12 marzo 1981

Indignación de la toda la clase política catalana con el documento liderado por Amando de Miguel, Carlos Sahagún, Federico Jiménez Losantos y Santiago Trancón

Se difunde el ‘Manifiesto de los 2.300’ contra la inmersión lingüística en Catalunya de Pujol por considerar que discrimina al castellano

Hechos

El 12.03.1981 el DIARIO16 publicó el ‘Manifiesto de los 2.300’ en defensa de que el castellano tuviera el mismo peso que el catalán en Cataluña.

Lecturas

El 25 de enero de 1981 inició su difusión el manifiesto ‘Por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña’ en defensa del uso del idioma castellano en Cataluña frente a una presunta discriminación de este idioma por parte de la Generalitat de Cataluña. Estaba firmado por 2.300 personas encabezadas por D. Amando de Miguel Rodríguez, D. Carlos Sahagún Beltrán, D. Federico Jiménez Losantos y D. Alberto Cardín Garay. El manifiesto no es difundido en prensa hasta que el 12 de marzo lo publica Diario16 en Madrid. Contra el manifiesto se publican entonces editoriales de los principales periódicos catalanes La Vanguardia (D. Horacio Sáenz Guerrero) y El Periódico de Catalunya (D. Antonio Franco Estadella). También columnistas como D. Carlos Barral Agesta en Diario16 y, finalmente, el día 5 de mayo el propio diario El País de D. Juan Luis Cebrián Echarri y D. Javier Pradera Cortázar calificará en un editorial a los promotores del manifiesto de ‘anti-catalanes’.

CiU, PSC, ERC y UCD-Catalunya

manifiesto_criticas

Cuando el Gobierno del Sr. Pujol ordenó que el BOE pasara a publicarse exclusivamente en catalán en su comunidad, los españolistas respondieron con el “Manifiesto de los 2.300” del 25 de enero de 1981 donde esos 2.300 firmantes – que encabezaban don Amando de Miguel y don Federico Jiménez Losantos – se pronunciaban en defensa del uso oficial del castellano en Cataluña. El manifiesto fue reproducido por DIARIO16 en marzo de 1981: “ninguna razón democrática justifica el convertir el catalán en la única lengua oficial de Cataluña (…).  ¿En virtud de qué principio puede negarse a los hijos de los emigrantes de cualquier lugar de España el acceso directo a esa lengua y a ese patrimonio cultural? (…)

Heribert Barrera: «¡Hay que despreciar a esos firmantes!»

heribert_barrera_2 D. Heribert Barrera, presidente del Parlamento de Catalunya y secretario general de la formación política Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se mostró indignado con la publicación del manifiesto. Consideró una bajeza que lo hicieran público tras el 23-F. Consideró que la única lengua atacada era el catalán y que era la que debía ser defendida y propuso que se ‘despreciara’ a los firmantes del manifiesto.

anton_canyellas_1980 D. Antón Cañellas Bacells, presidente de la UCD en Catalunya, descalificó el manifiesto y consideró que no existía ningún problema de discriminación en Catalunya contra ninguna lengua.

JiménezLosantos_joven Entre los firmantes del manifiesto de los 2.300 destaca el escritor D. Federico Jiménez Losantos, editor de revistas culturales en Catalunya de carácter muy trasgresor y colaborador habitual del diario EL PAÍS. El Sr. Jiménez Losantos, antiguo militante comunista en el PSUC, apoyó al Partido Socialista Andaluz (PSA) en las últimas elecciones al Parlamento catalán, que sacó 2 escaños.

12 Marzo 1981

MANIFIESTO. POR LA IGUALDAD DE LOS DERECHOS LINGÜÍSTIOS EN CATALUÑA

Amando de Miguel, Carlos Sahagún, F. Jiménez Losantos y Santiago Trancón

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No hay ninguna razón democrática que justifique convertir el catalán en la única lengua oficial de Cataluña, ni el uso casi exclusivo del catalán en reuniones oficiales, con desprecio público del uso del castellano, como ha ocurrido en el mismo Parlamento Catalán, en el que un parlamentario abandona ostensiblemente airado la sala en cuanto alguien hablaba en castellano

Los abajo firmantes, intelectuales y profesionales que viven y trabajan en Cataluña, conscientes de nuestra responsabilidad social, queremos hacer saber a la opinión pública las razones de nuestra profunda preocupación por la situación cultural y lingüística de Cataluña. Llamamos a todos los ciudadanos demócratas para que suscriban, apoyen o difundan este manifiesto, que no busca otro fin que restaurar un ambiente de libertad, tolerancia y respeto entre todos los ciudadanos de Cataluña, contrarrestando la tendencia actual hacia la intransigencia y el enfrentamiento entre comunidades, lo que puede provocar, de no corregirse, un proceso irreversible en el que la democracia y la paz social se vean gravemente amenazadas.

