29 agosto 2023

Por su beso en la boca a Luis Rubiales

Idafe Martín Pérez (Cadena SER) acusa al digital THE OBJECTIVE y a su director, Álvaro Nieto, de defender a Rubiales, de ‘fachosfera’ y de representar al sector machista de la sociedad

Hechos

El 29 de agosto de 2023 la Cadena SER publica una columna contra el digital THE OBJECTIVE.

Lecturas

D. Álvaro Nieto publica un tuit aludiendo al artículo de D. Idafe Martín en Cadena SER:

23 Agosto 2023

Linchamientos

Guadalupe Sánchez

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«A los políticos les sale a cuenta hiperventilar con ofensas impostadas en lugar de prestar atención a las agresiones reales»

De todo el proceso que conduce a la cancelación de cualquier artista o famoso, donde más disfruta el español es en la llamada «fase de linchamiento». Es nuestra particular forma de sentirnos jueces por un día, de usurpar a los elitistas togados esa potestad que se les supone exclusiva de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado. Cierto es que, frente a la acción de impartir justicia, el ajusticiamiento goza de notables ventajas: no precisa de conocimientos jurídicos, ni requiere aprobar una carrera o superar unas duras oposiciones.

Para erigirse en ajusticiador, basta con exhibir en medios o en redes sociales unos nobles sentimientos que estimamos agraviados por una acción u opinión que no iba dirigida a nosotros, sino a un tercero. Porque a los españoles nos encanta ofendernos y victimizarnos por persona interpuesta. Es la forma que hemos encontrado para reclamar nuestra cuota de protagonismo en una película en la que, a priori, carecíamos de papel. Es así como hemos sublimado la colectivización de la ofensa y vamos camino de hacerlo con su punitivización.

Cierto es que los ajusticiamientos en prime time no serían posibles sin la inestimable colaboración de periodistas, tertulianos e influencers. Son demasiados los que parecen haber olvidado su responsabilidad cuando se trata de no referirse a nadie como culpable en tanto no haya sido condenado en firme por los tribunales. Pedir dimisiones no es incompatible con el respeto escrupuloso a la presunción de inocencia, que deben aprender a conjugar con su derecho a informar u opinar.

Más patéticos resultan cuando intentan justificar su participación en la lapidación pública de turno arrogándose la representatividad de miles, millones de ofendidos -u ofendidas, que para indignarse es menester recurrir al plural inclusivo-. Dolientes anónimos, sin rostro, que reclaman a través de sus bocas una satisfacción. Tan incapaces de presumir la inocencia de uno y tan atrevidos para sostener la ofensa a millones.

«La ejecutoria del Me too ha alcanzado un nivel de perfección tal que ya ni tan siquiera precisan de la palabra de la escogida como víctima para dictar su particular sentencia de culpabilidad»

Hay que reconocerle a los políticos la capacidad de invocar a nuestro yo más tribal y de animarnos a participar en polémicas que capitalizan para arrimar el ascua a su sardina, aun cuando éstas no tengan ningún recorrido judicial. La izquierda patria lo sabe hacer como nadie, la verdad sea dicha. Si antaño ya demostraron sus habilidades con las acusaciones de corrupción -ojalá poder preguntárselo a Rita Barberá- ahora lo hacen a cuenta del feminismo y del «hermana yo sí te creo».  Como entonces, la derecha política y mediática se suma gustosa a participar: cuando eres incapaz de construir un marco mental e ideológico propio no te queda más que jugar en el tablero de juego ajeno. Se ve que el consenso pasa por hacer de lo inquisitorial un movimiento transversal.

