8 febrero 1978

El periódico YA pro-Suárez reprocha la línea anti-Suárez del nuevo periódico de Romero

Emilio Romero carga desde EL IMPARCIAL contra el diario YA y la Editorial Católica por las críticas de Filgueira

Hechos

Los días 9 y 11 de febrero de 1978 el director del diario EL IMPARCIAL, D. Emilio Romero, publicó en este periódico artículos sobre el periódico YA y su empresa editora, la Editorial Católica (Edica).

Lecturas

Enfrentamiento de artículos, dos contra dos, entre el director de El Imparcial, D. Emilio Romero Gómez, y el columnista del Ya, D. J. B. Filgueira, que afeó los ataques de Romero Gómez al Gobierno Suárez. El Sr. Romero Gómez hará un alegato contra la Editorial Católica, el Ya y los democristianos y celebrará no haber trabajado nunca con ellos.

La Editorial Católica (EDICA), titular del periódico Ya, era una de las empresas periodísticas más próximas al Gobierno de Suárez. Del Grupo Tácito, columnistas de referencia del Ya en el período 1973-1977 habían salido importantes ministros del Gobierno de Suárez como Landelino Lavilla Alsina, Alfonso Osorio García, Marcelino Oreja Aguirre o Juan Antonio Ortega Díaz Ambrona. Y otro de los grandes columnistas del Ya, Luis Apostua Palos, sería diputado de UCD entre 1977 y 1980. Por lo que no sorprende que desde ese periódico se publicara a comienzos de 1978 un artículo criticando a El Imparcial por su línea antigubernamental y reprochando a Romero Gómez que criticara a un Gobierno democrático tras haber servido a la dictadura franquista. Una acusación que respondió el periodista desde El Imparcial con un artículo recordando todas las vinculaciones de Ya y EDICA con la dictadura donde figuras vinculadas a ella ocuparon altos cargos como Alberto Martín Artajo, José Ibáñez Martín, Luis Ortiz Muñoz o Tomás Carro Corrochano.

Desde Ya se publicó un nuevo artículo contra Romero Gómez titulado “Un gallito sin brújula” causando un segundo artículo de Romero desde El Imparcial contra EDICA y Ya en la que comparaba a esa empresa editorial con «una agencia de colocaciones» y aseguraba que en el cielo «nos vamos a encontrar con muchas sorpresas» porque «allí no espero ver a mucha gente del Ya». Es peculiar que en aquel artículo de 1978 Romero Gómez presentara como un mérito no haber trabajado nunca para el Ya, cuando en 1981 pasaría a trabajar para esa empresa donde permanecería toda una década. En aquel año 1978, la polémica entre Romero y el Ya no pudo durar mucho más, puesto que Romero Gómez fue despedido como director de El Imparcial una semana después. Un despido del que salió con duras críticas hacia la empresa que respondió a su ya ex empleado también con duros términos desde el periódico. El nuevo director, Julio Merino González, compraría junto con otros socios la Editora Independiente a Domingo López Alonso y radicalizaría aún más la línea editorial agresiva contra el Gobierno de Suárez y contra todo el proceso de Transición.

Uno de los columnistas de El Imparcial en la primera etapa, Felipe Navarro García Yale, abandonaría el periódico al que criticaría desde Interviú celebrando “haber abandonado el barco” además de insinuar la posibilidad de que detrás de Merino González y su subdirector Fernando Latorre de Félez, hubiera dinero procedente de Libia. Una insinuación que se repetiría a lo largo de los años.

08 Febrero 1978

El Trapecio

J. B. Filgueira

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Cada vez que uno lee un artículo de Emilio Romero, casi nos quita la poca moral esperanzadora que nos queda. Acostumbrados durante décadas a verle manejar a destajo el botafumeiro ahora, ¡que país!, no deja títere con cabeza a la hora de atacar al Gobierno de la Monarquía. Más papista que el Papa – como siempre, desde que le leemos – ni siquiera tiene la consideración de reconocer como el propio Rey que los logros conseguidos son más que los fracasos, pese a la difícil situación política y económica que atravesamos, situaciones ambas no imputables en su mayor parte a los políticos que ataca tan despiadadamente el señor Romero.

