14 octubre 1975
En febrero de 1975, el periodista había sido apartado del Sindicalismo y de PUEBLO, para pasar a ejercer de Delegado Nacional de la Prensa y la Radio del Movimiento
Emilio Romero publica en ARRIBA un artículo crítico al Sindicalismo Vertical, en lo que supone un ataque al ministro Fernández Sordo
Hechos
El 14.10.1975 el Delegado Nacional de la Prensa (jefe de la Prensa del Movimiento, es decir, la del Estado) publicó en el diario ARRIBA (del Estado) un artículo criticando el Sindicalismo del régimen, en el que él había trabajado durante años.
Lecturas
Como máximo responsable de la prensa del Movimiento, Emilio Romero Gómez publica varios artículos en Arriba contra la Organización Sindical, entidad titular del periódico Pueblo, que Romero Gómez dirigiera durante más de 20 años. Como respuesta, el director del diario Pueblo, Luis Ángel de la Viuda Pereda publica un editorial insinuando que los ataques de Romero Gómez se deben a que está negociando su finiquito con la Organización Sindical. Esta idea será reiterada por Cambio16 y también por Nuevo Diario en informaciones de Felipe Navarro García ‘Yale’ y de Luis Núñez Ladeveze.
En la última etapa de la Dictadura, en enero de 1975, Romero Gómez fue relevado como director del diario Pueblo de la Organización Sindical por el ministro Fernández Sordo y fue recolocado como máximo directivo de la prensa pública (Delegado Nacional de la Prensa y Radio del Movimiento). El 12 de octubre de 1975, Emilio Romero Gómez utilizó la prensa del Movimiento para atacar a su antigua casa, la Organización Sindical, y a su máximo responsable, el ministro de Relaciones Sindicales Fernández Sordo. Ante el doble ataque de Romero el director del diario Pueblo, Luis Ángel de la Viuda Pereda, respondió a su antecesor con un editorial lanzando insinuaciones sobre los motivos reales de aquellos ataques de Romero. Desde Nuevo Diario y Cambio16 se concretaría que los intereses de Romero Gómez no eran otro que negociar una buena indemnización. La situación de un director polemizando con su antigua empresa mientras se revisa la negociación sobre la resolución de su contrato que vivió Romero Gómez con la Organización Sindical ofrece similitudes con la de Pedro J. Ramírez Codina y Unidad Editorial en 2014.
La muerte de Franco supondría el relevo tanto de Romero Gómez en Prensa del Movimiento como de De la Viuda Pereda en Pueblo.
El 12 de octubre de 1975 en la portada del diario ARRIBA aparecía a toda página un artículo firmado por D. Emilio Romero, Delegado Nacional de la Prensa y la Radio del Movimiento un artículo contra el Sindicalismo franquista. Lo cual, ya de por sí, era bastante interesante, teniendo en cuenta que ‘el gallo’ (apodo del periodista) había trabajado durante 22 años como director del diario PUEBLO, el periódico de los sindicatos, de hecho, el edificio era el mismo.
El 14 de octubre de 1975 de nuevo en la portada de ARRIBA aparecía un nuevo artículo el Sr. Romero contra la política sindical se preguntaba por la modernización de la Organización Sindical para afrimar por vía comparativa respecto a 1969 y 1971 que ‘todo sigue peor’. Aquel rapapolvo, difícilmente sería bien recibido por la Organización Sindical, en especial teniendo en cuenta de quién venían las críticas. A nadie se le podía escapar el hecho de que aquel artículo era un ataque al ministro de Relaciones Sindicales, D. Alejandro Fernández Sordo, que era precisamente la persona responsable de la destitución de D. Emilio Romero al frente del diario PUEBLO en marzo de 1975.
Pero lo interesante fue la réplica del diario PUEBLO y su director, D. Luis Ángel de la Viuda, que publicaron un recuadrito el día 16 de octubre donde se limitaban a darses por enterado del ataque pero terminaban con la siguiente frase: «Sin duda nos espera una larga historia, por ello nos conviene ir estableciendo algunas puntualizaciones. Determinar su comienzo es lo único que nos proponemos hoy: fue el viernes 10 e octubre a las ocho de la noche’.
