20 octubre 1993

El presentador revela varios detalles sobre los dos columnistas que ponen en duda su imparcialidad a la ahora de analizar su programa de televisión

Julián Lago (‘La Máquina de la Verdad’) responde desde TELECINCO a los ataques de Boyero (EL MUNDO) y Schwartz (EL PAÍS)

Hechos

En el programa de ‘La Máquina de la Verdad’ de TELECINCO del 20.10.1993 su presentador y director D. Julián Lago respondió a los artículos que contra su programa habían publicado EL PAÍS (D. Fernando Schwartz) y EL MUNDO (D. Carlos Boyero).

Lecturas

El presentador de ‘La Máquina de la Verdad’, harto de los ataques de D. Carlos Boyero en EL MUNDO y D. Fernando Schwartz en EL PAÍS – especialmente tras el programa con Dña. Antonia Dell Atte – decidió replicarles a ambos desde su programa de TELECINCO.

Programa ‘La Máquina de la Verdad’ – D. Julián Lago responde:

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Era la primera vez que un presentador de televisión respondía directamente, y citando por su nombre, ante las cámaras, a los críticos de los periódicos que le estaban criticando. Algo que era importante tener en cuenta, porque si los columnistas escribían periódicos de miles de ejemplares de tirada, D. Julián Lago hablaba ante unas cámaras con una audiencia millonaria.

El diario ABC, enemigo de EL PAÍS, aireó de la intervención del Sr. Lago sólo la parte referida a EL PAÍS, mientras que ocultó la parte referida al diario EL MUNDO.

15 Octubre 1993

EL NIÑO DE LOS COJONES

Carlos Boyero

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Tengo el honor de no pertenecer a esos estadísticos siete millones y medio de «voyeurs» que asistieron en directo al más repugnantemente pornográfico de los shows, a la sublimación del marujerío de élite, al morbo en estado fecal, a la mercadería de los sentimientos. Mi sufrida responsabilidad profesional me obliga al día siguiente a castigarme con el vídeo de la farsa y juro que su atmósfera me acaba de provocar un insufrible dolor de cabeza y la amenazante cercanía de la arcada, resacosas sensaciones que mi actual y heroica sobriedad química y etílica se esfuerza día a día en olvidar.

Desde que tengo uso de razón y de indignación he detestado visceral y racionalmente la censura y las prohibiciones que impone pragmática o caprichosamente el Poder, pero estoy convencido de la obligatoriedad moral de la solitaria venganza, de responder implacablemente al agravio, de defenderse con uñas y dientes, con inteligencia y corazón, contra la agresión del enemigo. No metería en la cárcel (es un invento ancestral del Poder) al desvergonzado Valerio Lazarov, al patético Julián Lago y a los grimosos profesionales del simulacro que hicieron posible la verbena de heces, de vendible impudor, de histeria calculada, de docudrama barato que ha ofrecido esta máquina de la gilipollez satisfecha, pero hubiera sentido un placer indescriptible si se hubiera incendiado el plató y las puertas estuvieran cerradas. Mis deseos pirómanos no responden egoístamente al dolor de cabeza que me han regalado. Responden a la defensa de ese «niño de los cojones» a punto de nacer en una familia que no le merece y a su hermanastro Clemente, víctimas inocentes de la basura de los sórdidos adultos y del monstruo que la exhibe con afanes de lucro: la impresentable TELECINCO, un medio de comunicación especializado en barbarie que justifica lo injustificable en función de los resultados de audiencia, sofisticada gentuza que han desterrado de sus códigos y de su metodología la palabra «moral», que juegan impunemente con la oferta y la demanda, con el pan y circo que los analfabetos están dispuestos a comprar y consumir.

Han superado todos los récords de abyección con esa alucinante conversación telefónica. Capote, Proust y estuvieron obsesionados con el inatrapable mundo de sus ricos, con sus fascinantes brillos y miserias. Los de aquí son cutres y ruines, sólo dignos de una mueca de asco. Se merecen un cronista y un socio como TELECINCO. Continuad con vuestro fétido y productivo trapicheo pero no utilicéis a vuestros indefensos niños en la siniestra decoración del negocio.

Carlos Boyero

16 Octubre 1993

El programa

Fernando Schwartz

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Cuando hace unos meses TELECINCO lanzó al aire ‘La Máquina de la Verdad’ me cupo el dudoso honor de predecir que, en pocas semanas Julián Lago acabaría preguntando: «¿Es cierto, señor López que usted no atornilló suficientemente las tuercas de la lavadora de la señora Fernández? No me conteste todavía, que vamos a publicidad».

Me quedé corto. Y me quedé corto al augurarle un éxito tan estrepitoso que TELECINCO se vería obligada a mantener el espacio durante 10 años y forzada por las audiencias, a transformarlo en programa diario.

Lo cierto es que ‘La Máquina de la Verdad’ produce sonrojo por dos motivos: en primer lugar, especula con los peores sentimientos de quienes por dinero o gratuitamente se prestan a someterse a un interrogatorio fiscal sobre estupideces y maledicencias que serían irrelevantes si no afectaran a la vida privada de otros. En segundo lugar apela a la escala inferior de los sentimientos de una audiencia que, refugiada en sus casas, asiste con impunidad al espectáculo de las miserias humanas. De eso vive la ‘prensa amarilla’, claro.

