3 junio 2001

Elecciones Perú 2001 – Alejandro Toledo vence a Alán García y a Lourdes Flores en las primeras elecciones post-Fujimori

Hechos

El 3 de junio de 2001 Alejandro Toledo ganó las elecciones a la presidencia de Perú.

Lecturas

Las anteriores elecciones fueron en 1995, en pleno régimen de Fujimori.

Las siguientes elecciones serán en 2006.

10 Abril 2001

Sorpresa en Perú

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Los peruanos han diferido a una segunda vuelta su pronunciamiento definitivo sobre quién ha de ser el nuevo presidente del país. La sorpresa de la jornada electoral no está en la victoria del centrista Alejandro Toledo, que le coloca como favorito inicial, sino en el hecho de que vaya a disputar la ronda definitiva con el hasta hace unos meses proscrito ex presidente Alan García, beneficiario de la pérdida de fuelle de la única candidata, la democristiana Lourdes Flores.

La campaña se ha caracterizado por una falta de debate y por un tono agresivo que contribuirán poco a restaurar la fe de los peruanos en sus políticos. Ninguno de los aspirantes ha revelado la procedencia de sus fondos electorales, e incluso a Toledo se le ha asociado con recientes episodios personales que cuadran poco con la imagen intachable que pretende. Pero, a diferencia de los del año pasado, estos comicios anticipados, convocados por Fujimori poco antes de ser inhabilitado por el Congreso, han sido limpios: los medios informativos han actuado libremente, las autoridades electorales no son vicarias del poder y las Fuerzas Armadas han mantenido sus manos fuera de las urnas.

Las próximas semanas responderán la pregunta, impensable hace días, de si puede haber una segunda oportunidad para el candidato del APRA, Alan García, un hombre cuya presidencia se asocia indeleblemente con la corrupción, la violencia terrorista y el hambre. El socialdemócrata García, que ha estado asilado políticamente en Colombia durante los últimos nueve años, precipitó a Perú entre 1985 y 1990 en una formidable crisis de deuda y una hiperinflación de más del 7.000%. Su mensaje populista, afilado lenguaje y promesas imposibles le han granjeado ahora numerosos adeptos en un país que necesita esperar algo mejor.

En cualquier caso, ninguno de los contendientes tendrá mayoría en el Parlamento. El Perú Posible de Toledo difícilmente conseguirá más de un tercio de los escaños, y el APRA es una sombra de lo que fue. Una década de poder militar encubierto bajo Fujimori ha hecho de los partidos peruanos frágiles alianzas de conveniencia. El próximo presidente, por tanto, además de revivir una caótica economía, tendrá que establecer coaliciones de gobierno eficaces y reconstruir unas instituciones aniquiladas -los vladivídeos son, a este respecto, un documento estremecedor sobre las posibilidades de corrupción del Estado. Su tarea fundamental, con todo, será devolver a los ciudadanos la fe en la decencia de la política. Algo difícil en un país que ha sufrido la terapia de choque del fujimorismo y donde más de la mitad de la población lleva treinta años viviendo por debajo del umbral de la pobreza.

10 Abril 2001

PERU, ENTRE EL POPULISMO DE TOLEDO Y EL DESASTRE DE GARCIA

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Veinticinco millones de peruanos aguardan desde ayer, entre el escepticismo y la incertidumbre, la celebración de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que será necesaria a raíz de los sorprendentes resultados de la primera ronda.

Alzarse con el 36% de los sufragios -y por tanto con el título de candidato más votado- es para Alejandro Toledo un parco triunfo, después de haber derrotado hace un año a Fujimori, que se mantuvo en el poder gracias a un descarado fraude en el recuento. Las previsiones de que Toledo, un populista de ambiguo perfil ideológico, sería el ganador incuestionado comenzaron a perder fuerza con la irrupción del ex presidente Alan García, que regresó hace unos meses de su exilio de casi una década en Colombia, y ha conseguido situarse en el segundo puesto, con el 26% de los votos.

Con una campaña breve, en la que ha puesto en juego todas sus dotes como orador, los guiños socialdemócratas de García se han demostrado cautivadores en un país donde el 54% de la población vive en la pobreza. Ha conseguido hacer olvidar a los votantes que los cinco años de su Presidencia (1985-90) fueron nefastos: dejaron al país sumido en la bancarrota, la corrupción y el terror de Sendero Luminoso. La posibilidad de su regreso inquieta a los mercados peruanos que sí recuerdan su desastrosa herencia.

