8 febrero 2016

La utilización de una pancarta con la palabra 'Gora Alka-ETA' llevó a la Audiencia Nacional a encarcelar por titiriteros

Escándalo en el ayuntamiento de Madrid por patrocinar como ‘títeres infantiles’ una obra con contenidos políticos y soeces

Hechos

El 8.02.2016 a instancias de la Audiencia Nacional fueron detenidos los titiriteros Raúl G.P. y Alfonso L.F.

Lecturas

El 8 de febrero de 2016 la alcaldesa de Madrid Dña. Manuela Carmen Castrillo pidió disculpas en rueda de prensa porque en una representación de marionetas celebrada el viernes de carnaval del 5 de febrero de 2016 emitió un función planteada para niños con una historia de adultos que incluía la representación de varios asesinato, una violación, un guiñol con forma de juez ahorcado y un personaje que exhibía una pancarta con el mensaje ‘gora Alka-ETA’ y defendía mensajes de contenido político y adulto.

PP, PSOE y Ciudadanos solicitaron a Dña. Manuela Carmena Castrillo destituir a la concejal responsable, Dña. Celia Mayer Duque, pero la alcaldesa rechazó hacerlo aunque se distanció de esta (dentro de Ahora Madrid, Dña. Celia Mayer Duque pertenece a la corriente radical Ganemos Madrid). Quien sí es destituido es el director artístico de programación de Cultura, D. Ramón Ferrer Prada.

celia_mayer Dña. Celia Mayer, concejala de ‘Ahora Madrid’ responsable de la programación de festejos que autorizó esa obra como apta para público infantil.

 La alcaldesa de Madrid, Dña. Manuela Carmena, criticó el espectáculo marionetas por no ser apto para el público infantil y se disculpó a los padres.

El periodista de Atresmedia D. Manuel Marlasca García publica el 6.02.2016 tuits defendiendo a los titiriteros, pero llamándoles ‘chusma’.

08 Febrero 2016

No dejar títere con cabeza

Rubén Amón

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La justicia sobreactúa con los titiriteros tanto como el Ayuntamiento se obstina en la ideología de su gestión

El oficio del titiritero tiende a la exageración como el oficio del juez debe tender a la mesura, un matiz gremial y conceptual que contradice la desproporción con que han sido tratados los sátiros del escándalo municipal.

Y no se trata de adherirse a la apología del nihilismo o de la anarquía, expuesta sin remilgos ante un atónito público impúber, sino de subordinar cualquier iracundia a los límites de la libertad de expresión, con más razón cuando el presunto delito de enaltecimiento del terrorismo no proviene de la naturaleza del espectáculo —ha quedado claro que la pancarta era un recurso narrativo que incriminaba a un poli corrupto—, sino de las interpretaciones que se han hecho posterior e interesadamente para identificar a Podemos como una fuerza del mal al acecho de nuestras garantías existenciales e impropia de formar parte de las negociaciones de Pedro Sánchez.

La metonimia se atiene a la simplificación en tiempos de grandes simplificaciones. No ya convirtiendo a Carmena en un peón de Iglesias, sino atribuyendo a la función titiritera la quintaesencia de las intenciones podemitas. Quieren violar las monjas, asesinar a los jueces, acribillar a los policías y reivindicar incluso el híbrido terrorista de Al Qaeda y ETA.

La sobreactuación ha desnaturalizado el debate. No tendrían que estar los titiriteros en la cárcel, pero tampoco la desmesura de las medidas judiciales vale como pretexto para que Carmena se sustraiga a la responsabilidad.

Porque la «matanza» del 6F no era precisamente un espectáculo infantil. Y porque la gestión municipal se resiente de una obsesión ideológica y se compadece mucho menos de los problemas concretos. Que son las basuras, el tráfico, la polución, las emergencias sociales y, si es posible, la convivencia pacífica entre los madrileños.

Están ahora divididos, constreñidos a un pulso gerontocrático: defender a Manuela o añorar a Esperanza, naturalmente inmediata y resolutiva ésta última en sus amalgamas: ya nos lo advertía ella, Podemos va a acabar con la democracia. Y los titiriteros, hagámonos cargo, son los mensajeros, los primeros colonos en alcanzarnos el Apocalipsis.

La exageración de jueces y políticos conviene a la estrategia victimista de Podemos. Tanto se le reprochan argumentos estrafalarios —ayatolás, leninistas, comecuras, proetarras— tanto perseveran Iglesias y sus compañeros en el camino de la demagogia, del populismo y hasta del peronismo, esencia de un partido mutante que se adapta mejor que ningún otro en el hábitat de la sociedad. Por eso han convertido a los titiriteros en mártires de la libertad de expresión al arbitrio de una justicia ancien régime. Y por el mismo motivo Iglesias se ha vestido de esmoquin en la gala de los Goya, convirtiendo una obligación protocolaria en una expresión solidaria al mundo del cine, con esa humildad tan suya de quien camina sobre el agua.

