25 abril 1998

Derrota total de los 'felipistas', de la Ejecutiva y del propio Felipe González, que respaldaban al derrotado

Primarias PSOE 1998 – José Borrell gana por sorpresa a Almunia en las primarias internas del PSOE y logra el liderazgo del partido

Hechos

Los resultados de las Primarias internas significaron la designación de D. José Borrell como candidato del PSOE en las siguientes Elecciones Generales previstas del año 2000, derrotando  las aspiraciones de D. Joaquín Almunia, el Secretario General.

Lecturas

El Secretario General del PSOE, D. Joaquín Almunia, había convocado por primera vez primarias para designar quien debía ser el ‘candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno’, es decir, el cabeza de cartel y cabeza de lista por Madrid que sería el candidato a presidir el Gobierno si los socialistas lograran mayoría en el congreso en las elecciones del año 2000, dado que a las elecciones se presentaba como candidato el propio Sr. Almunia, todo parecía verse como unas primarias para reforzar su imagen. Frente a él, un único candidato alternativo: D. Josep Borrell.

Se daba la circunstancia de que mediáticamente el Sr. Almunia era respaldado por el Grupo PRISA que presentaba al Sr. Borrell como un radical frente al moderado Sr. Almunia. Mientras que los medios tradicionalmente enfrentados al PSOE, respaldaban al Sr. Borrel (ABC y, en especial, EL MUNDO).

FELIPE GONZÁLEZ APOYÓ PÚBLICAMENTE A ALMUNIA

RESULTADOS:

Votos de militantes a favor de D. José Borrell: 105.574 votos (55,10%)

Votos de militantes a favor de D. Joaquín Almunia: 87.079 votos (44,58%)

 

17 Abril 1998

Una 'causa común' parra todos los progresistas

Joaquín Almunia

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Quiero solicitar vuestro voto para el próximo día 24. Os pido vuestro voto para poder continuar el proyecto de renovación de nuestro Partido que se inició en el 34º Congreso Federal.

Querido/a compañero/a:Me dirijo por primera vez a ti, en este proceso de elecciones primarias, una vez que he presentado más de 50.000 firmas de compañeras y compañeros del Partido que han avalado mi candidatura.

Quiero, a través tuyo, agradecer a todos los miembros de esa agrupación su participación activa en un proceso que ya ha conseguido movilizar a todo el Partido y, con ello, ha conseguido también dotarnos a todos de nuevas fuerzas e ilusiones en nuestro camino hacia nuestra victoria en las próximas elecciones generales. Hemos recuperado, así, la iniciativa política. Nos hemos vuelto a poner en contacto con los ciudadanos. Somos, de este modo, el Partido que impulsa la democracia, que regenera con los hechos la vida política. Volvemos a ser el Partido que ofrece a los españoles una propuesta de cambio que comienza por aplicarse a sí mismo.

Por eso, te reitero mi agradecimiento por tu esfuerzo y el de todos los compañeros y compañeras de tu agrupación.

Quiero que estas líneas sirvan, también, para transmitir a todos los que han apoyado mi candidatura mi agradecimiento más profundo por su gesto y por su confianza. Me han permitido poder concurrir a estas elecciones como lo que quiero ser: el candidato de todo el Partido. Siempre ha sido tradición en el Partido que el Secretario General fuese nuestro candidato a la Presidencia del Gobierno. Pero yo he querido ser, por encima de esa tradición, el candidato de los militantes que hacen posible, con su esfuerzo y su compromiso, que el Partido Socialista Obrero Español siga siendo la organización política más importante de España y la esperanza de futuro de los progresistas españoles.

Ya soy, con su apoyo, candidato. Ahora quiero solicitar vuestro voto para el próximo día 24. Os pido vuestro voto para poder continuar el proyecto de renovación de nuestro Partido que se inició en el 34º Congreso Federal.

Un proyecto que incluye cambios en nuestra cultura política, para dar presencia real a los afiliados del Partido en sus actividades, en sus decisiones, en sus programas. Un proyecto que incluye, también, nuevas propuestas, nuevas soluciones, para los problemas que más preocupan a los ciudadanos. Siempre he defendido que nuestro Partido debía ir adaptándose a los cambios que nuestra sociedad va experimentando. Hemos sido nosotros, con Felipe González al frente, quienes hemos dirigido, este cambio -durante los años los que hemos ejercido el Gobierno. Y ahora debemos saber innovar nuestras propuestas y nuestras iniciativas para volver a conectar con las aspiraciones de tantos y tantos ciudadanos, que ya se sienten hartos de las acciones del gobierno de la derecha.