Una de las cosas que más parecen inquietar al señor Romero es que el país ignora hacia dónde camina. A nosotros también nos inquieta. Pero quizás en esa ‘ignorancia’ esté precisamente el secreto de haber llegado al punto donde estamos, que no es poco. Más de uno quisiera saber por dónde va a pasar alguien para ¡qué país! Descalabrarle. Como de hecho así ha ocurrido y el señor Romero lo sabe muy bien. La operación de desatar lo ‘atado y bien atado’ paquete nos legaron los amigos del Sr. Romero, se nos antoja como una difícil y arriesgadísima operación de trapecio, donde aquí y ahora se está trabajando sin red como lo hacía la inolvidable Pinito del Oro. Los políticos más conscientes de uno y otro bando saben que pueden pasar hasta lo peor y que no nos la jugamos todos en este envide: abajo, el vacío sin red; al otro lado del trapecio, la posible consolidación de la democracia. Por una vez, en lugar que decir ¡qué país!, digamos ¡Que peligra la vida del artista! (Que es igual que decir que le peligra la vida del país).

J. B. Filgueira

09 Febrero 1978

¡Qué país!

Emilio Romero

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El comienzo de este artículo coincide con ciertas horas altas de mi existencia, ahora solamente porque vengo de una comida a Luis Calvo, antiguo director de ABC, una de las mejores prosas periodísticas de este país, y porque he estado sentado al lado del marqués de Desio, el célebre y famoso Sancroniz de nuestra diplomacia, que es ingenioso, culto, con una sabiduría humana atroz, y que cuando alguien dijo en los discursos la palabra ‘imbécil’. En ese mismo insstante uno de los comensales me dijo que el había leído un ataque a mi persona en el diario YA y le dije que no, porque a veces tengo cierta obligación diferida de lectura, por todo lo que tengo que hacer. Pero inmediatamente me dieron ganas de preguntar a Desío sobre la verdadera identidad – no académica, sino filosófica del imbécil para ver si podía encuadrar en esa clasificación a un tal J. B. Filgueira, que es el autor de lo que dice de mí el cristiano periódico de la mañana. A media  tarde he leído eso. ¿Y qué dice? Pues lo de siempre. La falsa imagen de mi biografía. Le duele mi actitud crítica de ahora – cuando hemos establecido la libertad y la democracia – y habla de mi supuesto botafumeiro del pasado. Me he reído. El único gran botafumeiro del pasado, del presente y del futuro, es el de la Editorial Católica, que patrocina la publicación de cosas de estos filosóficamente imbéciles, en la versión auténtica del marqués de Desio, que no quiere ser injuriosa, sino definitoria. El viejo régimen, señor Filgueira, no fue nunca el nacional-sindicalismo sino el nacional-catolicismo. El gran manantial de políticos hacía los Gobiernos de Franco fue la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. El período más cerrado de censura de Prensa que se recuerda en la historia del viejo del Régimen, fue el constituido por estas cuatro personas de la Editorial Católica: Alberto Martín Artajo, Ministro de Asuntos Exteriores; José Ibañez Martín, Ministro de Educación Nacional del que dependía la Prensa; Luis Ortiz Muñoz, Subsecretario de Educación Popular; y Tomás Cerro Corrochano, Director General de Prensa. Pongo como testigos a los Directores de periódicos de aquel tiempo. A punto estuve de renunciar a mi oficio por las mutilaciones a mis artículos, y no sería por lo del botafumeiro, sino  por todo lo contrario. La presencia de los católicos en los Gobiernos, en las empresas, en los bancos y en todo lugar donde hubiera poder, influencia o Estado, eso salía, en buena proporción de esa organización donde escribe el señor Filgueira. Yo, sin embargo, no tuve ningún cargo digital en el viejo régimen; fui parlamentario muchos años por el sistema electivo que tenía la antigua situación – más bien sistema malo que bueno, pero electivo – y por mi provincia, en donde casi siempre al Poder me ponía un contricnate; espero que no por lo del botafumeiro. Yo creo que es que tenía el botafumeiro escondido. Solamente al final fui encargado de dirigir – por meras razones profesionales – una cadena de periódicos. Más adelante otro equipo católico más moderno, o más administrativa, o más burocrático, o más pastoral, fue ocupando parcelas que detentaba el viejo catolicismo EL DEBATE. Fue el Opus Dei. Así es que la gran alternativa de poder fue un problema entre el Cardenal Herrera y Monseñor Escrivá de Balaguer, y Franco pacífica a la Iglesia. Todo lo demás era coro. El viejo Régimen tenía una indumentaria, y por dentro era otra cosa. Ahora mismo, en el primero y en el segundo Gobierno de la Monarquía, cuando ya no hay Régimen autoritario, sino Régimen democrático, resulta que el Poder lo ocupan los mismos aunque ya estén en el cielo los antiguos y santos varones fundadores. Son los católicos de las dos ramas; el Congreso está presidido – como ya dije – por uno de la Santa Casa, y el Senado por uno del Opus Dei. En el Consejo de Ministros se reparten buenas partes de la gozosa pitanza del poder los Tácito del YA y los de la obra. Ayer le estampa era autoritaria; hoy es democrática. En el mismo periódico YA hay dos senadores digitales por el Rey, el presidente de esa entidad, Fermín Zelada de Angrés Moreno y un cerebro constitucional, Sánchez Agesta; más un diputado de UCD, como es mi compañero, Luis Apostúa. Así es que donde ha estado siempre el botafumeiro es en el YA. A lo largo de 30 años, y sigue, ha sido el periódico oficioso de todos los gobiernos. Espero que el obsequio de silencio con que está distinguiendo ese periódico a mi persona, no le añada la provocación, porque tengo ahora la pluma libre, y la memoria vigente. Tengamos la fiesta en paz, y que los ratones ocupen el lugar asignado, que es roer jubilosamente el queso de su propia cocina. Déjese a EL IMPARCIAL que sea libre.

