1 octubre 2022

Extraña práctica de Pepa Bueno de publicar una artículo y, el mismo día, un contra-artículo

Fernando Savater compara en EL PAÍS el la llegada al poder de Meloni en Italia con la de Unidas Podemos en España, desatando una réplicas de Sergio del Molino, Maestre y Javier Padilla

Hechos

El 1 de octubre de 2022 EL PAÍS publica el artículo «Hay que estar en vilo» de D. Sergio del Molino para replicar al artículo publicado ese mismo día titulado «Europa en vilo» por Meloni de D. Fernando Savater.

Lecturas

La estrategia de Pepa Bueno de los contra-artículos:

La directora de EL PAÍS, Dña. Pepa Bueno, ha puesto en práctica una maniobra para paliar el daño que pueda hacer el periódico una tribuna con una opinión contraria al Gobierno del PSOE en términos demasiado duros: publicar a la vez un artículo de refutación al citado texto.

La dirección del periódico y opinión recibe el texto y, antes de publicarlo, se lo muestra a otro articulista para que haga el contra-artículo donde se refuten sus argumentos.

Los encargados de refutar en este caso el análisis de D. Fernando Savater fueron D. Sergio del Molino y D. Javier Padilla.

Esta forma de actuar se repetirá en noviembre de 2023 con D. Alejandro Palomas.

La relación de EL PAÍS con D. Fernando Savater finalizará en enero de 2024.

01 Octubre 2022

Europa en vilo por Meloni

Fernando Savater

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Si aquí sobrevivimos a ministros y políticos como Pablo Iglesias, Irene Montero, Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Ione Belarra, Pablo Echenique… seguro que a Italia no le irá peor con la líder de la extrema derecha

La democracia consiste en que todo el mundo tiene derecho a gobernar, es decir, a participar en la gestión de lo público por medio de su voto. Esa es su grandeza —o sea, su interés político—, pero también su mayor peligro. Ya lo señalaron los grandes pensadores griegos en los albores del invento: las mayorías no suelen ser razonables, sino apasionadas, cuentan con más ignorantes que sabios. De modo que usted y yo (por no hablar de Ursula von der Leyen), que somos sabios, nos ponemos de los nervios con el resultado de ciertas elecciones. Hungría, Polonia, Suecia, luego Italia, quizá mañana Francia, como sigamos así, tendremos una Europa de derecha pura y dura. ¡Nuestras instituciones comunes están en peligro, que nos salve Bruselas! Si los europeos no saben lo que les conviene, los fondos para la recuperación se los va a dar Rita. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Llamar “fascismo” a lo que sale de las urnas legalmente utilizadas parece un poco exagerado, ¿no? El fascismo consiste en romper las urnas, no en respetarlas. Fascistas son los que salen a la calle a manifestarse cuando son elegidos quienes no les gustan. Supongamos que Giorgia Meloni tenga ideología fascista: ¿será una catástrofe irremediable? Resulta que en el Gobierno de España hemos tenido y tenemos ministros de ideología comunista, es decir, tan totalitaria como la otra, y el país sigue adelante peor que mejor. Si aquí sobrevivimos a ministros y políticos como Pablo Iglesias, Irene Montero, Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Ione Belarra, Pablo Echenique… seguro que a Italia no le irá peor con Meloni y Matteo Salvini. Además, allí no tienen aún medidas fachas en activo, como la exclusión del español en la enseñanza ni entusiastas del terrorismo sentados en el Parlamento chantajeando al Gobierno. ¿Europa en vilo por el fascismo? Ya será menos.

