24 julio 2023

Elecciones Generales 2023 – Alberto Núñez Feijóo (PP) es el más votado, pero es Pedro Sánchez (PSOE) el único que puede gobernar con el apoyo de Sumar e independentistas

Hechos

El 23 de julio de 2023 se realizan elecciones generales.

Lecturas

El 23 de julio de 2023 se celebran las elecciones generales. Las elecciones estaban previstas para noviembre, cuando terminaba la legislatura surgida de las elecciones de noviembre de 2019, pero D. Pedro Sánchez, tras el resultado adverso de las municipales de 2023 sorprendió convocando las elecciones en pleno verano por considerar que ese calendario favorecía a su partido.

En estos comicios, el Partido Popular, que partía como favorito, logra ser el partido más votado pero con unos resultados muy por debajo de las expectativas, dado que queda lejos de los 176 diputados que precisa para gobernar y, incluso con la suma de Vox, queda lejos de esa cifra. Mientras que, en cambio, el PSOE queda muy por encima del resultado esperado e incluso sube votos con respecto a 2019.


  • ⦁ PP (D. Alberto Núñez Feijóo)– 137 diputados.
    ⦁ PSOE (D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón) – 121 diputados.
    ⦁ Vox (D. Santiago Abascal Conde) – 33 diputados.
    ⦁ Sumar (Dña. Yolanda Díaz Pérez) – 31 diputados.
    ⦁ ERC (D. Gabriel Rufián Romero) – 7 diputados.
    ⦁ Junts (Dña. Miriam Nogueras Camero) – 7 diputados.
    ⦁ EH Bildu (D. Oskar Matute García de Jalón) – 6 diputados.
    ⦁ PNV (D. Aitor Esteban Bravo) – 5 diputados.
    ⦁ BNG (Dña. Carme da Silva Méndez) – 1 diputado.
    ⦁ Coalición Canaria (Dña. Ana Oramas González-Moro) – 1 diputado.
    ⦁ UPN (D. Alberto Catalán Higueras) – 1 diputado.

Este resultado deja la legislatura en gran medida en manos de Junts, la formación política que lidera desde Bélgica D. Carles Puigdemont que condiciona su apoyo a D. Pedro Sánchez a que este fomente la promulgación de una amnistía que anule todas las causas contra líderes independentistas por los sucesos de 2017. A pesar de que durante la campaña electoral de 2023 el Sr. Sánchez y todo su equipo habían negado reiteradamente que lo fueran a hacer, D. Pedro Sánchez transigirá y anunciará una amnistía, tras lo cuál conseguirá ser, nuevamente, investido como presidente del Gobierno y formar un nuevo Gobierno de coalición PSOE-Sumar.

24 Julio 2023

Victoria insuficiente

EL PAÍS (Director: Pepa Bueno)

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El resultado corto del PP y la fuerte resistencia del PSOE abocan a una investidura de pactos múltiples

No había tsunami de derechas. El PP ha ganado las elecciones generales y como partido más votado obtiene 136 diputados, que son 47 más de los que tenía, pero queda a solo 14 escaños de su inmediato competidor, el PSOE, que no solo resiste la erosión de gobernar sino que obtiene dos diputados más de los que tenía (122). La diferencia en porcentaje de votos entre ambos es poco más de un punto puesto que los socialistas también crecen. El otro flanco de la batalla entre los dos potenciales socios de Gobierno, Sumar y Vox, se ha resuelto a los puntos, y en ambos casos con pérdidas: Sumar y Vox recogen una cantidad de voto similar pero los rentabiliza mejor Vox, con 33 escaños frente a los 31 de Sumar (que baja cuatro con respecto a los resultados de Podemos en 2019). La buena noticia para la democracia es el fuerte retroceso de la ultraderecha: pierde hasta 19 diputados, que regresan presumiblemente al PP. Cualquier posible investidura nacerá, por tanto, de acuerdos parlamentarios múltiples dado que ninguno de los dos bloques obtiene por sí solo la mayoría absoluta.