¿Bien? ¿Y qué significaba eso? ¿Qué pasó el viernes 10.10.1975 a las ocho de la noche? Nada que los lectores normales pudieran entender, pero la realidad es que el viernes 10 a las ocho de la noche habían estado reunidos D. Emilio Romero y el ministro D. Alejandro Fernández Sordo, a quien el Sr. Romero exigía el pago de su indemnización por sus 22 años como director del diario PUEBLO: 15 millones de pesetas. El ministro rechazaba el tema indicando que había cláusula de que no podría cobrarlo hasta que no cesara como Delegado Nacional de la Prensa. De ahí el origen de los feroces ataques del periodista en ARRIBA contra el sindicalismo que lideraba el Sr. Fernández Sordo, por tanto sería a él – y no al Sr. De la Viuda – a quien habría que atribuírsele el recuadrito en cuestión.
También el periódico NUEVO DIARIO, dirigido por D. Manuel Martín Ferrand, se hizo eco de aquella polémica dando las claves del enfrentamiento entre ambos.
Pero fue la revista CAMBIO16, que dirigían D. Luis González Seara y D. Juan Tomás de Salas, la que tituló de manera más clara al respecto de aquella polémica.
14 Octubre 1975
POR LA CALLE DE EN MEDIO
El clima de evolución de reforma o de perfeccionamiento, es evidente. Solamente el gobernante debe administrar los propósitos y el ritmo, porque el objetivo es alcanzar formas de continuidad y no estancamiento. A partir de la Ley de Prensa de 1966 se produce una gran transformación de los medios de comunicación social. Poco tiempo después, tras la aprobación de la Ley Orgánica del Estado – mediante referéndum – comienza la aceleración del desarrollo político. En estos momentos se respira la reforma en las áreas del Movimiento. Las asociaciones políticas han abierto un nuevo periodo que alcanza no solamente a la base de la sustentación del Movimiento mismo – los Consejos Provinciales y Locales – sino a la propia Secretaria General del Movimiento y al método deliberante del Consejo Nacional. El ministro Solis acaba de señalar que una Comisión de Consejeros Nacionales están trabajando en estas reformas. Entonces se nos ocurre preguntar, al hijo de todo esto: ¿Y los Sindicatos qué? La Ley Sindical de 1971, que era mejor que la de 1939 y 1940 – lógicamente – fue, sin embargo, peor en los grandes propósitos que lo acordado en el célebre Congreso Sindical de Tarragona. En realidad, la Ley de 1971 no hacía otra cosa que reconocer todo lo conseguido en el periodo transcurrido desde aquellas primitivas leyes hasta ese momento y el Congreso Sindical de Tarragona iba más allá. Uno de los motivos de la separación de Solís en 1969 fue ese. El caso es que en el mundo sindical, a nivel de poder y de representación, todo sigue lo mismo. Podría decirse algo más grave: todo sigue peor, puesto que las representaciones obreras antiguas eran protagonistas de los hechos sociales y ahora permanecen calladas y solamente alientan de tarde en tarde. Ese gran vacío lo vienen ocupando, naturalmente, otras voces originales de las bases laborales, y, por supuesto, la contestación. Es difícil explicarle esto, puesto que la competencia, la preparación, la experiencia de los dirigentes sociales del mundo sindical tienen sobradas razones para hablar. Pero no lo hacen ¿Por qué? Habrá que adjudicárselo a eso que se llama ‘prudencia política’ y que es siempre una forma de coacción desde los estamentos dirigentes o de poder. No creo que sea, enteramente, culpa de ellos. Pero a España, en este instante, le hace mucha falta las voces sociales que se muevan en la legalidad: las voces de los representantes sindicales auténticos, que tienen una larga historia de éxitos y de servicios. El Consejo Nacional de Trabajadores tiene que estar en las páginas de los periódicos habitualmente y decir todas aquellas cosas que prueben su autenticidad de representantes de los obreros. Lo líderes tienen que estar encima del brasero, con el riesgo de abrasarse. Al régimen no se le puede hurtar la voz social de los Sindicatos y que ésta aparezca únicamente en los extramuros. Esto sería algo más grave que un error político.
Otro sucedido parecido a éste es lo que ocurre con el Consejo Nacional de Empresarios. España está sobrada de temas, de preocupaciones y de alternativas económicas. Hablan los Ministros económicos, pontifican las revistas especializadas, definen los economistas de Universidad, de salón o de Consejo, mientras que los empresarios del Consejo Nacional están callados como muertos. Este es un tiempo de mojarse, y precisamente si una de las notas originales en nuestro sistema político es el de la representación directa de la sociedad, será para que los problemas tengan una presencia más viva, más legítima y más pura en los órganos de decisión y ante la opinión pública.