01 Octubre 2022

Hay que estar en vilo contra la extrema derecha

Sergio del Molino

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Se pregunta Fernando Savater en su última columna si sería una catástrofe irremediable que Georgia Meloni tuviera una ideología fascista, y a quienes ya nos parece una catástrofe irremediable nos cuesta entender que se plantee en subjuntivo y condicional. “Llamar ‘fascismo’ a lo que sale de las urnas legalmente utilizadas parece un poco exagerado, ¿no?”, plantea Savater, con un argumento que podrían aplaudir quienes organizaron el referéndum ilegal de independencia de Cataluña en 2017. Tal vez llamar fascista a Meloni sea impreciso o anacrónico, según lo fino que hilen los politólogos e historiadores de guardia, pero no exagerado: Hermanos de Italia lleva en su logotipo la llama del Movimiento Social Italiano, el partido fundado en los rescoldos de la República de Saló y heredero orgánico e ideológico del Partido Fascista de Mussolini, y en los mítines y liturgias de la formación de Meloni se han visto retratos del Duce, brazos en alto y exaltaciones del squadrismo. Si un ave vuela como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, ni el más quisquilloso de los ornitólogos nos reprochará inferir que es un pato.

Que un espécimen así gobierne en una democracia europea debería poner en vilo, en primer lugar, a los demócratas que nos han enseñado a serlo a los demás, y en España ha habido pocos maestros tan luminosos y valientes como Savater. Si muchos estamos en vilo, en parte es porque aprendimos de él —en sus textos, en su humor, en su militancia corajuda y en su empeño por asentar una educación para la ciudadanía— que una democracia debe actuar en defensa propia. Ya sobraban los motivos para la inquietud desde una perspectiva hipotética, pero a estas alturas del siglo las hipótesis que se formulan en condicional y en modo subjuntivo han sido superadas por la experiencia del presente de indicativo y del pretérito imperfecto: hemos visto ya unas cuantas barbas de vecinos peladas y sabemos con certeza que el daño que estas nuevas derechas (derechas radicales, ultraderechas, nacionalpopulismos o exneoposfascismos, como los llama Paolo Flores d’Arcais) infligen a la democracia es hondo. Que sea o no irreparable depende de cómo reaccionemos los demócratas.

Se apoya también Savater en lo empírico para argumentar su encogimiento de hombros ante la amenaza meloniana: “Si aquí sobrevivimos a ministros y políticos como Pablo Iglesias, Irene Montero, Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Ione Belarra, Pablo Echenique… seguro que a Italia no le irá peor con Meloni y Matteo Salvini”. Dicen los toreros que más cornadas da el hambre, hasta que un miura les rasga la femoral. Los populismos de izquierdas y los nacionalismos son corrosivos, pero hoy no plantean una sociedad sin oposición ni libertades. Podrán imponer “medidas fachas”, como dice Savater, que serían el hambre del dicho taurino, pero no enmiendan el Estado democrático, como sí lo hacen Meloni, Salvini y sus amigos (las cornadas reales). Equiparar a unos y a otros es un favor para estos últimos. Cada vez que alguien les quita hierro, avanzan unos metros más y se naturaliza lo aberrante.

Escriben Javier Rodrigo y Maximiliano Fuentes en Ellos, los fascistas: la banalización del fascismo y la crisis de la democracia (de próxima aparición) que una de las consecuencias del auge de las derechas radicales es la influencia que ejercen sobre los conservadores y los liberales, que se abisman en crisis graves cuando empiezan a perder votantes. Esto no solo ha llevado a muchos partidos grandes de intachable reputación democrática a elevar el tono para competir, sino a que incorporen a su ideario asuntos y posturas ajenos a sus principios. Lo cuenta muy bien Anne Applebaum en El ocaso de la democracia, unas memorias parciales camufladas de ensayo político en las que la autora señala cómo muchos de sus amigos y compañeros de viaje conservadores y liberales se han transformado en monstruos, tal vez no fascistas, pero sí algo muy parecido, casi indistinguible.

Los discursos antiliberales de las derechas extremas lo tendrían mucho más difícil si las posiciones conservadoras y liberales no flaqueasen y si sus intelectuales los discutieran con la misma firmeza con que han discutido siempre a otras amenazas. La obra y el ejemplo político y vital de Fernando Savater contienen un arsenal de armas letales contra las Meloni de Europa. Sin un pensador como él enfrente, tienen el horizonte despejado. En su última columna vuelve con habilidad uno de sus argumentos (“todo el mundo tiene derecho a gobernar”) contra quienes vivimos en vilo. Por supuesto que la democracia, como bien ha expresado tantas veces, consiste en convivir con el otro, por feo e insoportable que nos resulte. Pero es precisamente quien forma un Gobierno con el lema “Dios, patria y familia” el que necesita esa lección de Educación para la Ciudadanía, no los que ya estamos convencidos de que hay que convivir con Meloni y con los fascistas, lo que implica aceptar su Gobierno cuando ganan. Aceptarlo es una cosa, pero encogerse de hombros y renunciar a disentir, a señalar el autoritarismo e incluso a bromear es una actitud muy poco savateriana. Sus lectores y admiradores no aprendimos eso.