El 23-J ofrece un resultado más cerca de la actual configuración del Parlamento que de un cambio radical, pese al aumento sustancial del PP desde sus 89 diputados actuales hasta los 136, tras engullir a la mayoría de los votantes del extinto Ciudadanos. Aunque se produce un ligero reforzamiento del bipartidismo, el reparto de diputados no prefigura una coalición gubernamental clara o fácil ni en la derecha ni en la izquierda. La suma de las derechas de PP y Vox queda a siete diputados de la mayoría absoluta, con 169, mientras PSOE y Sumar alcanzan juntos la cifra de 155, muy lejos de los 176 necesarios para la investidura del presidente, aunque disponen a priori de más capacidad de tejer alianzas con otros partidos que Feijóo y Abascal.

El PP ha visto frustradas sus altas expectativas de conquistar una mayoría abrumadora que evidenciase la urgencia de un cambio de Gobierno —ya en funciones desde hoy— al quedar el partido de Feijóo muy por debajo de los 150 diputados. El partido había situado en esa cifra la barrera para acometer un Gobierno, incorporando a Vox al Ejecutivo, tal como admitió en campaña el propio líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Una lectura magnificada, excesivamente triunfalista después de los resultados del 28-M pudo contribuir a generar en el PP unas expectativas que han quedado defraudadas. También numerosas encuestas sobrestimaron hasta el último minuto los resultados del PP, que ha sufrido una amarga victoria similar a la vivida en las elecciones de Castilla y León de 2022. La encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER situaba a PP y Vox cerca de la mayoría absoluta, pero sin obtenerla, como así ha sucedido.

En las elecciones del 28-M, el PP adelantó únicamente en 400.000 votos al PSOE, pese a que esa distancia, técnicamente poco significativa, se tradujo en una fuerte pérdida de poder local para los socialistas. El electorado de izquierdas pudo tomar nota del efecto de su propia desmovilización (y de la dispersión del voto a la izquierda del PSOE) para tratar de evitar lo que casi todas las encuestas pronosticaban: un Gobierno presidido por Feijóo con la vicepresidencia para Abascal. En la última semana de campaña, la izquierda empezó a percibir una remontada que ha acabado siendo efectiva porque mantiene una cifra similar de diputados actuales entre PSOE y Sumar. La extraordinaria resistencia de los socialistas y de su líder Pedro Sánchez ha vuelto a quedar patente en esta ocasión cuando la distancia con el PP es de 300.000 votos. Finalmente, los ciudadanos sí han reconocido, con una victoria abultada del PSC, la estrategia de apaciguamiento en una Cataluña que llevaba demasiados años en tensión, mientras el PSE ha sido también primera fuerza en el País Vasco.

El escenario que dejan los resultados es enrevesado para la investidura y la formación de Gobierno. Ninguno de los dos bloques reúne los votos suficientes para armar una mayoría absoluta. El candidato que ha ganado las elecciones, Feijóo, consideró “lógico” incluir a Vox en su Gobierno si necesitaba su sí y apeló a los socialistas para pedirles la abstención, en una estrambótica estrategia en campaña que parece haberle pasado factura. Anoche asumió la responsabilidad de intentar gobernar y exigió que no hubiese bloqueos con el argumento de que siempre ha gobernado el candidato más votado. Pero el parlamentarismo no exige esa condición sino una mayoría. La apelación a la abstención de los demás exige del PP un ejercicio de coherencia que no ha formulado hasta el momento. El PP pide al PSOE su abstención para a continuación “derogar el sanchismo” con los votos de Vox. Mientras, gobierna en Extremadura y Canarias —donde el PSOE fue la fuerza más votada— aliado con los de Abascal. El líder del PP debería explicar la teoría de que no es lo mismo gobernar España que gobernar las comunidades autónomas con la extrema derecha. Salvo que nos permitan pensar que las considera administraciones de segunda categoría y que gestionar la educación o la sanidad públicas es indiferente a la ideología. Con el resultado de este 23-J, a él le corresponde abrir negociaciones y ofrecer pactos con contenidos concretos a todos aquellos a los que pida su voto o su abstención. Habrá que esperar a que tome la iniciativa para saber y valorar lo que ofrece a cambio del apoyo que, por acción u omisión, necesita para gobernar. Las difíciles paradojas de este resultado señalan que los siete diputados de la formación de Carles Puigdemont, Junts, pueden tener la clave de una nueva investidura de Pedro Sánchez y la reedición del Gobierno progresista. La abstención de Junts podría garantizar una mayoría simple en segunda vuelta, pero la situación de rebeldía ante la justicia española de Puigdemont y su misma estrategia frentista podría conducir a un bloqueo que forzase una repetición electoral.

