7 junio 2011

En la primera vuelta quedó eliminado el empresario y antiguo primer ministro, Pedro Pablo Kuczynski

Elecciones Perú 2011 – Ollanta Humala gana en segunda vuelta a Keiko Fujimori (hija del ex dictador Alberto Fujimori)

Hechos

  • La primera vuelta fue en abril de 2011.
  • La segunda vuelta fue en junio de 2011.

Lecturas

Las anteriores elecciones fueron en 2006 y las siguientes elecciones serán en 2016.


12 Abril 2011

Perú protesta

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El exmilitar Ollanta Humala deberá disputar la presidencia con Keiko Fujimori en segunda vuelta

El electorado no ha decidido nada en la primera vuelta de las presidenciales peruanas, pero se le entiende todo. Ollanta Humala, el exmilitar y líder de los desheredados -un tercio de la población vive bajo el umbral de pobreza- ha ganado aupándose hasta el 30% de sufragios, lo que, junto a los otros resultados, nos dice mucho sobre el país. Keiko Fujimori, la hija de Alberto Fujimori -el expresidente que cumple 25 años de condena por gravísimas violaciones de los derechos humanos- se coloca para disputarle la presidencia, y el tercero, que se queda fuera, es el empresario y antiguo primer ministro, Pedro Pablo Kuczynski. El expresidente Alejandro Toledo y el que fue alcalde de Lima, Luis Castañeda, que hace unas semanas parecían las mejores apuestas, han quedado también en la cuneta.

Pese a que Perú ha crecido en los últimos años por encima del 6%, el voto constituye toda una desautorización del sistema. Humala ha hecho los deberes electorales y ha sido aconsejado por asesores del expresidente brasileño Lula, y aunque ha suprimido el vocerío bolivariano que consintió en 2006, cuando fue derrotado por el hoy presidente saliente Alan García, sigue siendo para la derecha un candidato antisistema. Keiko Fujimori, por su parte, es tan conservadora como el que más, pero se beneficia del recuerdo de la política asistencialista de su padre, así como de la derrota que infligió al terrorismo de Sendero Luminoso. Y eso la califica, a su vez, con el brumoso adjetivo de populista. Los demás, incluyendo al APRA de Alan García, que ni siquiera presentaba candidato, han recibido en grado diverso un non sastisfecit del electorado, que parecía decir: crecimiento, sí, pero más dignamente repartido, por favor.

Todo ello se debe a una extrema fragmentación del voto, en el que no caben segundas preferencias. Se vota al que se vota y se aborrece al que no. Eso es lo que deja las espadas relativamente en alto. Bajo una óptica estándar los siete u ocho puntos de ventaja de Humala sobre la hija de Fujimori, deberían bastar para darle la victoria. Pero ya en las anteriores presidenciales, el candidato izquierdista había ganado en primera vuelta y hubo zafarrancho general para cortarle el paso, suerte que le cupo al señor García. ¿Se repetirá el caso? Entre Fujimori y el exmilitar hay alguna coincidencia de franjas votantes: los agraviados sin ideología. Y eso aún dificulta más todo pronóstico.

07 Junio 2011

Solo uno podía perder

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La polarización entre derecha e izquierda se salda con el triunfo de Ollanta Humala en Perú

Un cierto número de peruanos, que el domingo eligieron presidente, estaba tanto o más interesados en que perdiera el otro, que en cantar victoria para su candidato. Así, el triunfo del exmilitar Ollanta Humala, genéricamente izquierdista, pero que había moderado con exquisito mimo sus declaraciones de campaña, es tan de resaltar como la derrota de su oponente, Keiko Fujimori. Por eso las presidenciales habían sido bautizadas en los medios como las elecciones del miedo.

Ambos candidatos querían que el electorado olvidara. Humala, que en 2006 -cuando fue derrotado por el hoy presidente Alan García-, había sido sostenido públicamente por el presidente venezolano Hugo Chávez, que lo trataba como a un recluta de su movimiento, declaradamente radical, supuestamente anti-imperialista y enigmáticamente bolivariano. Y Keiko, que es hija del expresidente Alberto Fujimori, que sufre larga pena de prisión por gravísimo abuso de poder.

El estrecho resultado -pocos cientos de miles de votos de diferencia- subraya una profunda división del país andino, entre los que, acertando o no, se dejaron convencer por los candidatos, y aquellos que no hacía falta persuadir, porque no objetaban a esos fantasmas del pasado.

