9 marzo 2011

Como diputado pasará al grupo de los no adscritos como miembro de su nuevo partido Democracia Catalana

Joan Laporta rompe con su partido ‘Solidaritat per la Independencia’ y crea otro para coaligarse con ERC

Hechos

  • El 9.03.2011 D. Joan Laporta abandonó el grupo parlamentario de Solidaritat Catalana per la Independencia y pasó al grupo no adscrito del parlamento de Catalunya.

04 Marzo 2011

Tocata y fuga de Laporta

Álex Sàlmon

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EL INDEPENDENTISMO catalán no sabe de unidad, y más si está promovido por un dirigente como Laporta que, en su época de presidente del Barça, fue capaz de quedarse en calzoncillos ante el control de un aeropuerto. Que ayer ofreciera un espléndido corte de mangas al partido que le ha hecho diputado en el Parlament, olvidándose de las 100.000 personas que lo votaron, no es de extrañar. Laporta cae ante la seducción de Esquerra y de Jordi Portabella, para presentarse en Barcelona. Como diputado se quedará solo en el grupo mixto. Solo o mal acompañado de su ex formación, Solidaritat, además de Ciutadans, que tendrá un mayor porcentaje de representación. La puesta en escena del anuncio de la ruptura, tras una comida de los dirigentes de Solidaritat, donde se dio públicamente el teléfono personal de Laporta para que los periodistas lo localizaran y le preguntaran, es un interesante cuadro naif del independentismo catalán que deberá ser recordado en algún museo.

08 Marzo 2011

Laporta, yo ya lo dije

Miquel Giménez

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NO HAY NADA más desagradable que, cuando te acaece una catástrofe, venga alguien y te diga «Ya te lo dije». Pero en el caso del señor Laporta, siento decir que yo ya lo dije. La espantá que ha hecho el tal caballero a los miembros de Solidaritat es digna del gran Curro Romero. Claro está que muchos de los dirigentes de dicha organización independentista se han debido quedar más anchos que largos, pero el espectáculo ha sido patético.

Lo siento por la cara de tetrabrik de leche desnatada que se les ha quedado a muchos militantes de base, independentistas de corazón, que creían en el mesianismo falso de Laporta, en ese cesarismo de hoja de lata, en sus promesas de cartón piedra. «Si ganamos, proclamaremos en enero la independencia», decía. Y hubo gente que se lo creyó. Estas cosas hacen daño a las personas que defienden una Cataluña independiente y, además, socaban la confianza en los políticos. Laporta se queja de que Solidaritat le ha utilizado como imagen para vender su producto, pero no es menos cierto que él ha hecho lo propio con Solidaritat. Carretero le ofreció de todo, pero Laporta necesitaba un partido propio, sumiso, sin discrepancias y que no piense. Creyó que lo que no le daba Reagrupament se lo daría Solidaritat. Y cuando ha visto que los dirigentes de esta coalición le prohibían pactar con Portabella y Esquerra, ha dado puerta a López Tena, a Uriel Bertran, a Emili Valdero y a tutti quanti y se ha marchado con su mini partidito con la música a otra parte. Cree que se apoderará de Esquerra más fácilmente que de Solidaritat o de Reagrupament.

Realmente, lo de Laporta es preocupante. ¿Acaso ignora que las dos nuevas formaciones independentistas se nutren, básicamente, de gente rebotada con Esquerra que se marchó hasta los gladiolos del aparato del partido? ¿No sabe que tendrá que matar políticamente a Puigcercós, empeño en el que falló incluso Carod- Rovira? ¿Qué puede aportar el ex presidente del Barça al partido de Macià y Companys?

Yo creo que, estando con una mano detrás y otra delante, y viéndose obligados a hacer un ERE en el propio aparato del partido, como no les dé una generosa provisión de fondos…

Conclusión: el independentismo catalán no saldrá adelante hasta que exista un amplio respaldo social y una organización seria, responsable, sólida, con CiU. O sea que vale más que nos sentemos, porque de pie nos vamos a cansar.

09 Marzo 2011

Laporta y la gran nevada

Salvador Sostres

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Hizo ayer exactamente un año que comía en Via Veneto con el ex secretario de la Presidencia de Jordi Pujol Lluís Prenafeta, y con Joan Maria Piqué, hoy jefe de prensa del presidente Artur Mas. Sobre las tres entró el entonces presidente del Barça, Joan Laporta, con su director general, Joan Oliver, y el presidente de la comisión económica del club, Xavier Sala i Martín. Tenían un reservado y quedamos en reunirnos para tomar el café y la copa. Y el puro, cuando al menos se podía fumar en los reservados, sin molestar a nadie.

Durante el almuerzo cayó una nevada impresionante y Barcelona quedó colapsada. Era inútil intentar salir del restaurante. Lo que tenía que ser una sobremesa como otra cualquiera se acabó alargando hasta la hora de la cena. Y no nos pudimos ir hasta pasada la medianoche. Durante todo ese tiempo, sobre todo Lluís Prenafeta, pero también Piqué y yo, intentamos convencer a Laporta de que no se metiera en política, y que si lo hacía fuera de la mano de Convergència.

A media conversación pareció que podía el hombre entrar en razón, salí del reservado, llamé a Mas para contárselo y para preguntarle si estaba dispuesto a ofrecerle algo suculento, como la Secretaría de Exteriores, algo que le permitiera figurar pero que no interfiriera en el día a día del Gobierno. Mas dijo que de ninguna manera. Primero porque su opinión era y es que Laporta es un frívolo y un inconsistente. Después porque no confiaba en absoluto en que pudiera liderar nada durante demasiado tiempo. Y para acabar porque no tenía ninguna confianza en hablar con él de nada, por miedo a que inmediatamente lo filtrara. Laporta tampoco mostró demasiado interés por entenderse con Mas, ni hizo caso de los buenos consejos de Prenafeta. Se veía importante y se creía fuerte: esa euforia, ese ímpetu de lo futbolístico. Él entonces se sentía indestructible, letal como un dribbling de Messi.

Fue hace justo un año, la nieve cubría Barcelona y Laporta era el presidente del Barça más brillante de todos los tiempos y una referencia mediática. Se lo dijimos porque le queríamos -y le queremos- pero no quiso escuchar. Escuchó a los que no le querían tanto, sin la precaución de temer a los idus de marzo.

La primera lección es que quienes entonces le azuzaron hoy le han abandonado, sin pagar nada, porque lo ha pagado todo él, y sin desgaste alguno, porque sólo contra él se ha disparado. La segunda es que ha pasado de ser el mejor presidente del Barça a un personaje grotesco y desprestigiado. Nada ha preservado.

La tercera lección, tal vez la más amarga, es que no servimos para todo y no es lo mismo un partido de fútbol que una nación en sus horas más bajas. El independentismo ha perdido por enésima vez toda credibilidad, la división es absoluta y la destrucción total.

Cuando al fin pudimos salir de Via Veneto, Prenafeta me cogió del brazo para no resbalarse con el hielo. Me dijo: «Y mira que es buen chico. Lástima».