10 Febrero 1978

Un gallito sin brújula

J. B. Filgueira

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Muy falto de facultades y seguridad debe de andar al señor Romero cuando para replicar a un comentario mío necesita apoyarse en los venerables hombros del periodista Luis Calvo y en los del diplomático marqués de Desío, dedicándoles unos muy merecidos panegíricos, aunque sin venir a cuento – pero qué bien maneja el botafuemiro el señor Romero cuando le conviene – ya ya desde esa altura vapulear a este modesto periodista encuadrándole en el marco de los filosóficamente imbéciles, lo que viniendo del señor Romero, no puedo considerar ofensivo, sino todo lo contrario, sobre todo teniendo en cuenta que en ese mismo o parecido marco viene encuadrando a personas dignas y honestas.

Lo malo del señor Romero – aparte su ingeniosa acerada y siempre interesada pluma – es el que debe de seguir creyéndose que escribe para un país de enanos o ‘filosóficamente imbéciles’. Algo que, al parecer, le daba buenos resultados y prebendas cuando se creía el rey – ¿Qué periodista tuvo entonces tanto poder? – y ‘gobernada’ o trituraba bajo sus espolones de ‘gallo’ político en PUEBLO a todo lo que personalmente le caía mal y que nunca fue precisamente a los miembros – sus buenos amigos – del Poder constituido… ¡vaya usted a saber por qué!

La lista de los nombres de periodistas vapuleados por el señor Romero – todos ellos más prestigiosos que el que aquí escribe – no cabrían en esta columna. Y es que entonces el señor Romero – como le ha dicho hace poco Luis María Anson al recordarle ‘historias’ – ‘dabas miedo, pero ahora me das pena’. Por lo que a mí respecta, filosóficamente imbécil, no creo que el señor Romero esté para dar pena ni mucho menos. Pero tampoco para dar miedo. El señor Romero ya no es el único ‘gallo’ del corral político impreso, desde que proliferan los gallos – y de diferente plumaje – por todas partes. Quizás esta sea la explicación de que el señor Romero ande ahora como sin brújula amparándose aquí y allá, ofreciéndose allá y aquí dando la sensación a veces de ser un gallo añorante y desplumado, pero sin perder la costumbre de cacarear con rabia, ahora en su artículo de fondo “¡Qué país!”.