La cultura parlamentaria española dio un salto cualitativo hace cuatro años con el primer Gobierno de coalición de la democracia configurado en enero de 2020. El resultado electoral de hoy ratifica la aclimatación española a una práctica común y mayoritaria en el resto de Europa: las coaliciones de gobierno se negocian entre los partidos con representación parlamentaria.

 

24 Julio 2023

Es hora de que las encuestas pidan disculpas y yo también, por fiarme de ellas

Jorge Bustos

LLORA SAN LORENZO

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La noche del 23 de julio de 2023, a la altura de la constelación de Perseo, el cielo volvió a iluminarse con esos restos incandescentes del cometa Swift-Tuttle que los astrónomos llaman perseidas y los cristianos lágrimas de San Lorenzo. No sabemos si el llanto del mártir era alegre por la cercanía del paraíso o triste por el dolor de las quemaduras. Tampoco sabemos cuántos españoles llorarán de rabia y cuántos de euforia por la aparente continuidad del sanchismo. Cabe recordar a unos y a otros que las elecciones son como las perseidas: se repiten periódicamente. Pero en política nunca llueve fuego a gusto de todos.

Ustedes me han leído denunciar la impostura estructural y el cainismo vocacional del personaje durante los últimos cinco años, así que no tiene sentido ocultarles mi insatisfacción. A veces uno lamenta que el juicio mayoritario de los españoles expresado en las urnas no coincida con el expresado individualmente en tantas columnas. Nunca diré que contra el sanchismo escribíamos mejor, pero no nos va a quedar más remedio que seguir haciéndolo. Un tiempo al menos, porque el escenario también es endiablado para Sánchez. Tiene a casi todas las autonomías en contra, y que su investidura y la gobernabilidad de la cuarta economía del euro sobre la que pende un horizonte de recortes estén en manos de un delincuente fugado a quien acaban de retirar la inmunidad no termina de espantar el fantasma del bloqueo y de la repetición electoral.

En todo caso es hora de que las encuestas pidan disculpas y yo también, por fiarme de ellas. ¿Recuerdan ustedes mi columna del sábado, tan segura de sí misma? Pues procedo a recortarla, hacer con ella una bolita y tragármela con un chupito de vodka. ¿Cómo explicar que Sánchez, en una nueva exacerbación de sanchismo, podría ahora retener el poder? Básicamente porque Cataluña, que introduce una enorme distorsión en la sociología electoral del país, valía mucho más que un cara a cara en televisión. A Sánchez le han premiado la sumisión a los privilegios exigidos por los nacionalistas: su sigla ha recibido la gratitud de una sociedad que vincula mayormente la bandera constitucional de España al fascismo. El vuelco andaluz no se consumó para compensar por el sur lo perdido por el PP en el nordeste: los andaluces no demostraron hacia Feijóo el mismo entusiasmo que hacia Juanma Moreno.

La otra clave electoral es el miedo a Vox, que volvió a operar como elemento de movilización afectiva de la izquierda en la recta final. Quede a la consideración de los líderes de ese partido hasta qué punto su selección de personal y su retórica de campaña compromete la posibilidad misma de la alternancia al sanchismo. Abascal y los suyos podían haber optado por suavizar sus aristas como ha hecho Meloni, de hecho, pero decidieron afilarlas aún más, mientras la extrema izquierda se deshacía inteligentemente de Pablo Iglesias e Irene Montero.

Pedro Sánchez Pérez-Castejón, adversario temible, impagable proveedor de columnas, renueva su leyenda de resistente y con ella nos obliga a estirar el repertorio. Si Feijóo no arma una mayoría alternativa con Vox y el PNV cosa harto improbable, pero tiene el deber patriótico de intentarlo por todos los medios, el presidente tratará de convencer al Rey Felipe de que le encomiende la resurrección de un Frankenstein más tenebroso que nunca, con sede en Waterloo. Y no por las condiciones draconianas (empezando por el referéndum) que pongan ERC y Bildu, sino porque el propio Sánchez se sentirá ahora más legitimado que nunca para superar cualquier escrúpulo y rendir toda resistencia. Menos la de este humilde plumilla, claro.