Excluyendo de la segunda vuelta a la conservadora Lourdes Flores, a la que se acusaba de tener vinculaciones con algunos estamentos del régimen de El Chino, los peruanos han dejado clara su voluntad de romper con el fujimorismo, del que sólo consideran salvable el que se acabara con el terrorismo.

Pero las consecuencias de la caída de Fujimori y el desmoronamiento de la tupida red de corrupciones y servidumbres tejida por él no terminarán con la celebración de la segunda vuelta de estas elecciones. El que la primera vuelta se haya llevado a cabo limpiamente es, desde luego, un gran avance. Pero el descrédito del régimen anterior ha dañado poderosamente las instituciones y el prestigio de la clase política peruana, hacia la que los ciudadanos siente todo tipo de recelos y desconfianza.

Es indispensable, por tanto, una reforma constitucional, además de una política económica que saque al país de la recesión y siente las bases de un desarrollo justo y democrático. Los desafíos que esperan al populista Toledo o al controvertido García son enormes.

05 Junio 2001

El Perú posible

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Con su victoria relativamente estrecha sobre el ex presidente Alan García, Alejandro Toledo ha llegado por fin a la presidencia de Perú con la promesa de gobernar para todos los habitantes de uno de los países latinoamericanos de más deprimente historia reciente. En quince años, los peruanos han pasado de tener un país asolado por las deudas y el terrorismo, tal como lo dejó el populista García -rehabilitado a los ojos de una buena parte de sus conciudadanos a juzgar por los comicios del domingo-, a otro políticamente desarbolado y corrompido medularmente en sus instituciones, y donde la pobreza de la mayoría sigue siendo una de las más acusadas del continente.

A cambio de la erradicación del terrorismo, la terapia de choque del fugitivo Alberto Fujimori ha destruido el tejido parlamentario, dado la puntilla a un sistema de partidos ya precario y hecho de Perú un lugar donde la clase política es vista por la ciudadanía con la más rotunda de las sospechas. Hasta el punto de que su representante más valorado es el anciano presidente en funciones, Valentín Paniagua, que con mucha dignidad ha llenado durante seis meses el vacío en la primera magistratura de la nación.

Una campaña electoral agresiva y marrullera donde las haya ha dejado heridas que tardarán en curar.En su transcurso, la imagen pública de Toledo ha bajado muchos puntos respecto del arquetipo de intachabilidad que el economista formado en EE UU pretendía presentar. Toledo ha sido tocado por las alegaciones no desmentidas sobre su vida personal, y previsiblemente tendrá que dedicar una parte de su tiempo político, cinco años que se inauguran a finales del mes próximo, a intentar convencer a los peruanos de que merece el cargo para el que ha sido elegido con el 52% de los votos en la segunda vuelta. Los resultados de los comicios indican que el presidente electo, que llega al frente de un movimiento -Perú Posible- heterogéneo e improvisado durante la agonía del régimen bicéfalo Fujimori-Montesinos, tendrá que pactar con otras fuerzas la viabilidad de un Parlamento que consiga poner en marcha el gripado motor de la nación andina.

Porque el Perú que recibe Toledo es un país que lleva dos años políticamente paralizado, en el que las instituciones están desguazadas y cuya situación económica, al viento de estas circunstancias, se hace progresivamente insoportable. Es muy difícil hacer democracia cuando, según las frías estadísticas, más de la mitad de los peruanos no tienen satisfechas sus necesidades básicas, su gasto en salud es la cuarta parte del promedio de América Latina o sólo siete de cada cien hogares tienen teléfono. Estos datos son siempre mucho peores referidos a la población indígena de las montañas y la selva, víctimas por excelencia de la violencia y la miseria y aquellos con quienes el centrista Toledo, que gusta de explotar sus orígenes indios, dice identificarse por antonomasia.

No será fácil levantar a un Perú económicamente de rodillas y moralmente llagado por el escarnio durante muchos años de valores tan elementales como el respeto por los derechos humanos o la moralidad de la vida pública. Recuperar la credibilidad política y la dignidad de las personas e instaurar una disciplina económica que permita atraer inversiones y a los peruanos volver a levantar la cabeza, son los retos más formidables que tiene el nuevo presidente electo. La ocasión exige de Toledo y del conjunto de los responsables políticos -estén en el APRA, Perú Posible o Unidad Nacional- dejar de lado el caudillismo de campanario y hacer del Parlamento de Lima la dinamo de la regeneración democrática de un país que lleva demasiado tiempo en tinieblas.