La Ley Sindical de 1971 estableció un Comité Ejecutivo mixto y tripartido constituido por trabajadores, empresarios y dirigentes políticos de las Organización Sindical. Este Comité se reúne con asiduidad. En el tiempo en que yo formaba parte a título de experto – y bien recientemente – nunca se planteaba cuestiones políticas de auténtica envergadura, sino problemas administrativos y técnicos de la Organización Sindical. El profesor Adolfo Muñoz Alonso y yo nos pasábamos unos aburrimientos mortales. Nada ha tenido que cambiar, puesto que paneas se tiene noticias de las reuniones de este Comité y las que se tienen carecen de interés generalmente.
Todo ello quiere decir que perdura la imagen autocrática del Sindicalismo nacional, pero sin la gracia, el consenso, y el liderazgo del pasado. Y el caso es que en la crisis de 1969, lo que era Delegación Nacional de Sindicatos, dependiente de la Secretaría General del Movimiento, pasó a ser una organización que tenía un Ministro de ‘Relaciones Sindicales’. Un ministro de Relaciones Sindicales no es nunca un líder, ni puede ser tampoco la expresión de una máquina de dirección y gobierno, sino otra cosa destinada a relacionar las representaciones sindicales con el Gobierno, y, si acaso, a relacionar a los propios organismos sindicales entre sí, puesto que en la Organización Sindical unitaria se encuadran los intereses contradictorios de los empresarios y de los obreros. El Ministro de Relaciones Sindicales debe ser más un oleoducto que un ordenador. En estos momentos, la vieja imagen sindical con un Ministro de cabecera, y un Ministerio de Trabajo, no se comprenden. Ambas cosas pueden permanecer, pero con otra imagen sindical.
Frente al mundo laboral de las bases, con no pocos dirigentes naturales fuera de la legalidad, y , en ocasiones ‘contestarios’, en la legalidad misma, no se puede oponer el viejo aparato burocrático y administrativo central o provincial sin un fuerte contrapeso representativo. Esto ya no se sostiene. EL tiempo de reforma tiene que pasar igualmente por el mundo sindical y si los Sindicatos prestaron el orden político y jurídico de los últimos treinta años servicios impagables, ahora están en la obligación de asumir la realidad, ordenarla y representarla. En tiempo de Gerardo Salvador Merino y de Fermín Sanz Orrio los Sindicatos se organizaron de arriba abajo. La operación Solís de 1952 fue organizarlos de abajo arriba. En los últimos años se ha perdido crédito en las bases laborales, mientras que la gran empresa se sigue entendiendo directamente con la Administración. La realidad, por otro lado, es diferente. La normalización de la huelga, la planificación económica, la inminente aparición de las asociaciones políticas, el protagonismo de las bases económico-sociales, aconsejan una remodelación en el mundo sindical y una imagen dirigente que tenga bastante que ver con todo esto, frente a todo propósito de hacer permanecer la visión de unos funcionarios serviciales, sin imaginación política y con artimañas electorales, que no van a responder nunca ni a disciplinas sociales, necesarias en muchos momentos, ni a convocar adhesiones políticas de las bases, como consenso popular del Régimen.
Emilio Romero
16 Octubre 1975
SOLO UNA PRECISIÓN
En unos momentos en los que el Sindicalismo español está atravesando una etapa electoral cuya amplia participación es evidente, y cuando está llamado, al término de la misma, a un periodo constituyente de renovación, el hecho de emprender una polémica con el trabajo de Emilio Romero, publicado el martes pasado en el diario ARRIBA, será brindar al país un espectáculo nada relevante, poco edificante y absolutamente (…) En cuanto a su pregunta: «Y los sindicatos, qué», podríamos también ofrecer infinidad de opiniones del propio Emilio Romero, y entre ellas, por no tener ánimo alguno de ser exhaustivos, queremos recordar que cuando era director de este periódico, en julio de 1974, escribió en Tercera Página, en su sección ‘Luz Verde’, lo siguiente: ‘Lo más maduro de nuestro país es el Sindicalismo, quien después de sus correcciones internas se ha horizontalizado en sus Consejos de Trabajadores por una parte y sus Consejos Empresariales por otra, sin perder una integración a nivel del Congreso Sindical, Comisión Permanente y Comité Ejecutivo».