24 Julio 2023

Nos equivocamos

Julián Quirós

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Después vienen las explicaciones, pero lo primero es empezar reconociendo el diagnóstico, la realidad, porque un periódico está obligado a aceptar y entender la realidad. El caso es que nos equivocamos, también en ABC. Las expectativas no se han cumplido. El cambio de ciclo que anticipamos no se ha evidenciado, el resultado demás es incluso peor que la situación precedente porque nos aboca a la repetición de elecciones o incluso a depender de Puigdemont y reeditar un Frankenstein aumentado y agravado. Porque los cierto es que el pacto del PSOE con los independentistas y antisistemas se hizo en 2019 por la puerta de atrás, pero ahora se ve refrendado por las urnas, por muy dramático que pueda aparecer. Al PP de Feijóo le ha faltado pulmón y el Vox de Abascal se desfonda en un erratismo creciente; conociendo la denámica de la derecha española no cabe descartar terremotos internos de alta intensidad. Si alguien ganó anoche fue Pedro Sánchez; no gustará, pero al os demás nos ha faltado persuasión y acierto. España está partida.

24 Julio 2023

Sánchez perdió las elecciones

Francisco Marhuenda

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«Todo depende de lo que esté dispuesto a ceder para formar una coalición de perdedores»

Es un dato objetivo, aunque la izquierda política y mediática pretende convencernos de que Sánchez ha ganado las elecciones. Tras cuatro años de gobierno, su coalición con los comunistas ha retrocedido. Ha salido más debilitado. Ha fracasado en el Senado, donde ha perdido 17 escaños y ha quedado, también, como segunda fuerza. El ganador de las elecciones fue Feijóo. En el Congreso pasó de 89 a 136 diputados mientras que en el Senado fue de 83 a 116. Esta institución pasará a estar controlada por el PP. Sánchez se ha quedado con solo 122 diputados y para gobernar tendrá que formar una complicada coalición de perdedores. Es decir, estará en manos de Otegi, Puigdemont y Junqueras con mayor intensidad que en la legislatura que ha concluido. Es bueno recordar que JxCat ha bajado de 8 a 7 y ERC de 13 a 7. Su pacto con Sánchez les ha debilitado en Cataluña. Todo es posible en política y más todavía cuando la mentira no importa. Los perdedores se presentaron como si hubieran ganado. Son cosas de la Nueva Política que creía que se había extinguido, pero descubro que sus aspectos más excéntricos perduran.

En Sumar estaban felices tras perder votos y diputados, porque creen que han parado a la derecha y, sobre todo, seguirán en sus cargos públicos. Esto último es lo más importante. Y lo fundamental para Yolanda Díaz es que ha conseguido impedir la venganza de Iglesias y Montero. La realidad es que se abre una etapa de previsible inestabilidad en la que no se puede descartar un horizonte de repetición electoral. La situación no es cómoda para Sánchez, aunque contará con un gran apoyo de periodistas, columnistas y analistas. Es importante poner en la ecuación las convocatorias electorales en Cataluña y el País Vasco que le complican las alianzas al secretario general del PSOE. No debería estar contento sino preocupado, porque le resultará muy complicado negociar con los líderes independentistas catalanes, que están enfrentados, así como con Otegi y sus compañeros del antiguo aparato político y militar de ETA. Todo depende de lo que esté dispuesto a ceder para formar una coalición de perdedores.

24 Julio 2023

El Gobierno de coalición resiste frente a todos

Ignacio Escolar

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Pedro Sánchez da la vuelta a una campaña donde el primero en escaños es el gran derrotado: Alberto Núñez Feijóo

Contra los sondeos. Contra todos los pronósticos. Contra el poder económico y la inmensa mayoría de los medios de comunicación. Contra Felipe González y Alfonso Guerra. Contra quienes se burlaban del optimismo de Zapatero, y su tenaz defensa en esta campaña electoral. La derecha ha fracasado en su durísima ofensiva para tumbar a un Gobierno de coalición al que dieron por desahuciado y que probablemente se mantendrá en el poder. Alberto Núñez Feijóo no gobernará. Gana en escaños y, por la mínima, en votos. Pero el gran vencedor de la noche vuelve a ser Pedro Sánchez, que de nuevo ha resistido cuando todos le daban por muerto. Y que hoy es el favorito para lograr una investidura que ningún otro candidato puede lograr.

