8 abril 2006

San Segundo deja el ministerio de Educación, que pasará a manos de Mercedes Cabreira

José Bono dimite como ministro de Defensa alegando ‘motivos personales’ en medio de rumores de discrepancias con Zapatero

Hechos

En abril de 2006 el presidente del Gobierno, Sr. Rodríguez Zapatero realizó cambios en su gabinete tras la dimisión de D. José Bono como ministro de Defensa.

Lecturas

En abril de 2006 se produce el primer cambio de Gobierno con respecto al primer gabinete formado por D. José Luis Rodríguez Zapatero en abril de 2004.

El día 7 de abril de 2006 se hace pública la dimisión de D. José Bono Martínez como ministro de Defensa. Es público su rechazo a la reforma del Estatut de Catalunya que realiza el Gobierno de la Generalitat que preside D. Pasqüal Maragall Mira.

El hasta ahora ministro de Interior D. José Antonio Alonso Suárez, pasa a ser ministro de Defensa al tiempo que entra en el consejo de ministros D. Alfredo Pérez Rubalcaba como ministro de Interior.

El Sr. Rodríguez Zapatero aprovecha la crisis de Gobierno para destituir a Dña. María Jesús San Segundo Gómez de Cadiñanos como ministra de Educación y reemplazarla por Dña. Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo.

De igual modo D. Diego López Garrido es nombrado nuevo portavoz del PSOE en el Congreso en sustitución de D. Alfredo Pérez Rubalcaba.

NUEVO MINISTRO DE DEFENSA

jose_antonio_alonso_congreso D. José Antonio Alonso Suárez, ministro de Defensa en sustitución de D. José Bono

rubalcaba_congreso D. Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Interior en sustitución de D. José Antonio Alonso y será el encargado de negociar con ETA.

mercedes_cabrera Dña. Mercedes Cabrera, ministra de Educación reemplazando a la Sra. San Segundo

El siguiente cambio de Gobierno será el cambio del Sr. López Aguilar por el Sr. Fernández Bermejo en febrero de 2007 y luego se producirá un cambio mayor en julio de 2007.

08 Abril 2006

Para terminar con ETA

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Por sorpresa, y sin filtraciones previas, el presidente Zapatero ha hecho un cambio de Gobierno con una clave central: consolidar el proceso del fin de la violencia en Euskadi. Cubierta la primera mitad de la legislatura, encaminados los temas más delicados de su ambicioso programa de reformas y con los sondeos de opinión de nuevo a favor, Zapatero se ha ganado la autoridad y la confianza de su partido, de modo que ya no tiene que pensar en equilibrios de familias y en reconocimiento de baronías a la hora de cambiar el Gobierno. Han bastado tres movimientos para que este Gobierno sea todavía más suyo que el anterior y garantice la cohesión indispensable para afrontar el final del terrorismo. Es una pequeña remodelación que sólo afecta a tres ministerios, pero se trata de un gran cambio desde el punto de vista político.

Hay en el Gobierno algún ministro tanto o más merecedor del cese que la ministra San Segundo, pero éste sirve de aviso para navegantes. Zapatero no ha querido hacer un relevo de ministros de perfil bajo, sino una operación entre pesos pesados con un mensaje muy directo: prioridad al proceso de fin de la violencia. El presidente ha elogiado la gestión de su antiguo competidor, que se estrenó con la retirada de tropas de Irak, y Bono ha insistido en que su salida del Gobierno -y de la política- se producía a petición propia y por razones personales. Tiempo habrá para contrastar con la realidad su frase de que no es el Estatuto catalán el que le echa de la política o hasta qué punto han podido influir sus desencuentros con algunos ministros. En todo caso queda cerrada la etapa en la que algunos alentaron a Bono para erigirse en alternativa a Zapatero. El presidente puede afrontar el proceso vasco con perfecta armonía entre Interior y Defensa, donde coloca a dos políticos de su máxima confianza.