Os pido vuestro voto para aglutinar en tomo a nosotros a esa mayoría social de hombres y mujeres que no se sienten y no se quieren sentir identificados con la derecha y que quieren recuperar la ilusión por un cambio político. Creo en la necesidad de agrupar a todos los progresistas españoles en torno a una «causa común» que sume los votos de quienes confían en el bienestar y el progreso para todos los españoles: los votos de quienes, como nosotros, creen que solidaridad, justicia, libertad e igualdad son valores por los que merece la pena luchar y que deben orientar la acción de gobierno.

Os pido vuestro voto para defender el programa del Partido. No un programa. personal, sino un programa que tiene que hacerse con la participación de todos los socialistas y de todos nuestros simpatizantes y amigos; un programa que, de este modo, constituya la segunda fase de la renovación que hemos iniciado con las primarias. Un programa que proponga a los ciudadanos un nuevo pacto social parara repartir el trabajo, la renta y las oportunidades. Un programa que asegure la protección social, que apueste por hacer de la educación, la cultura, la atención a las nuevas tecnologías y el medio ambiente, la solidaridad y los derechos humanos el centro de atención irrenunciable de la acción de gobierno. Un programa que per mita desarrollar la democracia, fortalecer las libertades y gozar de una vida política limpia. Un programa que defienda un proyecto federal que integre la diversidad que nos caracteriza. Un programa hecho por y para hombres y mujeres libres e iguales. Un programa que surja de nuestra gente, sabiendo que la renovación de nuestro proyecto político depende de la innovación de nuestras ideas. Un programa que queremos ofrecer a todos los ciudadanos, sabiendo que necesitamos transmitir confianza, serenidad y rigor.

Os pido vuestro voto para derrotar a la derecha. Para enviar a Aznar a la oposición. Somos ya mayoría, son ya mayoría los ciudadanos que vuelven a querer un Gobierno socialista. Y el PP lo sabe. Sabe que vamos a ganar las elecciones con un Partido renovado, con el voto de la mayoría progresista, con un nuevo programa. Vamos a ganar, y esa victoria no será la victoria de uno, sino la victoria del Partido y, con él, la victoria de todos los hombres y mujeres progresistas. Vamos a lograrlo con ideas, ilusión, fuerza y gente preparada.

Los afiliados de esa agrupación tenéis en vuestra mano la posibilidad de apoyar este proyecto. Debéis votar con libertad absoluta. Podéis hacerlo sabiendo que, en todo caso, el PSOE elegirá un buen candidato y sabiendo que, en todo caso, saldrá fortalecido de este proceso. Pero debéis votar sabiendo que estáis eligiendo a quien va a derrotar a la derecha y será, por tanto, el próximo Presidente del Gobierno de España. Debéis votar, pues, con alegría, porque estaréis dando un paso decisivo hacia nuestra victoria electoral. Y debéis hacerlo con responsabilidad, porque estáis eligiendo a quien, a partir de las elecciones, volverá a ocupar La Moncloa en representación del Partido Socialista.

Por todo ello, porque quiero dirigir nuestro camino a la victoria electoral, te pido que comuniques el contenido de esta carta a las compañeras y compañeros de esa agrupación. Y a vosotras y vosotros os pido vuestro voto.

Joaquín Almunia

17 Abril 1998

Recuperar el orgullo de la gran transformación que impulsamos

José Borrell

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Con mis errores y mis aciertos a cuestas, me atrevo hoy a pedir tu confianza, porque creo estar en las mejores condiciones para ganar las elecciones a Aznar, a Cascos, a Rato... y para gobernar este país. Creo honestamente que tenemos más probabilidades de ganar las próximás elecciones con una candidatura capaz de recoger el voto de la mayoría de progreso.

Querido compañero, querida companera. Me he presentado a las elecciones primarias para elegir el candidato de nuestro partido a la presidencia del Gobierno de España, porque no me resigno a que el PP gane las próximas elecciones generales. Me presento porque creo que las podemos ganar y para contribuir a que las ganemos.

La dulce derrota se fue haciendo amarga. Entre los juicios, el euro y la buena situación económica, se había instalado entre nosotros un conformismo resignado que daba por hecho que las próximas elecciones las ganaría el Partido Popular y después ya veríamos.

