21 julio 2024

Cambio en el rival de Trump pocas semanas antes de la convención y sin pasar por primarias

Joe Biden es forzado a renunciar a la reelección como presidente de los Estados Unidos, Kamala Harris la sustituirá como aspirante del Partido Demócrata

Hechos

El 21 de julio de 2024 el Sr. Joe Biden anunció su renuncia a la candidatura a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata en las elecciones de noviembre.

Lecturas

El 28 de junio de 2024 los medios reaccionan ante el debate Trump-Biden:

EN ESPAÑA:

EN ESTADOS UNIDOS:


El 21 de julio de 2024 Joe Biden confirma su retirada:

29 Junio 2024

Grave fracaso de Biden

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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La imagen de debilidad del presidente en el debate dispara la preocupación sobre su estado físico y opaca el discurso delirante de Trump

La desastrosa imagen de fragilidad proyectada por el presidente Joe Biden durante el primer debate presidencial, celebrado el jueves en Atlanta, ha hecho saltar por los aires el delicado consenso que existía en el Partido Demócrata para ignorar las dudas acerca de la capacidad física de su candidato para estar cuatro años más en la Casa Blanca. No caben medias tintas a la hora de calificar la actuación de Biden, que titubeó y pareció perder el hilo de sus pensamientos en varias ocasiones ante 48 millones de espectadores. En algunos pasajes mostró una mirada desorientada, en otros respondió con un hilo de voz inaudible. No hacen falta memes ni vídeos editados con malicia. Su desempeño mejoró con los minutos, pero el daño a su imagen provocado en la primera media hora fue profundo y parece irrecuperable.

En la era de polarización extrema que vive Estados Unidos, prácticamente no hay permeabilidad entre partidarios del demócrata Biden, de 81 años, y su oponente republicano, Donald Trump, de 78. Ambas campañas se basan menos en propuestas que en la movilización contra el otro. Solo en ese contexto, y por el hecho de que son los dos candidatos de más edad en la historia, cobra relevancia la cuestión de la fortaleza física y mental. Una de las razones para aceptar un debate tan pronto (faltan semanas para que ambos sean oficialmente candidatos) era la necesidad de dejar atrás de una vez por todas el argumento de la senilidad de Biden, una preocupación legítima de un sector de votantes exagerada por los republicanos y con una influencia incierta sobre el voto. Lejos de cumplir su objetivo, Biden regaló a Trump una actuación que justifica plenamente tanto las dudas como las exageraciones. La cuestión senil en la campaña, periférica hasta el jueves, es ahora el asunto central.

Quedó así completamente enterrado el contenido de un debate en el que Biden trató de contestar a los temas con datos y defendiendo su desempeño en estos cuatro años. Enfrente, Donald Trump dio la versión argumental más extrema de sí mismo. El republicano, al que su propio partido intentó descabalgar de la nominación por todos los medios, confirmó su estilo caótico y paranoico. Acusarle de mentir, como hizo Biden repetidamente en el debate y como es evidente para cualquiera que escuche con atención sus palabras, no hace justicia al nivel de toxicidad de lo que dice. Las afirmaciones de Trump desafían el concepto mismo de mentira: son bulos salidos de rincones siniestros de internet y repetidos en horario de máxima audiencia. Pero habló con energía y convicción frente a un Biden frágil, que incluso se enredó en intentar contrarrestar los disparates en directo. El gran fracaso demócrata se concreta en que hoy se hable más de la capacidad de Biden que de los argumentos peligrosos y delirantes de Trump.

Los demócratas se enfrentan ahora a un momento grave de crisis de confianza. Tratar de cambiar al candidato, especialmente si Biden no quiere, es una operación de altísimo riesgo a estas alturas que no se puede ejecutar al calor de los tuits o las columnas de opinión. Los demócratas ganan elecciones con el argumento de que Trump es un peligro para la democracia misma, porque lo es. Una mayoría de votantes así lo entiende. Pero han confiado demasiado en que poner a Trump en el centro de la campaña era suficiente para ganar por oposición. Ahora, la campaña es sobre Biden, y para eso no parece haber una estrategia preparada. Las presiones para buscar una solución se han disparado en las últimas horas. El dique contra Trump se resquebraja, y el mundo contiene la respiración.

