9 agosto 1932

El Gobierno de Azaña responde suspendiendo todos los periódicos de derecha (100 en toda España) encabezados por ABC de Juan Ignacio Luca de Tena

‘Sajurjada’ a la II República: Fracasa un intento de Golpe de Estado del General Sanjurjo contra el Gobierno Azaña

Hechos

El 9.08.1932 se produjo un intento de Golpe de Estado encabezado por el General José Sanjurjo que no prosperó.

Lecturas

Madrid se ha despertado pronto y con sobresalto este 10 de agosto de 1932. A las tres de la madrugada, el director general de Seguridad, señor Menéndez, ha anunciado en a periodistas el descubrimiento de un intento de golpe de estado, y la detención de numerosas personas implicadas. El intento de golpe de estado ha sido rápidamente sofocado aunque hay que lamentar la muerte de algunas personas, en diversos enfrentamientos. El principal tuvo lugar en el ministerio de la Guerra, al intentar aslatarlo los sublevados.

También se han producido tiroteos en la calle del conde de Xiquena, en Cibeles y en otros puntos. Entre los detenidos se encuentran civiles y militares, algunos de renombre: generales Goded, Cavalcanti, Fernández Pérez, coroneles Serrador, Cano Ortega, etc, hasta totalizar 68 personas. Se sospecha que el general Barrera, considerado cabecilla de la rebelión, ha huido en una avioneta. Dominada la situación, la preocupación se centró en Sevilla, dónde la rebelión parecía haber tenido más éxito, dirigida por el general Sanjurjo, que llegó a la ciudad esta madrugada. Tras reunirse con militares y civiles que estaban al corriente de la sublevación, inició la ocupación de la ciudad con fuerzas de la Guardia Civil y del regimiento de ingenieros. Más tarde ocupó la jefatura de la División Orgánica y se dictó un bando declarando el estado de guerra, al conocerse la dejación del mando del general González y González jefes de la Region Militar.

Los guardias de asalto se declararon impotentes para reprimir el levantamiento. Dominada la ciudad, comenzaron a llegar noticias del fracaso en Madrid y la falta de apoyo en el resto de España. A primeras horas de la tarde comenzaron las manifestaciones en contra.

La CNT llenó la ciudad de panfletos, mientras el consistorio era detenido al querer publicar una proclama de repulsa al levantamiento, y se produjeron manifestaciones en la calle. Ante los hechos consumados, el general Sanjurjo ha reconocido el fracaso y su rendición a las fuerzas que envía el gobierno.

Se espera que dentro de unas horas se proceda a su detención ya que se sabe que se dirige hacia Portugal en compañía de otros cabecillas del golpe.

CIERRE MASIVO DE PERIÓDICOS:

La Segunda República había alardeado de libertad de prensa desde su instauración como así rezaba en su artículo número 34 de la nueva constitución, pero la Ley de Defensa de la República dejaba ese artículo en entre dicho. Si elementos de izquierda armaron la pascua aquel 11-M, en agosto de 1932 un grupo militar demostró su talante cuando el general Sanjurjo intentó un golpe de Estado en Sevilla para acabar con la República. El general en cuestión había sido de los primeros en proclamar la lealtad al nuevo régimen en abril de 1931, pero parece que en poco más de un año había cambiado de opinión. Lo original del asunto es que la primera medida que tomó el ministerio de Gobernación al enterarse del golpe fue suspender el diario ABC con una llamada telefónica. ¿Qué tenía que ver el ABC con ello? Pero no sólo ese diario, también EL DEBATE, INFORMACIONES, LA NACIÓN, prácticamente todos los de derecha. En total 114 periódicos de todo el país quedaron suspendidos ese día.

10 Agosto 1932

Cumple al pueblo salvar la revolución

LA TIERRA (Director: Salvador Cánovas Cervantes)

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Seguimos con profunda emoción el desarrollo de los acontecimientos contrarrevolucionarios. No nos coge de sorpresa lo ocurrido. LA TIERRA ha venido un día y otro vaticinando estos tristes acontecimientos, consecuencia lógica y natural de la inconsciencia con que se ha venido actuando desde el Poder.

A los ocho días de instaurado el nuevo régimen, LA TIERRA, periódico que supo producir aquel movimiento de opinión maravilloso que se tradujo en las urnas con la proclamación de la República el 12 de abril de 1931, ya anunció la mixtificación que desde el Poder se estaba haciendo con los ideales renovadores y revolucionarios del pueblo español.

Denunciamos el hecho de que los monárquicos, premeditadamente, habían dejado paso a la República para deshonrarla primero y destruirla después. Tras los largos años de la Dictadura, la Monarquía no podía tener otra salida.