Pero con ectoplasmas o sin ellos, hay diferencias entre los candidatos. Humala, cuya victoria ha sido recibida con un desplome de la Bolsa, propone una política de inclusión social, lo que significa redención del indígena y del afro-descendiente, en el contexto de una melodía vagamente socialdemócrata, a tono con las posiciones del Brasil de Lula; y al festejar su victoria hablaba de unidad latinoamericana, guiño al chavismo. Su oponente solo entonaba bienintencionadas apelaciones a combatir la pobreza. El fundado temor de que, si era elegida, el Fujimori preso fuera la eminencia gris de la presidenta ha debido pesar en el sufragio.

Las elecciones han sido impecablemente democráticas, y con ello se presenta la oportunidad de reconstruir un sistema de partidos, que según la prensa peruana se halla «en estado de coma». La reconversión de movimientos con más eslogan que programa en partidos modernos, que expresen sin demagogia el sentir ciudadano, es una de las tareas que corresponden no solo al presidente, sino a todo el sistema. Crear un Perú que crezca como estos últimos años, pero servido por una estructura de alta densidad democrática.

07 Junio 2011

La hora del 'comandante' Humala

Felipe Sahagún

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EN LA PRESENTACIÓN del Anuario Iberoamericano 2011, Carlos Malamud decía ayer: «Entre el voto del miedo y el voto del espanto, en Perú ganó el voto del espanto». Lo que espanta a muchos del ex teniente coronel Ollanta Humala, apodado el comandante por sus más fieles, es su nacionalismo decimonónico, su pasado golpista (su hermano Antauro está en la cárcel por seguir su llamamiento contra A. Toledo), sus viejas amenazas de renacionalización («resoberanización» dice ahora), sus coqueteos con Chávez en el pasado y su repentina conversión a la moderación brasileña, línea Lula, cuando comprendió que su imagen chavista le conducía de nuevo a la derrota.

Consciente de ello, preocupado por la desconfianza de los mercados, en su discurso de la victoria prometió «un Gobierno de concertación y de ancha base».

Con algo más de 7 millones de votos -un tercio escaso de los peruanos con derecho a voto- y sin mayoría legislativa, le conviene escuchar el consejo de Vargas Llosa de elegir un gabinete verdaderamente representativo del Perú de hoy y pactar antes del 28 de julio, la fecha de su toma de posesión, un programa de gobierno con Perú Posible (A. Toledo), la Alianza por el Gran Cambio (Pedro Pablo Kuczynski) y los restos más presentables -pocos por desgracia- de Fuerza 2011 (K. Fujimori).

De sus cuatro programas electorales en dos años se salvan los tres compromisos principales de última hora: mantener el crecimiento (más del 6% anual) de los últimos 10 años, repartirlo mejor y reforzar la democracia, que, según los últimos latinobarómetros, sigue siendo una de las más frágiles de Iberoamérica a pesar de la bonanza del último decenio. Aunque el 40% de los peruanos reconoce progresos en la economía, los porcentajes de apoyo, confianza y valoración del Gobierno y del régimen democrático siguen estando entre los más bajos de América Latina, peor incluso que en Guatemala, Nicaragua y Venezuela.

Según las encuestas de la campaña, el 80% de los peruanos quiere cambio, pero sólo el 30% desea cambios radicales. En otras palabras, desean cambiar al capitán del barco, no hundirlo. El problema es que, en la primera vuelta, rechazaron a los candidatos de los principales partidos y votaron para la segunda a los dos candidatos antisistema.

Con la reducción del paro y de la pobreza, las preocupaciones prioritarias de los peruanos en 2011 son, por este orden, la corrupción, la desigualdad y el crimen. De los 178 países incluidos en el último informe sobre corrupción de Transparencia Internacional, Perú aparece en el puesto 78, con una valoración de 3,5: un suspenso en toda regla.

Aunque el número de asesinatos políticos y terroristas se ha reducido de unos 2.000 a unos 40 por año desde mediados de los 90, los restos de Sendero Luminoso siguen activos, ahora confundidos con las principales mafias de la coca, cuyo cultivo ha aumentado en los años de Alan García. El segundo mandato de García, sin embargo, pasará a la historia por haber mantenido la ortodoxia fiscal y uno de los índices de crecimiento más altos del mundo, lo que ha repercutido en una reducción sustancial de la pobreza (entre 20 y 30 puntos) y en una ligera disminución de la desigualdad.

Felipe Sahagún