La ejecutoria del Me too ha alcanzado un nivel de perfección tal que ya ni tan siquiera precisan de la palabra de la escogida como víctima para dictar su particular sentencia de culpabilidad: el sólo sí es sí ha dejado de pertenecernos a cada una de nosotras y ha sido monopolizado por las que fueran sus adalides ministeriales. La opinión de Jennifer Hermoso sobre la polémica por el «incidente» con el presidente de la Federación Española de Fútbol les importa lo mismo que la de las muchachas destinatarias de los cánticos de los estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja: nada. Es más, la capitalización del escándalo les viene de perlas para relegar el mercadeo que se trae el Gobierno en funciones con los independentistas a cuenta de la amnistía a los procesistas.

En cualquier caso, no me negarán que tiene su aquél que nuestra sociedad acepte gustosa recibir lecciones sobre feminismo por parte de quienes abanderaron una ley que ha rebajado las penas de más de mil agresores sexuales y puesto en libertad a más de cien. Cuántos sesudos papers, tuits y declaraciones grandilocuentes se han vertido sobre el carácter delictivo del eufórico «pico» de Rubiales a una jugadora de la selección durante la celebración del mundial haciendo hincapié en cómo se prevalió de su posición de poder, y qué pocos sobre gravísimas agresiones cotidianas que padecen miles de mujeres de nuestro país, tales como la prueba del pañuelo o los matrimonios forzados.

En un país como el nuestro, en el que joder al prójimo es el deporte nacional con más practicantes y espectadores, a los políticos y al ecosistema mediático que les rodea les sale a cuenta hiperventilar con ofensas impostadas en lugar de prestar atención a las agresiones reales. Las primeras sólo les demandan gestos, las segundas trabajo y desgaste. Y carecen de incentivos para ponerse manos a la obra.

24 Agosto 2023

El beso que casi no fue

Francesc de Carreras

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«Hasta ahora el fútbol masculino era fuente de fanatismo e intolerancia, ahora el femenino puede convertirse en fuente de dogmatismo puritano»

Asombrado estoy. En este agosto no paramos: de Tailandia a La Moncloa, de Waterloo al Congreso y a la Zarzuela. Y ahora toca Rubiales.

España gana el campeonato mundial de fútbol femenino el pasado domingo día 20 y en los tres días siguientes (escribo este artículo el miércoles 23 por la tarde) apenas se habla de este gran triunfo sino de una tontería, de un gesto habitual e inofensivo en relaciones de amistad y muy propio de los momentos de euforia. Se habla de lo que suele denominarse «un pico».

Hasta ahora el fútbol masculino era fuente de fanatismo e intolerancia, ahora el femenino puede convertirse en fuente de dogmatismo puritano, el que está en el centro de la moda feminista actual, la oficial en España. Calvino ha vuelto, Dios nos coja confesados.

No es necesario relatar detenidamente los hechos porque son bien conocidos. Sólo quiero matizar que este artículo no va de fútbol sino de feminismo, del actual feminismo de la identidad – que confronta a hombres y mujeres -, no del feminismo de la igualdad, en gran parte conseguido como muestra este campeonato del mundo.

Fui muy aficionado al fútbol de niño y adolescente, pero desde hace más de cincuenta años que no me interesa nada, ni en directo ni por televisión, tampoco leo nunca las noticias deportivas de los periódicos. Por tanto, hasta hace tres días no conocía quién era el señor Rubiales, aunque su nombre me sonara: pero podía pensar que era el seleccionador de fútbol o el entrenador del Real Madrid o el ministro cualquier cosa. Pero ni idea de Rubiales. Por tanto, nunca pensaba que escribiría sobre él y su famoso incidente. Este martes, ante el revuelo armado, empecé a plantearme tratar del tema y hoy me he decidido. Pienso que tiene más jugo del que parece. Pero vamos al caso.