La formación de un Gobierno constituyente por parte del ex monarca, con el cargo de convocar unas Cortes Constituyentes, hubiese producido en forma ruinosa el advenimiento de la República de una manera ultra-legal, con lo cual la restauración se hubiera hecho a todas luces imposible.

Convenga con nosotros, en estos momentos en que todos debemos ser sinceros porque están en crisis los grandes destinos de la revolución española, que esos hechos que los monárquicos esperaban se han producido desde el Poder republicano a ciencia y paciencia de los ciudadanos, y que desde el Poder se ha mixtificado de una manera estúpida la revolución española.

Por decir estas verdades, por descubrir un día y otro a la opinión pública los manejos contrarrevolucionarios que se venían poniendo en práctica desde el Poder, LA TIERRA ha sufrido todo género de vejámenes y de persecuciones.

Ha sido un caso monstruoso, único en la vida política de nuestro país, esta persecución desdeñosa y sañuda con que se ha perseguido a LA TIERRA, el único periódico que, frente a la Monarquía, luchó por la República. Y el único periódico – lo hemos dicho constantemente – que en los momentos de peligro sería capaz de arrostrarlo todo por defender la revolución.

Eso dijimos siempre y eso sostenemos hoy. Sin mirar las consecuencias, y en un momento de evidente peligro, LA TIERRA dice que cuanto es y significa está al lado de la revolución española, y que para nosotros en este momento, frente a un intento de restauración monárquica, la República lo es todo y está por encima de todo.

10 Agosto 1932

Editorial

LA ÉPOCA (Director: Alfredo Escobar 'marqués de Valdeiglesias')

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Lo que LA ÉPOCA es y lo que LA ÉPOCA representa dodo el mundo lo sabe. No hay en nosotros abdicación alguna, pero precisamente por eso, con la autoridad de una historia y de una conducta, modesta por ser de nosotros, pero mantenidas durante ochenta y tres años, condenamos  la sublevación, el alzamiento contra el Poder público.

Regía España la Dictadura. Habíamos sido perseguidos con bastante predilección; éramos contrarios a ella, como representantes del partido político que abrió en España el periodo constitucional más estable y fecundo; y, sin embargo, cuando persona para nosotros tan respetada y querida como el Sr. Sánchez Guerra desembarcó en Valencia, no vacilamos en estampar en nuestro editorial una censura.

Hoy hacemos lo propio. No sabemos lo que representaba la sublevación; pero habría de ser la expresión más fiel de nuestros pensamientos y la repudiaríamos. Las derechas tenemos que pedir una autoridad robusta, una ley que se cumplía, un orden material y jurídico inflexible, y la autoridad para pedirlo nace de que nos movamos siempre en la legalidad.

No queremos concluir sin lamentar las medidas tomadas contra varios colegas. Las medidas de carácter general pecan siempre de injustas, y cuanta más serenidad se conserve por todos será mejor.

11 Agosto 1932

Editorial

LUZ (Director: Félix Lorenzo 'Heliófilo')

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La previsión que adelantábamos en nuestro artículo de anoche ha tenido plena confirmación por los hechos. Frente a la inaudita audacia de los enemigos de la República, el pueblo ha reaccionado con vigor e iracundia. En diversos puntos de España han sido asaltados y destruidos los reductos del señoritismo. No aplaudimos estos excesos, pero los juzgamos perfectamente explicables, y aun hemos de exponer nuestra esperanza de que la destrucción del Círculo de Labradores de Sevilla sea una advertencia que impida ciertos excesos del señorío feudal en la vida de la gran ciudad andaluza. Con menor violencia, pero no con menor entusiasmo, ha reaccionado también el pueblo de Madrid, mostrándose una vez más lleno de fervor republicano. Si los elementos que han organizado la provocación insufrible de ayer son capaces de la menor reflexión, habrán podido cerciorarse de que ya no es posible alcanzar nada en el sentido que ellos intentaron; de que en España ha ocurrido algo fundamental que excluye aquellas posibilidades. En efecto: si por un instante aceptaos el supuesto de que los rebeldes hubieran logrado su objetivo, habría corrido la sangre por toda la Península para basar sobre ella una dictadura socialista, ejercitada aún quizá contra su voluntad, por los hombres que hoy quieren mantenerse fieles a los principios liberales. Y no queda otra opción a los descontentos.

Su intentona habrá producido el doloroso y previsible resultado de perjudicar a los intereses de España. En cuanto al Gobierno, a las Cortes, han salido de ella vigorizados y con fuerzas nuevas. Si los hombres de izquierda no sintiéramos tan vivamente el posible daño de la Patria, podríamos estar satisfechos de lo ocurrido.