Pero después puede ser muy tarde. Me he presentado para que las elecciones primarias sirvan para romper, como ya está ocurriendo, con este fatalismo. Así nos lo exigen nuestros militantes y votantes. Si dejamos que el PP, apoyado en las derechas nacionalistas, gobierne ocho años, desmontarán pieza a pieza la obra política de los Gobiernos de Felipe González, a los que me honra haber pertenecido. Irán marcha atrás en el tiempo, retrocediendo en el camino de progreso económico, protección social y quilibrio territorial que empezamos en el 79 en los Auntamientos y en el 82 en el Gobierno de España.

No fue fácil la decisión de presentarme. No es fácil presentarse, no en contra, pero sí frene a un candidato que es el secretario general. Todos temíamos los riesgos de un debate abierto entre compañeros del partido. Algunos pensaban que el riesgo de debilitar nuestra unidad superaba las ventajas de una Mayor participación. Asumiendo esos riesgos, décidí presentarme porque creía que necesitábamos un revulsivo, un estímulo que nos permitiese girar la página de la corrupción y enfocar el futuro con nuevos proyectos y nuevas ilusiones.

Constato con enorme alegría que eso es lo que está ocurriendo. Este proceso ha devuelto la sonrisa a los socialistas. Nos ha movilizado. Los compañeros y compañeras acuden más que nunca a nuestros actos, públicos (y yo se lo agradezco mucho). Volvemos a hablar de política en el sentido más noble de la palabra. La afiliación aumenta y los ciudadanos nos miran con simpatía.

Gracias al dinamismo y a la ilusión que este proceso ha despertado, ahora creemos que podemos ganar.

Podemos ganar porque hemos sido los protagonistas de la primera revolución pacífica de nuestra historia. Debemos recuperar el orgullo de la gigantesca transformación que hemos impulsado en España. Y apoyándonos en este orgullo, podemos y debemos generar una nueva voluntad colectiva. Una nueva ambición de país, que nos permita afrontar con lucidez y solidaridad los problemas de mañana, que son distintos de los que ya resolvimos ayer. Podemos despertar al país del sonsonete monocorde y adormecedor del «España va bien», «España va bien»… Tras él se esconde un proceso que corroe las bases financieras de la Seguridad Social, destruye la progresividad fiscal, fomenta la desigualdad desde la escuela, permite que un grupo de amigos se apropien del patrimonio empresarial público, y hace mangas y capirotes de la estructura del Estado, sacrificando cualquier proyecto coherente y solidario para España.

Podemos ganar, porque el entusiasmo es contagioso. Se traslada desde nuestros militantes hacia los ciudadanos, hacia todos los que se reclaman de un proyecto de progreso, que se extiende desde el centro hasta la izquierda y desde la izquierda hasta el centro. Podemos ganar, porque podemos recuperar el voto de la gente de izquierdas que nos abandonó en el 96, que no nos perdonó los casos de corrupción que a todos nos abochornaron, o que no reconoció en algunos de nuestros mensajes a la izquierda que pretendemos representar.

Podemos ganar. Y para ello hay que introducir claramente en nuestro discurso político los nuevos objetivos del desarrollo sostenible, del reparto de las oportunidades de trabajar y no sólo de la renta producida, y de la igualdad entre hombres y mujeres. Ésas deben ser nuestras banderas de combate.

Podemos ganar, si conseguimos explicar y convencer a todos los españoles que el respeto a la diversidad cultural y lingüística de España no es una amenaza para nadie, sino la única base sólida de un país vertebrado por los principios de solidaridad entre todos los ciudadanos, independientemente de su lugar de residencia.

Un país capaz de conjugar los intereses particulares de cada Comunidad con el interés general de España. Un país en el que la defensa, de las identidades no se haga en detrimento de la voluntad de compartir un proyecto común, que reparta con equidad y eficacia los recursos naturales, los esfuerzos y los frutos del progresó.

Mientras tanto, la izquierda emerge de nuevo en Europa adaptándose a las características de cada país. Ayer. en Francia y en Gran Bretaña, mañana en Alemania. La izquierda nunca fue mayoritaria a la hora de construir Europa. Ahora podemos contribuir a evitar que el futuro de Europa lo decidan sólo el mercado y los tecnócratas. También me presento porque no nos basta la Europa monetaria y porque los socialistas queremos que, al mismo tiempo, se construya la unión política y la Europa social.

Desde que empezaron las elecciones primarias he visto aumentar el entusiasmo con el que más. y más compañeros y compañeras asisten a los actos públicos de mi candidatura. En ellos hablamos de los problemas que interesan a la gente, de las diferencias entre la izquierda y la derecha, que pasan por la diferencia entre los derechos (trabajo, educación, salud, vivienda, pensiones), que debemos garantizar con el esfuerzo solidario de todos, y las mercancías, que el mercado debe producir fomentando la competitividad. y las ventajas de la competencia. Queremos un mercado de mercancías y una sociedad de derechos, garantizados por el cumplimiento de los deberes.