«Es una manera muy común de saludarse entre amigos, a iniciativa del hombre o de la mujer, que no tiene connotación amorosa o sexual ninguna»

Se acaba el partido de fútbol y se desata la euforia en el vestuario  del equipo español: besos, abrazos, saltos, risas, gritos. En fin, lo normal. Hasta la reina Letizia lo celebra saltándose todas las reglas del protocolo mientras las jugadoras, en agradecimiento a su apoyo al fútbol femenino, corean el nombre de «Leti». Dentro de este alegre clima de camaradería y entusiasmo, el presidente de la Federación Española de Fútbol, al saludar efusivamente a todas las jugadoras, las felicita con un entrañable abrazo y, a una de ellas, Jennifer Hermoso, además le suelta un «pico». ¿Qué significa eso?

Es una manera muy común de saludarse entre amigos, a iniciativa del hombre o de la mujer, que no tiene connotación amorosa o sexual ninguna sino que es un gesto de simple pero intensa amistad. Es un instante brevísimo, fracciones de segundo, en que se rozan los labios para demostrar que esa expresión de afecto y compañerismo quiere ir más allá del tradicional beso en la mejilla y de la efusividad del abrazo. Un «pico» no es un beso en la boca, ni un «beso robado», mucho menos lo que suele denominarse en sucia expresión «un morreo». Casi diría que no es un beso, es un roce emotivo, amistoso, para nada sensual.

Todo va tan rápido en los picos -y todavía más en las circunstancias de la celebración de una victoria tan sonada- que resulta ridículo pedir cualquier tipo de consentimiento. Nadie en el vestuario se quejó de este comportamiento de Jenny Hermoso y del presidente aunque hubo algunas bromas, las naturales en estos momentos de alegría. La jugadora y su madre -¡ay!, la sensatez de las madres- pusieron un punto de humor al controvertido hecho, tal como recogió THE OBJECTIVE. En definitiva, si algo hubo inadecuado en el gesto del presidente debe decirlo la jugadora afectada, en ningún caso las autoridades políticas o deportivas.

Pero la policía secreta feminista vio un gran filón para su propaganda. Los términos sexismo y machismo empezaron a aparecer inmediatamente, el domingo a segunda hora de la tarde ya se publicaron  artículos en los diarios feministas más conspicuos y, naturalmente, la ministra Montero acusó a Rubiales de haber ejercido violencia sexual, imagino que Belarra, como siempre, repitió lo que decía Montero y al día siguiente la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz pidió la dimisión del presidente de la Federación. Tània Verge, consejera de Igualdad y Feminismos de la Generalitat de Cataluña, sostiene que el hecho debe enmarcarse dentro del ámbito de la «cultura de la violencia». De momento, Pedro Sánchez escurre el bulto como puede.

«Si lo público se inmiscuye indebidamente en lo privado corremos el serio riesgo de ir por el camino que conduce al totalitarismo»

En esas estamos. La prensa, quizás influida por la calurosa modorra de agosto, ha contribuido a la confusión y no ha sabido reaccionar a la propaganda situando en su contexto la realidad de los hechos, como denunciaba Guadalupe Sánchez en su artículo de ayer.

En el fondo el asunto debería quedar ya resuelto. Si Rubiales tiene cuentas pendientes con la justicia por otras razones naturalmente debe saldarlas pero separadas del famoso beso que casi no fue. Sin embargo, el problema es profundo: una muestra más del intento de convertir lo personal en político.

Lo personal pertenece al ámbito regulado por el valor libertad: no deberían los poderes públicos interferirse en ese ámbito. En un asunto que afecta a dos particulares se han entrometido la vicepresidenta del Gobierno y dos ministras, mientras el presidente presiona públicamente a una de las partes. Si lo público se inmiscuye indebidamente en lo privado corremos el serio riesgo de ir por el camino que conduce al totalitarismo. ¿Recuerdan La vida de los otros, aquella memorable película?

