15 abril 1983

Gutiérrez mantiene una guerra feroz contra el YA y De la Cierva desde hace dos años

José Luis Gutiérrez (DIARIO16) acusa al columnista Ricardo de la Cierva (YA) de manipular una cita del socialista Rodolfo Llopis

Hechos

El 14 y el 17 de abril de 1983 D. José Luis Gutiérrez dedicó su artículo diario en DIARIO16 a D. Ricardo de la Cierva.

14 Abril 1983

Suquía y la YA

José Luis Gutiérrez

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Se mueve la Iglesia, lectores. El relevo del cardenal Tarancón en el Arzobispado de Madrid tiene un claro significado y resulta un buen indicador de la dirección de los vientos eclesiales tras la ascensión a la silla de Pedro del Papa polaco.

No ha habido por otra parte sorpresa en la designación papal de monseñor Suquía en la diócesis de Madrid-Alcalá. En los círculos eclesiásticos informados se espera el nombramiento de este vasco virado a gallego. Porque Suquía, a pesar de ser de Guipúzcoa, es una especie de Pío ensotanado, un verdadero misterio. Nadie sabe lo que se esconde detrás de los ojos de micifuz y las pestañas de vicetible que luce monseñor. Ángel Suquía es el típico eclesiástico que rehúye los alineamientos, que no se define ni como conservador ni como avanzado sino todo lo contrario. Ni carne ni pescado. Sí se sabe, en cambio, que siente una cierta simpatía por el Opus Dei. Seguro que en los medios de la Obra su designación habrá causado natural contento.

Desde luego, al pro vicario Patino le veremos en breve hacer las paletas y abandonar su importante puesto en la diócesis para dedicarse a sus clases en la Universidad y sus colaboraciones en los medios de comunicación.

Y ya que halamos de curas, lectores, vamos a darle otro repaso a la YA, el periódico que acaba de comprar la Conferencia Episcopal, cuyo secretario, el obispo Sebastián – que, aunque suene a personaje de Glauber Rocha, es el responsable de la diócesis de mi pueblo, que es León – está a punto de designar el nuevo director que sustituirá a Castaño y que será o bien Eugenio Nasarre o Venancio Agudo.

Algunos compañeros de la redacción de la YA me han manifestado un cierto desasosiego por mis informaciones sobre el diario. Naturalmente, ninguno de mis pequeños pesconozones iban dirigido hacia nadie de la redacción – donde tengo buenos amigos – sino hacia ciertos caballeretes de la cúpula directiva. Porque, lectores, yo siempre desenfundo el último y en defensa propia.

Y no es culpa mía que los responsables de la YA le dejen al ínclito Cierva escribir sus enloquecidas basuritas. Como me decía un obispo: “Hombre, nuestras ideas serán conservadoras o, quizá, antiguas. Pero resulta un poco duro tener que aceptar que te represente ideológicamente un señor como De la Cierva”. Y tenía razón. Porque, por ejemplo, fíjense lectores como trabaja este personaje. Recientemente, Cierva, hablando del problema de la enseñanza, escribió esta frase, atribuyéndosela al socialista Rodolfo Llopis, de que ‘hay que apoderarse del alma de los niños”. La atribución no es más que una de esas burdas manipulaciones de Cierva, porque el autor de la frasecita no fue otro que el soviético Zinoviev y el propio Llopis la cita en su libro ‘Cómo se forja un pueblo. La Rusia que yo he visto’. En otra obra suya, ‘La Revolución en la escuela’, publicada en 1933, Llopis – que fuera director de Primera Enseñanza – la contesta con esta otra: “Cueste lo que cueste, hay que respetar la conciencia de los niños…”. Así escribe Cierva la historia, lectores. Con zafias intoxicaciones y con paranoias persecutorias que tras la crítica ve confabulaciones marxistas tendentes a apoderarse del mundo. Son cosas de este historiador lerele que nadie – a excepción de la YA – toma en serio.

Porque, cuando el obispo antes citado me expresaba sus reticencias con respecto a Cierva, posiblemente recordaba cualquiera de sus disparatadas deposiciones, antiguas o recientes. Véase esta perla, muy apropiada para la YA publicada en LA HOJA DEL LUNES en 1977: “Sus dos siglos de cerrazón cultural progresiva – atentos, que Cierva escribe de la Iglesia – sus treinta años de simbiosis con el antiguo régimen, en el que actuó abiertamente, jerárquicamente, como legitimadora, como inspiradora ideológica, como salvadora en los momentos críticos (1937, 1945, 1953) como inquisidora hasta extremos inverosímiles y hasta como encargada indirecta y directamente de la censura política y cultural en los momentos más intransigentes de esa censura”. Ni Tuñón de Lara – al que ahora Cierva llama marxista – se hubiera atrevido a tanto. Qué castigo…