21 Julio 2024

El último servicio de Biden

EL PAÍS (Director: Pepa Bueno)

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La renuncia del presidente a ser candidato demócrata es la salida más razonable para mantener vivas las opciones de su partido

La renuncia de Joe Biden a la candidatura demócrata a la presidencia de Estados Unidos convierte de nuevo la carrera a la Casa Blanca en una competición abierta. Biden ha sido un buen presidente y supo cerrar el paso a Donald Trump en 2020, pero que no se hallaba ya, en su actual estado de salud, en condiciones de repetir tal empeño. Su retirada a tiempo como candidato, junto a la gestión presidencial hasta el relevo del 20 de enero, será su último servicio al país y sobre todo a la democracia. A la mejora económica interna hay que añadir la recuperación del liderazgo de Washington como aliado, su compromiso con Ucrania y sus esfuerzos —aunque infructuosos— para alcanzar una tregua en Gaza, evitando además peligrosas escaladas con Rusia e Irán.

Su candidatura se había convertido en insostenible, sobre todo después del magnicidio frustrado contra Trump, aprovechado por el candidato republicano para suavizar sus perfiles más agresivos, una vez exonerado de los múltiples procesos judiciales como primer expresidente convicto por 34 delitos de fraude en documentos públicos y responsable de una grave interferencia en el proceso electoral. Una nueva presidencia de Trump, protegido por las inexplicables decisiones y dilaciones de jueces nombrados por él mismo, es una amenaza efectiva para el sistema democrático que solo el voto de los ciudadanos puede frenar. Su brutal y despiadada respuesta al anuncio de la retirada de Biden —en contraste con el respeto demócrata tras el atentado sufrido por el magnate— demuestra que su apelación a la unidad en la convención republicana solo era un espejismo.

Tras el último mes y medio, el Partido Demócrata estaba obligado a encontrar la fórmula para llegar a las urnas en condiciones de disputar las mayorías parlamentarias y la presidencia. No es fácil el procedimiento para la nominación de quien sustituya a Joe Biden como candidato a la presidencia a poco de tres meses de las elecciones y apenas unas semanas de la convención demócrata. Biden ha señalado ya a Kamala Harris, pero la estructura del partido deberá organizar el procedimiento y el nombramiento del candidato de la forma más adecuada para mantener la unidad, asegurar que se mantienen los apoyos de los delegados y de los donantes y llegar al último tramo de la campaña en condiciones de vencer a Trump. Las flagrantes debilidades de este volverán a surgir en las actuales condiciones, una vez desaparecido el debate sobre la edad y la salud del presidente. Buena parte de las dificultades atribuidas a Biden valen también para Trump, solo tres años más joven y con una capacidad de desvarío oratorio muy superior a su rival.

La renuncia de Biden debe actuar pues como un revulsivo para el deprimido campo demócrata y para las democracias liberales aliadas de Estados Unidos, temerosas de una nueva presidencia de Trump. Si la primera fue el imperio del caos y de la incoherencia, con la hipótesis de una segunda presidencia y el pleno control trumpista del partido republicano quedan pocas dudas respecto al significado de una nueva victoria del trumpismo. Empezaría una etapa aislacionista y proteccionista, marcada por el liberalismo, la concentración de atribuciones por parte de un presidente protegido por una inmunidad monárquica y el desequilibrio en la distribución de poderes en favor de un tribunal supremo dominado por los jueces más reaccionarios del último siglo, dispuestos a revertir todas las conquistas en igualdad y en bienestar social de los últimos 50 años. Es al menos un alivio que los demócratas no den por perdido el combate antes de empezar.

05 Agosto 2024

Harris revoluciona la campaña

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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La arriesgada apuesta de los demócratas por la vicepresidenta ha igualado las opciones frente a Donald Trump en un tiempo récord

En una democracia con los mecanismos electorales engrasados desde hace casi 250 años es muy difícil que se den situaciones sin precedentes en el sentido literal de la expresión, pero en la campaña de 2024 los historiadores van a ciegas. Donald Trump, el primer candidato condenado penalmente y con causas pendientes, se enfrenta a Kamala Harris, de 59 años, una mujer de padre negro y madre india, que se ha asegurado esta semana los votos suficientes para ser la nominada del Partido Demócrata para la presidencia en la convención que se celebrará a mediados de este mes. Convencer a Joe Biden, el presidente con más votos de la historia, de que se retirara a menos de cuatro meses de las elecciones era una operación de altísimo riesgo, y, sin embargo, estas primeras dos semanas desde la histórica renuncia permiten concluir que la jugada no ha desestabilizado la campaña demócrata, sino todo lo contrario.

Las dudas en torno a la figura de Harris estaban justificadas. La senadora fracasó estrepitosamente en las primarias por la presidencia en 2020, en la que no fue capaz de conectar con las bases demócratas y ni siquiera llegó a las primeras votaciones, después de un año haciendo campaña y con un importante apoyo financiero. No pocas voces en el partido trataban de promover a otros candidatos para competir por la nominación ante el vértigo por la ausencia de una figura unificadora como Biden.