25 Agosto 2023

El chivo expiatorio

Ignacio Vidal-Folch

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«Cien mil comentaristas han encontrado en esa chorrada intrascendente una buena excusa para rasgarse las vestiduras y exhibir sus convicciones feministas»

El chivo expiatorio de todas las frustraciones políticas y de todas las insuficiencias intelectuales españolas es ese señor calvo al que desde el presidente del Gobierno hasta el último mono acusan de violador por haberle dado un beso a una jugadora. ¿A qué corrientes inconscientes colectivas obedece este extraño y unánime linchamiento? ¿Sólo al deseo de diez mil periodistas y un millón de lectores de mostrarse, mediante el discurso virtuoso, como personas decentes, por comparación, por oposición al presidente de la federación de fútbol? ¿O sea, un «yo eso jamás lo hubiera hecho»? Sí, en parte es la voluntad de exclamar: «¡Soy bueno, soy bueno!». Pero hay algo más. Veamos.

Empecemos contextualizando el linchamiento: agosto del 2023.

¿Qué es lo que ha pasado este verano, qué ha hecho arder el pelo a las redacciones? En primer lugar, las cosas aciagas de cada verano: pateras que naufragan, con su cosecha de emigrantes muertos; pavorosos incendios forestales; guerras idiotas por los recursos naturales, escasos y menguantes –petróleo, agua potable, minerales—disfrazadas de luchas entre el Bien y el Mal–; el anuncio de un nuevo encarecimiento de la vida y empobrecimiento de las masas para los próximos meses. En fin, un panorama del presente y del inmediato porvenir que predispone el ánimo a la depresión.

El verano es tiempo para descansar, y contra ello, se proponen temas ligeros. Primero llegaron los estrenos de dos grandes producciones de Hollywood, Barbie y Oppenheimer.

La primera película es una cursilada rosácea, con coartada feminista, que tiene el gancho de que la protagonice una rubia muy guapa. Y la segunda tiene el gancho del fin del mundo, cientos de miles de muertos han colaborado en ese gran éxito sobre las angustias del atormentado creador de la bomba atómica.

El verano avanzaba, y cuando ya no se podía estirar más el chicle de Barbie ni de Oppenheimer, una cantante pop muy conocida contribuyó al panem et circenses cuando tuvo la ocurrencia de sacarse un pecho en el escenario, durante un concierto, como gesto de reivindicación feminista.

O quizá fueran los dos pechos, no sé, da igual, el caso es que se presentó tal exhibición como un acto de compromiso contra el fascismo, el machismo y todo lo que quieras, y miles de columnistas entraron al trapo, a comentar el gesto. Unos estaban a favor, otros en contra. Unos mencionaban los precedentes de la época del destape, y los más rancios prodigaban disquisiciones sobre los pechos femeninos que se ven en las playas.

Era un asunto vistoso que, a diferencia del Sahel o de Ucrania, no necesitaba mucha preparación, pero por el mismo hecho de comentarlo todos demostraban tener el sistema neuronal estresado, parcialmente desactivado, sin duda a causa de las altas temperaturas, o que sencillamente, echaban de menos un tema de verdad interesante que llevarse a la pluma, un tema veraniego como los de antes, alguna aparición del monstruo del lago Ness o unas nuevas mediciones que demuestren que sube el nivel del agua en Venecia y La Serenísima corre peligro de hundirse; o, en el peor de los casos, que la torre de Pisa se inclina más aún…

El asesinato y descuartizamiento en Tailandia de un doctor colombiano a manos de un chef de cocina español ha dado para unos días, pero la verdad es que mucho recorrido no tiene el asunto, por más que el chef sea nieto de Curro Jiménez.

Luego, pasado el ecuador de agosto, ha llegado la consagración deportiva de la selección de fútbol femenina. Algo de lo que «todos deberíamos sentirnos orgullosos» –ya que anuncia la ampliación del campo de alienación futbolera a las mujeres– pero que, por ahora, no tiene el impacto de un triunfo de la selección masculina. Ni siquiera lo tendría una futura selección LGTBIQ+.

En este contexto fofo es cuando el tal Rubiales tuvo un arrebato de alegría por la victoria del equipo, que en parte, como es fácil de entender, es también un triunfo suyo, y se le ocurrió darle un beso en los labios a una jugadora.