09 Febrero 2016

Títeres sin cabeza

EL PAÍS (Director: Antonio Caño)

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La torpeza de programar en Madrid una obra incendiaria en horario infantil se complica con una desmesurada respuesta de la Audiencia Nacional

Una representación callejera de la compañía Títeres desde Abajo ha desencadenado en Madrid un espectáculo guiñolesco. En la pieza hay situaciones tan apropiadas para los niños —y los adultos— como una violación, forcejeos y muertes violentas, un juez ahorcado, policías apaleados… Y una pancarta, en la que se lee “Gora Alka-ETA”, que es lo que ha conducido a un juez de la Audiencia Nacional a decretar prisión provisional comunicada y sin fianza para los titiriteros, acusados de apología del terrorismo, que puede tener penas de uno a tres años de cárcel.

La programación en horario infantil de una obra con estos contenidos, aunque fueran presentados en clave satírica, ha llevado a Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, a calificar el episodio de “deleznable”, y a abrir una investigación para depurar responsabilidades. Los titiriteros se defienden diciendo que el cartel se usa para incriminar a un inocente y que no hay afán de defender terrorismo alguno.

Más allá de los contenidos, lo que no se ha explicado es por qué se incluyó la obra en un programa infantil y, por tanto, qué criterios se utilizaron para seleccionar esa pieza, y todas las demás. Si la responsable de Cultura no consigue aclarar ambas cuestiones habrá que convenir que ha actuado con excesiva ligereza o manifiesta incompetencia —no es la primera vez que le ocurre— y que debe considerar seriamente su dimisión.

La desmesurada reacción de la Audiencia Nacional, al meter en prisión sin fianza a los titiriteros, termina por desdibujar aún más la situación. El terrorismo es un asunto muy grave, y no debería servir de munición en este circo de torpezas y de respuestas altisonantes en el que puede convertirse la política de Madrid si Carmena no consigue enderezar tanto entuerto.

11 Febrero 2016

Chusma

Javier Pérez de Albéniz

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El término me resulta especialmente despectivo, por reaccionario y peyorativo, por tremendamente ofensivo y casposo. Chusma, digo. Suena a tipo altanero describiendo a seres inferiores, vulgares. A bronca de bar, con el comentario racista entre copazos de sol y sombra y humo de Farias. Suena a lo que significa: gentuza, morralla, populacho. A superioridad moral, intelectual y física. A desprecio por los diferentes. A racismo, chulería e intolerancia. Suena a lo peor de lo peor.

“Dos titiriteros de la peor chusma…”, escribe Manuel Marlasca en Twitter. El jefe de investigación de La Sexta se aferra a este espantoso adjetivo en sus comentarios en la red social: “Convertir a la chusma en mártires hace que la chusma se multiplique. La chusma, a sus covachas…”. “Ser chusma no debe estar penado, pero…”. “…los titiriteros detenidos ayer me parecen de la peor chusma…”. Solo abandona Marlasca el término para cambiarlo por otro no menos insultante: “Convertir en mártires a estos memos es ridículo”.

¿Memos? ¿Chusma? No es un tipo pasado de copas, acodado en la barra de un club de alterne, quien utiliza estos calificativos para referirse a dos artistas (sí, artistas) que han pasado cinco días en prisión por representar una obra de ficción. Ni el ultra de un equipo de fútbol que acaba de perder 0-7. Ni el líder de una manifestación en contra de la inmigración. Ni Donald Trump. Ni siquiera Eduardo Inda, Hermann Tertsch o alguno de los tertulianos de 13TV. No. Es el jefe de investigación de La Sexta, la cadena supuestamente progresista de nuestra parrilla de televisión. Un jefe de investigación que, por cierto, no había investigado lo suficiente cuando colgó su primer tuit…

No entiendo muy bien estos comentarios tan despectivos en un profesional excelente. Marlasca es un gran periodista, con una carrera larga y seria, que en televisión resulta creíble y prudente. Es difícil comprender esta salida de tono. Esta desinformación (“Gora ETA”“pancartas pro ETA”). Estos insultos a dos humildes titiriteros. ¿Chusma? ¿Memos? No, solo la parte más débil de un escándalo inexistente, artificial, que forma parte de una campaña de desprestigio a una mujer, Manuela Carmena, y a un partido político, Podemos.

Duelen los ojos leyendo estos comentarios. Y dan que pensar, puesto que provienen del jefe de investigación de una cadena de televisión supuestamente progresista. De LA CADENA de televisión supuestamente progresista. ¿Cómo serán las otras? No hace falta mirar muy lejos: escuche sin salir de La Sexta a Inda o a Marhuenda. Así de hipócrita es la forma de entender la información, y el negocio, en una empresa que, no lo olvidemos, también tiene una cadena conservadora: Antena 3. Por aquello de no tener todos los huevos en la misma cesta. Tienen sus principios, pero si se trata de audiencia, publicidad y pasta pueden tener otros. Y para eso tienen en nómina a Inda, a Marhuenda… a Marlasca. ¿Chusma? No. Periodistas de una televisión progresista.