No nace nuestra preocupación de posiciones o prejuicios anticatalanes, sino del profundo conocimiento de hechos que vienen sucediéndose desde hace unos años, en que derechos tales como los referentes al uso público y oficial del castellano, a recibir la enseñanza en la lengua materna o a no ser discriminado por razones de lengua (derechos reconocidos por el espíritu y la letra de la Constitución y el Estatuto de Autonomía), están siendo despreciados, no sólo por personas o grupos particulares, sino por los mismos poderes públicos sin que el Gobierno central o los partidos políticos parezcan dar importancia a este hecho gravísimamente antidemocrático, por provenir precisamente de instituciones que no tienen otra razón de ser que la de salvaguardar los derechos de los ciudadanos.

No hay, en efecto, ninguna razón democrática que justifique el manifiesto propósito de convertir el catalán en la única lengua oficial de Cataluña, tal como lo muestran, por ejemplo, los siguientes hechos: presentación de comunicados y documentos de la Generalidad exclusivamente en catalán; uso casi exclusivo del catalán en reuniones oficiales, con desprecio público del uso del castellano, como ha ocurrido en el mismo Parlamento Catalán, en el que un parlamentario abandona ostensiblemente airado la sala en cuanto alguien hablaba en castellano; nuevas rotulaciones públicas exclusivamente en catalán; declaraciones de organismos oficiales y de responsables de cargos públicos que tienden a crear confusión y malestar entre la población castellanohablante, como las recientes del Colegio de Doctores y Licenciados de Cataluña y otras emanadas de responsables de las Consejerías de Cultura y Educación de la Generalidad; proyectos de leyes, como el de «normalización del uso del catalán», tendentes a consagrar la oficialidad exclusiva del catalán a corto o medio plazo.

Partiendo de una lectura abusiva y parcial del artículo 3 del Estatuto, que habla del catalán como «lengua propia de Cataluña» –afirmación de carácter general y no jurídico–, se quiere invalidar el principio jurídico que el mismo articulado define a renglón seguido al afirmar que el castellano es también lengua oficial de Cataluña. No podemos aceptar su desaparición de la esfera oficial, sencillamente porque la mitad de la población de Cataluña tiene como lengua propia el castellano y se sentiría injustamente discriminada si las instituciones no reconocieran –de hecho– la oficialidad de su lengua. El principio de cooficialidad, pensamos, es jurídicamente muy claro y no supone ninguna lesión del derecho a la oficialidad del catalán, derecho que todos nosotros defendemos hoy igual que hemos defendido en otro tiempo, y acaso con más voluntad que muchos de los personajes públicos que ahora alardean de catalanistas.

No nos preocupa menos contemplar la situación cultural de Cataluña, abocada cada día más al empobrecimiento, de continuarse aplicando la política actual tendente a proteger casi exclusivamente las manifestaciones culturales hechas en catalán, como lo mostraría una relación de las ayudas económicas otorgadas a instituciones oficiales o particulares, grupos de teatro, revistas, organización de actos públicos, jornadas, conferencias, &c. La cultura en castellano empieza a carecer de medios económicos e institucionales no ya para desarrollarse, sino para sobrevivir. Esta marginación cultural se agrava si pensamos que la mayoría de la población castellanohablante está concentrada en zonas urbanísticamente degradadas, donde no existen las más mínimas condiciones sociales, materiales e institucionales que posibiliten el desarrollo de su cultura.

Resulta en este sentido sorprendente la idea, de claras connotaciones racistas, que altos cargos de la Generalidad repiten últimamente para justificar el intento de sustitución del castellano por el catalán como lengua escolar de los hijos de los emigrantes. Se dice sin reparo que esto no supone ningún atropello, porque los emigrantes «no tienen cultura» y ganan mucho sus hijos pudiendo acceder a alguna. Sólo una malévola ignorancia puede desconocer que todos los grupos emigrantes de Cataluña proceden de solares históricos cuya tradición cultural en nada, ciertamente, tiene que envidiar a la tradición cultural catalana, si más no, porque durante muchos siglos han caminado juntas construyendo un patrimonio cultural e histórico común.