Cien mil comentaristas, incluidos el presidente y la vicepresidenta del Gobierno, han encontrado en esa chorrada intrascendente una buena excusa para rasgarse las vestiduras, exhibir sus convicciones buenistas y feministas, insultar impunemente al calvo de marras llamándole desde «machirulo» a «agresor», pasando por «señoro» (esto último, los comentaristas más crueles), y exigirle, primero, que se excuse, pero no con la boca pequeña sino que se excuse en serio, que reconozca el terrible daño que ha causado, que muestre arrepentimiento y propósito de enmienda, que se humille de verdad. Y una vez conseguido esto, que dimita, pues el pico en los labios hay que considerarlo una agresión sexual IN-TO-LE-RA-BLE.

Ahora bien, como el tal Rubiales se resiste a renunciar a su cargo, que lleva aparejado un sueldo suculento, y la entidad que preside es de carácter privado, de manera que ni el presidente ni el Papa de Roma pueden imponerle la dimisión, los siguientes pasos del linchamiento, a los que ahora estamos asistiendo, consisten en hurgar en toda su trayectoria, buscando –y encontrando, como es inevitable— otros momentos chuscos, ordinarios, de mal gusto o algo peor, que justifiquen el acoso, y en convencer a la jugadora besada de que en realidad ha sido víctima no de un beso sino de una violación. Estamos a la espera de que Jenni Hermoso explique que, desde el beso, se siente traumatizada y no ha podido dormir.

«El clásico cherchez la femme ya no explica nada; la lógica contemporánea impone un cherchez l’argent»

¿Pero por qué tal ensañamiento general, precisamente cuando Rubiales y su equipo han demostrado su eficacia en la gestión del campeonato de fútbol femenino? ¿A qué obedece esta campaña?

Por una parte, tal como he señalado al principio, al aburrimiento veraniego y al narcisismo de mostrarse virtuosos, buenos, feministas.

En segundo lugar, supongo que obedece a luchas de poder y dinero entre diferentes agentes y estamentos del deporte y el entretenimiento. El clásico cherchez la femme ya no explica nada; la lógica contemporánea impone un cherchez l’argent

Pero en tercer lugar este linchamiento, como otros anteriores a los que hemos asistido, menos virulentos, tiene todo el aspecto de un acto sacrificial u ofrenda de expiación a una deidad social sin nombre, para compensar los sentimientos latentes de disgusto y vergüenza nacional que han difundido entre nosotros el malestar económico y el impasse político, con sus exigencias de pactos vergonzantes. Aquí, en la ejecución colectiva de Rubiales, todos podemos estar de acuerdo, y olvidarnos de las ofensas reales que sufrimos, y de las cosas repugnantes que respaldamos y respaldaremos.

Si fuera yo más malpensado y retorcido, todavía habría detectado un cuarto y paradójico motivo: se ha orquestado este escándalo con el propósito inconsciente de tapar, o de minimizar, el gran éxito del equipo femenino de fútbol. Se procura oscurecer o manchar por contacto el éxito de las jugadoras:

¡Es el mismo atavismo machista el que acusa a Rubiales de machista!

26 Agosto 2023

Mala gente

Félix de Azúa

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«El caso Rubiales oculta que Sánchez ha colocado a una de las funcionarias más incompetentes del elenco progresista en la tercera jerarquía del Estado»

El Rey (aún) de España le ha dado prioridad a Feijóo y este se presentará como primer candidato a la elección presidencial. Al instante, un empleado de Sánchez llamado Bolaños salió a vociferar que eso era inútil y efímero, una opinión que han repetido sumisamente los periódicos y otros medios de comunicación del búnker sanchista.

En realidad, el empleado y sus ecos no comprenden (no conciben, ignoran) que el Rey no ha hecho otra cosa que cumplir con su obligación constitucional. Y es que, lo que venía a decir el asistente era que, de haber sido Rey, él habría dado la primacía a su jefe, el funcionario, o sea, en funciones, Sánchez. No hay reptil más digno de lástima que la serpiente del Paraíso y los estómagos agradecidos.