Sergio del Molino es escritor.

02 Octubre 2022

Ética fascista para Savater

Antonio Maestre

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Las premisas del artículo de El País solo pueden ser defendidas desde la más absoluta amoralidad o ignorancia. A todos nos consta que Fernando Savater no es un ignorante, solo un intelectual que tiene la ética envejeciendo regular

Nadie prestaría demasiada atención ya a la deriva reaccionaria grotesca de Fernando Savater. Pero sigue sorprendiendo. Existe un grave problema de inmersión discursiva reaccionaria en espacios que eran un hogar para las ideas humanistas. Savater está profundizando en esa grieta construyendo relato desde páginas donde la norma era sentir calor con palabras de Haro Tecglen o Manuel Vázquez Montalbán. El filósofo pervierte su legado construyendo una hegemonía colaboracionista o connivente con el fascismo de nuestro tiempo que causa estupor, lástima y tristeza.

El artículo de Fernando Savater titulado “Europa en vilo por Meloni” minimiza la importancia de la llegada al poder de Giorgia Meloni y Fratelli de Italia porque se ha realizado por las urnas, poniendo en duda su carácter fascista y equiparando lo dañino de su ideología a otras formaciones, en este caso Podemos, que considera más lesivas o al menos iguales. Las premisas del artículo de El País solo pueden ser defendidas desde la más absoluta amoralidad o ignorancia. A todos nos consta que Fernando Savater no es un ignorante, solo un intelectual que tiene la ética envejeciendo regular.

La construcción fanáticamente equidistante de la exposición savateriana hace tiempo que es conocida, pero alcanzó una nueva dimensión con una argumentación lógica que Amador le habría lanzado a la cara. Savater argumenta que el fascismo no puede serlo si llega al poder por las urnas y por el contrario es fascista quien se moviliza en manifestaciones si el fascismo llega al poder por las urnas. No solo considera que la libre expresión de un derecho como el de movilización es una concepción fascista de la actividad política cuando él piensa que no debe ser ejercido, sino que además elude los procesos de conformación del posfascismo actual y el fascismo histórico, que utilizó las urnas como método para lograr el poder y cambiar una democracia en una dictadura desde el poder por la vía democrática.

No solo es preciso recordar el manido ejemplo del NSDAP de Adolf Hitler que tras el putsch de Münich llegó a la conclusión de que la manera más efectiva de lograr el poder sería por la vía democrática, convirtiéndose en julio de 1932 en la fuerza más votada del Reichstag al lograr el 37,4% de los votos. Meloni ha logrado el 26%. El resultado de Adolf Hitler que repetiría en noviembre de 1932 consiguiendo otra vez ser la fuerza más votada con el 33% de los sufragios no modifica su condición, no era más nazi cuando estratégicamente quería lograr el poder con un golpe de Estado en 1923. Ha habido otros ejemplos históricos de partidos de corte fascista o nazis que lograron el poder pasando las urnas, como el Partido Nacional Cristiano de Octavian Goga, que logró el poder de manera efímera en Rumania por encargo del rey Carol II ateniendo a los preceptos legales que en ese momento existían en el país. El partido con una esvástica en su logro y profundamente antisemita no definía sus ideas excluyente por el modo en el que logró el poder.