Comprenderás, querido compañero y compañera, que no pueda exponerte en una carta todo lo que me gustaría discutir contigo sobre nuestro proyecto político y nuestra ambición de volver a ejercer el poder como palanca de transformación social. Y digo nuestro proyecto y nuestra ambición, porque no es éste un proyecto personal. Mi proyecto no es otro que el de nuestro partido, y mi programa será el que elaboremos entre todos.

Creo que puedo presumir con orgullo de ser un hombre del Partido Socialista. He militado en este partido en Madrid y en Cataluña durante la mitad de mi vida. He sido concejal y ministro. Durante-24 años he participado en la fundación de agrupaciones y he sido miembro de ejecutivas y comités, tanto en la FSM como en el PSC. Creo haber asumido con responsabilidad y entrega tareas difíciles. Me he enfrentado a los voceros de la derecha y a poderosos intereses para poder construir las bases fiscales de una sociedad más justa y las infraestructuras que impulsan el desarrollo equilibrado de nuestro país.

Con mis errores y mis aciertos a cuestas, me atrevo hoy a pedir tu confianza, porque creo estar en las mejores condiciones para ganar las elecciones a Aznar, a Cascos, a Rato… y para gobernar este país. Creo honestamente que tenemos más probabilidades de ganar las próximás elecciones con una candidatura capaz de recoger el voto de la mayoría de progreso, aliando el rigor y el realismo con una ambición de país capaz de recibir un apoyo social mayoritario. Creo que seré también capaz de gobernar con eficacia, aplicando los programas de nuestro partido.

No creo que el secretario general tenga que ser, necesaria y automáticamente, el candidato a la presidencia del Gobierno. Si así. fuera, ¿para qué estaríamos convocando elecciones primarias? Una elección democrática entre dos compañeros sólo tiene sentido si se acepta por principio que cualquier resultado es igualmente bueno para el partido.

Te pido que ejerzas tu voto, como estoy seguro que harás, con total libertad y responsabilidad. Estamos ante una decisión que puede ser muy importante, porque de ella depende el resultado de las próximas elecciones. Por ello te pido, no sólo tu confianza, sino sobre todo que transmitas con tu voto la opinión de los ciudadanos con los que convives. La opinión de los que no votan en estas primarias pero que sí lo hacen en las elecciones generales, y son los que, de verdad, deciden quién es el presidente del Gobierno.

Compañeros y companeras, las primarias son como una gigantésca encuesta. La mayor que se haya hecho nunca. Vosotros sois los encuestadores. Preguntad a vuestros amigos y vecinos, en el trabajo, la calle y el aula. ¿Quién puede conseguir más votos para ganar al PP? Tú decides. Porque a mí me honraría mucho ganar estás primarias, pero quiero, sobre todo, que el PSOE gane las próximas elecciones, generales.

Me he presentado ante vosotros, ofreciendo lo que pueda aportar de honestidad, eficacia, capacidad de convencer, de ilusionar, de sumar y de representaros. Vosotros tenéis la palabra. Y vuestra decisión será la buena.

Me gustaría, sobre todo, ser capaz de impulsar una nueva dimension ética de la política y, más aún, de la convivencia. Pensar en el futuro y en las personas. Respetar la palabra y cumplir los compromisos. Poner el mismo empeño, en hacer efectivo el derecho al trabajo que en cumplir los criterios de Maastricht. Impulsar un nuevo pacto de igualdad entre hombres y mujeres. Hacer de la educación no sólo un derecho, sino un deber de todos con todos. Explicar, frente a la derecha que sólo piensa en liberalizar, desregular, privatizar y desfiscalizar, que la humanidad ha progresado dotándose de reglas, que además de competir hay que cooperar, que no hay pensiones sin impuestos y que lo público es, a veces, mejor que lo privado.

