27 octubre 1951

Desquite del estadista tras una repetición electoral

Elecciones Reino Unido 1951: El Partido Conservador gana y restituye a Winston Churchill como primer ministro desbancando a Attlee

Hechos

En octubre de 1951 se celebraron elecciones en Reino Unido.

Lecturas

Las elecciones legislativas del Reino Unido de este 25 de octubre de 1951 han dado el triunfo al Partido Conservador, que dispondrá de una escasa mayoría: 320 escaños en la Cámara de los comunes contra 293 de los laboristas.

De esta manera, Winston Churchill, el ‘premier de la guerra’, vuelve a ocupar el cargo de primer ministro, a los 77 años de edad.

El conflicto con Irán y Egipto ha perjudicado seriamente las posibilidades electorales de los laboristas, que tampoco han podido poner en marcha una política económica  y social coherente. Churchill vuelve al gobierno tras 6 años de ostracismo, desde la derrota electoral conservadora de julio de 1945.

27 Octubre 1951

Churchill, de nuevo

LA VANGUARDIA (Director: Luis de Galinsoga)

Leer

Dramáticamente, como ha llevado toda su campaña electoral, Winston Churchill hablaba, el jueves, en Plymonth. En lo alto de una colina, a sus 77 años, desafiando con la cabeza descubierta, un viento helado, el Jefe Conservador exclamaba. “¡Dadme la oportunidad de coronal mi carrera elaborando la paz!”.

Razones del cambio

Fieles a su sentido deportivo de la política, los ingleses han respondido al llamamiento del jefe conservador, otorgando la victoria a su Partido. En una gran parte del cuerpo electoral, ha influido la impresión de que era ya necesario ‘cambiar de campo’, después de ‘la media parte’ dar a los conservadores la ocasión de acreditar sus posibilidades en esta hora difícil para el país.

Dentro de la zona templada en que se mueve la política británica, el cuerpo electoral ha dado un timonazo a la derecha. En realidad, se trata de una evolución perfectamente normal y realizada sabia y lentamente. La gran victoria laborista de 1945 – explicable por una razón decisiva: la guerra – fue demasiado importante para ser modificada en una sola nueva consulta electoral. Por esto, las elecciones de febrero de 1950, con su minúscula mayoría laborista, no hicieron más que prefigurar el éxito conservador de anteayer. En el curso de sus seis años de Gobierno, los laboristas habían cumplido ya aquella parte de su programa que el término medio del cuerpo electoral deseaba o podía admitir. Se habían quedado sin plan ulterior a realizar. Y el país contemplaba con temor que el único que tenía el proyecto de seguir adelante era Bevan. En caso de triunfo laborista, la actividad del ala izquierda podría haberse impuesto ala moderada prudencia de Attlee. Este ha sido una de las razones fundamentales de la victoria conservadora. La fuerza decisiva de la masa intermedia, la pequeña burguesía y ciertos núcleos obreros elevados cansados del excesivo intervencionismo estatal a que el laborismo tiende, y temerosos de ser ‘proletarizados’ totalmente con la continuación del programa laborista por presión de Bevan, han inclinado la balanza del lado conservador. Inclinación pequeña, sin embargo, apenas superior a la que en febrero de 1950 dio su corta victoria a los laboristas. En realidad, numéricamente hablando, el tercer Gobierno Churchill tendrá poca más autoridad de la que tenía el Gobierno Attlee que acaba de caer.

Contra lo que es tradición en las campañas electorales británicas, en la que acaba de terminar se han esgrimido primordialmente temas de política exterior. No tiene nada de extraño si se considera que en la política interior los dos grandes Partidos actualmente, apenas tenían terreno en el que combatirse. Los dos, en su orientación decisiva, quieren, o aceptan las mismas cosas, y las diferencias son sólo de grado o de matiz: poco aptas, en suma para encandilar a las masas de votantes. Ningún Partido puede atreverse a alterar los sistemas de seguridad social, sin perderse a sí mismo para siempre. Ninguno, tampoco, puede ir más adelante en el camino de la política social sin producir definitivamente la bancarrota del país. Pero la política exterior de cara a los intereses imperiales de la Gran Bretaña si que es materia de discusión. Con respecto a la India, probablemente los conservadores hubieran obrado de modo parecido a como lo hizo el Gobierno Atlee. Pero, es probable así se cree por lo menos, hubieran evitado ‘la vergüenza de Abadán”. Mussaadeq ha sido, indudablemente, uno de los mejores agentes electorales de Churchill.

Perspectivas conservadores

La mayoría de que dispondrán los conservadores en el nuevo Parlamento no es tan amplia como para permitir al futuro Gobierno una vida plácida y cómoda. Unas palabras pronunciadas por el jefe conservador, en su circunscirpción electoral, parecen indicar que desea una especie de tregua partidista, cosa en la que, sin embargo, no hay que confiar demasiado. Por lo demás, no debe pensarse que la diferencia entre la política conservadora y la laborista vaya a ser muy grande. Existe, ciertamente, en el Partido Conservador un ala derecha, digamos muy reaccionaria, del mismo modo que existe un ala izquierda en el laborismo. Pero la influencia de aquella sobre los elementos directores del Partido (Eden, Mac Millan, Butler, lord Salisbury, etc.) es prácticamente nula; mucho menso, desde luego que el peso que hace sentir el bevanismo sobre el laborismo moderado. Los conservadores han anunciado que derogarán la ley de nacionalización de las industrias siderúrgicas. Las demás, serán respetadas. Ni que decir tiene, desde luego, que la identidad es completa sobre el principio del a libertad política e individual. Lo mismo que sobre la necesidad del rearme para mantener la seguridad del país y como base para negociar con Moscú. También piensan lo mismo respecto a la urgencia de aumentar el esfuerzo de la producción para mejorar la vida material del país. En este terreno, los conservadores presentan, sin duda, un espíritu y unas orientaciones nuevas, pero es de temer tropiecen con dificultades por el lado de las ‘Trade Unions’.

En los Estados Unidos ha sido casi unánimemente celebrada la victoria conservadora contra el laborismo. Desde luego, la amistad de Churchill hacia Norteamérica no ofrece dudas. Pero tampoco es muy dudoso que el jefe conservador será mucho más intransigente que los gobernantes laboristas en la cuestiones de prestigio con respecto al gran aliado ultramarino. Recuérdese, sin ir más lejos, su postura en el asunto de los mandos navales del Pacto Atlántico en aguas europeas.