Que una desgraciada situación económica y social obligue a ciento de miles de familias a dejar su tierra, es ya lo bastante grave como para que, además, quiera acentuarse su despojo con la pérdida de su identidad cultural. Cuando esta situación se da, cumple a la sociedad el remediar en los hijos la injusticia cometida con sus padres. Nadie, sea cual sea su origen, nace culto, pero todos nacen con el inalienable derecho a heredar y acrecentar la cultura que sus padres tuvieron o debieron tener. Nadie nace con una lengua, pero todos tienen derecho a acceder a la cultura mediante ese vínculo afectivo que une al niño con sus padres y que, además, comporta toda una visión del mundo: su lengua. Que este principio pedagógico elemental tenga que ser hoy reivindicado en Cataluña prueba nuevamente la gravedad de la situación.

Resulta, por tanto, insostenible la torpe maniobra de pretender que esa inmensa mayoría de emigrantes, que comparte la lengua castellana, no forma una comunidad lingüística y cultural, sino que sólo posee retazos de culturas diversas reducidas a folklore. Que digan esto los mismos y razonables defensores de la unidad idiomática de Cataluña, Valencia y Baleares –unidad si acaso, menor que la de las diversas hablas del castellano– resultaría risible si la intención no fuera disgregar esa conciencia cultural común. ¿Habrá que recordar que pertenecemos a una comunidad lingüística y cultural de cientos de millones de personas y que la lengua de Cervantes, en la actualidad, no es ya el viejo romance castellano, sino el fruto de aportaciones de todos los pueblos hispánicos? ¿En virtud de qué principio puede negarse a los hijos de los emigrantes de cualquier lugar de España el acceso directo a esa lengua y a ese patrimonio cultural? ¿Acaso en nombre del mismo despotismo que pretendió borrar de esta misma tierra una lengua y una cultura milenarias? La historia prueba que esto fracasa.

No parece, por tanto, que la integración que se busca pretenda otra cosa que la sustitución de una lengua por otra, sustitución que ha de realizarse «de grado o por fuerza», como se empieza a decir, mediante la persuasión, la coacción o la imposición según los casos, procurando, eso sí, que el proceso sea «voluntariamente aceptado» por la mayoría. Se dice que la coexistencia de dos lenguas en un mismo territorio es imposible y que, por tanto, una debe imponerse a la otra; principio éste no sólo contrario a la experiencia cotidiana de la mayoría de los ciudadanos de Cataluña –que aceptan de forma espontánea la coexistencia de las dos lenguas–, sino que, de ser cierto, legitimaría el genocidio cultural de cerca de tres millones de personas.

Se suele presentar en contra de las afirmaciones dichas hasta aquí, el hecho conocido de que gran parte de los medios de comunicación (cine, televisión, prensa), siguen expresándose en castellano, por lo que esta lengua no corre ningún peligro. No creemos que pueda ser negativo el que existan medios de comunicación que se expresen en castellano; si acaso, sería deseable que su castellano fuera mejor y que no informaran tan poco y tan mal sobre la comunidad de lengua castellana y sus problemas. Lo único negativo sería que no se crearan otros tantos medios, o más, de expresión en catalán.

Por otra parte, de esta falta de medios de comunicación en catalán no son responsables los castellanohablantes. Póngase remedio a esta situación en sentido positivo, construyendo y desarrollando la lengua y cultura catalanas, y no intentando empobrecer y desprestigiar la lengua castellana. Se evidencia cierta falta de honestidad para afrontar las verdaderas causas lingüísticas, culturales y políticas que puedan impedir el desarrollo de la cultura catalana en este intento de culpabilizar a los castellanohablantes de la situación por la que atraviesa la lengua catalana. Hay, por ejemplo, razones comerciales evidentes a las que nunca se alude y cuya responsabilidad no recae precisamente en los no catalanes.