Todo lo cual ha quedado en el olvido inmediato porque otro funcionario, en este caso un calvo llamado, paradójicamente, Rubiales, le pegó un beso embarazoso a una futbolista que no era de su edad. Salieron en manada las puritanas de Podemos reclamando el despido del empleado. Aquel desmán recordaba los besos en la boca de los presidentes rusos y los de algunos miembros de su partido cuando Iglesias aún gastaba coleta. Bien es verdad que eran consentidos. Quizás el calvo Rubiales no habría tenido ningún problema si hubiera dirigido su fogoso saludo al entrenador del equipo.

«Aunque Feijóo, gracias a un milagro de Santa Rita, lograra formar gobierno, los socialistas (¿españoles?) estarían día tras día prendiendo fuego a los bosques democráticos hasta dejar el Parlamento como el desierto de Gobi»

Todo lo cual está ocultando que el primer triunfo de Sánchez en su ansia irreprimible por volver al Falcon ha sido colocar a una de las funcionarias más incompetentes del abundante elenco progresista, en la tercera jerarquía del Estado. Mi admirado colega Andreu Jaume ha publicado un artículo extraordinario sobre esta mujer, Armengol, en un diario de circulación nacional que nos ahorra dar cuenta de la pobre señora agobiada por ser valenciana y no catalana, que a ella le parece más elegante. Vayan ustedes a las hemerotecas, no hace falta añadir nada.

El asunto más grave, sin embargo, es que, habiendo perdido las elecciones, el ahora en funciones ha ido situando a sus esbirros en lugares estratégicos de modo que, aunque al final no pueda formar gobierno, sí podrá asediar a los ganadores hasta matarlos de sed. Es muy interesante ir constatando en lo que se han convertido los socialistas españoles (si es que aún lo son), que ahora no sólo se pretenden nacionalistas periféricos y enemigos de la constitución, sino también corsarios de la democracia. Cada vez recuerdan más a Largo Caballero.

Que no quede ni un socialista que no sea alguien a sueldo es, posiblemente, una exageración, pero se van aproximando gracias a la vandalia más brutal de Sánchez que es la colosal deuda que va a dejar en herencia a sus hijos, nietos y biznietos, el efecto de ir comprando uno por uno a todos sus sustentáculos, desde los fiduciarios del terrorismo vasco a los partidarios de acabar con los españoles que viven en las provincias catalanas.

El panorama se va tiñendo de negro. Y aunque Feijóo, gracias a un milagro de Santa Rita, lograra formar gobierno, los socialistas (¿españoles?) estarían día tras día prendiendo fuego a los bosques democráticos hasta dejar el Parlamento como el desierto de Gobi. No quedan muchas esperanzas, pero por lo menos que no nos cojan haciendo calceta. Y eso que, de momento, el futuro se tiñe de negro. Confiemos en que no se tiña de rojo.

27 Agosto 2023

Un patán y una turba de fanáticos

Álvaro Nieto

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Todo el mundo debe retratarse: el que no transmita su repulsa se expone a ser tildado de machista. Parecen otros tiempos, pero es la España del siglo XXI

A estas alturas de la película, hay pocas dudas de que Luis Rubiales no es digno del importante cargo que ocupa. Su bochornoso comportamiento durante la celebración del reciente mundial de fútbol es incompatible con las más elementales normas de decoro que son exigibles al presidente de una institución como la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Es verdad que el mundo del balón no suele caracterizarse por el refinamiento, pero esas formas de patán (según la Real Academia, «persona zafia y tosca») no pueden ser aceptables en nadie entre cuyo cometido esté llevar el nombre de España por el mundo. Y no fue solo el beso, sino los tocamientos en el palco, la sobreactuación en la entrega de medallas (en claro contraste con la Reina y la infanta), el manoseo a todas las chicas y el excesivo afán de protagonismo de un directivo que debía haber dejado todo el foco para las jugadoras.