Se cumplió el pronóstico, que recordé en mi carta del sábado: la derecha nunca ha logrado una mayoría absoluta con más del 70% de participación. Todas sus victorias requieren de la desmovilización de la izquierda, algo que no ha ocurrido en esta ocasión. El domingo, a pesar del verano, votaron el 70,4% de los españoles.

“Que te vote Txapote”, gritaba la derecha. Siguieron haciéndolo en la calle Génova tras el batacazo electoral –entre otros cánticos incómodos para Feijóo, como “Ayuso, Ayuso”–. Y resulta que once millones de votantes progresistas han puesto pie en pared y han logrado frenar a un Feijóo que ya se veía eligiendo el color de las cortinas de La Moncloa, con el apoyo de Vox. No ocurrirá. Feijóo no será presidente. Abascal no será vicepresidente. Y la duda es si el líder del PP aguantará en la oposición hasta el próximo intento, o si su propio partido lo apartará.

La foto final no da al Partido Popular muchas razones para brindar. Aunque Feijóo sume 47 escaños más, impulsado por la desaparición de Ciudadanos y lo que pesca en Vox. Aunque el PP sea por muy poco el más votado, por poco más de un punto respecto al PSOE. Feijóo ya ha anunciado que se presentará a la investidura, aunque sabe que su candidatura no tiene ninguna opción de prosperar.

La derecha ha sido víctima de su propia propaganda. Se ha creído sus propias mentiras, empezando por esas encuestas de sus medios afines, que tanto se burlaban de Tezanos. Ha pecado de soberbia, y se ha encontrado de frente con la respuesta de una España mucho más grande que la que representan PP y Vox.

Feijóo debería releer esa Constitución que tanto cita y tan poco parece conocer. Descubriría, probablemente con asombro (artículo 99), que no depende de él si se presenta a la la investidura: lo tiene que decidir el rey. Y también que España es una democracia parlamentaria, donde gobierna quien más apoyos tiene en el Congreso, no quien queda primero en número de votos.

Las posibilidades de una investidura de Feijóo son nulas y en la derecha son plenamente conscientes de ello. Por mucho que algunos hagan las cuentas, no se puede juntar en una misma suma al PNV y Vox, porque la derecha vasca se juega el gobierno de Euskadi ante Bildu en las elecciones autonómicas. Apoyar un pacto así sería un suicidio político para el PNV y los jeltzales lo saben muy bien.

Los últimos dos meses del PP han sido desastrosos, desde una victoria en las municipales –mucho más amplia en poder que en votos– que les hizo subestimar a la izquierda. Primero, por sus pactos autonómicos y municipales con Vox, que han permitido a un montón de votantes progresistas visualizar cuál sería su futuro si se quedaban en casa otra vez. Después, por su nefasta campaña electoral. Ni siquiera le fue bien su aparente victoria en el único debate donde el candidato del PP se dignó a participar. Con las mentiras de ese día, y las que vinieron después, el líder del PP logró algo que parecía imposible: movilizar a una izquierda que parecía dormida, y que no ha estado dispuesta a entregar el Gobierno a una derecha así.

En Sumar, con Yolanda Díaz, retroceden cinco escaños respecto a lo que tenían Unidas Podemos, con Más País y Compromís. Pero aguantan la posición con bastante dignidad, en un escenario donde el PSOE ha logrado sumar casi un millón de votos más. Es un buen resultado, teniendo en cuenta cómo les ha ido a otros partidos de izquierda, como ERC, en este escenario donde las alternativas de gobierno eran solo dos: o Sánchez o Feijóo.

La campaña de Yolanda Díaz ha ido de menos a más. Empezó cojeando, con la nueva coalición tocada por las heridas internas que dejó la compleja negociación de las listas. Pero después se recuperó buscando el cuerpo a cuerpo con Feijóo. Según los trackings electorales –que se han seguido haciendo esta última semana, aunque no se publicaran– fue determinante su participación en el debate a tres del miércoles pasado, donde Díaz fue sin duda la mejor.

