair Bolsonaro o en España con Vox.

El desafío al que se enfrenta la izquierda es enorme. Tendrá, es probable, el apoyo de las fuerzas progresistas que no la acompañaron como parte de la coalición Apruebo Dignidad. Allí están el Partido Socialista y parte de la Democracia Cristiana. Pero esos votos no serán suficientes. Necesita también hablarle al 54% de los chilenos que el domingo no fue a votar. La abstención es un problema estructural en Chile desde que en 2012 se suprimió el voto obligatorio. Ese 54% es un grupo heterogéneo que, simplemente, ha dejado de creer en la política y los políticos. Es la izquierda la que puede seducir a esos desencantados. Tiene poco más de 20 días para lograrlo.

21 Diciembre 2021

Cambio en Chile

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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Chile dio el domingo un histórico paso adelante. La victoria del candidato de la izquierda, Gabriel Boric, con el 55,87% del voto, supuso un triunfo claro de las fuerzas progresistas en un momento de crisis política e institucional. El discurso del miedo enarbolado por el ultraconservador José Antonio Kast (44,13%) no pudo impedir que en las urnas se impusiera la evidencia de que Chile, para salir de la encrucijada, apuesta por una renovación de sus anquilosadas estructuras. Ese es el mensaje profundo que ha emitido la ciudadanía. Para su cumplimiento, Boric necesitará apoyo, tanto en el Parlamento como en la sociedad civil, de un amplio espectro de partidos y movimientos. Que sea Chile quien salga ganando ha de ser el objetivo último de unos y otros, desde los democristianos hasta la izquierda radical.

En una sociedad exhausta por la pandemia y golpeada por una desigualdad descontrolada, el desastroso final de mandato de Sebastián Piñera había hundido la confianza de la ciudadanía en sus dirigentes. Con este horizonte, cabía la posibilidad de que los comicios presidenciales derivaran en una mayor fractura social y trajeran de vuelta fórmulas políticas embebidas por el recuerdo del dictador Augusto Pinochet. La victoria de Boric, alcanzada con una participación del 55%, la más alta desde que se instauró el voto voluntario en 2012, ha conjurado este peligro.

El antiguo líder estudiantil, de 35 años, trae aires nuevos para Chile y Latinoamérica. Forjado en las protestas de 2011 y 2019, su ideario, aparte de conectar con la juventud, responde a las demandas sociales de amplios sectores que durante años han visto pasar de largo los beneficios del crecimiento económico. Es cierto que sobre Boric pesan las incógnitas de su inexperiencia y de la influencia que ejercerá en su mandato el Partido Comunista, cuyas soflamas electorales han sido un constante dolor de cabeza para su candidatura. Pero son interrogantes menores en comparación con los pilares de su programa (elevar la presión fiscal a los más ricos y ampliar la educación y la sanidad pública) y de la capacidad mostrada en campaña para limar aristas, ganarse a las grandes figuras de la democracia chilena y acercarse a las zonas moderadas del voto.

Boric ha arrasado entre los menores de 30 años, pero también entre las mujeres y en los barrios más pobres. Ha logrado construir una base mucho más amplia que cualquiera de los partidos que le apoya. Ese perímetro puede ser la clave de su gobierno y de su relación con el agitado proceso que vive Chile para elaborar su nueva Constitución. La ampliación de espacios que promueve Boric incluye el cambio climático y una comunicación de corte horizontal, con incidencia potencial más allá de las fronteras chilenas.

En los próximos meses, dos países fundamentales en la región, Brasil y Colombia, celebrarán elecciones presidenciales. Lo ocurrido en Chile es un acicate para que la izquierda renueve su lenguaje, muestre su atractivo ideológico y conecte con las necesidades reales del electorado. Ese es el camino para superar a una derecha que también debería saber interpretar estos resultados en clave de rechazo al extremismo ultra. Cuando el próximo 11 de marzo Gabriel Boric tome posesión de su cargo, será el presidente más joven de la historia de Chile. Alientan tiempos nuevos en la política latinoamericana.

21 Diciembre 2021

Chile se entrega a la izquierda más radical

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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ESTABAN los chilenos obligados a elegir entre susto o muerte. La segunda y definitiva vuelta de las presidenciales se disputaba entre la izquierda más extrema y la ultraderecha, triste síntoma de la era de polarización que hoy atenaza al país y que, de hecho, ha desembocado en un proceso constituyente en marcha tutelado por sectores radicales. De modo que la victoria de Gabriel Boric, candidato de 35 años del Frente Amplio -plataforma que incluye entre otros al Partido Comunista-, sume hoy a Chile y a toda la comunidad iberoamericana en un preocupante estado de incertidumbre. El presidente electo va a encabezar el Gobierno más a la izquierda que haya tenido esta nación desde el de Salvador Allende en los años 70. Boric llega al poder a lomos del estallido social chileno que se registró en 2019. Ni el mandatario saliente, Sebastián Piñera, ni los partidos sistémicos supieron afrontarlo y abrieron las puertas al adanismo más irresponsable, atizado por el desencanto ciudadano. La división se ha adueñado del país y Boric puede sentir ahora la tentación de ahondar en ella.

Chile ha sido durante décadas un bastión de la democracia liberal en América Latina y un ejemplo de estabilidad y crecimiento económico, por más que exhibiera tasas altas de desigualdad que el populismo ha sabido manipular. Se adentra ahora en una senda muy peligrosa que conduce al eje bolivariano.