José Luis Gutiérrez

15 Abril 1989

Los niños de Llopis

Ricardo de la Cierva

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El periodista don José Luis Gutiérrez, ya procesado por presuntas injurias contra mí y obligado por la autoridad judicial a depositar cinco millones de pesetas con tal motivo, vuelve a arremeter, entre descripciones insultantes contra personas de mayor categoría, en dos frentes: el de la injuria y el de la historia. Según mi criterio invariable no responderé a la injuria, que paso, como siempre, al Tribunal competente; pero sí debo rebatir la agresión a la historia para eliminar cualquier sospecha, más bien remota, dada la fuente acusatoria de tergiversación. Se trata del dirigente socialista don Rodolfo Llopis y su famosa frase ‘Hay que apoderarse del alma de los niños’. Vamos a documentarla en su contexto riguroso, y mañana volveré, con datos, sobre otro aspecto, pura calumnia, de tan gratuita acusación.

Viajó don Rodolfo Llopis a Rusia y publicó a su regreso en 1929 (Editorial España) un importante libro, “Cómo se forja un pueblo. La Rusia que yo he visto, del que manejo la segunda edición, de 1930. En contraste con la repulsa anterior de otros visitantes de la izquierda española, como Ángel Pestaña, Fernando de los Ríos y en cierto sentido Andrés Nin, Rodolfo Llopis vuelve fascinado por el paraíso soviético, sobre todo en sus aspectos pedagógicos que estudió a fondo sobre el terreno. Y se identificaba plenamente con el sistema, como confiesa en las páginas 65-66: “Los revolucionarios rusos no se limitaron a salvar a la infancia. La salvaron y la incorporaron a la obra revolucionaria. Eral a única manera de asegurar la revolución. La revolución será lo que sean los que la fecundan. Por eso desde el primer momento apenas triunfa la revolución rusa, se traza rápidamente un plan educacional. El plan no tiene más que una aspiración: apoderarse del niño. “Cueste lo que cueste – decía Zinoviev – hay que apoderarse del alma del niño”. Claro que la consigna es de Zinoviev. Pero el reconocimiento de que así se salvó a la infancia rusa es de puño y letra de LLopis, que aprueba el método. Y titula con esa frase terrible su capítulo cuarto, página 87, donde revela su ‘excelente impresión’ (P. 93) ante la visita, que en algunos momentos describe (P. 96) como ‘un encanto’. Y termina el capítulo titulado ‘Hay que apderarse del alma del niño, sin comillas, con una frase sintomática: “Todavía hoy, al recordarlo, no puedo dominar la emoción (P. 122). Asume, pues, el ambiente y la consigna. No es una simple cita.

En su libro de 1933, La revolución en la escuela (Ed. Aguilar) Llopis reiteraba su adhesión a la revolución soviética, identificada en cuanto a su estrategia con lo que él llamaba la revolución española, es decir, la República, donde acababa de desempeña la dirección general de primera enseñanza “¿quién ha de hacer – se pregunta en la página 10 – esa revolución en las conciencias y en los espíritus? Esa revolución ha de ser obra de los educadores. De la escuela. Así lo han entendido en todas partes. Cada uno a su manera, pero en todas partes…. Por eso en todas partes la escuela ha sido el arma ideal de la revolución… Eso es lo que hizo la revolución francesa y lo que ha hecho la revolución rusa. Y eso es lo que ha hecho y está haciendo actualmente la República española”.

Identidad de estrategia, diferencia de táctica. Y por supuesto, de lenguaje, el típico doble lenguaje socialista. Tras identificarse con el objetivo soviético y con el método y la consigna soviética Llopis intenta disimular. Y dice (P. 12): La revolución española no podía hablar ese idioma…” Ha dicho con la misma energía que ellos y con el mismo espíritu de resolución que ellos (los rusos): “Cueste lo que cueste hay que respetar la conciencia de los niños”.

¿Se trata de una marcha atrás, de una declaración de liberalidad como la que Fernando de los Ríos le espetó, con nobleza hispánica, a Lenin? De ninguna manera. En la propia Rusia se encargó Llopis de darnos su interpretación auténtica sobre lo que entendía pr respeto a la conciencia del niño. Y lo dejó escrito en la página 85 de la obra que citamos en primer lugar: “Yo sostenía que la conciencia del niño era sagrada… Pedimos que se respete su conciencia para evitar que la Iglesia sigua sojuzgando su personalidad, para impedir que el capitalismo y el militarismo sigan sojuzgando su espíritu”. Esa es la clave de todo, la teoría socialista española para apoderarse del alma de los niños como base pedagógica de la revolución.