Me despido ya. Sólo quiero que sepas que, si me das tu confianza, trabajaré en estrecha colaboración con todos los responsables políticos de nuestro partido y que trabajaré junto a Joaquín Almunia para llevar entre todos al PSOE a la victoria electoral. Y si es él quien recibe vuestro apoyo mayoritario, yo seré su más firme punta

José Borrell

26 Abril 1998

ADIÓS, FELIPE, ADIÓS

Jaime Campmany

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Borrell puede personalizar y protagonizar con sinceridad y quizá con acierto la necesaria regeneración del partido socialista, ese partido que hoy por hoy, y tal vez para siempre, resulta indispensable en nuestra democracia

Están, estamos, empezando a tocar el fin del felipismo. No verlo es estar ciego y no reconocerlo es estar tardo. Todavía no ha sido inventado el canovismo sin Cánovas, el estalinismo sin Stalin, el franquismo sin Franco y el felipismo sin Felipe. Ya sé yo que Felipe no está muerto, y todavía no es posible decir que el muerto está mal enterrado. Pero hoy comienza en nuestra historia política una etapa nueva que abre la página siguiente al capítulo donde se cierra el felipismo y se ha producido la derrota de los pedantes. ‘Lo mejor que podemos hacer para ser fieles al pasado es conquistar el futuro’, ha venido a decir Borrell al levantarse por primera vez de la cama de candidato. Eso es exactamente lo que dice cualquier hombre político cuando al pasado lo está enviando al desván de los recuerdos y está destinando a sus personajes al museo de cera.

Sin embargo, los felipistas más conspicuos, los felipistas más comprometidos, los felipistas de sumario pendiente, los felipistas de cargo y mamandurria, las felipistas de ‘Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo’, los felipistas de veneración al ‘dios’ de Benegas y su sanedrín se apresuran a advertir a políticos y periodistas que no caigamos en el error de dar por terminado el felipismo. ‘Aquí – dicen – no se ha votado contra Felipe, sino a favor de Borrell’. Eso sería así y estaría bien advertirlo o recordarlo si Felipe González y su aparato incondicional en la Ejecutiva del PSOE se hubiesen mantenido neutrales en la pelea de las primarias, oa lmenos, se hubiesen comportado con discreción en la manifestación de sus preferencias. No ha sido así. El partido ha puesto a funcionar su máquina a favor de Joaquín Almunia, y el ‘dios’ Felipe González ha echado su providencia y su famoso carisma en el asador de su candidato y de su secretario general. El triunfo de Borrell sólo ha sido posible por la derrota de los pedantes, por la derrota de quien se paseaba por el socialismo militante con la prepotencia del conquistador.

Y aún queda por añadir un hecho significativo. ¿Con quién ha estado Guerra? Alfonso Guerra ha permanecido prudentemente callado en esta contienda. Pero sería estúpido desconocer que ha actuado en silencio. Y ha actuado, quizá menos para que gane Borrell, que para que pierda González. Por algo mi admirado Peridis pintaba a Guerra como la avispa del PSOE. Ha tardado mucho en clavar su aguijón en las carnes de Felipe, pero la venganza es un plato que se toma frío. En Sevilla y en Madrid, los dos feudos más nutridos de Guerra, ha ganado Borrell, o sea, ha perdido Felipe. No quiero decir que Guerra haga ganado estas primarias contra Felipe. Eso sería mucho decir. Pero no cabe duda que Guerra estaba tirando del carro del vencedor.

Joaquín Almunia es un político socialista más tranquilizador que Pepe Borrell. El hijo del panadero es más radical de ideas y de procedimientos y tiene peor uva, por no decir claramente que usa muy bien la mala leche. Propugna un socialismo más amenazante e inclemente. Pero es uno de los ministros felipistas alejados de las responsabilidades del GAL, libre de las trapisondas y tejemanejes de la corrupción y al que nunca se le ha sorprendido con las manos metidas en el saco de los fondos reservados. No es un jovencito sin historia dentro del socialismo pero tampoco lleva sobre sus hombros la pesada carga de las muchas y a veces horribles fechorías del felipismo. El antipático y soberbio, pero posee más altura intelectual que Felipe González y mucha más seriedad y gravedad que el sevillí vendedor de burras con mataduras, fullero del juego político y mentirosos habitual.

Tengo para mí que Borrell puede personalizar y protagonizar con sinceridad y quizá con acierto la necesaria regeneración del partido socialista, ese partido que hoy por hoy, y tal vez para siempre, resulta indispensable en nuestra democracia. Al derrotado ex presidente del Gobierno se le puede decir sin tristeza desde cualquier ventana política ‘Adiós, Felipe, Adiós’.