Pero no todo son buenas noticias para el Gobierno de coalición. La investidura no será nada fácil. Pedro Sánchez no tendrá problemas con EH Bildu, que esta vez estará en el sí. Tampoco con ERC, que no se enrocará en imposibles –ya hicieron públicas sus peticiones durante la campaña– porque saben que una repetición electoral donde a ellos se les perciba como parte del bloqueo les puede ir aún peor. Pero dependerá de algo que ahora mismo no parece nada fácil: la abstención de Junts. Carles Puigdemont es hoy el hombre que puede decidir si hay Gobierno o vamos a otra repetición electoral.

La segunda mala noticia es que ya no hay una mayoría progresista en el Parlamento español. Porque ni el PNV ni Junts son progresistas, aunque tengan aún más difícil pactar con el PP y con Vox. La posibilidad de avances legislativos, si se logra la investidura, será más lenta que con el Congreso anterior. Y a esto se suma otro problema más: la mayoría absoluta del PP en el Senado, que les permitirá retrasar cada proyecto de ley. Si es que esta legislatura logra empezar a andar.

Lo llamarán “gobierno Frankenstein”. Ya lo hacen algunos. Pero de quienes se burlan es de los españoles, de la pluralidad de un país que no refleja la mayoría de la prensa de Madrid.

Los votantes progresistas han logrado hoy una gran victoria moral. Porque la próxima vez que casi todos los pronósticos, casi todos los sondeos y casi todos los medios de comunicación den por muerta y enterrada a la izquierda, habrá muchas personas que desde hoy recordarán que la mayor mentira de unas elecciones es dar por hecho que todo está escrito, y que no sirve de nada votar.

24 Julio 2023

1993-2023: Sánchez no es González y Puigdemont no es Pujol

Albert Sáez

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El mejor antecedente de la situación derivada de los resultados de este domingo lo encontramos en las elecciones de 1993. Entonces, Aznar no ganó las elecciones como esperaba y González las ganó por la mínima gracias al famoso dóberman de Alfonso Guerra. Un empresario de los que manejaba el poder como nadie, Pere Duran Farell, consiguió que Pujol votara al PSOE, a pesar de los pesares y con el fantasma de la querella de Banca Catalana aún en la retina. El precio fue la cesión del 15% del IRPF y el despliegue de los Mossos. González había ganado por la mínima y Aznar no se planteó una mayoría alternativa. Treinta años después, Alberto Núñez Feijóo se ha impuesto en las elecciones pero Pedro Sánchez podría volver a ser presidente gracias a los herederos de Pujol, que se le parecen poco, pero lo sería sin haber ganado las elecciones, cosa que en España no ha ocurrido nunca.

Las miradas de la prensa antisanchista y las de una parte del sanchismo apuntan a Puigdemont como la clave de lo que pase en las próximas semanas. Aciertan mirando a Puigdemont y no a Junts, pero se equivocan pensando que Puigdemont retiene la lógica de PujolEs poco probable Puigdemont pida alguna cosa que Sánchez pueda conceder, a no ser que Salvador Illa guarde algún conejo en la chistera. El actual referente de Junts, donde no ostenta ningún cargo orgánico, nunca ha sido muy proclive a entenderse con los socialistas. Tras las municipales del 28M, de hecho, dejó queTrias perdiera la alcaldía de Barcelona y salió de la diputación por no hacerlo. Y acumula altas dosis de resentimiento: por la negativa del PSOE a garantizarle en el 2017 que no apoyaría en el Senado la aplicación del 155 si convocaba elecciones; por el trato que le han dado los socialistas en el Parlamento europeo; por las veces que Sánchez perjuró que le traería de vuelta a España y por el pacto contra Trias en el ayuntamiento de Barcelona. ¿Puede abstenerse para evitar una nueva convocatoria electoral? Puede, pero tiene pocos incentivos para hacerlo salvo las portadas que le brinda su protagonismo de estos días justo cuando ha pasado a ser la quinta fuerza política en Catalunya y la segunda en el campo independentista. Sánchez no es González, Puigdemont no es Pujol y Duran Farell no dejó sucesor con su inteligencia y sabiduría. Huele a bloqueo.

