4 noviembre 1924
Asumió la presidencia a partir de la muerte de Warren Harding
Elecciones EEUU 1924 – Coolidge (Partido Republicano) reelegido como Presidente

Hechos
El 4.11.1924 se celebraron elecciones presidenciales de EEUU.
Lecturas
El 4 de noviembre de 1924 se celebraron elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América en las que el republicano Calvin Coolidge ha sido reelegido presidente, tras un abrumador triunfo. Los candidatos opositores, el candidato del Partido Demócrata J. W. Davis y el candidato del Partido Progresista Robert M. La Follete, no consiguieron convencer al electorado.
Coolidge – que era presidente desde la muerte de su antecesor, Harding, – realizó una intensa campaña proselitista con el impresionante lema de ‘Coolidge o el caos’.
Durante el nuevo mandato, Coolidge mantendrá en su puesto al ministro de Hacienda, Andrew W. Mellon, partidario de reducir impuestos, limitar la intervención del estado en la economía y favorecer a las grandes empresas industriales.
Las siguientes elecciones están previstas para 1928.
El Análisis
La joven república norteamericana ha hablado, y su voz ha sido clara: el presidente Calvin Coolidge seguirá cuatro años más al frente de los destinos de los Estados Unidos. Ha vencido con holgura a dos adversarios muy distintos entre sí —el demócrata conservador John W. Davis y el progresista combativo Robert M. La Follette—, pero que no lograron aglutinar el deseo mayoritario del pueblo americano: continuar con la estabilidad económica y la discreción internacional que han marcado la era republicana. Coolidge representa, con su gesto parco y su verbo contenido, una idea de gobierno que encuentra gran eco en el alma norteamericana del presente: no molestar demasiado. Su lema bien podría haber sido el del viejo refrán: “si no está roto, no lo arregles”. La bonanza económica, alimentada por la expansión industrial, la tranquilidad de posguerra y el espíritu emprendedor, se ve mejor resguardada —piensan muchos votantes— por una administración que no intervenga en exceso y deje al mercado y a la sociedad moverse libremente.
Ni la retórica populista de La Follette, con su defensa encendida del trabajador y su lucha contra los monopolios, ni la candidatura templada pero anodina de Davis, bastaron para desafiar seriamente al presidente. El progresismo de La Follette, aunque resonante en sectores del medio oeste y entre sindicatos y granjeros, se vio lastrado por el temor a alterar el equilibrio alcanzado. Y Davis, elegido por un Partido Demócrata dividido, fue incapaz de entusiasmar a un electorado más preocupado por el bolsillo que por la oratoria. Tampoco debe desdeñarse otro factor esencial: el aislacionismo diplomático que, desde el final de la Gran Guerra, impera en la voluntad estadounidense. El electorado sigue reacio a enredarse en las tribulaciones del Viejo Continente. Wilson prometió una “guerra para acabar con todas las guerras” y terminó arrastrando al país a un conflicto sangriento y lejano. Hoy, Coolidge representa lo contrario: una América que cuida de sí misma y rehúye los compromisos exteriores.
Con esta victoria, los republicanos se consolidan como el partido del orden económico, del “laissez faire” y del espíritu empresarial. Pero la Historia nunca permanece quieta: tiempos de bonanza suelen acallar el debate… hasta que la tempestad lo despierta. Hoy, Estados Unidos celebra la continuidad. Mañana, veremos si la calma elegida sabrá hacer frente a los vientos que puedan venir.
J. F. Lamata