Jaime Campmany

29 Abril 1998

LA CIZAÑA

Javier Pradera

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Hasta Jaime Campmany, el jefe del Sindicato Vertical del Espectáculo y director del ARRIBA tardofranquista que logró reciclarse durante la transición como zafio bufón de la derecha monárquica, entró en éxtasis ante el inesperado triunfo de Borrell

Así como la lluvia cubre de setas los bosques, la tormenta descargada sobre el PSOE por el inesperado triunfo de Borrell sobre Almunia en las primarias ha decorado el paisaje periodístico gubernamental con una súbita floración de admiradores del nuevo candidato socialista a la presidencia del Gobierno. Hasta Jaime Campmany, el jefe del Sindicato Vertical del Espectáculo y director del ARRIBA tardofranquista que logró reciclarse durante la transición como zafio bufón de la derecha monárquica, entró en éxtasis ante una divina sorpresa digna de Charles Maurras; el antiguo paladín falangista de la camisa azul y la revolución pendiente escribía el pasado domingo: «Borrell puede personalizar y protagonizar con sinceridad y quizá con acierto la necesaria regeneración del partido socialista, ese partido que hoy por hoy, y tal vez para siempre, resulta indispensable en nuestra democracia». El entusiasmo hacia el PSOE de Pablo Iglesias mostrado por este agradecido admirador de los caballerosos militares argentinos y chilenos que se sublevaron contra el orden constitucional en los setenta tiene una razón: la victoria de Borrell significa «el final del felipismo». Campmany y sus compañeros en el alegre baile de carnaval inagurado durante la anterior legislatura (algunas de cuyas interioridades puso al descubierto Luis María Anson -el director de ABC- hace unas semanas) se han distribuido los papeles en la comedia mediática montada para impedir una derrota del PP en las próximas elecciones. Los periodistas y los tertulianos trasvestidos de verdaderos socialistas o demócratas auténticos, que llamaron durante años asesinos, ladrones y pesebristas a los 380.000 militantes y los 9 millones de votantes del PSOE, elogian ahora ad nauseam, como gran esperanza de la izquierda honrada, a una persona a la que desprestigiaron y calumniaron con saña cuando era secretario de Estado de Hacienda y ministro de Obras Públicas en el gobierno presidido por Felipe González. Los publicistas disfrazados de vestales de la palabra dada amenazan a Joaquín Almunia con el linchamiento moral en el caso de que se atreva a desobedecer sus instrucciones de dimitir irrevocablemente como secretario general socialista, provocando así la convocatoria de un Congreso Extraordinario del PSOE; las antiguas imprecaciones contra el hiperliderazgo de estos titanes de la coherencia están ya olvidadas: ahora opinan que Borrell debe reunir en sus manos cuando antes la doble púrpura de la candidatura a la presidencia del Gobierno y la secretaría general del PSOE.

El propósito de ese baile de carnaval resulta diáfano. El objetivo es sembrar la cizaña dentro del PSOE, agudizar sus contradicciones, echar vinagre sobre las heridas abiertas por las primarias y forzar la dimisión de Almunia para abrir un conflictivo interregno de varios meses que mantenga a los socialistas ocupados en lavar la ropa sucia ante la vista del respetable público. De esta forma, el terreno quedaría expedito para que Aznar -con el viento de cola de la entrada de España en la tercera fase de la Unión Monetaria, el auge del ciclo económico y las expectativas creadas por la reforma del Impuesto sobre la Renta- disolviese las Cortes, convocase elecciones a la vuelta del verano y lograse una desahogada mayoría absoluta. Porque los envenenados elogios a Borrell como representante del socialismo honrado llevan aparejado el gozoso lamento por su pronunciado giro a la izquierda, que dejaría al PP el monopolio del caladero electoral del centro.

Los parlamentarios socialistas pidieron ayer a Joaquín Almunia que no dimita como secretario general del PSOE. Nada hay, en verdad, que le obligue a dar ese paso. La rectificación hecha por Almunia de su inicial amago de dimitir en el caso de perder las primarias permitió que la candidatura de Borrell no quedase negativamente hipotecada; resultaría absurdo pretender que la renuncia a tal condición resolutoria sólo dejase de ser válida caso de perjudicar electoralmente a quien la adoptó. La bicefalia, es decir, el reparto de papeles entre el secretario general y el candidato a presidente de un mismo partido, tiene precedentes tanto en la socialdemocracia europea (Alemania, por ejemplo) como en federaciones del propio PSOE (Cataluña, Castilla-La Mancha y Galicia). Ciertamente sería un abuso coaccionar a Joaquín Almunia para que permaneciese en su puesto y compartiese responsabilidades con Borrell si no se siente con fuerzas para la tarea; también es verdad, sin embargo, que su dimisión arrastraría al desprestigio y dificultaría en el futuro la celebración de las primarias, una innovación asociada ya para siempre con el arrojo, la dignidad y la generosidad de su gesto.

