7 agosto 2000

Precios astronómicos por compras de jugadores como el holandés Overmars y el francés Petit

Joan Gaspart ficha para el Barça a Gerard Gerard por 3.600 millones de pesetas para intentar compensar el mazazo de la pérdida de Luis Figo

Hechos

El 7 de agosto de 2000 el periódico EL PAÍS dedica su editorial al mercado de fichajes en el fútbol español ese año.

07 Agosto 2000

Fútbol es fútbol (y dinero)

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Un verano más, los clubes de fútbol han descorchado su euforia con fichajes astronómicos y renovaciones que cortan la respiración. Asusta esta impresión de que no hay un límite en el horizonte. Suben y suben las transacciones ante la pasividad general, diríase casi que complicidad, protegida por esa cortina invisible que sentencia que en el fútbol todo vale. Hasta lo disparatado: 70.000 millones de pesetas llevan gastados los equipos de Primera en fichajes.El disparate arrancó con el fichaje de Luis Figo por el Madrid mediante el pago de los 10.000 millones de la cláusula de rescisión. Fue el resultado de una serie de errores de cálculo de las partes que ilustra el grado de improvisación con que actúan las gentes que se dedican a este negocio. El club que ha pagado esa cantitad acababa de reconocer una deuda de casi 40.000 millones. A su vez, al nuevo presidente del Barcelona, Joan Gaspart, le bastaron tres días para gastarse esos millones en la contratación del español Gerard (que había pertenecido al club, y por el que ahora ha tenido que pagar 3.600 millones de pesetas), del holandés Overmars y del francés Petit. Ante la avalancha de compras y ventas, nada extraña que los clubes quieran amarrar a sus máximas estrellas con cifras de otra galaxia: ahí están los casos del madridista Raúl o del barcelonista Rivaldo para demostrarlo.

El escándalo que provocaron los 5.600 millones que costó Anelka ha durado justo una temporada. A ese ritmo, el verano próximo se pagarán 20.000 millones por alguna perla. No hay actividad económica que pueda desarrollarse con esa tasa de inflación.

Además, esta dinámica de cambiar cada año media plantilla, para mantener vivo el negocio, va a terminar con lo que durante más de un siglo ha venido sosteniendo al fútbol: la identificación de la gente con unos jugadores que representaban a una ciudad, región, país. Tal identificación será imposible si quienes encarnan los colores cambian cada año. Sobran ejemplos, pero sigue la noria.