Pero con serlo tanto, lo grave no fue la teoría, sino la práctica que inspiró y logró el señor Llopis. El 12 de enero de 1932 una circular de Llopis ordenó arrancar el crucifijo de las escuelas. El 24 se disolvió por decreto la Compañía de Jesús. EL 11 de marzo se suprimió la religión en las escuelas públicas. El 2 de junio de 1933 una ley expulsaba a la Iglesia de la enseñanza por lo que el propio Papa hub de condenar la disposición en la encíclica Dilectissima nobis. Así respetaba la anterir experiencia socialista de poder la conciencia de los niños, hasta que el centro derecha barrió al señor Llopis y a sus protectores en las elecciones de noviembre de 1933. El centro-derecha, entonces, podía.

Ricardo de la Cierva

17 Abril 1983

Cierva

José Luis Gutiérrez

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El indescriptible Cierva, historiador fascicular y lerele, recogía el pasado viernes en la YA, un comentario-respuesta a mi columna del miércoles. Le dolió el pequeño soplamocos a Cierva, atrapado in fraganti, una vez más, en sus burdas manipulaciones históricas atribuyéndosela al socialista Rodolfo Llopis un comentario – ‘hay que apoderarse del alma del os niños – que en realidad había pronunciado el soviético Zinoviev. Pero no ahora, sino en 1930.

Y en su columna del viernes, Cierva insiste, el hombre, en su vieja técnica de aparentar respetabilidad intelectual a base de corbatitas y otros signos externos. Dice que le injurio y me envía nuevamente al juez. Verás Cierva cómo, al final, la justicia está de parte del sentido común y de la verdad. O sea, del que suscribe.

El resto de la columna es un nuevo insulto a este humilde servidor y a sus lectores. Yo siempre he sostenido que Cierva es una de esas plantas fotófobas, un champiñón malforme, que sólo crece en la oscuridad y la trapacería, que languidece y se extingue al contacto con la transparencia, la luz y la verdad.

En primer lugar, el hecho de que Cierva ande desenterrando a estas alturas de curso los cadáveres socialistas de hace medio siglo ya revela claramente la tenebrosa necrofilia intelectual que este personaje practica. Ya medirán ustedes, lectores, en qué se parecen estos socialistas – y no pretendo yo ahora erigirme ni mucho menos en defensor de la política educativa del Gobierno – a los de 1930. Seguramente, Cierva actúa periodísticamente vampirizado por su hermanita Rosa de la Cierva, asesora de la Comisión Episcopal de Enseñanza que preside monseñor Elías Yanes.

Pero aún hay más. En su columna del pasado viernes dice que ‘claro que la consigna es de Zinoviev’. Pero en su columna del 30 de marzo decía “Y parece que los señores Maravall y González quieren repetir el grito célebre ‘Hay que apoderarse del alma de los niños’, de su predecesor republicanoide don Rodolfo Llopis’. Y en el artículo del 18 de febrero atribuía asimismo, la frase a Llopis como ‘fórmula del dirigente socialista’. Ahora, atrapado en su manipulación, dice que la consigna era de Zinoviev, pero que el espíritu que animaba al socialista era el mismo. Cierva oculta los comentarios contrarios de Llopis al slogan soviético y oculta – o posiblemente ignora – este otro párrafo del viejo socialista sobre las campañas de la derecha en 1933: “Como si no les bastaran sus periódicos, vomitaban todos los días improperios, injurias y falsedades contra nosotros, publicaron multitud de hojas que distribuyeron con gran profusión. En estas hojas, como en sus periódicos mentían cínicamente. No les importaba reproducir párrafos de mi libro “Como se forma un pueblo”, dando como opiniones mías las que yo ponía en labios de los militantes rusos con quienes cnversba” (pag. 238).

Cierva, en un alarde de modernidad, cincuenta años después, sigue con aquellos rollos siniestros del embuste y la intoxicación.

¿A quién quiere engañar?

Posteriormente, en su último texto, Cierva, intentando dar marcha atrás para probar el sovietismo de Llopis cuando éste se despega claramente del berrido de Zinoviev y señala que cueste lo que cueste hay que respetar la conciencia de los niños, porque la revolución española no podía hablar el mismo idioma. Cierva descubre la diabólica estrategia de Llopis con este revelador comentario: “…Llopis intenta disimular”.

Que este caballero se autodenomine historiador es algo de muchísima risa. ¿Qué se puede esperar de un personaje como Cierva que en sus libros ha llegado incluso a dar – ¡nueve versiones distintas! – del bombardeo de Guernica, con el único denominador común entre ellas de que todas son falsas?

Su osadía alcanzó incluso a culpar a los nacionalistas vascos de la masacre. Vaya carrera… La única solución que se me ocurre para el caso Cierva es la quema voluntaria de sus libros y que empiece de nuevo el ingreso de Bachiller, ahora EGB-BUP.

José Luis Gutiérrez