Rubalcaba ha sido el hombre del presidente en el complejo itinerario que ha conducido al alto el fuego de ETA, y tiene lógica que lo sitúe al frente de Interior en la nueva fase. El ministro Alonso ha ejercido con eficacia y discreción, completando el proceso de acorralamiento y debilitamiento de ETA, y goza de la confianza personal del presidente. Desde Defensa podrá controlar órganos tan importantes en el periodo que empieza como los servicios de información. Es imprescindible que nadie entorpezca el proceso de paz, como sucedió en otros momentos.

Con el trasvase de Rubalcaba se desviste un puesto clave: el de jefe del grupo parlamentario socialista, desde el que ha salvado más de una crisis, aunque a favor del cambio cabe argumentar que las principales leyes de la legislatura ya han sido aprobadas. Diego López Garrido, que ejercía de portavoz adjunto, parece perfilarse como candidato a un cargo muy complejo cuando se gobierna en minoría.

Rajoy no ha sabido salir de la clave partidista en su reacción: si en el PP no se fían y dicen que es una mala noticia, en el PSOE pueden tener la tentación de pensar que es un síntoma de acierto. Es una pena que la oposición no sea capaz de tener más sentido de Estado ante el final del terrorismo.

08 Abril 1996

La dimisión de Bono, coherente con sus discrepancias

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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«Me incomoda que en España quepan varias naciones y varios himnos nacionales», dijo José Bono el pasado día 15 de marzo. Nuestro periódico alegó entonces que lo esencial no era su «comodidad» personal sino su concordancia política. Ayer Zapatero, manejando con hábil discreción los tiempos de la crisis, aceptó su dimisión como ministro de Defensa, que, según palabras del propio Bono, había sido presentada hace tres meses. El ya ex ministro justificó su salida del Ejecutivo por el deseo de dedicar más tiempo a su mujer y a sus hijos. «La vida es más importante que la política», aseguró en su despedida tras el Consejo de Ministros.

La salida de Bono forzó al presidente a una remodelación del Gobierno, pequeña en lo cuantitativo pero grande en lo cualitativo porque José Antonio Alonso pasa a ocupar la cartera de Defensa, mientras que Alfredo Pérez Rubalcaba le sustituye en Interior.Sale también María Jesús San Segundo, sustituida en Educación por Mercedes Cabrera.

Pocos pensaban que Bono iba a atreverse a renunciar a su cargo, máxime tras casi un cuarto de siglo de desempeñar responsabilidades públicas y cuando era el ministro mejor valorado del Gobierno en casi todas las encuestas que se han efectuado en los dos últimos años. Pero dio el paso y lo hizo de forma elegante, desvinculando su discrepancia con el Estatuto catalán -que reconoció- de su decisión de dimitir.

Nadie podrá decir jamás que se ha ido causando daño a Zapatero y a su partido, porque Bono escenificó ayer su lealtad hacia ambos. Si en el futuro las cosas van bien, su actitud habrá sido irreprochable. Si las cosas van mal, nadie le podrá responsabilizar porque se fue a tiempo.

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Momento elocuente

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Pero el momento elegido por Bono para abandonar el Gobierno es elocuente: lo hace una semana después de la aprobación del Estatuto por el Congreso y dos semanas después del anuncio del alto el fuego de ETA. Bono ha hecho muchos gestos que indicaban que no compartía la deriva estratégica de Zapatero hacia posiciones cada vez más en sintonía con los nacionalistas, por lo que resulta muy difícil de creer que habría abandonado el Ejecutivo si no se hubiera producido ese distanciamiento político.

Es legítimo interpretar que el Estatuto catalán ha sido clave en la renuncia de Bono, que comparte con otros muchos compañeros de partido su repudio a lo aprobado en el Congreso. Francisco Vázquez, otro de los dirigentes socialistas crítico con el Estatuto, ha aceptado la embajada ante la Santa Sede en Roma. Cada vez son menos los que pueden plantar cara a Zapatero dentro del partido.

Las personas como Bono y Vázquez que podían representar un sector moderado, dentro de la tradición de los valores humanistas y cristianos, han sido apartadas de la dirección del PSOE, cuyo discurso ha ido asumiendo tintes cada vez más radicales en su política social.