Esas dudas se despejaron en las primeras 24 horas desde la renuncia del 21 de julio. Harris rompió el récord de recaudación de fondos en un solo día con 81 millones de dólares en donaciones, sin haber hablado en público siquiera. Un día después había llegado a 100 millones, según cifras de su campaña. Lo más relevante no es la cifra en sí, sino el hecho de que ese dinero procedía de 1,1 millones de personas distintas. Más relevante aún es que el 62% de ellas donaban dinero por primera vez a un candidato en esta campaña. Se puede concluir que la alternativa a Biden sacó de su letargo a muchos partidarios demócratas que quizá habrían votado por el presidente igualmente, pero no estaban dispuestos a movilizarse por la campaña. Desde entonces, la energía renovada entre los demócratas no ha hecho más que crecer. La cifra final de donaciones a la campaña en el mes de julio ha superado los 300 millones, la mayoría tras la retirada de Biden.

En este tiempo, las encuestas que de manera constante desde el año pasado mostraban la incapacidad de Biden para recortar terreno a Donald Trump, por fin se han movido. La media de las encuestas a nivel nacional muestra un empate entre Harris y Trump, con una tendencia claramente ascendente para Harris. Se espera que en las próximas horas Harris anuncie quién será el candidato a vicepresidente, y los nombres que compiten por el puesto son todos hombres blancos moderados, con apoyo electoral probado y con buen dominio de los medios.

Cien días en política son una eternidad. Más aún, en el evento político más observado del mundo, como una campaña presidencial norteamericana, donde cada gesto y cada frase están sometidos a un escrutinio público sin igual. Las dos últimas elecciones, además, se han decidido por unas decenas de miles de votos en determinados Estados que producen el desempate, a pesar de la abrumadora mayoría demócrata en votos totales. Pero una campaña que estaba perdida, ahora está empatada. Después de muchos meses deprimentes, el momento de energía e ilusión es de los demócratas.

10 Agosto 2024

Las elecciones del óxido

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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El perfil de los candidatos a vicepresidente de Harris y Trump revela que toda la campaña pivota sobre cuatro Estados del interior

La próxima elección presidencial de Estados Unidos pasa casi únicamente por la victoria en un puñado de Estados del norte industrial del país, como demuestran los perfiles elegidos por ambos partidos para los candidatos a la vicepresidencia. El pasado martes, la aspirante demócrata, Kamala Harris, presentó como compañero de candidatura a Tim Walz, gobernador de Minnesota, y terminó así de confirmar que ambas formaciones consideran imprescindible ganar en el arco formado por Pensilvania, Míchigan, Minnesota y Wisconsin. Juntos albergan menos del 15% de la población del país, pero la aritmética del sistema los ha convertido desde hace una década en el árbitro de la Casa Blanca.

“No puedo esperar a debatir con ese tipo”, dijo Walz, de 60 años, en su primer acto público como candidato. El rival en cuestión es J. D. Vance, senador por Ohio, de 39 años, elegido por Donald Trump para acompañarle en el cartel presidencial del Partido Republicano. Con Walz, los demócratas sacan al terreno de juego a un hombre que ha construido su carrera como un padre de familia simpático, al que nadie puede acusar de izquierdista (un término muy dañino políticamente entre el electorado moderado o dudoso) con experiencia en el ejército y como profesor de instituto. Se ha construido una carrera política como congresista y gobernador ganando en distritos republicanos. Tanto Walz como Vance son hombres blancos del interior y representan a un tipo de electorado que, fuera de la diversidad de las ciudades, comparte cierta idiosincrasia tradicional, familiar y rural. Son perfiles que contrastan de manera drástica con los candidatos a presidente: un pomposo millonario de Manhattan y una mujer negra progresista de San Francisco. La urbes de la costa y el interior. Son prácticamente países distintos. El Medio Oeste y el llamado cinturón del óxido, sin embargo, están lejos de tener un electorado homogéneo. La tibieza de la Casa Blanca para condenar las atrocidades de Israel en Gaza divide a las bases demócratas en lugares con fuerte presencia de musulmanes que tienen un poder político no menor. Las únicas dos mujeres musulmanas en el Congreso son demócratas de Minnesota y de Míchigan.

La lección del fracaso de 2016 sigue supurando en los estrategas demócratas. Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos más que Donald Trump, pero perdió por apenas unas decenas de miles de votos en Míchigan, Wisconsin y Pensilvania. Las consecuencias de aquel error las ha pagado el mundo entero. La victoria de Joe Biden en 2020 se cimentó en su gran predicamento en esa zona del país. Recuperó para los demócratas los tres Estados, más Arizona y Georgia. Este noviembre, no pueden estar más claras las prioridades: Harris y Walz, a la vez que Vance, han comenzado su campaña juntos esta semana con una gira, precisamente, por esos cinco Estados.