¿Pero qué le habrá hecho el país al señor Romero de un tiempo acá? Presume de conocer a los políticos como si los pariera. Lo malo es que los políticos – y los que no son políticos – lo conocen a él ‘idem por idem’. Son obsesivos sus ataques – que no critica, que esto es algo siempre necesario y muy respetable – a las personas y a la labor que realizan los que gobiernan democráticamente, elegidos por el pueblo bajo su nueva batuta, que él llama libre o independiente’.

(En cuanto a sus alusiones a este periódico que, dicho sea de paso nada tiene que ocultar, uno no dice nada porque uno no es el periódico. Me imagino, por otra parte que el periódico. Me imagino por otra parte que el periódico no querrá descender a simples querellas de porteras o de vecindad, en las que el señor Romero es un consumado y contumaz experot y en las que suele moverse como pez en el agua. Por los que a mí respecta, que da dicho lodo y zanjada la cuestión. Son muchos los temas y problemas de actualidad que de verdad merced el espacio).

J. B. Filgueira

11 Febrero 1978

¡Qué país!

Emilio Romero

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Un monaguillo del YA, un currinche del oficio – principiante – dice en una réplica a mi respuesta a su sandez del otro día, que ando sin brújula. Naturalmente que en la nave de España, cuya dirección corresponde en buena parte a los neodemócratas y ex autoritarios de la Editorial Católica, todos vamos a la deriva. Lo que parece bien claro es que el monaquillo Filgueira va con su hisopo. José María Gil Robles, que es el demócrata cristiano más lúcido, y naturalmente libre de toda culpa en el mangoneo nacional-católico del viejo Régimen y de la nueva Democracia, me dijo una vez una cosa asombrosamente exacta sobre el YA. Me señaló que era una gencia de colocaciones. Tengo un gran honor en mi larga e ininterrumpida vida profesional de no haber figurado en esa agencia. A duras penas podré salvar mi alma, y la tendré en un buen lugar en el cielo, probablemente por no haber confiado su salvación a la Editorial Católica. En otro caso estaría en grave riesgo. En el cielo nos vamos a encontrar con muchas sorpresas. Allí no espero ver a muchas gentes del YA. Esta es una escuela de mala uva reprimida, de pasiones ahogadas en silencio, de ambiciones calificadas en el hígado, y de silencios mortales al talento, distribuidos con generosidad. Nuestro mundo intelectual sabe de sobre que detrás de un dictador, con su fachada autoritaria y su semblanza histórica, ha habido siempre el consejo, el criterio, la coacción falsamente evangélica y la invocación a una moral externa, de un inquisidor y de un excolmulgador del ingenio. Franco tenía a los falangistas en las manifestaciones y a los católicas en la antesala. Pero esta es una larga y triste historia. Esto de la conciencia moral y social de algunos católicos con credenciales podrían contarlo – y lo han hecho en parte – pero ahora desde el otro mundo, Galdós o Baroja, o Unamuno y Ortega. Y de mis viejos maestros vivos, Juan Aparicio, podría hacer el texto más divertido que podría darse a leer a los contemporáneos. La Iglesia, felizmente, está ahora en el lugar que debía, y de la misma manera que se ha apartado de los Partidos, sería muy bien recibido por los creyentes comunes como yo, que se alejara lo más posible de los profesionales del catolicismo que pugnan por la conquista del poder, que ejercen el enchufismo en el Estado ,que atesoran anuncios por palabras y organizan mafias terrenas. Lo que más gusta siempre del cristianismo real – no el oficial – es cuando la Iglesia se libra de mercaderes. Para orientación del currinche – principiante – que hace alusión a mis historias contadas por un cronista real le diré que mi libro predilecto es el Viejo Testamento, desde Abraham en adelante y que de allí extraigo, experiencia, placeres y escarmientos. No pueden ser más puras y más religiosas mis fuentes. Sin embargo, lo que más me horroriza es la Historia del Pontificado.