La dimisión de Bono sólo puede ser entendida en este contexto del progresivo giro hacia una izquierda que se entiende con los nacionalistas y que desdeña cualquier pacto con la derecha. Da la sensación de que Zapatero no cree en el centro y que ha diseñado una estrategia para aislar al PP y presentarse en las próximas elecciones como el gran líder de la izquierda española, fagocitando a IU si hace falta.

Sean cuales sean sus cálculos, Zapatero pierde un peso pesado en un Gobierno de bajo nivel político, en el que hay muy pocas personas que pueden servir de contrapeso al presidente.

La gestión de Bono como ministro ha sido fructífera. Sus mayores aciertos han sido la Ley de Defensa, la de Tropa y Marinería -que mejora las retribuciones- y el buen entendimiento con la cúpula militar, aunque algunos gestos suyos han irritado al sector más conservador del Ejército.

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El ascenso de Rubalcaba

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El otro gran cambio de la remodelación de Zapatero es el retorno al Gobierno de Pérez Rubalcaba. Vuelve como ministro del Interior, un cargo clave de cara a la negociación con ETA.

Rubalcaba ha prestado a Zapatero importantes servicios y nadie puede dudar de su habilidad negociadora, pero su pasado tiene «puntos oscuros», como dijo ayer Rajoy, que producen una seria intranquilidad. El hasta ayer portavoz socialista en el Congreso encubrió los GAL en el último Gobierno de González, jugó un turbio papel en la tarde del 13-M cuando perfiló esa verdad única sobre los atentados a la que el PSOE se ha aferrado contra viento y marea, ha dado sobradas pruebas de sectarismo y es una persona que suscita la desconfianza de la oposición.

Tiene un perfil adecuado para ser interlocutor con ETA pero no para ocupar la cartera de Interior, un puesto que requiere otra persona de características como las de José Antonio Alonso, que ha demostrado -aunque le hemos criticado muchas veces en estas páginas- un sentido del Estado muy distinto del de Rubalcaba.Se entiende la decisión de nombrar ministro de Defensa a Alonso, con el que Zapatero tiene fuertes vínculos personales, ya que este Ministerio controla el CNI, cuya información será clave para la nueva etapa que se avecina.

La destitución de María Jesús San Segundo resulta casi una humillación política, al día siguiente de la aprobación en el Congreso de la Ley Orgánica de Educación. Su cese demuestra la valoración que Zapatero hace de ese texto, pero habría sido mejor que el presidente retirara la ley aunque mantuviera a la ministra, al revés de lo que ha sucedido.

Todo indica que Zapatero tenía pensado proceder a una remodelación más amplia en septiembre. Hay otros ministros que ya han demostrado su incompetencia y que se han ganado a pulso su relevo. Bono era de los mejores de este Gobierno y deja un vacío político que será difícil de compensar. Bono ha sido fiel a Zapatero, pero también ha querido ser coherente con sus ideas. De momento, ha conseguido conciliar ambas cosas.

08 Abril 2006

Los cambios de Zapatero

Manuel Martín Ferrand

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Wenceslao Fernández Flórez, mi muy admirado paisano, publicó aquí, en ABC, una semblanza de Alejandro Lerroux, gran maestro español en las malas artes de la demagogia, retratándole como un extraño ser con cabeza de león y cuerpo de cordero. José Luis Rodríguez Zapatero, tres cuartos de siglo más tarde, invierte la definición política de Lerroux y se nos presenta con cabeza de cordero, como la de Norit -todo talante-, y cuerpo de león. De ahí que al menor descuido cualquiera, próximo o distante, pueda sentir el daño de sus garras.

José Bono, simpático de oficio, populista de vocación y más fuerte en vanidades que en sabiduría, acaba de comprobar en sus propias carnes los efectos de las garras de su jefe y antagonista. Luciendo la mansedumbre del corderito, Zapatero le ha dejado a Bono hecho unos zorros y creo que, salvo Eduardo Zaplana y Alberto Ruiz-Gallardón, no serán muchos quienes lloren su ausencia gubernamental. El manchego, gran generador de ruidos y escaso productor de nueces, vuelve a sus cuarteles y deja en paz a lo que queda de los de verdad, los que mantienen el Ejército en espera de que brote una epidemia de amor castrense capaz de alistar, cuando menos, a la tropa que marca la plantilla establecida.