¿Es posible que todo ello fuera fruto de la euforia del momento? Puede ser, pero las explicaciones dadas por Rubiales a posteriori tampoco facilitan la indulgencia: desde su primera reacción en la Cadena Cope insultando a los que le criticaban, hasta ese vergonzoso vídeo grabado en el aeropuerto de Doha de camino a España. Las disculpas llegaron muy tarde y sonaron fatal.

Dicho lo cual, hay algunas cosas que conviene precisar. Que a miles de personas nos parezca mal la actuación de Rubiales no le convierte inmediatamente en un peligroso delincuente. Al menos hasta que no lo diga la Justicia. ¿Es el beso a Jenni Hermoso violencia sexual como se está diciendo? Eso lo tendrán que dirimir los tribunales, a ser posible a partir de una querella de la propia afectada, y deberá ser en aplicación de la legislación vigente, no según el particular concepto de machismo que tenga cada cual. Aquí puede opinar todo el que quiera, pero la turba enfurecida ni puede ni debe hacer Justicia, por mucho que hasta una parte del Gobierno ya haya dictado sentencia de antemano.

El Ejecutivo, a través del presidente del Consejo Superior de Deportes, Víctor Francos, ha anunciado que quiere que el ‘Caso Rubiales’ se convierta en el ‘Me Too’ español, es decir, algo así como lo que fue el ‘caso Weinstein’ en Hollywood. Semejante afirmación es de enorme gravedad, pues da por hecho que el mundo del deporte femenino está plagado de comportamientos contra la dignidad de las mujeres. Y algo así parecen sugerir también las propias campeonas del mundo cuando en su comunicado conjunto piden «cambios estructurales reales» y afirman con rotundidad que «no volverán a una convocatoria de la Selección si continúan los actuales dirigentes».

Ese plural («actuales dirigentes») es muy inquietante, pues ya no apuntan solo a Rubiales, sino que extienden automáticamente la sombra de la sospecha sobre no sabemos quiénes y sin tampoco conocer cuáles son los delitos que se les imputan. Por eso convendría que si alguien tiene algo que desvelar aparte de las imágenes que todos hemos visto por la tele, que por favor dé un paso al frente, nos diga lo que está pasando y, a ser posible, que presente la correspondiente denuncia en los tribunales. Ninguna conducta ilícita debe quedar impune, pero lo que no vale es desatar una caza de brujas y sugerir que todo el que haya estado a menos de cinco metros de Rubiales es un sinvergüenza asqueroso que debe ser aniquilado.

Porque eso es en realidad en lo que ha derivado toda esta historia, en una cacería sin precedentes en donde, aparte de Rubiales, hay que aprovechar la circunstancia para acabar también con el seleccionador nacional, Jorge Vilda, y con el entorno de ambos, por supuesta complicidad con el primero. Hasta ha habido medios de comunicación que han elaborado listas con los nombres de todos los que aplaudieron el discurso de Rubiales en la asamblea de la RFEF del pasado viernes. Y el colmo del señalamiento lo estamos viendo aún: quien no salga a defender con ardor a Jenni Hermoso y a poner de vuelta y media a Rubiales es cómplice de los siete males, y esto vale tanto para cualquier deportista que se precie como para los políticos, especialmente si son de derechas. El silencio se considera cómplice: hay que repudiar a Rubiales. Todo el mundo debe retratarse: el que no emita un comunicado de repulsa se expone a ser tildado de machista. Parecen otros tiempos, pero es la España del siglo XXI.

Definitivamente, esto se ha ido de madre, y buena parte de la culpa la tienen los medios de comunicación, que han hinchado la bola ante la ausencia de otras noticias en agosto y al calor de cuatro políticos sin escrúpulos, que han visto una oportunidad de oro para justificar sus discursos de odio. Una vez más, se trata de trasladar la idea de que España es el paraíso del machismo y de que hay total impunidad.