No podemos pasar por alto en este análisis la situación de la enseñanza y los enseñantes. El ambiente de malestar creado por los decretos de traspasos de funcionarios ha puesto de manifiesto una problemática a la que ni el Gobierno central ni el Gobierno de la Generalidad quieren dar una respuesta seria y responsable. No se quiere reconocer la existencia de dos lenguas en igualdad de derechos y que, por tanto, la enseñanza ha de organizarse respetando esta realidad social bilingüe, mediante la aplicación estricta del derecho inalienable a recibir la enseñanza en la propia lengua materna en todos los niveles. El derecho a recibir la enseñanza en la lengua materna castellana ya empieza hoy a no ser respetado y a ser públicamente contestado, como si no fuera este derecho el mismo que se ha esgrimido durante años para pedir, con toda justicia, una enseñanza en catalán para los catalanoparlantes.

De llevarse adelante el proyecto de implantar progresivamente la enseñanza sólo en catalán –no del catalán, que indudablemente sí defendemos–, los hijos de los emigrantes se verán gravemente discriminados y en desigualdad de oportunidades con relación a los catalanoparlantes. Esto supondrá, además, y como siempre se ha dicho, un «trauma» cuya consecuencia más inmediata es la pérdida de la fluidez verbal y una menor capacidad de abstracción y comprensión.

Se intenta defender la enseñanza exclusivamente en catalán con el argumento falaz de que, en caso de que se respetara también la enseñanza en castellano, se fomentaría la existencia de dos comunidades enfrentadas. Falaz es el argumento porque el proyecto de una enseñanza sólo en catalán puede ser acusado –y con mayor razón– de provocar esos enfrentamientos que se dice querer evitar. Se quiere ignorar, por otra parte, que actualmente ya existe esa doble enseñanza en castellano y catalán, para demostrar lo cual bastaría hacer una estadística de los colegios en los que se dan clases exclusivamente en catalán y aquéllos en los que se sigue dando en castellano. Mayor causa de enfrentamientos será, indudablemente, que se respeten los derechos lingüísticos de unos y no los de otros.

Tampoco podrán achacarse a la coexistencia de las dos lenguas los posibles conflictos nacidos de las diferencias sociales que coinciden en gran parte con las existentes entre catalano y castellanohablantes. Desde esta perspectiva no cabe duda de que la lengua se ha convertido en un excelente instrumento para desviar legítimas reivindicaciones sociales que la burguesía catalana no quiere o no puede satisfacer, aunque la deuda que la sociedad catalana tiene para con la emigración sea inmensa y en justicia merezca mucho mejor trato. Sin embargo, en este momento de crisis el conocimiento del catalán puede ser utilizado –y ya lo está siendo–, como arma discriminatoria y como forma de orientar el paro hacia otras zonas de España. En efecto, el ambiente de presiones y de malestar creado ha originado ya una fuga considerable no sólo de enseñantes e intelectuales, sino también de trabajadores. No es menos criticable el acoso propagandístico creado en torno a la necesidad de hablar catalán si se quiere «ser catalán» o simplemente vivir en Cataluña. Se ha pretendido con esta propaganda identificar a la clase obrera con la causa nacionalista, y aunque se ha fracasado en este empeño, la mayoría de los trabajadores se están viendo obligados a aceptar que las expectativas, no ya de promoción social, sino simplemente de que sus hijos prosperen, no pueden pasar por serlo. Se llega así a la degradante situación de avergonzarse de su origen o su lengua ante los propios hijos, a cambiarles el nombre. Esta humillante situación constituye una afrenta a la dignidad humana y es hora ya de denunciarla públicamente.

Mientras no se reconozca políticamente la realidad social, cultural y lingüísticamente plural de Cataluña y no se legisle pensando en respetar escrupulosamente esta diversidad, difícilmente se podrá intentar la construcción de ninguna identidad colectiva. Cataluña, como España, ha de reconocer su diversidad si quiere organizar democráticamente la convivencia. Es preciso defender una concepción pluralista y democrática, no totalitaria, de la sociedad catalana, sobre la base de la libertad y el respeto mutuo y en la que se pueda ser catalán, vivir enraizado y amar a Cataluña, hablando castellano. Sólo así podrá empezarse a pensar en una Cataluña nueva, una Cataluña que no se vuelque egoísta e insolidariamente hacia sí misma, sino que una su esfuerzo al del resto de los pueblos de España para construir un nuevo Estado democrático que respete todas las diferencias. No queremos otra cosa, en definitiva, para Cataluña y para España, que un proyecto social democrático, común y solidario.