También hay que despedir, con el pañuelo blanco de las alegrías, a María José San Segundo, que puede ser clasificada, con todo lo que ha conocido el Ministerio de Educación desde los tiempos de Villar Palasí, la titular más fofa y endeble de la Casa. Su relevo, Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo, seguro, lo hará mejor. José Antonio Alonso no se despide, lo suyo es una mudanza. Deja Interior para, en Defensa -supongo-, aportar el mínimo de seriedad, sosiego y discreción que merece la especialidad y no aportó su polémico predecesor.

Lo más notable, por trascendente, de la decisión del león con cabeza de cordero que ocupa la presidencia del Gobierno reside en el nombramiento de Alfredo Pérez Rubalcaba como titular de Interior. El cántabro, dos veces ministro con Felipe González y atleta acreditado como velocista en sus juveniles años universitarios, se pasa ahora, ya cincuentón, a las carreras de fondo y acometerá la más difícil de las que están pendientes en la agenda de los asuntos prioritarios del Estado: la solución del problema terrorista. No es Rubalcaba santo de los de mi especial devoción; pero debe reconocerse que su capacidad para la negociación y la mistificación le convierte en el hombre idóneo para el cargo al que se le promueve. Zapatero paga por ello el precio de perder a su mejor agente y valedor en el Congreso; pero, supongo, confía más en su cuerpo de león que en su cabeza de tierno cordero. Los leones, como se sabe, son tan fuertes por su capacidad para el ataque como por su resistencia al dolor.

07 Mayo 2006

Manipulaciones del Gobierno

Isabel Durán

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Con Alfredo Pérez Rubalcaba algo muy sustancial ha cambiado en el Ministerio del Interior. Lo que dice la banda terrorista ETA con sus propias palabras, por escrito y en euskera, ha sido modificado o simplemente ha desaparecido en la versión traducida en castellano del último boletín interno de ETA manejado sólo por algunos mandos policiales, ya que ha sido declarado secreto de estado por el Gobierno. Los bienpensantes dirán que son meros errores de traducción, mera casualidad. Lo cierto es que donde los pistoleros hablan de negociación con el Gobierno ni siquiera aparece la frase. Así ha ocurrido con el Zutabe número 110 correspondiente al mes de abril.

Mientras el Ejecutivo habla de verificación del alto el fuego, los terroristas aseguran que no piensan entregar las armas y que han llevado la situación política a donde ellos querían. Esta es la palabra de ETA. «Azkerik, hasieratik prensan ETA eta ainako gobernoaren arteco negociacioez buruz agertutako filtracioak aipatu dejar dira». En román paladino, «hay que citar las filtraciones que se han producido en la negociación entre ETA y el Gobierno», dice literalmente la banda. Sobre esta afirmación aparecida en la versión original, no aparece mención alguna en la traducción al castellano. Pero aún hay más.

«Hemos llevado la situación política al punto que buscábamos», aseguran los asesinos. La banda terrorista proclama abiertamente que mientras que con José María Aznar se buscaba su «destrucción y desaparición» con lo que «la factura represiva ha sido terrible», ahora se ha conseguido «la recuperación de la izquierda abertzale».»El tema principal son los pasos que se están dando hacia una nueva reforma del Estado (…) La victoria en las elecciones gallegas y catalanas han sido importantes para el PSOE para poder fijar su posición». «Cataluña y Euskal Herria son los elementos principales en el proceso de reforma». «ETA no ha dado su paso en falso».

La ETA no se ha movido un ápice en sus reivindicaciones tradicionales: autodeterminación, territorialidad, amnistía, anulación de juicios, legalización de Batasuna y expulsión del Ejército y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Eso sí, la banda elogia al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero por el trabajo de cocina con los medios de comunicación (afines) previo al anuncio de la tregua. «Se vieron las consecuencias del trabajo hecho previamente por los responsables de prensa y comunicación de La Moncloa». Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.