En una sociedad libre cada cual hace lo que quiere mientras no cometa delito. Como no puede negarse, además, que las compañías de entretenimiento audiovisual están ahí para ganar dinero, no hay duda de que los más de cinco millones de televidentes que como media presenciaron el programa dedicado el pasado miércoles a los asuntos matrimoniales de Antonia dell Atte proporcionaron solidos ingresos a TELECINCO. Pero asombra que pueda defenderse la justeza y moralidad del espacio sobre la base del número de espectadores (Qué número de adeptos valida éticamente al régimen nazi?)o a partir del hecho de que una cadena privada pueda emitirlas porquerías que le están vedadas a la pública porque lo hace por dinero. ¿Justifica la ganancia cualquier desaguisado moral?

Sin embargo lo que verdaderamente importa no es la exhibición de mal gusto del programa los telespectadores no tenían más que pagar el televisor o cambiar de canal para ahorrársela. Lo que resulta profundamente inmoral es que se pueda jugar con los sentimientos y vida de unos niños completamente inocente de lo escandalos en los que se ha mezclado sus mayores. Una verdadera indignidad.

Fernando Schwartz

23 Octubre 1993

Tele y basura

Javier Órtiz

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Me dicen que un tal Lago afirma que un tal Boyero escribió que había que quemar una tal TELECINCO. Hombre, un tal Boyero suele tener puntos de vista bastante incendiarios, pero solamente en sentido metafórico. Imagino que cuando un tal Lago acompaña esa acusación de una enigmática insinuación -de dudosa altura humanística, ciertamentesobre las presuntas «dependencias» de un tal Boyero, no estará tratando de’ sugerir que un tal Boyero es un peligroso pirómano. Porque, en caso contrario, lo mismo a un tal Boyero va y le da por demandar judicialmente a un tal Lago por calumniador, y a un tal Lago se le puede – o sea, se le podría caer el pelo. Que tampoco es plan. Pero yo no quería hablarles de un tal Lago en particular, sino de toda la llamada «telebasura», en general, para exponerles a ustedes una idea al respecto que me ha venido sugerida por esas cosas que dice un tal Lago sobre lo de quemar una tal TELECINCO. Parto de un principio general, que lo mismo ustedes comparten y lo mismo no: que la mayor parte de lo que emiten las televisiones que existen en España es basura. No trato de decir con ello que sea vomitivo. Pero sí que es basura. Basuras hay de muy diverso tipo, como cualquiera puede comprobar en la cocina de su propia casa,observando el contenido del adminículo en cuestión: verá que hay cosas de plástico, papel y cartón que no hieden, pero que tampoco sirven para nada; se topará también con el producto de las barridas,que por lo general es polvo (o sea,madrugada de viernes en CANAL PLUS)…Sólo una parte de la basura esmateria orgánica informe (tipo Telediario) o desecho maloliente, como La máquina de la verdad. Pues bien, se me ocurre a mí que una forma de protesta que podríamos utilizar los que estamos indignados con tanta basura sería recuperar lo que hacíamos allá por los años 60 y 70 los manifestantes antifranquistas para evidenciar la indignación que nos producían las muchas mentiras de la Prensa de entonces: quemábamos periódicos en plena calle. Ahora podríamos realizar manifestaciones en las que rompiéramos televisores. Puede salir algo caro, ya me hago cargo, pero caramba, quien algo quiere algo le cuesta. Y, a cambio, la espectacularidad de la protesta estaría asegurada. A mí, la «telebasura» no me incomoda a título particular. Hace tiempo que sólo excepcionalmente conecto algún programa de ésos, salvando los Telediarios, que a veces estoy obligado a verlos por las mismas razones profesionales que fuerzan a un tal Boyero a ver lo que hace un tal Lago. Si hago esta propuesta es, pues, de modo totalmente desinteresado. Por pura profilaxis social. Con ella sólo trato de lograr que la televisión nos libre al menos de una de sus muchas contradicciones: la que supone la diaria y machacona exhibición de tanto presentador impresentable.

El Análisis

TRANSPARENCIA PARA TODOS, CHICOS

JF Lamata

El programa de ‘La Máquina de la Verdad’ de TELECINCO dedicado al triángulo amoroso entre Dña. Ana Obregón, Dña Antonia Dell Atte y el Conde Lecquio (en el que participó la Sra. Dell Atte, poniendo a parir a los dos restantes) había sido un éxito absoluto de audiencia y, como suele ocurrir en esos casos, fue muy criticado. Especialmente descarnadas fueron las columnas contra el programa de D. Carlos Boyero en EL MUNDO y D. Fernando Schwartz en EL PAÍS.

Pero D. Fernando Schwartz no comentó el detalle de que era pariente del Conde Lecquio uno de los afectados por el espacio, ni EL MUNDO recordó que Dña. Ana Obregón era accionista de EL MUNDO a la hora de machacar al programa en sus editoriales. Del mismo modo D. Carlos Boyero a la hora de insultar a D. Julián Lago ocultaba el hecho de que había trabajado para él en la revista TRIBUNA y le había despedido, lo que podía poner en dudad su objetividad.

Esos detalles tanto del Sr. Schwartz como del Sr. Boyero no omiten su derecho a poder poner a parir ‘La Máquina de la Verdad’, pero sus críticas hubieran ganado mucha más validez si en ellas hubieran reconocido esos vínculos, como hacía en sus columnas el Sr. Paco Umbral. Cuando se pide transparencia, debe empezarse por uno mismo.

J. F. Lamata