Ayer mismo – y ello era inexcusable – anunció en las Cortes el Sr. Azaña que cesaría la benignidad gubernamental. Se ha prometido al pueblo justicia contra sus enemigos. El pueblo espera esta justicia. Como muy bien dice el órgano periodístico del socialismo, no hay que reclamar rigor, sino la justicia estricta y la administración con rapidez.

Puede estar seguro el Gobierno de que con ella no sólo se cumplirá un deber, prestigiando al Estado; no sólo se satisfará a la opinión popular, que se juzgaría burlada ante una virtual impunidad, sino a todos los sectores que, con cualquier ideología, sientan la responsabilidad y la dignidad del Estado.

Bien clara es la significación de la minoría agraria del Parlamento, que dio ayer el voto de confianza al Gobierno; bien clara es la significación del diario LA ÉPOCA, que escribe hoy, a propósito del caso: “Las derechas tenemos que pedir una autoridad robusta, una ley que se cumpla, un orden material y jurídico inflexible…”

El Gobierno debe reflexionar sobre la gravedad crítica del momento en que nos encontramos: la República y la Patria han sido traicionadas. ¿Va esto a ser el comienzo de una nueva serie de perturbaciones? Ni como cosa verosímil puede admitirse. Pero es preciso dar la sensación de que se gobierna para todos. Incluso, entiéndase bien, para los rebeldes.

Nunca hubiéramos deseado que nuestro postulado cordial tuviera que adquirir este significado tan trágico.

11 Agosto 1932

Editorial

AHORA (Director: Luis Montiel)

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Lo que en estos momentos ocurre en España es de tan difícil comprensión para una inteligencia normal, que sólo con la pupila viciada por el desenfoque de la vida pública española en los últimos años se puede soportar una visión tan arbitraria como la que nos ofrecen hechos semejantes a la intentona de ayer. ¿Es que cabe concebir en ningún país normal el planteamiento y el desarrollo de una acción subversiva como la que en estos momentos perturba la vida nacional, daña nuestra economía y produce víctimas tan dolorosamente inmoladas?

Para que esto de hoy haya sido posible ha tenido antes que ocurrir el hecho disparatado de que, efectivamente, hace nueve años una cosa así, tan insensata tan sin razón de ser, triunfase. El éxito del golpe de mano de Primo de Rivera privó hasta a los que parecían más sensatos de la claridad de juicio suficiente para olvidar en absoluto las leyes que rigen la mecánica política y social del mundo. Fue preciso aquella inusitada sublevación y tuvo que darse aquel no menos inusitado Gobierno de García Prieto para que naciese en la conciencia de los españoles una convicción de que las cosas pueden ocurrir así para imaginar que unos militares descontentos pueden influir con sus resentimientos o sus ambiciones personales en la marcha de una nación civilizada. El hecho de que España entera se halle hoy en vilo y haya sangre en las calles, y todo el país se conmueva, y el Poder público tenga que echar mano de los más eficaces resortes del mando sólo porque a unos cuantos funcionarios les parezca mal esto o lo otro, es, sencillamente un caso de verdadera deformación mental.

¿Pero es que creían de buena fe esos jefes y oficiales que con un grupo de inocentes soldados víctimas de su respeto a la disciplina iban a arrancar el Poder de unas manos que no estuviesen absolutamente inermes? ¿Es que les cabía en la cabeza que pudiera repetirse aquel caso insólito del 13 de septiembre?

La conquista del Poder en todos os pueblos y bajo todos los regímenes tiene unas leyes inexorables que, de no cumplirse llevan fatalmente al fracaso. Sin una verdadera ideología sin un cuerpo de doctrina política o social sin una previa captación de las masas o bien de las fuerzas económicas de un país, no hay movimiento revolucionario posible. Y nada de esto tenían los sublevados que rondaban en grupitos de ocho o diez por los alrededores del Palacio de Comunicaciones o del Ministerio de la Guerra.

Su audacia no servirá más que para someter al país a unas horas de inquietud y para que la República, que había advenido limpiamente por una caída vertical de la monarquía y tenía el orgullo de su generosidad su hondo sentido humano y su comprensión, se encierre ahora en una fría e implacable ejecución de su justicia. ‘El Gobierno no tiene que hacer otra cosa que entregar a los culpables a la justicia”. Estas palabras inexorables del jefe de Gobierno pronunciadas en la sesión de Cortes de ayer, son la única consecuencia de ese arrebato inconsciente de unos hombres que han querido dar a su malhumor, a sus ambiciones o a sus preferencias personales una monstruosa categoría.