25 Julio 2023

España teme más a Vox que a Sánchez y sus socios

Álvaro Nieto

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Los resultados electorales del 23-J, aún endiablados, dan vía libre para que el presidente del Gobierno siga gobernando con todos sus socios

os españoles han hablado en las urnas y el resultado, nos guste o no, es el que es. A expensas de lo que puedan cambiar las cosas con el recuento de los residentes en el extranjero, que tras acabar el voto rogado puede ser decisivo, los datos indican que los españoles entendieron el 23-J como un plebiscito sobre Pedro Sánchez, por eso votaron masivamente a las dos opciones que con más claridad representaban su continuidad (PSOE) o su sustitución (PP).

Es verdad que el Partido Popular ha ganado las elecciones, pero de la misma manera es cierto que el Partido Socialista ha sumado un millón de votos desde 2019. Y la diferencia entre ambos se limita a 300.000 votos y a un 1,35% del electorado. Y si miramos a sus partidos hermanos de cada extremo, la pugna entre Vox y Sumar ha quedado más reñida todavía, con tres millones de votos cada uno. Eso sí, ambos se han pegado un trompazo considerable respecto a 2019.

Por tanto, seamos realistas. Ha ganado el PP, pero el resultado de las urnas no arroja una voluntad masiva de cambio de la sociedad española.

Arreglo PP-PSOE

Visto lo endiablado que ha quedado el reparto del nuevo Congreso de los Diputados, si España fuera un país normal se vería como inevitable que PP y PSOE buscaran algún tipo de arreglo para desbloquear la situación y no depender ni de los extremos en declive ni de los independentistas de toda clase o condición.

Sin embargo, tenemos asumido que eso aquí es imposible. No ya solo una gran coalición como se ha visto en otras latitudes, sino la mera abstención para que gobierne el más votado es vista como algo inconcebible, al menos mientras Sánchez siga al frente del PSOE.

Sánchez no se va a ir. Entre otros motivos porque sus resultados no han sido malos. Después de cinco años gobernando con los enemigos de España, después de mil y una tropelías desde el punto de vista democrático, los ciudadanos que le votaron no solo han vuelto a confiar en él, sino que otros muchos le han premiado con una mejora tanto en votos como en escaños.

«Hasta que una mayoría clara de españoles, la Comisión Europea y la prensa internacional no descubran la verdadera cara del presidente, no hay nada que hacer. El problema es que el día que eso suceda quizás sea demasiado tarde»

Por eso conviene que la derecha no se haga trampas en el solitario. Sánchez ha quedado segundo, sí, pero no parece que Alberto Núñez Feijóo pueda formar gobierno y, además, hay que recordar que la democracia parlamentaria consiste en elegir un Parlamento para que sea este el que elija el Gobierno. Esto no eran unas elecciones presidenciales y es perfectamente legítimo montar una alianza de perdedores. Es lo que acaba de hacer sin ir más lejos el PP en Extremadura o lo que hizo en su momento Isabel Díaz Ayuso para acceder por primera vez a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Y es, por otra parte, lo que se estila en Europa cuando de las urnas salen resultados tan complejos como el del domingo.

Nos podrá parecer odioso que Sánchez trate de reeditar su Frankenstein, pero los resultados del 23-J han validado su hoja de servicio durante los últimos cinco años. El presidente del Gobierno no ha sido castigado en las urnas por pactar con comunistas, independentistas y herederos de ETA ni por forzar todos los mecanismos de nuestra democracia. Por tanto, es entendible que se sienta reforzado para seguir por su vereda… e incluso duplicando la apuesta si es necesario para terminar de conseguir el apoyo de personajes como Carles Puigdemont.

Malo conocido

El peor Gobierno de la democracia, con errores clamorosos, populismo barato y una mala gestión más que evidente, no ha podido ser derrotado con contundencia en las urnas. ¿Por qué? Esa es la pregunta que habría que tratar de responder, y el Partido Popular, en lo que le incumbe, tendrá que hacer examen de conciencia sobre si su estrategia y su campaña han sido acertadas.