Javier Pradera

27 Abril 1998

Antonio Franco, ante un difícil equilibrio tras las primarias del PSOE

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Antonio Franco, director de EL PERIÓDICO de Catalunya, dio ayer otra lamentable muestra de falta de seriedad. Una más. Confundiendo lo que debe ser un editorial con lo que es un comentario, una opinión o la simple ocurrencia de un columnista, metió en su editorial una cuña sin sentido alguno con la que pretendía atacar al director de EL MUNDO. Probablemente, estos errores tienen su origen en el nerviosismo que la victoria de Borrell en las primarias del PSOE ha producido en la dirección del rotativo barcelonés. Franco, que tuvo en un cajón durante varios meses toda la documentación referente al `caso Filesa’ y que defendió a los GAL y a los protectores políticos de los GAL, se encuentra ahora en una difícil tesitura. La derrota a manos de Borrell de quienes promovieron y protegieron el terrorismo de Estado cambia las cosas. Habrá que ver, a partir de ahora, cómo combina Franco su postura de apoyo al más corrupto felipismo con la nueva situación creada en el PSOE. Porque parece evidente que el resultado de las primarias va a obligar a más de uno -Franco, entre ellos- a realizar unos difíciles equilibrios periodísticos. Ya veremos qué hace este equilibrista. Por lo demás, el desmarque de Borrell respecto a EL MUNDO durante su campaña, es lógico y comprensible, dado que nuestro periódico ha sido un firme crítico del felipismo. En esa línea de estrategia hay que entender que Borrell rechazara el apoyo de EL MUNDO. Pero ahora, Borrell tendrá que optar. Y tendrá que decidir si necesita o no el apoyo de alguien como Antonio Franco, que fue un defensor acérrimo del más negro periodo del felipismo contra el que Borrell tendrá que luchar a partir de ahora. Deberá decidir si le intersa o no un apoyo tan turbio como el que puede prestarle un personaje como Antonio Franco.

05 Mayo 1998

Almunia explica su decisión de seguir como Secretario General del PSOE

Joaquín Almunia

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Ha llegado ya el momento de tomar una decisión final que no es fácil. Siempre habrá quien encuentre motivos para criticarla, sea cual sea su sentido. Si opto por la coherencia personal y hago efectiva la dimisión presentada, habrá quien piense que traiciono el significado más profundo de las elecciones primarias y que arruino todo lo positivo que éstas han despertado. Si, por el contrario, me quedo, alguno dirá que me aferro al cargo por encima de cualquier otra consideración. Si me voy, algunos creerán que perjudico las posibilidades de victoria de Borrell, sumiendo al partido en un proceso interno de discusión y ensimismamiento. Si no lo hago, habrá quien activamente apueste por la posibilidad de un desencuentro entre el candidato y una dirección del partido mayoritariamente comprometida con quien fue su contrincante en las primarias, o por la deslegitimación de esa dirección.

Al final, tiene que haber un argumento decisivo que se impone sobre todos los demás. En mi caso, lo he encontrado en los miles de mensajes que estoy recibiendo estos días. Mensajes de muchos socialistas, con y sin carnet, que no quieren que decaiga el clima de ilusión que se ha despertado; mensajes de mis colaboradores, que me expresan su aliento y su ánimo para seguir trabajando por un proyecto del que se sienten protagonistas, y no simples personajes secundarios sin voz ni voto; mensajes de ciudadanos que confían en que esta oportunidad de desalojar del poder a la derecha no sea desaprovechada. Estos mensajes no han caído en saco roto. En definitiva, las primarias son una apuesta por la participación de todos, y, aunque las razones de índole personal siempre están presentes en una actividad tan humana como es la política, no podría dar la espalda a tantas opiniones fundadas en mis propios valores y convicciones. Pero hay algo más y todavía más importante. Y es que el paisaje del PSOE ha cambiado después de las primarias. Hoy sé mejor que ayer que soy el secretario general de un partido que ha optado por enfrentarse a la derecha con quien hemos considerado que está en mejores condiciones para asegurar un triunfo electoral. Y estoy en un partido que reclama de su secretario general que, además de poner toda la fuerza del partido al servicio del triunfo electoral, asegure la continuación de un esfuerzo de renovación que extienda la democracia y la participación en todas las instancias del partido, sea cual sea la fase de la batalla electoral. Hay, pues, trabajo por hacer. Un trabajo que desarrolle el proceso que ahora hemos puesto en marcha. Es un trabajo que se me está pidiendo que prosiga. Es un trabajo que coincide con mis aspiraciones y mis convicciones. Es un trabajo por el que he luchado. Es un trabajo por el que merece la pena seguir haciéndolo. Y así lo haré.