Esa concepción de toma del poder por la vía de las urnas, sin romperlas antes de lograrlo, es la diagnosis que han realizado los partidos posfascistas tras la Segunda Guerra Mundial. Es la que se ha impuesto en un partido de corte fascista como el que es heredero del Movimiento Social Italiano que representa Meloni tras un proceso de adaptación transitado por Giorgio Almirante y Gianfranco Fini. La instauración en Europa de estados fuertes hizo llegar a la conclusión generalizada en la extrema derecha europea de que no sería posible la toma del poder por la fuerza y era necesario ser un miembro más de las democracias liberales para cambiarlas desde dentro. Giorgio Almirante en su mensaje al comité central en 1969 planteó el dilema al que estaba sometida su formación: “Estamos ante dos caminos: alternativa al sistema o alternativa en el sistema”. Ese último es el camino que ha elegido Giorgia Meloni, pero eso no cambia un ápice su ideología fascista ni ausencia de cultura democrática.

La segunda parte del artículo es aún de peor moralidad. “Supongamos que Giorgia Meloni tenga ideología fascista : ¿será una catástrofe irremediable?”. Los cuestionamientos de Fernando Savater son grotescos, amorales y desinformados. Ese cuestionamiento sí es una muestra de ignorancia superior, porque no es necesario suponer nada, basta con informarse sobre la cultura política de Giorgia Meloni y su partido para aseverar atendiéndose a los hechos que Fratelli de Italia es una formación posfascista. Pero no contento con degradarse realiza la equiparación propia de aquellos que en su deriva reaccionaria quieren ocultarse, por vergüenza ante el hombre que un día fueron, en una equidistancia de punto dulce entre lo que consideran dos ideologías totalitarias, el fascismo y el antifascismo, el racismo y el antirracismo, la tolerancia y la intolerancia, considerando que no podrá ser peor la llegada de un gobierno fascista a Italia porque en España tenemos en el gobierno a una formación que defiende los valores democráticos y humanistas de respeto al diferente. Una ideología progresista que la pluma de Savater hace tiempo que despreció degenerando su figura y la de todos aquellos que, respetando el papel donde expone sus excrecencias, le leemos con pesar y melancolía por el daño que se hace a sí mismo y a un columnismo respetable.

03 Octubre 2022

¿Es serio comparar al actual Gobierno de España con el de Italia?

Javier Padilla

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Fernando Savater equipara las acciones e ideas de la extrema derecha con las del actual Gobierno: no hay mejor manera de justificar el autoritarismo que acusar a los otros de autoritarios

En su última columna, Fernando Savater usa la ironía para hablar de Giorgia Meloni y el próximo Gobierno italiano. Pese a que la ironía es una forma eficaz de camuflar las ideas, se deriva de su columna que no hay que preocuparse en exceso por el ascenso de la extrema derecha en Europa. Al menos, no hay que hacerlo hasta que solucionemos nuestro problema más acuciante: el actual Gobierno español. Si en Italia hay fascistas en el poder, en España tenemos algo parecido: ministros comunistas. De hecho, en España estamos peor porque habría políticas “más fachas” en activo y “entusiastas del terrorismo sentados en el Parlamento chantajeando al Gobierno”. No hay que preocuparse demasiado por los autoritarios foráneos y el debilitamiento de la democracia en otros países porque el Gobierno de Pedro Sánchez, pese a las apariencias, esconde una fachada autoritaria y antiliberal.

El argumento de Savater tiene dos problemas. El primero es la minimización de los peligros de la extrema derecha para la democracia. En sus propias palabras, “llamar fascismo a lo que sale de las urnas legalmente utilizadas parece un poco exagerado, ¿no?”. Más allá de que se olvida de importantes ejemplos históricos (siempre es recomendable evitar la reductio ad Hitlerum, pero por una vez acordarse de los nazis está justificado), su argumento se le podría volver en contra: ¿no es también exagerado entonces llamar “entusiastas de los terroristas” a los que están sentados ahora mismo en el Congreso de los Diputados? Incluso si aceptamos que quizás es exagerado llamar fascista a una antigua admiradora de Mussolini, lo que parece claro es que otros gobiernos parecidos al de Meloni han puesto en jaque a democracias avanzadas y que existe un efecto contagio: los partidos de extrema derecha se benefician del éxito electoral de partidos similares en otros países.

