11 abril 1995

Acusaciones de fruade

Elecciones Perú 1995 – Alberto Fujimori es reelegido abrumadoramente frente al ex Secretario General de la ONU Pérez de Cuellar

Hechos

Las elecciones presidenciales de Perú de 1995 dieron el triunfo a Alberto Fujimori.

Lecturas

Son las primeras elecciones desde 1990.

Las siguientes elecciones serán en 2001.

Pérez de Cuéllar, ex secretario general de la ONU, fue el elegido para intentar unificar a toda la oposición a Fujimori sin éxito.

11 Abril 1995

Manos libres para Fujimori

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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LA ABRUMADORA victoria. del presidente peruano, Alberto Fujimori, en las elecciones generales del domingo sólo es una sorpresa por la amplitud de la misma. A la espera del escrutinio definitivo, supera todas las previsiones y apaga en gran medida los. ecos del fraude abortado en la ciudad de Huánuco. El movimiento que respalda a Fujimori, Cambio 90-Nueva Mayoría, se encamina hacia la mayoria absoluta en el Congreso y contará, por tanto, con pleno control sobre las futuras leyes y políticas. Otorga manos casi libres a un presidente que previamente se había tomado libertades que no le correspondían.Este triunfo ofrece al controvertido gobernante una oportunidad única para recuperar la legitimidad perdida en el autogolpe de abril de 1992 y proceder en democracia a un equitativo desarrollo del empobrecido país andino. La catástrofe electoral de los partidos tradicionales y la manifiesta superioridad demostrada por Fujimori indican que la gestión radical y el personalismo autoritario del ingeniero de origen japonés cuenta con el apoyo o al menos la comprensión de la mayoría de este pueblo sometido a cíclicas estafas y fracasos de la demagogia caudillista y de las formaciones políticas que la sustentaron.

Este masivo apoyo popular no debe, sin embargo, hacer olvidar el manifiesto desprecio del jefe del Estado hacia las instituciones, el pluralismo y la consulta. Tampoco debe servir para condenar al olvido el autogolpe que le dio una situación privilegiada para afrontar estos comicios ni las investiga ciones sobre las circunstancias en que 3.000 actas electorales, con 600.000 votos en sus dictados, pudieron ser escamoteadas del depósito. central del Jurado Nacional de elecciones y quedaron dispuestas para su falsificación y posterior inclusión en el escrutinio. Este último hecho reforzó las fundadas sospechas de que fraudes similares pudieron haber eludido la acción fiscalizadora civil, sobre todo en aquellas regiones sujetas a la discrecionalidad de la autoridad civil que combate al grupo Sendero Luminoso, y cuya jefatura nunca ocultó su incondicional apoyo a su j9fé Fujimori.

A pesar de todo, la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo pronunciamiento sobre la maniobra de trucaje mereció la censura de los principales candidatos de la oposición, entre ellos Javier Pérez de Cuéllar, anterior secretario general de las Naciones Unidas, ha reconocido la validez de las elecciones y no cree que los abusos o irregularidades observadas hayan desvirtuado la voluntad popular. Pero también ha advertido que la definitiva transparencia de los comicios y la legitimidad de los cargos electos dependerán en buena medida del éxito de las investigaciones en marcha.

El grupo Transparencia, que desplegó 8.000 observadores, ha refrendado los resultados. Tal como se anticipaba, los peruanos han recompensado sobradamente los éxitos de Fujimori en su lucha contra la guerrilla de Sendero Luminoso y contra la hiperinflación sufrida durante la Administración del Ejecutivo presidido por Alan García. Las ofertas programáticas de sus rivales, que incidían en la recuperación de un auténtico diálogo democrático, mayor sensibilidad social y la atenuación del neoliberalismo económico seguido por Fujimori, fueron ignoradas por una sociedad que parece preferir las prioridades del presidente.

Ahora habrá que ver si tras las elecciones, Fujimori acaba realmente con la excepcionalidad impuesta con el autogolpe y si legitima a la postre estas elecciones con un comportamiento más acorde con criterios democráticos y de respeto a la oposición. Disipar todas estas dudas es la mínima condición exigible para que pueda aceptarse que Fujimori vuelve a convertirse en lo que nunca debió dejar dé ser, un presidente democrático.

11 Abril 1995

Perú, una democracia «con particularidades»

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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ALBERTO Fujimori ha vuelto a ganar. Salvo asonadas, nunca descartables en Perú, será presidente del país andino hasta el año 2000. Según el escrutinio oficial, Fujimori habría obtenido el 64% de los votos, y Pérez de Cuéllar, su principal rival, el 22%. Se presentaban 14 candidatos a la Presidencia y 2.400 para los 120 escaños del Congreso, en nombre de 20 partidos o movimientos.

Minutos después de cerrarse las urnas, Fujimori anunció las prioridades de su segundo mandato: estabilización económica, lucha contra la pobreza y delimitación de la frontera con Ecuador. Pocas horas antes había declarado: «Esta votación demuestra que en Perú hay democracia. Una democracia con particularidades, pero democracia al fin y al cabo».

Según los últimos datos, el partido de Fujimori, Cambio 90-Nueva Mayoría, ha logrado también la mayoría absoluta en el nuevo Legislativo (65 escaños sobre 120). Se disipa con ello el temor que existía a un regreso a la situación de comienzos del 92, cuando el enfrentamiento de Fujimori con el Congreso le animó a aportar la «particularidad democrática» de un autogolpe de Estado, que dejó a su país sin diputados ni jueces durante cerca de ocho meses.

En el saldo negativo de su mandato hay que poner otras «particularidades»: el posible apaño del referéndum de octubre del 93, la militarización de la política, la persecución de la oposición, su populismo demagógico -fascistoide en lo político y ultraliberal en lo económico- y un índice de paro y subempleo escalofriante, que afecta al 75% de los 12 millones de peruanos mayores de edad.

Fujimori se defiende alegando hechos: Sendero Luminoso está diezmado, y sus líderes, en la cárcel; la inflación, dominada; el turismo y la inversión extranjera vuelven; en fin, ¿quién puede negarle el respaldo popular del que dan cuenta las urnas?

Tiene razón cuando realza los triunfos que ha obtenido en el plano económico. Pero tampoco carecen de ella quienes subrayan que el apoyo exterior del que se ha beneficiado puede ser tan frágil como el que respaldó a Salinas de Gortari en México, para dejarle caer después, y quienes hacen notar que de la mejora macroeconómica no se han beneficiado gran cosa las clases humildes, que siguen en la perfecta indigencia. En el plano político, no puede obviarse que el triunfo de la lucha contra la guerrilla se ha obtenido gracias a la carta blanca que recibieron los militares, lo que se tradujo en la limitación del derecho a un proceso regular, la instauración de la pena de muerte (no aplicada todavía), los llamados «jueces sin rostro» y los juicios sumarísimos.

La «vía prusiana» de Fujimori avanza en un país que carece, para su desgracia, de verdaderas tradiciones democráticas. No es posible negarle los éxitos que ha logrado. Pero tampoco desconocer el precio que hace pagar por ellos.