Joaquín Almunia

Memorias Políticas

Joaquín Almunia

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Había que decidir nuestro cartel electoral. Pregunté a Felipe González si tenía alguna intención en ese sentido y su negativa fue contundente. Hablé con Javier Solana. Él había sido nuestro candidato in pectore en 1995, y sus responsabilidades al frente de la secretaria general de la OTAN no se prolongaría indefinidamente, por lo que le comenté la necesidad de aclarar pronto nuestro liderazgo electoral. Javier no descartaba volver a la política española, pero me aseguró que en ese momento estaba absorbido por sus responsabilidades internacionales.

Yo aparecía como el candidato natural. Sólo quedaba por decidir el momento y la forma de mi proclamación. No quería volver a ser un candidato impuesto desde arriba, sin abrir la posibilidad de otras alternativas. Me pareció lógico utilizar a nivel nacional el procedimiento que acababa de ser aprobado para la selección de los candidatos locales y autonómicos: la figura de las elecciones primarias internas.

Yo quería garantizar la credibilidad de mis intenciones, y para eso me emplee a fondo en convencer a Josep Borrell para que se presentase como candidato alternativo. Ya había estado a punto de hacerlo en el 34 congreso y posteriormente hubiera deseado ser el portavoz del grupo parlamentario pero yo había confiado ese puesto a Juan Manuel Eguiagaray. Para que no se sintiese desplazado en la Ejecutiva, de la que formaba parte, le había encargado que impulsase la reflexión sobre la renovación de nuestras propuestas en una serie de áreas, pero su trabajo no había cuajado. A los pocos días Borrell anunció su candidatura de lo que me alegré muy sinceramente.

La estrategia de campaña de Borrell estuvo mejor dirigida que la mía. En el triunfo inesperado de Borrell pesaron, por encima de cualquier otro factor, razones políticas de fondo. Además de su brillantez dialéctica. Josep Borrell encarnaba para una gran parte de los afiliados la imagen de cambio que deseaban. El desmarque de Borrell respecto a de una dirección a la que él también pertenecía. Por otra parte, tanto Izquierda Socialista como el guerrismo apostaron claramente por Borrell.

Los resultados del escrutinio, que otorgaban a Borrell una clara victoria, me sorprendieron. Subestimé el rechazo que producía la dirección del partido entre las bases.

Al comprobar la derrota dimití tal y como había advertido durante la campaña. Me parecía muy difícil dirigir un partido cuyos afiliados me rechazaban. Se los comuniqué así a la Ejecutiva, al día siguiente de sus votaciones. Todos, incluido Borrell, me pidieron con insistencia que reconsiderase mi posición.

Me equivoqué al no irme entonces.

El Análisis

EL MALOGRADO PRIMER INTENTO DE DEMOCRACIA DIRECTA EN UN PARTIDO

JF Lamata

Las primarias del PSOE para elegir al candidato a la presidencia del Gobierno por aquel partido podrían haber sido un gran paso para la democracia directa en España y que, por primera vez los militantes decidieran. Pero el resultado, en el que se eligió a un candidato que no llegaría vivo a las urnas, no haría sino enturbiar la imagen de este sistema hasta el punto de que no volvería a repetirse durante la siguiente década. La realidad es que el Secretario General del PSOE, D. Joaquín Almunia, veía en las primarias la forma de potenciar su imagen, ante los que le veían como una mera marioneta del ex presidente D. Felipe González. Unas primarias con un rival que parecía tener escasos apoyos, como era el Sr. Borrell era la mejor forma de poder presentarse como un líder.

La inesperada victoria del Sr. Borrell (que contó con el apoyo total de los ‘Guerristas’ y de ‘Izquierda Socialista’ arruinó la estrategia del Sr. Almunia y trastocó aún más al partido. El Sr. Borrell había ganado pero no era el líder del PSOE, puesto que, de acuerdo a las reglas del PSOE, el liderazgo del partido se decide en los congresos y el último habría dado el triunfo al felipismo liderado por el Sr. Almunia. Se producía así un choque de legitimidades, la del Sr. Almunia, que representaba la voz de los compromisarios del XXIV Congreso de 1997 y la del Sr. Borrell que representaba la de los militantes de las primarias de 1998. La crisis socialista continuaría.

J. F. Lamata