El segundo problema es empírico: ¿Hay algún movimiento en la izquierda actual europea que amenace las instituciones democráticas en Europa de una manera equivalente a la extrema derecha? La inmensa literatura académica sobre democracias en retroceso (backsliding democracies) señala que el problema principal está ocurriendo con gobiernos autoritarios de derechas. Los ejemplos son numerosos: Hungría, Polonia, Brasil, India o Turquía. En general, el proceso es el siguiente: un líder con valores culturales conservadores se hace con el poder, debilita las instituciones, impone una agenda de retroceso de derechos civiles y acaba poniendo en duda los resultados de las elecciones. Hay ejemplos, como Estados Unidos, en los que los arrebatos autoritarios del presidente no han conseguido acabar del todo con el sistema; en otros países, la palabra más adecuada para definir su sistema político ya no es democracia. Aunque ha habido casos en los últimos años de gobiernos de izquierda que han debilitado las instituciones, en la Unión Europea no ha ocurrido hasta ahora. Por eso, la conservadora presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se ha mostrado preocupada por el auge de la extrema derecha en Europa mientras que considera que el Gobierno español es un aliado en la agenda europeísta.

Savater seguramente niegue la mayor. ¡El Gobierno de España es un ejemplo de autoritarismo y populismo! Si no lo vemos, es por nuestros sesgos cognitivos, que hace que veamos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el nuestro. ¿De verdad tenemos un Gobierno que se está cargando nuestra democracia? Cuando teóricos del populismo como Cas Mudde han leído artículos periodísticos sobre la supuesta deriva autoritaria del Gobierno, les ha entrado la risa. No hay ningún artículo académico ni indicador que equipare a España con los gobiernos autoritarios europeos desde el inicio del Gobierno de coalición. Los fallos del Gobierno, que no son pocos, son equiparables a los que cometieron otros gobiernos democráticos en España. ¿O es que RTVE, el INE y el CIS fueron siempre instituciones independientes hasta que llegó este Gobierno? No hay que irse muy lejos para observar actuaciones mucho más dudosas de gobiernos democráticos españoles que no hicieron que Savater pensara que eran un peligro para la democracia.

Por el beneficio de la duda, asumamos que la mayoría de los académicos españoles y extranjeros están sesgados y que son incapaces de darse cuenta de que el actual Gobierno es un peligro para la democracia. En ese caso, Savater debe responder a este tipo de preguntas: ¿Pretende Pedro Sánchez quedarse en el cargo indefinidamente y, como hicieron Bolsonaro y Trump, pondrá en duda la validez de los resultados de las elecciones antes de que salgan? ¿Tiene el Gobierno una agenda que limita los derechos civiles de sus ciudadanos de una manera equivalente a como han hecho Polonia y Hungría con la población LGTB? ¿Ataca el Gobierno la libertad de expresión de una manera parecida a lo que hace Erdogan en Turquía? ¿Ha hecho Pedro Sánchez alguna vez un discurso equivalente al de Meloni en Andalucía, cuando en un tono exaltado dijo cosas como “sí a la familia natural”, “no a los lobbies LGTB”, “no a los burócratas de Bruselas”, “sí a la universalidad de la cruz” y “sí a nuestra civilización”?

Uno de los riesgos del auge de la extrema derecha es que los partidos e intelectuales de centroderecha adopten una visión polarizada del mundo. Es decir, los que no van conmigo no es que tengan ideas distintas sobre el mundo, sino que son un peligro para la democracia. Así es fácil justificar la equidistancia: ni Meloni, ni Sánchez (cabe hacerse la pregunta de si habría algún partido político en el mundo que fuera tan autoritario como para que Savater prefiera al actual Gobierno). Equiparar las acciones e ideas de la extrema derecha con las del actual Gobierno tiene riesgos: no hay mejor manera de justificar el autoritarismo que acusar a los otros de autoritarios. Si Savater cree, en contra de la literatura académica y los indicadores disponibles, que España ha entrado con este Gobierno en una deriva autoritaria similar a la de varios países gobernados por la extrema derecha, lo debería justificar comparando ambas situaciones. Si no, uno puede acabar pensando que lo que le preocupa a Savater no es el estado de la democracia española, sino su obsesión con Pedro Sánchez.