Si hay abusos en el mundo del fútbol femenino habrá que denunciarlos, investigarlos y, llegado el caso, castigarlos. Pero conviene no engañarse: Rubiales debió haber salido de la RFEF hace tiempo, porque la lista de escándalos a sus espaldas es larga. Sin embargo, muchos de los medios que ahora claman por su salida han mirado todos estos años para otro lado. Mientras algunos hacíamos periodismo, otros prefirieron guardar silencio, precisamente los mismos que durante las primeras horas tras el mundial quitaron hierro a la conducta de Rubiales… pero que luego se vieron obligados a sumarse al linchamiento al oler a sangre.

29 Agosto 2023

Los últimos de Rubiales

Idafe Martín Pérez

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Rubiales está solo. Los seleccionadores nacionales masculino y femenino, la FIFA, el Gobierno, los partidos políticos, los caciques de las federaciones territoriales y los medios de comunicación se han colocado en su contra. Sólo le queda su madre y un medio de comunicación

Rubiales está solo. Los seleccionadores nacionales masculino y femenino, la FIFA, el Gobierno, los partidos políticos, los caciques de las federaciones territoriales y los medios de comunicación se han colocado en su contra. Sólo le queda su madre y un medio de comunicación, ‘The Objective’, que parece haber descubierto que alguien debe cubrir el espacio que dejan en el sector machista de la sociedad. Lo de este digital no parece espontáneo, sino una decisión tomada poco después de la agresión de Rubiales a Jennifer Hermoso.

El pistoletazo de salida lo dio el pasado miércoles Guadalupe Sánchez. Desde entonces, el diario digital de membrete amarillento ha publicado 16 columnas en las que o se defiende directamente a Rubiales o se acusa a los demás medios de utilizar el caso Rubiales para tapar otros asuntos. El viernes Francesc de Carreras escribió que “el fútbol femenino puede convertirse en fuente de dogmatismo puritano”, que la agresión fue “una tontería”, que hay una “policía secreta feminista” y que con reacciones así vamos al totalitarismo.

‘The Objective’ siguió así durante días. Ignacio Vidal-Folch escribió que era «una chorrada intrascendente», Jordi Bernal que Rubiales es «sólo un macho decadente y perplejo», Javier Benegas que la izquierda en este asunto es «mojigata» y que sólo fue «el beso de un patán», que «cuando el pánico moral se desata, los juicios racionales desaparecen y son suplantados por juicios morales». Rebeca Argudo que el beso no le interesa nada, que es una instrumentalización ideológica y que Yolanda Díaz «defiende dinamitar la separación de poderes» y meterse «en las esferas privadas». Cada uno con sus obsesiones.

Ricardo Dudda dice que la sociedad está muy sensible y que el beso forzado fue «una torpeza». Félix de Azúa que «el caso Rubiales» sirve para ocultar la elección de Francina Armengol, que publicó todo dios, como presidenta del Congreso. José María Albert de Paco escribe que Jennifer Hermoso «se abalanza sobre Rubiales». Dante Augusto Palma dice que es que a la gente le gusta «linchar a algún personaje público» y Marta Martín Llaguno que todo es un «artilugio (de la izquierda) para captar la atención, una cortina de humo». Jorge Vilches dice que es una «caza de brujas feminista» y David Mejía que «la opinión pública ha sido jaleada por una presión mediática incansable». ¿De dónde sale todo esto? Álvaro Nieto, director de este digital que va adelantando por la derecha a parte de la ‘fachosfera’ y antiguo redactor jefe de ‘El País’, dio el tono al escribir que Rubiales es sólo un patán acosado por una turba de fanáticos. Una pobre víctima. Olvidó decir que su digital encontró un nicho de negocio en escribir para los machistas, que se habían quedado huérfanos.