Barcelona, 25 de enero de 1981

2.300 firmas encabezadas por Amando de Miguel, Carlos Sahagún, F. Jiménez Losantos, Santiago Trancón

13 Marzo 1981

Manifiesto con plumero

EL PERIÓDICO de Catalunya (Director: Antonio Franco)

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En la misma lengua en que ha sido escrito, acusamos recibo del manifiesto injusto, apasionado y sectario publicado ayer por DIARIO16, en el que, según se afirmaba 2.300 profesionales e intelectuales residentes en Catalunya reivindican, en nombre de la cultura castellana ‘la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña’.

Un manifiesto va dirigido siempre a la opinión pública y es en nombre de esta opinión pública, de la que este diario no quiere vivir desconectado, por lo que nos hacemos eco del documento que ya hemos calificado de injusto, apasionado y sectario, y que, en momentos como los presentes, sonará a música celestial en determinados ambientes contrarios al desarrollo de los procesos autonómicos, imposibles sin un contexto democrático en España, aunque sin ellos la democracia española sería incompletaen las nacionalidades y regiones hist´ricas, entre las que, en lugar preminente, figura la catalana.

Estas afirmaciones deberían resultar obvias, pero, por lo visto, resultan aún necesarias, sobre todo cuando se parte de supuestos de ‘intransigencia y enfrnetamiento entre comunidades basados en la lengua’, tendentes a un ‘genocidio cultural’ de los castlelano-hablantes, convirtiendo ‘la lengua en un excelente instrumento para desviar legítimas reivindicaciones sociales que la burguesía catalana no quiere o no puede satisfacer».

Quienes han puesto su firma al pie del manifiesto – entre los que figura gente que en otras cuestiones adopta posturas razonables – saben muy poco del pragmatismo catalán, compartido por todos los grupos políticos. Gracias a él, por mucho que legítimamente se estimule la normalización y el uso de la lengua catalana, no se caerá en exclusiones de tipo cultural y lingüístico.

Generalizar en las instituciones y los grupos políticos, unas actitudes quizá sentidas minoritariamente, aunque socialmente no compartidas por la mayoría de los catalanoparlantes nos parece una falsedad, desgraciadamente proclamada en nombre del a democracia, pero que complacerá a los oídos de los adversarios de esta misma democracia en Catalunya y en el resto de España. No ‘tanto en Cataluña, como España’, expresión que se utiliza equivocadamente en este manifiesto injusto, apasionado y sectario.

14 Marzo 1981

Convivencia y libertad

LA VANGUARDIA (Director: Horacio Sáenz Guerrero)

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En estos momentos, atacar a la Generalitat de Cataluña es atacar a la Democracia, a la Corona y a la Constitución, porque son par tesde un todo que es el Estado español.

Desde los días de su ya lejana fundación, LA VANGUARDIA se ha esforzado siempre en mantener una línea liberal, dialogante y de absoluto respeto a las realidades de la sociedad. Y lo ha hecho con el convencimjento de que esta actitud era la mejor apórtación a la convivencia y a la concordia ciudadana. Su tradicional moderación no es más que la consecuencia natural de esta posición morl ante’ los hechos y los aconteci rniefltos • Nuestra vida nace y se desarrolla en Cataluña y se’nutre de la realidad cata lana,de -surnanera de ser, de su cultura, de stivirtudesy defectos. Pero al mismo flernpo desde sus momentos auro rale la trayectoria del periódico es abiertamerite,qénerosamen y lealmen te española. Está, pues, en una posición privilegiada ara analizar todas las si tuaciones que se deriven de las posibles incomprensiones generadas —con bue na fe o con turbia intención— por quienes, de una u otra parte, no quieren en tender que toda vida en común es un esfuerzo de fraternidad solidario y de comprensión del otro.

No hemos aprovechado jamás las posiblemente legítimas reacciones de unos grupos determinados de uno u otro sig no, a veces muy numerosos y con un indudable peso específico en la sociedad catalaha, para dividirla. Nunca hemos iniciado ni nos hemos apuntado a campañas que pueden dañar la voluntad común de convivencia, porque es dolorosamente inevitable que en estos casos domine más la pasión que la inteligencia y se mezclen, incluso involuntariamente, verdades, falsedades y exageraciones. Es su técnica y su sino. Hoy publicamos el texto íntegro del manffíesto sobre una supuesta discrimi nación lingüística de los castellanopar lantes en Cataluña, para que el lector juzgue y pueda interpretar este comen tario editoraI. Este documento se pu blica en un periódico de Madrid un mes y medio después de haber sido fechado y con el atentado a la Constitución su fridó, en medio. CóMra cualq CóMra cualquier manipulación de la tealidad es.taremos siempre dispuestos a aportar un meditado y sereno juicio, por que nos hemos dolido en toda ocasión de las desastrosas consecuencias de la falta de respeto a los derechos inalie nables’ qi m.arcan al hombre, que no sólo es hija de su tiempo sino que lleva sobre sus espaldas la carga de una his toria y una cultura de siglos.