Lo que sí parece claro es que una parte importante de españoles, ante la tesitura de que Vox pudiera entrar en el Gobierno de la nación, han decidido movilizarse en favor de Sánchez. Es decir, que temen más a Vox que a Sánchez y sus socios. Que prefieren lo malo conocido antes que probar otras recetas o fórmulas. Nos puede parecer bien o mal, pero es lo que hay. Por tanto, salvo que Puigdemont lo evite, ya sabemos lo que viene: un gobierno de coalición en donde se harán todas las cesiones que hagan falta a los socios parlamentarios.

Ya nadie podrá llevarse a engaño. En 2019 Sánchez nos mintió a todos, pero ahora le conocemos demasiado. Sabemos de lo que es capaz, pero a 7,8 millones de españoles les preocupa más que Santiago Abascal pueda llegar a ser vicepresidente. Así las cosas, átense los machos, que vienen curvas. Queréis Sánchez, tendréis Sánchez. Pero que luego no se lamente nadie.

Y la derecha, mientras tanto, debería comenzar ya a trabajar para levantar una alternativa única, seria, moderna y con capacidad de transmitir en Europa el peligro que Sánchez representa. Hasta que una mayoría clara de españoles, la Comisión Europea y la prensa internacional no descubran la verdadera cara del presidente del Gobierno, no hay nada que hacer. El problema es que el día que eso suceda quizás sea demasiado tarde. Veremos.

25 Julio 2023

Periodistas que perdieron las elecciones

Idafe Martín Pérez

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En España esta campaña electoral ha dado vida a un fenómeno nuevo: los periodistas candidatos, los que ahora leen el resultado electoral como una derrota propia, como si ellos fueran Mari Carmen y Feijóo y Abascal sus muñecos

El periodismo político tiene sesgos ideológicos. Los ciudadanos lo saben y prefieren unos periódicos, unas emisoras de radio y unos canales de televisión. Se trata el mismo acontecimiento con tal sesgo ideológico que parecen acontecimientos distintos, pero en España esta campaña electoral ha dado vida a un fenómeno nuevo: los periodistas candidatos, los que ahora leen el resultado electoral como una derrota propia, como si ellos fueran Mari Carmen y Feijóo y Abascal sus muñecos. Julián Quirós, director de ABC, escribía el lunes una columna que titulaba “Nos equivocamos” y que cerraba diciendo que les había faltado persuasión y acierto. No a la derecha política, sino al periódico que dirige. El editorial de ‘El Mundo’ de este martes pedía lo que todos sabemos que piden los medios conservadores cuando la derecha no puede gobernar por sí sola, que el PSOE la apoye en un Gobierno de concentración, que viene a ser como si el PSOE vota a favor de derogar sus políticas porque Feijóo ahora se da cuenta de que no tiene amigos más allá de Vox, esos amigos con los que no quiere que se le vea en público.

En ‘ABC’ Ignacio Camacho daba una de las claves del resultado electoral: la mitad del cuerpo electoral español siente más desconfianza o más miedo ante Vox que ante Bildu. Álvaro Nieto, director de ‘The Objective’, tiene la fórmula para que la derecha vuelva al poder. Es muy fácil, hace falta que una mayoría de españoles, la Comisión Europea y la prensa internacional descubran la verdadera cara de Sánchez. Es decir, que a seguir con la estrategia mediática de repetir a diario ETA, ETA, Venezuela, Venezuela, esa estrategia que debía echar a los votantes socialistas a los brazos de Feijóo. Pero los mejores columnistas son los que saben ver el futuro. Isabel San Sebastián escribía este martes que, de gobernar, Sánchez, sectario y frentista, se va a llevar España por delante y empezará por entregar Navarra a Euskadi. El mismo mensaje que repetido cuatro años no ha servido a la derecha, pero Isabel San Sebastián no debe leer ni a Julián Quirós ni a Ignacio Camacho. En La Razón llevan hoy un artículo súperserio contando que si Cataluña no votara habría ganado la coalición PP-Vox. Si además tampoco votaran los vascos PP y Vox tendrían 159 de 284 diputados. Súpermayoría absoluta. Los patriotas de cartón piedra van a terminar por pedir la independencia catalana y vasca.