La dialéctica, si se extiende, puede ser habitualmente sensual más que intelectiva, aún tomando la sensualidad en su aspecto amplio, como cuando Maeztu habló del ‘sentido sensual del dinero’.
Sin duda nos espera una larga historia, y por ello conviene ir estableciendo algunas puntualizaciones con datos exactos. Determinar muy precisamente su comienzo es lo único que nos proponemos hoy: fue el viernes, 10 de octubre a las ocho de la noche.
16 Octubre 1975
EMILIO ROMERO, VERSUS FERNÁNDEZ SORDO
Don Emilio Romero ha lanzado desde el diario ARRIBA una dura diatriba contra el ministro de Relaciones Sindicales. El peso de su comentario descansa sobre un argumento muy simple y de difícil prueba: mientras él estuvo ligado a Sindicatos, insinúa, todo iba correctamente. Desde que el actual delegado nacional ha encontrado otro servicio todo parece ir manga por hombro. Todos los demás aspectos de su largo comentario son bien mirados, rodeos retóricos para llegar a decir lo que el señor delegado le interesa: que es una figura irremplazable.
Ciertamente es muy difícil creer que la ley de 1971 fue redactada con el sano propósito de reconocer todo lo conseguido en el periodo transcurrido’. ¿Lo conseguido por quién? Si entre lo conseguido hay qye contar la fuerza ganada por organizaciones clandestinas, la versión que el señor Romero nos da de los acontecimientos históricos no es sólo falaz, sino que rebasa los márgenes de la interpretación que los propios hechos conceden. La ley de 1971 no quiso reconocer ‘todo lo conseguido’ desde dentro, sino que tuvo que reconocer todo lo conquistado desde fuera. Esto, por otro lado, es lo usual en el sistema de renovación de las leyes. Son las normas las que se adecuan a una realidad que se transforma. Pero es poco coherente trasvasar a las leyes antiguas el protagonismo de los cambios acontecidos, a los que una ley nueva tiene que dar consistencia jurídica si quiere evitar el desequilibrio entre los hechos y su regulación. Con poco poder de convicción Romero trata de sustraer los méritos al verdadero protagonista para poder exhibirlos a título personal.
No tiene nada de extraño que si el argumento comienza en un vicio de origen, acabe en una falacia. Puesto que no fue un mérito entonces, tampoco tiene que ser un demérito después. Y el articulista ‘se pasa’ a la hora de exigir responsabilidades al actual ministro de Relaciones Sindicales, de quien, por otro lado, sigue siendo deuda en su condición de alto consejero de un diario sindical. No voy a dudar de la preparación y la experiencia de los profesionales del mundo sindical. Pero de lo no cabe duda, hoy como ayer, es que si pueden advertirse deficiencias e insuficiencias no en tanto por la falta de competencia como por la falta por la falta de adecuación de las normas. Sobre este particular el señor Romero podría pedir, pongamos por ejemplo, un dictamen a un organismo internacional calificado, como la O. I. T., o predicar una actualización de las letras de la ley si es que, a su juicio, siguen siendo obsoletas. Pero éste es un objetivo que muy bien puede cumplir – sin recriminadores – el actual ministro, y no vemos por qué Romero le quiere regatear esa alternativa. De eso a exigir maximalistas responsabilidades, sencillamente porque está fuera de turno, nos parece que va un abismo. No hay aquí un mero error de interpretación, nos parece. Tal vez haya que profundizar algo más para comprender las verdaderas intenciones del señor delegado nacional.
Ladeveze
El Análisis
Sólo había tres posibles lecturas de los artículos de D. Emilio Romero en ARRIBA contra el Sindicalismo, el primero era que pensaba que fielmente en ello: que el sindicalismo desde que él se había ido, se había ido al traste, la segunda posibilidad era que quisiera vengarse del ministro que le ‘echó’ del Sindicalismo y de PUEBLO, es decir, del Sr. Fernández Sordo. Y la tercera que quisiera que le pagaran de una vez el finiquito millonario que consideraba que le debían por todos los años que había sido director de PUEBLO.
La verdad es que las tres opciones son perfectamente compatibles, tres en una.
J. F. Lamata.