Creemos, por lo pronto, que sería inadmisible la continuidad de actitudes acusatorias porque pueden atentar a la frágil estabilidad de las instituciones. A no ser, naturalmente, que sus autores, inspiradores o simples seguidores pre tendan precisamente atentar contra las instituciones democráticas, que son las que sufrirán las consecuencias de la campaña. Pero aun así, hay que evitar que se extiendan en una cadena peli grosa de réplicas y contrarréplicas. Conviene asimismo que si ha habido algún exceso, se rectifique. La situación tio está para excesos. Todo es dema siado débil aún. El momento exige e! sacrificio de la comprensión más allá incluso de la legítima razón y la ofrenda del más alto y abnegado sentido de la -esponsabil idad. En saberlo entender puede estar la grandeza de la gestión, más que en cualquier gesto testimonial poco realista. Urge evitar que conio consecuencia de esta pequeña guerra llegue a per derse la armonía que hasta ahora haim perado en Cataluña, gracias a la sensi bilidad y al sentido solidario de sus polí ticos y de los hombres y mujeres de una y otra procedencia. Afortunadamente los grandes nombres de lengua castellana nue hace años viven en Cataluña y son queridos y respetados por todos, no. figu.. ran en la parva selección de los firman tes del documento. Esto conforta nues tro ánimo y nos permite confiar en el futuro elaborado sobre las bases dura deras del acuerdo cordial y, el respeto comunes, que son el secreto último y verdadero de la vida democrática.

No ignoramos que se vive en España un momento político que requiere renuncias inevitables. Las cosas han venido así y no de otra manera. Pero nos parece un recurso demasiado fácil, a pesar de que puede encontrar amplio eco, resu citar el «problema catalán».

En estos momentos, atacar a la Generalitat de Cataluña es atacar a la Democracia, a la Corona y a la Constitución, porque son par tesde un todo que es el Estado español. Y esta Generalitat ha demostrado que no se siente pieza aparte de España, sino todo lo contrario: una garantía de esta bilidad y de vertebración, con más segu ridades que las que ofrece la resurrec ción de las viejas y tristess maneras de otros tiempos y otras crispaciones. En definitiva, no se trata de otra cosa que del buen uso general de la libertad

El Análisis

¿DOBLE LENGUAJE?

JF Lamata

¿Por qué molestó tanto un manifiesto formado por 2.300 personas encabezadas por un puñado de intelectuales escasamente conocidos fuera del círculo del ‘intelectualismo’ catalán del momento? Acaba de empezar la Transición, a los políticos de Madrid les interesaba convencer que el ‘problema catalán’ estaba resuelto con la Generalitat catalana y su presi, D. Jordi Pujol, y ahora saltaban un grupito a quejarse de no-sé-qué movida de idiomas, debieron pensar en aquel momento.

Ciertamente el Sr. Pujol parecía ser el amigo perfecto de España, hacía discursos de concordia entre Madrid-Catalunya y de defender una identidad catalana dentro de España sin desvaríos independentistas. Ergo, parecía ser lo más deseable que nadie le tocara un pelo y menos en nombre del castellano. En principio podía pensarse que aquel manifiesto de los ‘2.300’ era una maniobra de un grupo de intelectuales anti-catalanistas que añoraban que se hablara más castellano en Catalunya, como publicaría EL PAÍS poco después en un editorial.

Pero había otra posibilidad… ¿y si el Sr. Pujol y los suyos practicaban el doble lenguaje? ¿Y si hacían una política de respeto a la Constitución en Madrid mientras en Catalunya iban apartando al idioma castellano de todo lo oficial? ¿Y si el Manifiesto sólo buscaba defender el bilingüismo en serio? Lo que está claro es que hablar de los idiomas era hablar de sentimientos y los dos bandos de esta pugna entraron a saco en un tema tan delicado sin la menor finura. Ahora bien, en el caso concreto del ‘manifiesto de los 2.300’ es difícil jugar al fifty-fifty, puesto que desde uno de los bandos se disparó y desde el otro no.

J. F. Lamata